Debes recuperar lo que es tuyo

 


-Oh, sí- la voz ronca y odiosa de Iván se oía por todo el lugar en un eco monstruoso causado por la falta de muebles. Esa casa era como el mismo Iván, vacía.

Sus ojos se paseaban satisfechos por el techo mientras tiraba su cabeza hacia atrás por el placer y sus manos se aferraban con mucha más fuerza de la necesaria a los cabellos sucios de un pequeño azabache, tirando demasiado de ellos e hiriendo ligeramente el cuero cabelludo de esa cabecita que estaba entre sus piernas tomando contra su voluntad un miembro enorme en su boca.

Iván llevaba cinco horas ahí sentado mientras el pequeño Aaron estaba de rodillas entre sus piernas. Cinco horas comiéndole la poya a Iván. Cinco horas llorando a más no poder por la humillación, el dolor desgarrador de su garganta y las arcadas que una vez no pudo reprimir, vomitando en el suelo al sentir que ese enorme miembro golpeaba demasiado hondo en su garganta; por ello se llevó un castigo, Iván solo le dio una patada en el estómago, pero con su fuerza eso era realmente doloroso.

Las rodillas que Aaron sangraban contra el suelo, hiriéndose más a cada segundo por la molesta posición que tenía, pero eso no era lo más preocupante del momento, sino las tres mordidas de su cuerpo.

Una era de Iván y estaba en su delicado cuello, y las otras dos de sus ''Guardaespaldas'', una de esas mordidas estaba en su bajo vientre, cerca de su ombligo y la otra se hallaba en la parte superior de su espalda, casi rozando la nuca. Todos coincidieron en que era un chiquillo delicioso, pero el pequeño ya no podía más. Su cuerpo estaba helándose más y más a cada segundo por la pérdida de sangre y además sus heridas sin curar comenzaban a infectarse dolorosamente, haciendo que las partes donde esos monstruos habían mordido se hinchasen y se entumeciesen, que hirviesen de dolor al más mínimo contacto. Aaron hasta notaba como sus heridas no sanadas latían de forma repugnante, pero lo más repugnante ahí era el miembro de Iván en su boca, al fondo de su garganta.

Tenía ganas de vomitar de asco e incluso una vez escupió sangre, manchando ligeramente la cabeza de ese miembro, a causa de tener su garganta demasiado herida pues había sido usada durante cinco horas seguidas. Bajo Aaron y por todo su cuerpo se extendía una asquerosa mezcla formada por su sangre, algo espesa, por sus líquidas lágrimas y por el asqueroso y viscoso semen de Iván, aunque la gran mayoría de veces le obligaba a tragárselo todo.

Había estado diversas veces a punto de desmayarse de cansancio y dolor, pero a causa de eso Aaron tenía ahora tres dedos de la mano izquierda rotos, la nariz partida y el ojo derecho morado e hinchado.

Además, el chico llevaba sin comer, beber o siquiera ir al baño desde que había entrado en esa casa. Tampoco había podido lavar su cuerpo y mientras ese hombre se follaba su boca (por suerte solo eso) su llanto aumentaba y con él las ganas de arrancarse la piel a tiras para dejar de sentir toda esa suciedad sobre ella, y también quería arrancarse el cabello porque Iván no tenía bastante con aquello y para humillarlo un poco más escupía sobre él mientras se la chupaba, quedando como resultado el hecho de que la saliva de ese ser resbalaba, a veces sanguinolenta, por el pelo del humano hasta su rostro.

- Ya llevas mucho rato con él- dijo uno de los fornidos familiares de Iván apareciendo ahí de manera tan sigilosa que Aaron se asustó, casi mordiendo el miembro del vampiro, pero por suerte este no lo notó, aunque ante esa posibilidad Aaron lloró aún más- Nosotros también queremos jugar.- añadió mientras su compañero sonreía pícaramente al pequeño humano arrodillado en el suelo.

Iván tomó la cabeza del chico y lo separó de su pene, abrochándose la bragueta mientras guardaba su virilidad y refunfuñaba pues aún no se había saciado del todo. El chico se sobó sus mandíbulas, le dolían y las notaba entumecidas, cuando abría y cerraba la boca notaba ligeros crujidos a los lados de su mandíbula inferior y además su garganta dolía como nunca antes.

- Levántate y ve con ellos- dijo Iván dándole un golpe en la cabeza al chico mientras señalaba a sus antepasados.- ¡Vamos!- dijo esta vez dándole una patada en el rostro al notar que el chiquillo no se movía.

Cayó de nuevo al suelo, pasando de estar arrodillado a completamente estirado sobre piso y con la respiración agitada, cada vez aguantaba menos los golpes.

- ¡No lo haré!- gritó el chico mientras se tapaba la cara con ambas manos por el miedo de recibir un golpe en el rostro de nuevo, aunque sabía que si no era en el rostro sería en otro lado e igualmente doloroso.- ¡Sois asquerosos! ¡Prefiero estar muerto!- chilló el chico destrozando lo último que quedaba de su garganta herida, a ese paso ya le había quedado claro que de allí jamás saldría vivo y si así iba a ser prefería morir revelándose contra sus captores que fallecer bajo sus golpes, esperándolos sumisamente.

Desde que había entrado a esa casa toda esperanza de que Samuel lo salvase se había ido, no lo esperaba en absoluto y tampoco culpaba a Samuel por ello, pues sabía que él moriría si intentaba rescatarlo. Desde el primer momento supo que estaba solo, o eso creía.

Los tres vampiros se fueron acercando a él, poco a poco, iban a asegurarse de que se arrepintiese de sus palabras, y lo hizo, se arrepintió. Porque por muchas rebeldía que Aaron pudiese sacar de su menudo cuerpo, la verdad era que los golpes podían más que las palabras.

Pasó un día largo mientras el sol hacía dormir a todos los vampiro, pero ni el más intenso fulgor habría hecho dormir al pequeño Aaron, suplicante tras su castigo se pasó el día entero murmurando el nombre de Samuel e intentando orar a Dios para que sus ruegos fuesen atendidos.

La noche cayó, rápida y esperada por Samuel y sus amigos (contando también a Derek), cuyo único objetivo ahora era salvar al pequeño de las garras de Iván y sus secuaces.

Esta vez el viaje fue algo más corto y lograron llegar a la zona correspondiente en menos de 4 cuatro horas. Aunque Jason debía parar cada cierto tiempo por Jay, pero aún así llegar muy rápido teniendo en cuenta que todos se habían alimentado la noche anterior.

- Bien- dijo Derek una vez estuvieron en la calle indicada, cerca de la casa de Jason- Samuel, llévame a donde esta ese tal Iván- dijo percibiendo que por la zona no se hallaban muchos vampiros que pudiesen igualar su poder.

- Chicos- dijo Samuel girándose para observar a sus amigos. Charlotte lo miraba nerviosa y con sus ojos de color rojo brillante mientras que Jason adoptaba una pose más calmada mientras el pequeño Jay se abrazaba, algo mareado por el viaje, a su torso.- Muchas gracias por ayudarme, pero ahora será mejor que os vayas, podría ser peligroso- Los dos vampiros se sorprendieron, sorpresa que para ninguno fue grata pues fruncieron sus ceños en desacuerdo y se miraron entre ellos, de forma cómplice, para después acuchillar a Samuel con sus miradas acusadoras, pero antes de que ninguno pudiese hablar, Samuel los interrumpió- Nada de peros, si vais os podría pasar algo y no sois lo suficientemente fueres como para enfrentaros contra nadie- explicó dando a entender que aquella opción era no solo la más segura sino también la más práctica para todos.

- De acuerdo, pero ten mucho cuidado Samu- Dijo la chica mirando al suelo mientras fruncía sus labios intentando no replicar o contradecir a Samuel.

- Lo mismo digo tío- dejó ir Jason con cierta preocupación mientras golpeaba el hombro de su amigo fingiendo una sonrisa de tranquilidad. Jay quiso decir algo pero simplemente se sentías demasiado nervioso entre tantos vampiros como para abrir la boca sin decir nada ridículo, y pensó que su silencio sería lo mejor que podía ofrecer.

Ambos vampiros y el humano se dispusieron a irse, pero Derek reaccionó rápido tomando el brazo de Charlotte para detenerla.

- Dame tu dirección- pidió con cierta autoridad mientras la chica soltaba una risilla juguetona y enredaba uno de sus tirabuzones en sus dedos, por unos momentos la preocupación se disuadió, Samuel sonrió incrédulo cuando vio a su amiga susurrar en el oído del más poderoso de allí.

- Sígueme- dijo Samuel una vez sus amigos se hubieron marchado, asegurándose de que no estaba siendo espiado ni nada por el estilo se encaminó hasta la casa de Iván, donde la noche anterior su pequeño había sido castigado de forma ejemplar por la osadía de sus palabras.

Una vez delante de las puerta de esta pudo percibir las tres presencias que Derek había sentido con antelación, pero para él no eran una amenaza pues superaba a todos los que allí había, incluyendo a Samuel, en edad y poder. La rabia se apoderó de Samuel cuando olió la sangre de su pequeño Aaron, actuando como el joven e impulsivo vampiro que era en contraste con el calmado Derek, Samuel casi derribó las puertas de la casa, entrando a la fuerza en esta y siendo apuntado por las miradas rojas y fulgentes de Iván y sus dos perros guardianes.



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