Cuando la roca se vuelve polvo

 


Sus ojos rojos se inyectaron aún más en sangre reluciendo con un color carmesí enfermizo mientras sus colmillos rompían sus labios por la presión histérica que hacía con ellos, pero todo su cuerpo muerto se tensó de veras dejándole sin su gélido aliento al contemplar la demacrada figura de ojitos azules que le miraba desde el suelo.

Allí estaba Aaron, oculto tras miles de golpes que aumentaban el tamaño de cuerpo por la hinchazón, y lo cubrían de un color rojo en sus heridas y morado casi negro en sus golpes, amarillento como el de un enfermo en las porciones de piel sin golpear. Lleno de mordiscos, heridas y cortes, sucio y con muchas infecciones que entumecían su cuerpo entero, apenas podía abrir sus ojos azules tan contrastados con el rojo que los rodeaba de tanto llorar.

Sus brazos y piernas al igual que los dedos de sus manos y pies se contorsionaba de formas que no eran humanamente posibles, las rodillas dobladas hacia adentro, los brazos descolocados, los dedos en posiciones escalofriantes, imposibles.

Aquello cabrones había roto y dislocado todos y cada uno de los huesos de los brazos y piernas de ese pobre niño, que además estaba desnutrido y deshidratado.

Samuel se quedó paralizado ante tal visión, esa misma crueldad él la había presenciado con alguna de sus mascotas humanas anteriores, pero verla en Aaron era algo demasiado doloroso incluso para él. No podía sentir rabia contra nadie, ni enfado, solo pena, solo arrepentimiento y culpabilidad y aunque el mundo hubiese estado en llamas habría corrido igualmente hacia su pequeño.

Los guardaespaldas de Iván aprovecharon el hecho de que Samuel estaba tan distraído para acercarse a él por la espalda dispuestos a enviarle al otro lado, pero Derek atacó primero. Tomó por el cuello a uno de esos dos vampiros y, agarrándolo por el pescuezo, lo lanzó contra el otro haciendo que ambos quedasen en el suelo, aunque se levantaron rápidos poniéndose en una pose defensiva.

Derek miró a su alrededor encontrándose con la puerta de madera de la casa derribada y mientras los dos vampiros se disponían a atacarle arrancó un cacho de esta, teniendo en su mano una especie de estaca de madera con la que logró atravesar el puño de uno de los vampiros que intentó golpearle en la cara.

El otro dirigió sus manos al cuello de Derek, pero este fue rápido y retiró la estaca de la mano de su víctima, dirigiéndola al rostro del otro y atravesándole un ojo, reventando el globo ocular mientras su enemigo se curaba de sus heridas en la mano.

Samuel se dirigió a Iván, consciente de que Derek solo estaba jugando con esos dos pues en cualquier momento los podía matar a su antojo, pero le resultaba más divertido apuñalarlos y patearlos hasta la saciedad mientras ellos gritaban con rabia tratando de defenderse.

Iván iba a decir algo, quizás ofensivo o tal vez quería pedir clemencia al ver como Samuel se las gastaba, pero antes de que pudiese abrir la boca, contra ella estaba el puño de Samuel, y contra su estómago se hallaba su rodilla. Un vez despegó el puño de los labios de Iván, sintiendo los colmillos de este partirse contra sus nudillos, su otro brazo de dobló para asestarle un codazo que hundió las costillas de su enemigo y su pie se impulsó contra la rodilla del vampiro más débil partiéndola hacia adentro y haciendo a su enemigo caer al suelo.

Con un fuerte pisotón y antes de que pudiese reaccionar aplastó los huesos de su mano derecha. La mirada se Samuel era terrorífica y se dirigió a un par de espadas verdaderas que, cruzadas, colgaban de la pared a modo de decoración. No parecían falsas sino más bien dos espadas antiguas y bien afiladas, muy relucientes ya que se limpiaban diariamente y ahora reflejaban a la perfección la cara enfadada y los ojos ardientes en rabia de Samuel.

Las tomó con rapidez, pero no la suficiente pues Iván había vuelto a levantarse con sus heridas a medio curar. Lo miró sorprendido pues el protegió su pecho pensando que el filo de las espadas se dirigían a su corazón intentando asestarle un golpe mortal, pero Samuel movió la espadas de manera en que lo primero que cortaron fueron los hombros de Iván, terminando en sus axilas cuando los dos brazos se despegaron del cuerpo y cayeron al suelo como trozos de carne inertes.

Iván gritó como nunca antes e intentó mover sus puños, pero ahora solo un hormigueo doloroso y cientos de punzadas estaban donde sus brazos reclamaban su lugar.

Samuel sonrió torcidamente lleno de sorna mientras su pie se apoyaba, ágil, contra el pecho del vampiro y lo empujaba haciéndolo caer al suelo de nuevo, el siguiente pisotón recayó sobre la cabeza de Iván y por ello se abrió una breza en el cráneo, sobre la nuca.

Sin sus brazos para apoyarse usó sus piernas con fuerza, con sus colmillos partidos y su cráneo a medio abrir, mostrando el hueso roto y sangrante, intentó levantarse, pero de nuevo las espadas fueron más rápidas.

Pensó que esta vez iba a morir por fin y que ese sería el golpe de gracia, pero bajo su cintura sintió un ardor doloroso y un escozor molesto, después notó como si su carne palpitara de dolor. Samuel acababa de cortarle las piernas e Iván miraba sorprendido el panorama.

Samuel retiró del suelo, con el pie, las extremidades frescas y recién cortadas para dejar más espacio a Iván, o a lo que quedaba de él.

- Esto y mil cosas más te mereces, escoria.- dijo Samuel agachándose para quedar frente a frente con Iván, ahora ese asqueroso vampiro si estaba a la altura que se merecía.

Samuel decidió tirar las espadas, no las necesitaba para lo que ahora iba a hacer. Tomó la mandíbula de Iván, presionó en los lados de esta escuchando pequeño crujidos y viendo como el susodicho cerraba sus ojos con dolor y trataba inútilmente de moverse, su mandíbula se desplazó ligeramente y entonces su boca se abrió, la mandíbula estaba rota y sin curar, por ello caía colgando sin control mientras Iván trataba de balbucear algo que nadie entendió.

De la misma forma en que Iván se lo hizo a Aaron en su momento, Samuel escupió en la boca del malherido vampiro haciendo que se tragase la saliva mientras sus ojos se inyectaban en sangre por la rabia de tal humillación.

-Trágatelo todo, pequeña furcia- susurró con malicia en su oído haciendo que el mismísimo Iván se revolviese con rabia intentando hacer algo contra el que resultó ser su más poderoso enemigo.

- ¡Samuel!- lo llamó Derek rodeado de dos grandes montañas de cenizas que se escapan por la puerta pues la brisa se las llevaba, mezclándolas. El aludido lo miró y entonces Derek sonrió lanzándole el trozo de madera que había usado para acabar con los dos guarda espaldas de Iván. Samuel tomó la supuesta estaca al vuelo y miró a Iván con sorna mientras la sostenía, apoyando la parte más puntiaguda contra su pecho.

- Esto es lo que pasa cuando alguien toca a mi Aaron- dijo mientras empujaba la estaca en el pecho de lo que quedaba de aquel hombre, que no era más que el torso y la cabeza. Poco a poco se iba hundiendo a un ritmo lento y las astillas se clavaban en la piel. Iván estaba tan herido que habría necesitado días enteros para poder curarse, pero Samuel no le daría ni un segundo más, cuando se hartó de torturar al susodicho clavando con lentitud la estaca decidió dar el golpe de gracia, atravesando su podrido corazón, si es que tenía alguno, con ella. Y apenas pudo sentir el sonido del corazón reventando en su cuerpo como un aspersor de sangre porque al instante Iván se convirtió en polvo.

Sin presar más atención a aquello se dirigió a su pequeño y amado adolescente humano, quien no se había movido ni un milímetro pero le seguía, angustiado y moribundo, con la mirada.

Se acercó a él dispuesto a curarle, pero el chico asustado se quiso mover, cosa que no consiguió pues su cuerpo fue azotado por un gran dolor que le hizo chillar.

- No, tranquilo chiquitín- dijo Samuel agachándose, sus ojos dejaron de ser rojos mostrando su color café que tanto había visto Aaron y que ahora reconocía, sintiéndose seguro.- No te muevas, te voy a curar con mi sangre ¿vale?- dijo con un semblante amable y los ojos ciertamente humedecidos, pero Samuel Hass no lloraría. O eso pensaba hasta que la primera lágrimas cayó en el suelo al ver a su humano llorar una vez lo reconoció, lloraba de alegría al ver por fin a alguien en el que mínimamente confiaba.

-Soy yo, Samuel.- añadió mientras se mordía su propio brazo en busca de una vena que reventar, cosa que consiguió a la primera y dejó que el chorro de sangre se colara por la garganta del menor, esta vez no fue una gota de sangre, como en las otras ocasiones, ahora Samuel le daba más de lo necesario buscando curar al chico contra todo pronóstico- Nunca más te harán daño, estoy aquí pequeño- Dijo poniendo sus enorme manos en los hombros del chiquillo, cuyos ojos se cerraron de cansancio al notar que sus heridas y huesos rotos se curaban, haciendo que la nueva falta de dolor le dejase dormir por fin.

No supo cuanto tiempo pasó hasta su despertar, pero realmente no fueron más de cuatro horas en la inconsciencia y para cuando el humano abrió sus hermosos ojos azules se encontraba en la cama de Samuel Hass, con este a su lado sentado en una silla y notoriamente preocupado sosteniendo una bandeja llena de cosas que dejó en el buró una vez vio al chico abrir los ojos ligeramente, pasando de preocupado a emocionado lo agarró de las mejillas mientras se abalanzaba con cuidado sobre él.

- ¿Cómo estás?- preguntó ansioso quedando a cuatro encima del chiquillo previamente estirado en la cama en una posición que Samuel creyó cómoda. Aaron se asustó un poco por tan brusco despertar, pero se relajó al ver a Samuel sobre él con tanta preocupación.

- Me has curado a-así que bien- dijo el pequeño de forma tímida, con los brazos y las piernas estirados completamente en una pose en la que parecía un palo, era una posición poco natural, pero al menos no era incómoda.

Samuel notó que el chiquillo no movía sus extremidades para acomodarse o para alejarlo por temor, ni siquiera se talló los ojos la despertar tal y como era costumbre para los humanos, no prestó mucha atención a aquello pues el chico siguió hablando.

- Pensaba que no vendrías... g-gracias por salvarme- dijo el muchacho con sus ojos ligeramente humedecidos, pero no alzó su mano para secárselos sino que parpadeó rápido impidiendo que las lágrimas cayesen.

- No agradezcas nada, después de todo lo que te he hecho esto es lo mínimo que puedo hacer para que me perdones- susurró Samuel algo enfadado por tener que decir aquella verdad que tan humillante le parecía.

Acarició lentamente la cara del chiquillo con cariño y este cerró los ojos disfrutando del contacto que hizo temblar todo su cuerpo, sus músculos se tensaron pero no se movió ni un milímetro y eso sí preocupó a Samuel, Aaron ni siquiera estaba apretando los puños.

- Chiquitín ¿Puedes moverte?- preguntó Samuel acariciando desde los cabellos del humano hasta su cuello, enterrando ocasionalmente los dedos en las clavículas. Aaron tragó saliva y apartó la mirada respirando profundamente, después asintió pero el chico había palidecido ligeramente y comenzó a hablar cerrando los ojos.

- Sí...- repitió aunque la afirmación ya había quedado clara, su voz era débil y parecía quebradiza- pero cuando estaba con Iván y él m-me rompió los huesos, yo... m-me dolía tanto moverme que tengo miedo de que vuelva a pasar... No pienso moverme, no quiero que d-duela- admitió el chiquillo cerrando con fuerza sus ojos y girando la cabeza evitando a toda costa el contacto visual con Samuel pues estaba convencido de que se había ganado un castigo por su estupidez.

Samuel resopló notoriamente enfadado, aunque no con él chico sino con Iván por haberle causado tantos daños como para llegar a ese punto, aunque el chico no supo el porqué de la ira de su amo comenzó a temblar con sus bellos ojos cerrados y a suplicar en su mente por no estar de vuelta en un infierno.

- Eso es una gilipollez- espetó el vampiro sin nada de tacto en sus palabras y con un tono cabreado que hizo que el humano se tensase, comenzó a oler a delicioso miedo y Samuel se percató de ello, saboreando ese terror pero sintiéndose mal por ocasionarlo en tales cantidades.- Te he curado, es imposible que te duela, además ¿Cómo planeas vivir sin moverte?- preguntó el otro sarcástico y cruel, haciendo que el chico frunciese su ceño, a punto de llorar por sus palabras. Aaron no tenía respuesta a esa pregunta y sabía que el vampiro tenía razón, pero igualmente el miedo a tan desmesurado, y ya vivido, dolor podía contra toda esa lógica aplastante.

- N-No quiero moverme- dijo como un niño enfurruñado y con una pataleta mientras giraba aún más su cabeza queriendo que Samuel no pudiese observar su apenado rostro. Si hubiese querido, Aaron se habría cruzado de brazos en ese momento, y sintió la tentación de hacerlo.

- Pues tendré que obligarte- Dijo con una voz ronca un tanto amenazante en un suspiro algo gutural, su intención no era ni de lejos herir más a su pobre humanito, pero si no lo conseguía por las buenas debería ser por las malas, solo amenazaría un poco para asustarlo y que se moviese, pero no pensaba ponerle un dedo encima.

Apenas sus ojos se enrojecieron y sus colmillos crecieron pudo notar al niño girar la cara bruscamente buscando su mirada de forma alarmada, ese azul intenso y hermoso se llenó de lágrimas y su boca se abrió separando esos labios tan dulces, comenzó a hiperventilar y su pecho subía y bajaba demasiado rápido como para ser sano para aquel pobre muchachito.

Samuel simplemente no pudo ni asustarlo para su propósito, nada más ver esa expresión tan colmada de terror sintió su corazón partirse ¿Por qué lo observaba con tanto horror inhumano si él no le haría daño?

Solo con ver tanto miedo y ansiedad en el menor, el vampiro sonrió intentando calmarlo pero sin conseguirlo pues expuso sus colmillos, acto seguido bajó un poco su rostro hasta dejarlo a tan solo unos centímetros del de el sorprendido menor. Notaba el caliente y desesperado aliento del chiquillo golpear contra su boca y veía las pupilas contraerse dejando más espacio en el iris para mostrar ese hipnotizarte azul.

-No necesito hacerte daño para obligarte- comentó el vampiro casi rozando los labios del otro, quien al oír eso se relajó y no pudo evitar que su vista se fijara en los gruesos belfos del vampiro y por reacción abrió un poco su boca, como si le diera permiso al vampiro para lo que él creía que iba a hacer- No quiero ser engreído- dijo el vampiro peinándose un poco hacia atrás con la mano a la vez que se separaba del pequeño notando como este se sentía más relajado y algo frustrado también- pero seguro que quieres que te bese- dijo descendiendo de nuevo casi tocando esos labios pequeños que aunque estaban secos él humedecería gustoso con su propia lengua.

- S-Sí que quiero, por favor Sami hazlo- dijo el pequeñajo con la voz temblorosa y percatándose demasiado tarde de que ese cariñoso apodo había salido de sus labios, aquello era jugar sucio, era imposible que Samuel se resistiese ante tan tierna voz llamándolo de esa forma mientras su mejillas se acaloraba y sus labios acorazonados se abrían ligeramente a la espera de los del otro.

-¿Estas asustado?- preguntó Samuel volviendo a dejar que sus labios acariciasen los del humano, lo agarró por la cintura mientras lo miraba directo a los ojos y se podría decir que ambos tenían miedo, Aaron temía a Samuel por lo que era y por lo que podría hacerle, pero Samuel temía a su humano por lo que le hacía ser, porque le hacía ser débil y humano.

Aaron asintió temblando pero a la vez deseoso mientras las manos del vampiro se paseaban por su cintura con cuidado, cerró ligeramente sus ojos de destellos rojizos carmesí y besó la mejilla derecha del muchacho sintiéndolo suspirar. La piel casi quemaba contra sus labios y los latidos acelerados del mortal se escuchaban tanto que el mismo Aaron se asustó por ello.

El segundo beso fue algo más cerca de su boca, y además se tornó más lento, podía sentí cada célula muerta de los belfos de Samuel despegarse de su piel, besándola como si fuese lo último que haría jamás. El tercer beso fue en la comisura de sus labios y ambos murieron al estar tan cerca de ese placentero ósculo, pero Samuel no besó su boca aún, el muchacho cerró sus ojos y abrió más su boca, pidiendo con sus labios algo de atención, pero el vampiro besó su otra comisura y después la mejilla que no había sido besada.

Aaron entendió que su boca no sería besada a menos que se moviese obedeciendo a Samuel, pero solo con pensar en alzar un brazo o una pierna una sensación de terror lo invadía y un fuerte escalofrío lo dejaba quieto en el sitio, recordando lo mal que lo pasó al intentar siquiera mover sus dedos una vez Iván se había encargado de él. El dolor ya no era real, sabía que no lo sentiría, pero igualmente el miedo seguía allí, ya había asociado el moverse con sentir tamaño sufrimiento así que no quería hacer el esfuerzo mental que supondría dejar eso de lado y hacerle caso a Samuel.

- Aaron, no tengo mucha paciencia- dijo Samuel comprendiendo que el chiquillo no cedería por muchas ganas que tuviese de ser besado. Aaron entrecerró los ojos, asustado ante esa afirmación y el duro y dominante tono usado, su cuerpo se estremeció y los ojos y colmillos del vampiro volvieron a mostrarse terroríficos- o te mueves o destrozo el cuello a mordiscos- amenazó mostrando sus colmillos en un ronco y gutural murmullo mientras notaba que el crío lloraba de nuevo.- ¿No? Bueno, pues entonces tú te lo has ganado- dijo el vampiro con una ligera y fingida risa terrorífica antes de echar a conciencia su aliento sobre la yugular del muchachito.

Esa era la única forma que Samuel tenía para hacerlo obedecer, si el chico no respondía ante los estímulos cariñosos lo haría ante una amenaza.

- ¡Espera!- chilló lloroso moviéndose por fin, sus brazos se levantaron para que sus manos pudiesen tapar la boca del vampiro y a la vez cubrir su asustado cuello mientras que sus piernas temblorosas intentaron levantarse, pero solo se enrollaron en la cadera del vampiro como un vergonzoso acto reflejo.

Samuel entonces lo miró a los ojos y sonrió con ternura haciendo entender al menor que solo era una estrategia y que no pensaba hacerle daño alguno y por ello el chiquillo se relajó separando las manos de su cuello, aunque le resultó tan vergonzoso tener las piernas en las caderas del vampiro que le fue imposible quitarlas de ahí, no quería rozarlo en esa posición para hacerla más notoria

- ¿M-Me das un besito entonces?- preguntó el muchacho tímido mientras Samuel dejaba ir una pequeña carcajada ante esa petición.

Juntó sus labios con los del más pequeño en un beso desesperado pues ambos lo llevaban deseando desde hacía mucho tiempo, y cada vez que un roce, beso, caricia o abrazo hacía sentir bien a Aaron, este dudaba de si estaba perdonando a Samuel o si ya lo había hecho desde hacía tiempo.

El hecho de ser secuestrado por Iván y recibir ahora el cariño de Samuel no entorpeció en ningún momento la visión de Aaron sobre el asunto, seguía siendo consciente de que el precioso depredador que movía sus labios guiando lo suyos había sido un monstruo, y tenía decidido hacerle esperar y sufrir antes de darle su perdón. Aunque hacía tiempo que el buen corazón, que ahora latía desbocado al sentir una lengua contra la suya, había perdonado injustamente a Samuel, Aaron no se lo haría saber tan pronto, necesitaba una prueba, algo que diese a entender que Samuel Has merecía todo su amor y perdón.



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