Cuando los mundos chocan

 Aaron se había despertado más pronto que de costumbre aquella noche, emocionado pues aquel era el día en que Samuel le había prometido que todo su miedo se desvanecería de forma tan efectiva que ni recordaría haber vivido tal terror hacia él. Se había levantado tan temprano que pensó que su amo seguiría plácidamente dormido, esperando a que el sol se ocultara por completo para poder despertar en medio de otra negra noche, pero Aaron se dio cuenta de que se equivocaba cuando se percató de que Samuel no estaba dormido a su lado, buscándolo con sus poderosos brazos para abrazarlo, como de costumbre, sino que se hallaba sentado en la orilla de la cama, pensativo y distante, dándole la espalda mientras apoyaba sus codos en sus rodillas y en sus manos sus sienes.

Parecía triste o preocupado, Aaron temió que estuviera enfadado con él, pero tras unos segundos de lógica reflexión supo que no había motivo alguno para que eso sucediese.

Se acercó cautelosamente por detrás, sorprendido de que el vampiro no le oyese moverse en la cama para acercarse a él. Debía estar verdaderamente distraído si realmente no oía a Aaron a sus espaldas, y realmente lo estaba.

La nívea y menuda mano de Aaron se cernió sobre el ancho hombro de Samuel, recubierto por la tela negra de una elegante camisa, y sus dedos se cernieron con un poco de fuerza para que el vampiro notase más su presencia.

- ¿Sami?- preguntó este preocupado, casi le había dado la sensación de que su amo se había convertido en piedras pues su frialdad y rigidez eran evidentes pruebas de la falacia que pretendería demostrarlo.

Samuel cambió la expresión de su rostro. Sus ojos miraban a la nada con un toque húmedo en ellos y su boca se curvaba en una mueca de evidente disgusto, pero al notar el fino tacto y la dulce voz del muchachito el vampiro reaccionó con rapidez y sonrió tan sinceramente que Aaron se sintió aliviado al instante.

No podía haber mentiras en sus gruesos y curvados labios que, mostrando los colmillos, le regalaban una sonrisa que por una vez no era maligna. Pero algo en los ojos de Samuel fallaba, quizás fue el destello de injustificada melancolía que los cruzó junto al reflejo del azul celeste de las orbes de Aaron, quien inmediatamente fue besado por Samuel.

El vampiro le dio un largo y apasionado beso en la boca, su lengua se movía más lenta que de costumbre, como si por una vez tratase de no asustarlo o incomodarlo en absoluto. Acariciaba su boca húmedamente de manera desesperada pero afectuosa, parecía un beso de despedida.

- Pequeño...- susurró Samuel en su cuello, apoyándose en este tras dar una casto y ligero beso allí-... no sabes cuanto te quiero- continuó la frase, sin esperar una respuesta pues sabía que Aaron era incapaz de decirle lo mismo, por mucho que lo sintiese el nudo en su garganta y el terror absoluto lo dejaban con la boca seca.- Hoy sabes lo que pasa ¿No?- preguntó con un tono casi animado y tomando al pequeño de la mano mientras se levantaba de la cama, con la cabeza gacha para poder ver a los ojos a su niñito.

- Dijistes que hoy me harías perder el miedo- respondió totalmente nervioso y algo asustado, la mirada de Samuel no parecía segura y no transmitía la confianza que la noche anterior le había dado. No era como si algo fuese a salir diferente a como se había planeado, como si en el último momento las cosas saliesen mal, era más como si Samuel ya supiese que todo se iba a ir al traste, como si lo hubiese planeado dolorosamente.- ¿Sami?- volvió a preguntar el niño al ver como los ojos de Samuel eran finamente cubiertos por un brillo que muchas veces adornaba los suyos, como una fina película de cristal que amenazaba con quebrarse y que sus pedazos se convirtieran en lágrimas.

- Cariño, ven conmigo, pronto lo entenderás todo- susurró con cierto amor en sus palabras, aunque una acidez injustificada las rodeaba.

Tomó la mano del niño con un gesto delicado pero aplastando sus dedos sin delicadeza de forma extraña, como si al soltarle la mano fuese a perderlo para siempre. Aaron lo miró extraño y la preocupación del vampiro se le contagió rápidamente, estaba asustado y no tenía ni idea, a diferencia de su amo, de lo que iba a pasar, aunque Samuel pensó que aquello no afectaría a Aaron de la misma manera tortuosa en que ahora le devoraba a él por dentro.

Aaron y Samuel comenzaron a caminar hacia la entrada de la casa con rapidez y salieron de ahí apresurados. Los pasos del niño eran dóciles y seguían a los de su amo con delicadeza, pero Samuel pisaba el suelo inseguro, como si fuese a hundirse bajo sus pies, como si quisiese huir de algo pero estuviese corriendo hacia ello.

Aaron acarició con su pulgar los ásperos y grandes nudillos del vampiro en un intento de aplacar las emociones que podía sentir emanando de él, eran fuertes e intensas, pero confusas y numerosas.

Aaron pensó que la intención de Samuel, su amo, era dar un paseo para aliviar la tensión que, sin saber porque, se había creado entre ellos, pero por la manera en que Samuel andaba (rápido y sin fijarse en su entorno) supo que se dirigían a un lugar concreto, aunque no supo que era uno conocido.

- Lo he estado pensando mucho tiempo- comenzó a hablar Samuel con un tono duro e imperturbable, pero sus ojos no se atrevían a mirar a los de Aaron, incluso el brillo que emitía el collar celeste del humano lo intimidaba, tan azul como el mar de lágrimas que le había hecho llorar- La verdad es que la idea me ronda por la cabeza casi desde que te encontré- sus labios se movieron sin sonido tras decir aquello, daba la sensación de que se curvaban en un ''lo siento'' mudo, no había palabras suficientes para que Samuel se disculparse- creo que empecé a pensar en ello en el momento en que te vi tirado en el baño, con los cristales y toda esa sangre...- un suspiro salió de su boca y Aaron lo miró frunciendo el ceño con disgusto, se suponía que aquella era una noche alegre, una en que pasaría algo bueno ¿Porque tanto dolor en sus palabras?

- ¿Q-Qué es lo que estuvistes pensando?- preguntó el menor con una voz frágil pero decidida, debía intervenir en aquella conversación, pero Samuel parecía tan sumido en sus palabras que daba la sensación de que interpretaba un funesto monólogo.

- En nosotros- suspiró de nuevo y dejó que una sonrisa involuntaria iluminara su rostro, mostró sus colmillos sin querer y estos parecían menos afilados esa noche, menos hirientes- Me costó mucho entenderlo... entender que con tu perdón no sería suficiente- murmuró de forma dolorida, el filo del rechazo de Aaron aquella noche que le dijo que no le podía querer lo apuñalaba de nuevo, pero ahora estaba oxidado y el dolor dejaba rastros venenosos- Me porté lo mejor que pude contigo para que me perdonases, fui yo mismo después de tantos años para que el rencor que le tenían al monstruo que conocistes se fuese... y tras mucho, muchísimo esfuerzo de mi parte, y también de la tuya, lo conseguimos- Sonrió de nuevo, tomando la mano del pequeño con fuerza y alzándola un poco para poder observar la unión de sus dedos, como el símbolo de un lazo inquebrantable.

Pero Aaron no había caído en que si una mano soltaba el agarre la otra se quedaría sola, el nudo no era tan fuerte como creía, o quizás no lo eran las cuerdas que lo confeccionaban.

- Fuiste el peor monstruo que jamás he conocido y que jamás conoceré- dijo el menor, haciendo que el corazón de Samuel despertase para volver a morir. Un dolor punzante atravesó su pecho y subió por su garganta como una sensación ácida que acabó por abrasar su fría boca altanera-, pero cambiaste tanto... y lo hicistes por mi, para mi, por eso te perdone Sami. No sirve de nada guardarle rencor a alguien que ya no existe, a alguien que quizás nunca existió- y era cierto, su amo jamás había existido, Samuel Hass sí que existía, pero aquel ser vil que lo violaba y golpeaba, aquello era solo una máscara, una ilusión, como un efecto óptico demasiado realista. Pudo hacer mucho daño y lo hizo, pero realmente jamás existió como ser. Aquel vampiro que Aaron conoció no era nadie, no era nada.

Samuel Hass, en cambio, era su ángel de la guardia, su amante, su protector, su... ¿Amo?

- Me perdonastes porque eres demasiado bueno, por eso te quiero tanto- sonrió Samuel recordando que la bondad e inocencia de que chiquitín eran unas de las miles de cualidades y, a su vez, defectos que hacían que amase a ese chico con locura. Una locura desquiciante que ahora le desgarraba el corazón a pedazos.- Pero hay algo que no hicistes, Aaron. Quererme.- El menor tragó saliva y Samuel supo que sus palabras dolidas habían sonado como una recriminación, y lo eran, pero no le echaban en cara las cosas a Aaron, sino a él mismo- Te da miedo quererme y, aunque tu no lo sepas, yo se el porqué- El menor abrió los ojos como platos y estrechó la mano del vampiro de forma inconsciente, sus respiraciones se pararon para volver a él de forma rápida y estresada.

Los pasos del vampiro y el humano eran cada vez más acelerados. A medida que la conversación se volvía más intensa ellos se alejaban más y más, llegando hasta un lugar que ambos conocían.

- ¿Sabes? Me costó mucho darme cuenta de un pequeño detalle. Cuando te dije que haría que me perdonases, cuando te dije que te sentirías bien conmigo y cuando conseguí cumplir lo que dije... durante todo ese tiempo jamás te di opción de escoger, estabas obligado a permanecer a mi lado. Me perdonaste con el tiempo porque no podías hacer otra cosa, porque no tenías la opción de huir, pero si te hubiese dejado escoger habrías salido corriendo, como es lógico.- Samuel hizo una pausa, el pecho le dolía tanto que su voz se tambaleaba yendo de todos agudos a otros graves y rudos, parecía inestable y demasiado cerca de romperse. Las manos de Samuel temblaban por primera vez en su vida y sus ojos escocían, el nudo en su garganta lo hizo atragantarse con sus palabras. Dolía tanto- Aaron, me perdonaste porque no te dejé otra opción, porque no podías escapar- sentenció parándose en seco durante una milésima de segundo, los pies le fallaban y su boca estaba seca- Una persona puede perdonar a otra porque no tiene otra salida. El perdón puede a veces, no ser opcional. Pero el amor...- hizo una breve pausa y carraspeó intentando que su garganta dejase de sentirse dolorida, que su pecho dejase de arder y que sus venas dejasen de latir como si estuviesen rebosantes de veneno y azufre-... el amor debe elegirse. No puedes forzar a alguien a que te ame. Te da miedo quererme porque no tienes opción, porque tu amo no te deja escoger que quieres hacer, porque no puedes huir. El amor no es una encerrona, no puedes querer a alguien por obligación. Debes escoger, porque ahora, Aaron, puedes escoger- dijo Samuel plantándose, junto al menor, delante de una ruinosa casa que Aaron reconoció al instante.

Al ver el derruido lugar Aaron se recordó a él mismo ahí dentro llorando como un bebé mientras escribía una carta de esperanza y, más tarde, volviendo a ese lugar para destripar con sus manos las ilusiones que había impreso en el papel. Allí, prácticamente, había empezado todo. Si no hubiese ido al supermercado que se encontraba algo más allá de lugar, si no hubiese encontrado el lugar, si no hubiese agotado sus existencias tan rápido...

- Sami... ¿Qué significa esto?- preguntó el de ojos azules moviendo con su mano libre el flequillo azabache y liso que caía por su rostro, descubriendo una mirada inocente que destrozó por completo a Samuel.

- Aaron, ya no soy tu amo-escupió Samuel, como si las palabras quemasen su paladar, deshaciendo su lengua para impedirle hablar nunca jamás. De nuevo el dolor en el pecho hizo que Samuel quisiese llorar. Y esta vez lo hizo- Eres libre, libre de escoger lo que siempre quisiste, lo que siempre te negué: Una vida lejos de mi-Tragó saliva, y se tragó también todas sus ganas de besar, abrazar y gritarle al menor lo mucho que lo amaba y que jamás quería perderlo.

Pero aquello no se trataba de lo que Samuel quería o necesitaba, aquello se trataba, por primera vez en mucho tiempo, de lo que era mejor para Aaron.

El humano se tensó de inmediato y sus ojos y boca se abrieron en shock. La oportunidad que tanto había deseado se presentaba ante él como una jugosa vía de escape gratuita, pero ahora dudaba de querer escogerla. Él quería escapar de su amo, pero Samuel ya no lo era, aún así el miedo de todas sus acciones pasadas lo invadió, haciendo que tuviese ganas de correr lejos de allí y no para nunca, pero ¡No! eso no era así ahora, las cosas habían cambiado.

- Sa...-Aaron giró su cabeza dispuesto a enfrentar los ojos de Samuel y serle dulcemente sincero, pero ya no estaba allí- ...mi- acabó aquel mote tan tierno que le había otorgado al vampiro y lo buscó con la mirada. Nada.

Se sintió desconcertado, aunque en su mente las ideas estaban claras, pero algo lo distrajo. Ruidos, había ruidos dentro de la casa abandonada y no parecían, ni por asomo, los de un animal salvaje o un vampiro azechando.

Se acercó con cuidado, tenía mucha precaución para no ser escuchado, pero en esos momentos su mente estaba hecha un lío.

Se apoyó bajo una ventana polvorienta y rota. Risas, murmullos y alguna que otra palabra despectiva dicha con burla. Se asomó y vio allí a un par de chicos, eran unos amigos que vestían de forma descuidada y se discutían amistosamente sobre quien abriría la lata de atún que habían sacado de su mochila.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Aaron a ver que en el mismo lugar en que él había vivido, dejado su nota y destruido esa misma, ahora estaban pasando el rato un par de supervivientes.

Ahora tenía la opción de escoger, de elegir su camino.

Por un lado podía unirse a esos chicos y mentirles sobre su pasado. Podía iniciar una vida nueva con humanos como él y dejar atrás el dolor, vivir tal y como había estado deseando durante los dos últimos años. Podía recuperar el calor mortal que el recuerdo funesto de sus seres queridos le hacían añorar y que Samuel era incapaz de darle con su cuerpo muerto. Podía dejarlo todo atrás, olvidar el sufrimiento y la pena, la ira y el perdón, el amargo amor.

Pero por otro lado podía desperdiciar la oportunidad por la que le había estado rogando a Dios cada noche y volver con Samuel, dejando que esos dos humanos jamás supiesen de su existencia, jamás le permitieran tener una nueva vida lejos de aquello. Podía volver a todo aquel dolor y enfrentarlo, podía intentar que su amor fuese una vía dolorosa pero eterna hacia el mundo que no estaba seguro de querer dejar atrás.

Negó con la cabeza tratando de sacudir de su mente todas esas ideas indecisas y contradictorias. Él quería a Samuel pero no era tan fácil abandonar su deseo de vivir de nuevo en un grupo humano. Había perseguido durante más de dos años esa meta y ahora la veía a través de una ventana rota.

Dio un paso atrás para intentar alejarse, quizás mirar las cosas con perspectiva le ayudaría a hacer más claros los conceptos que debía defender o descartar.

Una vez su pie se movió un ruido alertó a los jovencitos de aquella casa. Había pisado un cristal de la ventana y lo había partido de forma bastante sonora.

Apenas pudo reaccionar cuando las luces angelicales y cegadoras de dos linternas le enfocaron justo a la cara, haciendo que se encogiese mientras usaba sus brazos para refugiar su rostro y sus ojos de aquel brillo dañino.

- ¡Oh Dios! Paul, es un chico humano- musitó uno de los adolescentes dejando caer al suelo su linterna, que fue rápidamente recogida por su compañero- ¿Estas bien? ¿Qué te pasa?- preguntó de forma insistente mientras zarandeaba al pequeño con sus manos en sus hombros, dispuesto a no dejarlo escapar.

Aaron estaba pálido como un muerto y claramente aturdido por todo lo sucedido. Le dolía la cabeza y el pecho le pinchaba al pensar que Samuel lo había dejado allí a su suerte. Quería desmayarse y así lo hizo.

Despertó en un colchón polvoriento rodeado de las ruinas de la casa, viendo delante suyo al muchacho que lo había atendido desde que cayó redondo la noche anterior. Acostumbrado a vivir con el vampiro, le pareció extraño despertar de día.

- ¿Te has despertado? ¡No, no! No intentes levantarte, quizás estas enfermo ¡Estas muy pálido!- chilló el chico empujando a Aaron para obligarlo a reposar de nuevo, después lo miró con curiosidad mientras besaba su frente para asegurarse que no tenía fiebre, suspiró aliviado al notarlo fresco- Paul ha ido a por comida y agua para ti, solo teníamos para nosotros dos- explicó mientras jugaba con sus manos, nervioso- ¿Cómo te llamas? Yo soy John, llevo dos años junto a Paul y te aseguro que él sabe lo que hace ¿Como has sobrevivido todo este tiempo? ¿Estas solo?- lo bombardeó con insistentes preguntas mientras lo miraba de arriba a abajo. El muchacho no parecía desnutrido ni enfermo y eso lo alivió.

- Me llamo Aaron... he... he estado solo estos años- mintió sin ganas de explicarle a ese extraño lo sucedido con Samuel, le parecía demasiado precipitado y su cabeza estaba hecha un lío.

-Ahora nosotros somos tu familia. Yo te protegeré si tu haces lo mismo por mí y por él- dijo el tal Paul apareciendo con una mochila llena de botellitas de agua y latas de conserva. Señaló al tierno Josh, que parecía demasiado afectuoso y charlatán en contraste con la actitud fría y dura de su amigo.

Le tendió la mano a Aaron y este no hizo ascos a esa mano amiga que le ayudó a incorporarse ¿Era eso lo que quería? Una familia que cuidase de él, que le protegiese y fuese humana ¿Era eso?

Lo que quería y lo que deseaba chocaron como icebergs en una tormenta, haciendo que el corazón de Aaron se rompiera en mil pedazo y, solo reconstruyéndolo con un largo tiempo de recapacitación, lograría encontrar la verdadera respuesta.  

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