¿Cómo seguir?

 Estaba tirado en el suelo, queriendo hablar para pedir perdón, para disculparse con él mismo por haberse dicho tantas veces frente a ese mismo espejo que sería fuerte y soportaría, pero no podía hablar y su pequeño cuerpo convulsionaba un poco ocasionalmente, estaba perdiendo más sangre de la que creía, pensó que sería una muerte lenta y podría pensar con claridad, pero estaba siendo más rápida de lo que creyó, o quizás eran solo cosas suyas, porque para él el tiempo se percibía diferente y pasaba demasiado rápido, porque no quería que su final llegase tan rápido.

Alzó la vista y vio una luz blanca, pero no la luz al final del túnel, de la que salen cánticos celestiales que te acogen, no, era la luz parpadeante de la cutre bombilla del techo, ¿Así iba a morir, tirando en el suelo de un baño que ni era suyo? ¿Bajo la poco cálida luz de una bombilla vieja? Parecía que toda aquella situación se reía de él, una muerte tan ridícula.

Y entonces se dio cuenta.

Era un error, había actuado cegado por el miedo y el dolor, pero él quería vivir. Se desesperó, no estaba muerto pero pronto lo estaría, quería levantarse y decir ''Hey, la he cagado, retiro lo que he hecho, lo he pensado mejor y quiero vivir'', pero ya era demasiado tarde, ahora solo podía llorar contemplando en el reflejo de los cachos de cristal su lenta muerte.

Solo se sentía acorralado por Samuel, y era cierto que ante la presión de saber que se monstruo iba a volver por él esa noche la idea de la muerte no era tan fatídica, pero pensando fríamente y lejos de todo eso, esa vía de escape no era buena a la larga. Puedes morir para librarte de algo, pero ¿Qué harás después? No puedes hacer nada, todo se acaba.

El frío se apoderaba lentamente del cuerpo de Aaron, pero sintió unos pasos o tal vez murmullos, todo era demasiado distante, pero nunca lo supo porque antes de poder ver a nadie sus ojos se cerraron.

En ese momento Samuel había llegado a la casa, porque a pesar de que Aaron percibiese su muerte como algo rápido que apenas duró unos segundos, en realidad pasaron horas.

Nada más entrar por la puerta notó un olor que agudizó todos sus sentidos y lo sumió en un éxtasis, su boca salivaba mientras sus colmillos crecían y sus ojos cambiaron de color atentos para contemplar aquel manjar que estaba oliendo. Era la sangre de Aaron, pero se percató de que el aroma era demasiado intenso, había entonces demasiada sangre así que corrió hasta el lugar de donde provenía tal olor afrodisíaco.

Y allí en el baño lo vio, a Aaron tirado en el suelo, cerrando lentamente los ojos mientras su muñeca destrozada hacía que se desangrase a gran velocidad.

Esos último segundos que los ojos de Aaron habían permanecido abiertos fueron suficientes para causar un fuerte estremecimiento en Samuel, quien vio esos hermosos orbes azules casi sin vida, y no sintió la pena o compasión de antes, y no sintió la tan adictiva pero odiada humanidad, sintió un dolor que lo hizo caer de rodillas al suelo y un vacío que por poco le hace perder la noción del tiempo dejando la menor morir y descomponerse en el suelo.

Había sentido algo peor que la humanidad que una vez perdió, había sentido algo que también dejó al abandonar su vida humana, había sentido miedo de no ver más esos incandescentes ojos azules que le hacían sentir todo aquello que perdió.

Tomó, con rapidez, al chico en sus brazos y sintió un anhelo al pensar que Aaron podía morir, no dejaría que eso pasase, lo necesitaba porque era su debilidad.

Por suerte se sintió tranquilo cuando después de herirse un dedo la sangre goteó en la boca del otro, porque a los pocos segundos se había curado, aunque seguía con sus grandes ojos cerrados, lo recostó un poco en su pecho y sintió su leve respiración.

Sin darse cuenta se hizo de día y su cuerpo de fue adormilando, quería levantarse e ir a la cama para dormir, pero los efectos del día comenzaron a hacerse presentes: se sentía relajado, cansado, sus párpados pesaban y toda su fuerza se esfumaba haciendo que se durmiese con facilidad.

Ninguno despertó por el día, pero la escena era enternecedora, Samuel, durmiendo en el suelo del baño lleno de cristales rotos mientras sostenía en sus brazos al pequeño y luchador Aaron, que por error había decidido rendirse en medio de aquella batalla.

Estaba claro que la vida de Aaron con Samuel tampoco sería un bello camino de rosas con perfume a vainilla, pero quizás Samuel hiciese algo de caso de Charlotte, si tanto parecía importarle ese humano, al menos debía hacer lo posible para mantenerlo con vida. Quizás suprimiese algún insulto o redujese las agresiones y ya buscaría alguna manera mejor de acostarse con el chiquillo, porque parecía que si lo forzaba el pobre no podía soportarlo.

Samuel despertó por la noche como era normal, pero al chico seguía dormido en sus brazos, aunque después de perder tanta sangre le resultó normal.

Levantó a Aaron y lo dejó en el suelo de la habitación mientas él iba a por una escoba y una fregona que dejó a su lado, dándole a entender que una vez despertase debía limpiar el estropicio que había cometido en su intento de suicidio. Los cristales rotos y la sangre derramada eran recuerdos de un error que casi le costó la vida a Aaron, pero para Samuel no eran más que el desorden causado por la estupidez del chico, y como causante de ese desastre, él tenía la obligación de limpiarlo.

Aaron despertó pocas horas después, al principio no entendió lo que veía, pensó por unos instantes que estaba muerto, pero al ver la escoba y fregona se dio cuenta de la cruel broma del destino que estaba viviendo.

Por lo menos su cuerpo ya no sentía el dolor físico de la noche atrás, pero estaba extremadamente débil, aún así limpió el baño agradeciendo por poder estar solo mientras lo hacía. Pero apareció de nuevo Samuel, tan inoportuno y molesto a los ojos de Aaron.

- ¿Cómo te sientes? Perdiste mucha sangre, humano- dijo con una voz dura, aunque la preocupación estaba implícita en la pregunta, Aaron ni siquiera se percató de ello.

- B-Bien, amo-mintió sosteniéndose en la pared porque de un momento a otro sentía que caería al suelo.

Samuel chasqueó la lengua y tomó la pequeño por el cuello, moviéndolo como si fuese un muñeco. Lo situó delante suyo, soltándolo y dejando que Aaron se quedase se pie ante su enorme figura y sin ningún punto de apoyo que le evitase caer. Se tambaleó ligeramente y vio todo borroso, estaba mareado y sin sujetarse en la pared mantener el equilibrio le resultó imposible, haciendo que el pequeño muchacho cayese, desorientado, a los pies de Samuel.

- Ni siquiera puedes tenerte en pie- bufó con molestia por la evidente mentira del chiquillo, era obvio que no se encontraba bien- No soporto que me mientan- dijo en un tono duro y convincente, haciendo temblar al pequeño chico.

- L-Lo siento, amo- dijo en un suspiro temeroso. No creyó que ese monstruo fuese capaz de castigarle de nuevo. Samuel se percató de que Aaron le hablaba en un tono más bajo del común y que además ya no se atrevía a mirarlo de esa manera que tanto le fascinaba, el chiquillo estaba más aterrado aún de lo que Samuel había imaginado.

- No me sirves de nada así- dijo molesto mientras se agachaba a la altura del pequeño chico, este apartó la mirada con rapidez, volteando el rostro con miedo. Samuel se sintió enfadado al ver que el chiquillo no hacía como antes, no lo miraba durante una, aterradora para Aaron, fracción de segundo haciéndole sentir de todo con sus ojos azules celestes.- Ves a comer algo para ganar energías. Y como digas que no tienes hambre... supongo que ya sabes lo que pasará, humano.- amenazó levantándose de nuevo y mirando al chico que estando el suelo trataba de levantarse sin conseguirlo, estaba demasiado débil y apenas podía soportar su propio pero ligero peso.

Samuel simplemente abandonó la habitación tras observar cruelmente y sin hacer nada como el chico conseguía levantarse apoyándose en la pared como un animalito herido, dirigiéndose hasta la cocina a trompicones y con pasos lentos, apoyando todo su peso en el primer lugar que encontraba para, simplemente, no caer de bruces al suelo otra vez.

No comió gran cosa, pero al poco rato se sintió algo mejor y agradeció que al menos ese tipo que se hacía llamar su propietario le comprase comida y bebida, porque Aaron pensó en un inicio que ese hijo de puta sería capaz de matarlo de hambre y sed sin ningún remordimiento, e incluso disfrutaría del espectáculo de su lenta muerte.

Salió de la cocina, dispuesto a echarse un rato en el suelo del salón, era allí donde prefería dormir ya que una gran alfombra reposaba al lado de uno de los sillones del lugar y aunque eso no fuese lo más cómodo del mundo tener que estirarse en el suelo era sumamente peor. Pero al llegar allí vio a Samuel hablando por teléfono, una pequeña voz chillona se oía desde la otra línea, era Charlotte, o al menos eso es lo que Aaron habría asegurado.

Dispuesto a darse la vuelta e ir a cualquier sitio lejos de ese energúmeno, Aaron fue detenido en sus pasos por la voz grave de Samuel.

- ¿A dónde crees que vas?- preguntó con media sonrisa, mostrando más un colmillo que otro y estirando más una de sus comisuras, haciendo que sus labios tomasen una hermosa pero malvada forma.

Aaron no respondió y simplemente se acercó al sillón donde estaba sentado el gran vampiro, miró al suelo conteniendo las lágrimas al recordar que su día a día debería ser siempre así, una monotonía tortuosa como sirviente de ese vampiro.

Se arrodillo en el suelo con rabia por tener que denigrarse tanto y después se puso a cuatro a los pies del sillón, sabiendo que esa era la posición que el vampiro siempre le pedía para poder apoyar sus pies en su pequeña espalda como si fuese un mero objeto que solo asegurase su comodidad egoísta.

Samuel soltó una ligera risa ante los actos del chico.

- Déjate de tonterías, quiero hablar contigo.- cambió repentinamente su expresión de burla por una seria que heló la sangre del más pequeño, su mirada era fría y sus labios cerrados estaban serios y no curvados en su típica sonrisilla- Siéntate.- Así lo hizo el chico, temblando por aquel tono tan serio del mayor, quien al ver la expresión aterrorizada del chiquillo simplemente sonrió un poco intentando aliviar la tensión, pero solo consiguió confundir al chico, cuya mente imaginó todos los finales horrendos que eso podría tener.

- ¿He-he hecho algo malo, amo?- preguntó con miedo, sabiendo que la respuesta verdadera sería un NO rotundo, pero cualquier acto de Aaron interpretado por Samuel era algo que merecía un castigo.

- No, tranquilo chico ¿Por qué tan asustado?- preguntó, pero sin esperar respuesta alguna, porque su tono burlón ya se hacía notar mientras disfrutaba en primera fila de ese inocente rostro lleno de terror- Anda, siéntate aquí- dijo golpeando levemente su regazo, ver a ese chico temblar no era suficiente, quería sentirlo.

- N-No gracias, aquí estoy bien – trató de decir Aaron de manera educada y viendo como el vampiro fruncía el ceño. Jugó un poco con sus mano nervioso sin saber bien de que querría hablar Samuel, él nunca conversaba siempre actuaba y el hecho de que no le fuese a castigar por lo que Aaron creía que había hecho lo dejó extrañado.

- No era una pregunta, puto humano, era un orden- los oídos del humano vibraron de temor ante el tono rasposo y grave de su amo, corriendo a sentarse en el regazo de este lo antes posible, no sin un poco de miedo, pero sí sin demora alguna.

- Buen chico- dijo con su sonrisa burlona dejando asomar un poco sus imponentes colmillos- Ayer intentaste matarte- dijo dejando al menor helado de la impresión, como si un balde agua fría le cayese por encima, golpeándolo con un frío inhumano. Había soltado esas palabras como si estuviese hablando de lo más común del mundo, como si no le importase o fuese algo normal- ¿En que estabas pensando, idiota?- esta vez su tono de voz si denotaba alguna emoción, el enfado, porque solo de pensar en perder para siempre a ese pequeño humano la sangre de las venas le hervía en rabia y no podía entender porqué.

- E-En lo que me hiciste antes...- dijo el chico sin poder controlar ya las lágrimas que salían de sus ojos al recordar esas enormes manos tocarlo y tomarlo con fuerza para que aquella parte del cuerpo del otro entrase en él de una manera que jamás habría podido imaginar.

- ¿Te refieres a cuando te follé?- preguntó, tratando de esconder una pequeña sonrisa y en tono tan normalizado, frío y cruel que hizo sollozar al chico. Sí podía decirlo como si nada también podía repetirlo con facilidad.

- Y-Yo me... me sentí acorralado, estar aquí contigo me da tanto miedo y s-siempre me haces daño, pero eso... estaba muy asustado y e-era la única manera de huir.- dijo el chiquillo secándose los ojos y pensando que quizás desataría la furia de su amo con sus palabras, pero le dio igual, él quería hablar, quería decir la verdad- D-Debes pensar que soy un niño débil, pero no es verdad... Y soy fuerte, llevo mucho tiempo siendo fuerte, y cometí un error que no volverá a pasar, yo no soy débil, no lo soy, p-pero esto es demasiado-musitó, más para él que para Samuel, quien escuchaba esas palabras mientras notaba el alma caérsele a los pies, ese chico le estaba haciendo sentir demasiado compasión.

- Más te vale que no vuelva a pasar- dijo con un tono duro, él no mostraría sus sentimientos- porque he gastado parte de mi sangre en ti para tenerte aquí por mucho tiempo- dijo tomando al chico por el collar, enroscando su dedo en este y atrayéndolo con este.- así que más te vale mantenerte con vida- susurró en su oído, comenzó a apartar el collar de su cuello y lentamente fue besando ahí, moviendo su lengua y acariciando con sus labios.

El chico, como ya era costumbre, solo intentaba no llorar mientras Samuel recorría todo su cuello con la boca.

- y una cosa más- dijo en un tono más bajo, íntimo- puedo repetir lo que hice el otro día cuantas veces quiera e incluso puedo hacer que te guste.- dijo con un tono picarón en su oído antes de deslizar la lengua sobre ese lugar causando un estremecimiento mayor en el muchacho.

- P-Pero amo ¿s-si me porto bien, no me harás eso, verdad?- Y entonces el chico volvió a hacer eso que su amo tanto amaba y odiaba a la vez, lo miró directo a los ojos, durante casi dos segundos enteros, lo que era realmente un logro para Aaron.

Y Samuel no supo bien cómo reaccionar ante eso, porque esa triste miradita le hacía volver a ser humano, y los humanos son débiles porque se compadecen, son débiles porque aman, desean y quieren ¿Era eso lo que recorría el interior de Samuel haciéndolo enfadar al no aceptarlo?

Con rapidez encerró el pequeño cuello del chico en su puño y apretó un poco escuchando al menor emitir un chillido de sorpresa, notó en su mano como el cuello del menor se desplazaba un poco contra su palma al tragar saliva preocupado.

Relajó un poco el agarre al que había sometido la garganta que solo un par de segundos atrás besuqueaba y le sonrió al chico, no era una sonrisa cálida en verdad, pero al menos resultaba más reconfortante que todas aquellas en las que solo se burlaba de él.

- Tienes unos ojos muy bonitos, humano- comentó con esa sonrisa, ahora era él quien lo miraba directamente, intentando cruzar de nuevo sus miradas mientras el chiquillo apartaba la cara algo sonrojado.

Le recordaba enormemente a él, cuando era humano claro, la misma manera inocente de comportarse y de asustarse, sin saber siquiera que era el verdadero poder, sin ansiar aquello que ahora Samuel mataría si se lo arrebatasen, era tan dulce e inocente aquel pobre chico ¿Por qué amaba hacerle daño si luego en sus ojos veía la tristeza y su humanidad le gritaba que lo consolase?

El depredador quería comer, devorar a ese chico, pero el humano, la persona que Samuel una vez fue y olvidó por miedo a la debilidad, comenzaba a chillar desde lo más hondo que fuese bueno con ese chico, que lo tratase bien o quizás que matase ya pero no le hiciese sufrir tanto.

La parte animal, la parte de él que deseaba hincar sus colmillos en esa tierna y fresca carne era la que había usado en su día a día a modo de coraza para esconder todo lo que llevaba dentro, porque era imposible que alguien no sintiese nunca nada y que solo sonriese con el dolor ajeno, porque debía haber alguien bajo era coraza dura de poder y maldad, alguien que sonriese al escuchar música y que alagase a sus amigos, alguien que se pusiese triste por la muerte de su maestro y alguien que se enfadase cuando las cosas no salían bien, alguien que buscase a otro alguien que le hiciese sonreír. Alguien cuyo reflejo solo se veía a través de los ojos de Aaron.

- Mírame- ordenó Samuel tomando al pequeño, ya no del cuello, sino del mentón para dirigir su mirada a la de él. Pero cuando hizo que el chico estuviese cara a cara con él, Aaron cerró los ojos con fuerza, dejando escapar alguna pequeña lagrima- Te he dado una orden- dijo el vampiro algo enfadado pero más que nada entretenido en examinar el resto de detalles del rostro del humano, era precioso, con unas facciones finas y unos labios tan hermosos y finos, le dieron ganas de morderlos como un perro hambriento.- ¿Estás sordo o qué?- claramente Samuel era alguien autoritario y el hecho de que el chico hubiese apretado más sus párpados al oír la pregunta lo enfadó. Su mano se estrelló, dolorosamente pero no con demasiada fuerza, en el rostro del chico, dejando una marca enrojecida.

- A-Amo, no puedo- dijo el chico sobándose con la mano derecha su abofeteada mejilla, pero cuando apartó su fina mano de ahí, otro golpe arremetió contra el mismo lugar, haciéndolo quejarse por el dolor.

- Mi-ra-me – dijo sílaba por sílaba en el oído del menor antes de restregar sus enormes colmillos en su cuello unos segundos. El chico abrió los ojos dispuesto a obedecer y lo hizo, aunque Samuel sintió pena al ver como de rápido se llenaban esos hermosos ojos azules de lágrimas que caían por los lados de su cara.

Sus ojos estaban rojos, incandescentes, como cada vez que sus sentidos se agudizaban por la cercanía de ese chiquillo delicioso, y lo vio a la perfección al notar un destello carmesí reflejado en la mirada asustada del niño que intentaba no separarse de la suya.

Cada detalle de esos ojos, cada lágrimas que caía y cada movimiento que hacían; todo era estudiado por el vampiro, quien se encontraba profundamente intrigado por esa preciosidad que tenía en su regazo.

- Antes te he dicho que tenías unos ojos bonitos y tu no me has agradecido el cumplido ¿No crees que deba castigarte?- preguntó con malicia sabiendo que si el chico hubiese tenido la osadía de darle las gracias por el elogio lo habría mandado a callar, asustándolo más.- Mírame otra vez a los ojos y dime que te mereces un castigo- dijo con malicia pensando en lo fogoso que ese chico se vería diciendo aquellas cosas que no pensaba.

Aaron siguió con su mirada en los rojos aros de los ojos del depredador, se mordió el labio y se resignó, sabía que debía obedecer.

- M-Me merezco un castigo amo- dijo el chico sintiéndose de nuevo humillado, no era nada en comparación con la denigrante violación que había sufrido, pero aquello también le hacía sentir mal.

- Ahora dime que te mereces unos azotes- siseó con maldad en su oído, pasando sus dedos por la garganta del dubitativo niño que no quería obedecer la orden.- Dilo – ordenó tomando de nuevo el cuello del chico en su mano, agarrando con fuerza y ahogándolo un poco.

- Merezco u-unos azotes- sollozó mientras la mano en su cuello se deslizaba lejos de este, haciendo sentir como si al escurrirse lentamente de su agarre le diese una pequeña y distante caricia- Amo, por favor, no lo hagas... Lo siento- Dijo el chico mirando a los ojos de depredador de nuevo, quien ahora sonreía burlonamente.

- Cállate- rugió enfadado por la intervención del chico, como ya era costumbre lo abofeteó por tales palabras. Él no le había dado permiso pata disculparse o pedir clemencia, así que hacerlo denotaba una clara falta de respeto.- ¿Sabes? No recibirías tantos castigos si aprendieses a callarte- susurró sonriendo ante la cara de decepción del otro- ahora túmbate sobre mi regazo y quédate quieto- el chico supo que claramente cumpliría con el castigo que él mismo se había dictado, pero desobedecer solo le traería más problemas.

Salió de encima de su regazo y se quedó unos segundos mirándolo, le lanzó un pequeña mirada de miedo al vampiro y este pareció murmurar algo mientras el muchachito comenzaba a estirarse bocabajo sobre sus piernas.

- Bien, veo que cada vez eres más obediente- lo intentó halagar mientras sentía el estómago y pecho del niño sobre sus piernas, subiendo y bajando por las preocupadas respiraciones de Aaron- Dime una cosa, pequeño, ¿Cuántas letras tiene la palabra ''desobediencia''?- la pregunta extrañó un poco al chico, no tenía mucho sentido aquello que decía el vampiro, pero aún así debía responder, cosa que hizo tras un rato pensando.

- Trece – dijo el chico después de contar con los dedos de sus manos, intentó que ese gesto no se viese, no pretendía quedar bien con el vampiro, pero ese gesto tan infantil habría sido objeto de burla por parte del vampiro.

- Uno – dijo Samuel antes de estampar con fuerza su mano en el trasero del menor. Como un padre castigando a su hijo pequeño, Samuel estaba azotando el trasero de su pequeño humano, pero con una fuerza que hizo aquello verdaderamente doloroso.- Dos- dijo, y otro azote recayó sobre el pequeño trasero del chico, quien dio gracias por llevar bóxers y pantalón, pensando que quizás eso amortiguase un poco los impactos, pero aún así dolían tanto que no podía evitar gritar.- Tres- sonrió malicioso y su mano se estampó de nuevo contra el pequeño trasero que noches atrás había poseído.

Y así quería seguir Samuel, hasta llegar al número 13, un azote por cada letra de la maldita desobediencia del chiquillo, pero en ese mismo momento alguien aporreó la puerta con fervor.

- ¡Samuel, te traigo un regalito!- Aaron reconoció la voz al instante, el segundo vampiro amable que había conocido después de Charlotte, el amigo de Samuel cuya voz le había hablado en esa fiesta y a cuya voz había respondido, ganándose un castigo ejemplar.- ¡Y deja al chico ya en paz, se escucha como le pegas desde la calle!- gritó aquella amable y divertida voz.

- Te has librado por ahora pequeño, puedes sentarte de nuevo- dijo mientras el chico dejaba ir un suspiro de satisfacción y alivio y volvía a sentarse, algo dificultosamente por el dolor de su trasero, en el regazo de su amo.- Anda, pasa Jason, a ver qué es lo que me traes- Al escuchar por primera vez el nombre del amigo de Samuel, Aaron imaginó al tipo siendo comparado con el ''Jason'' de la película ''Viernes 13'', pero esos pensamientos se esfumaron cuando lo vio entrar, totalmente sonriente y feliz con un muchacho de aspecto muy mortal junto a él.


Comentarios