- ¿No vas a bañarte con tu amo?- preguntó este sentándose en el suelo con él. El chico se asustó por la cercanía y supo que no debía hablar con nadie sin el permiso de Samuel, así que se limitó a negar con la cabeza.- ¿No te aburres aquí solo?- el chico asintió- Podrías ir a hablar con mis sirvientes, también son humanos, están dentro de la casa, puedes entrar, pero no toques nada.- le ofreció ese tipo.
Él era de lo más amable con sus sirvientes, si tenía presas las mataba y torturaba, pero ese chico daba el perfil como perfecto sirviente y tras dos años había descubierto que tratar bien a los siervos te compensa más en sus servicios que maltratarlos como a esclavos, aunque siempre conservaba su mano dura, era amable y les premiaba por sus buenos trabajos así como los castigaba por sus errores de manera no muy exagerada.
- N-No gracias- habló el chico por primera vez- me quedaré aquí- dijo con una voz fina, como si temiese que le escuchasen.
- ¿Y eso? ¿No te apetece conocer a más humanos?- El chico dudó un poco, no debía hablar pero se sentía tan solo.
- Sí, pero Sam... mi amo se enfadaría- dijo el chico mirando al suelo y jugando con sus uñas, más signos de ansiedad.
- Sí, Samuel no suele ser muy gentil con sus mascotas- explicó el otro haciendo una pequeña mueca- Quizás lo convenza para que conozcas a uno de mis sirvientes, todos se llevan muy bien, seguro que contigo no habría problemas- explicó con una gran sonrisa.
- De acuerdo- dijo esbozando lo que sería su primera sonrisa desde que todo empezó- Graci- pero se quedó mudo al ver como la sombra enorme de un Samuel empapado y en ropa interior exponiendo su dominante y peligroso cuerpo avanzaba hasta él.
- ¡Puto humano! ¿Qué te crees que haces? ¡Te dije que no hablaras sin mi permiso!- siguió avanzando con furia mientras la pelirroja era apartada por sus fuertes brazos al intentar retenerlo para calmarlo. Aaron se puso de pie asustado y el amigo de Samuel también se incorporó.
- Tranquilo Samuel, ha sido mi culpa, he comenzado a hablarle y el chico solo ha respondido por educación- explicó su amigo en un tono correcto creyendo que así lograría aplacar a su amigo.
Pero la enorme y fuerte mano de Samuel se descargó contra la mejilla derecha del chico humano haciéndolo caer al suelo por el enorme impacto.
- Me da igual, no tenía que hablar y lo ha hecho, que page por desobedecer- dijo tomando al chiquillo por el pelo mientras lo arrastraba hasta la salida.
- No hay que ponerse así, hombre, es solo un niño y además es mi culpa- explicó su amigo intentando acercarse al hombre semi desnudo y empapado que ahora tomaba al chico por el brazo con demasiada fuerza, haciéndolo llorar.
- ¡Samu! No te pases con él, solo necesita que le riñas un poco, tampoco hay que pegarle- intervino la pelirroja siguiendo a su amigo.
- ¡No os metáis!- exclamó furioso saliendo de la propiedad y alejándose por las calles, prácticamente arrastrando al chico y dándole fuertes tirones del brazo y uno de ellos no controló bien su fuerza, así que un pequeño ruido poco perceptible para los humanos y un grito desgarrador por parte de Aaron lo alertaron de que le había dislocado el hombro al chiquillo, pero le dio igual y siguió tirando de él como si el pobre no pudiese sentir dolor.
- ¡No ha sido mi culpa! ¡Por favor, él me ha hablado! Pensaba que se enfadaría si no le respondía ¡No es mi culpa, por favor! Tengo miedo, me duele, por favor- gritaba y suplicaba el niño tratando de zafarse de su doloroso agarre y cuando el vampiro lo soltó, en medio de la calle, la muñeca libre del agarre se había quedado morada y le chico solo hacía que agarrarse el brazo dislocado, pero un rodillazo en el estómago lo vació por completo, porque sintió el aire escapar como si se deshinchase y poco después vomitó lo poco que había comido.
El vampiro no tuvo reparos en patear el estómago del chico de nuevo, estando en el suelo hecho una bolita, y con eso solo consiguió hacerlo rodar dolorosamente unos metros hasta que su pequeña espalda chocó contra la corteza de un árbol, haciéndole aullar de dolor. Pronto sintió que el vampiro lo levantaba de nuevo, quería morderlo para hacer sentir verdadero dolor, pero una pérdida de sangre de ese calibre en esos momentos podría matarlo y tenía muchas cosas planeadas para ese pequeño.
Otro rodillazo azotó su estómago, ya no sabía cuándo vendría la hemorragia interna o si la estaba sintiendo, porque cada golpe de Samuel era muy superior a los que un humano fuerte podría propinar, además, sentía algo caliente quemándole la garganta hasta subir a su boca, era sangre.
Lo alzó y lo estampó contra el árbol, pensaba amenazarle un par de veces y dejarlo estar, pero vio esos malditos ojos azules difuminados por las lágrimas, tan asustado, tan angustiado. Era su jodido punto débil y sintió un dolor en el pecho ¡Nadie hiere a Samuel Hass! pensó él sintiendo rabia por la influencia de la mirada de chico en él y la rabia se convirtió en violencia, porque perdió la cuenta de puñetazos que le daba, aquel chico era tan blando y manejable, como un saco de boxeo llorón que dejó de hacerlo al perder el conocimiento.
Samuel miró ese rostro, sangraba por la nariz, la ceja, la boca y uno de sus oídos, tenía heridas y mientras lo golpeaba había vuelto a escupir sangre por los repetidos golpes en el estómago, y lo que faltaba ¡Se había orinado encima del miedo(y porque claramente apenas podía controlar su cuerpo debido al dolor)! Pero ¿Quien no lo hubiese hecho ante semejante paliza? Samuel recordó que antes de frenesí de golpes eran las dos de la mañana y ahora, justo al terminarlo eran las dos y cuarenta y tres. 43 minutos pegándole al niño antes de que cayese inconsciente y ahora el chico convulsionaba en el suelo mientras yacía inconsciente.
Pensó en llevarlo a casa y dejarlo tirado en el suelo, pero no quería ver esos jodidos ojos que lo volvían débiles, así que simplemente lo dejó ahí, en medio de la calle y puesto que se hacía de día nadie vino a buscarlo o si quiera a cazarlo.
Despertó al atardecer del día siguiente, asustado, solo, desorientado, hambriento y tan adolorido que no podía levantarse. Veía el suelo manchado: sangre, vómito, y demás que no le agradaba mencionar y recordó lo del día anterior.
Apenas podía ver sus ojos no se abrían correctamente porque los párpados estaban al igual que la boca, las mejillas y las cejas, hinchados por los golpes.
Trató de levantarse una vez más y cayó de bruces en el suelo. Deseó que el árbol que le daba sombra le cayese encima y acabase ya con eso, pero en vez de eso, un peso mayor cayó sobre sus hombros cuando una vez fue de noche vio Samuel acercarse desde lejos, no distinguía su rostro ni su figura, pero esa forma de andar tan chulesca y cruel, como si pudiese pasarte por encima aplastándote la cabeza como si nada, no podía ser de ningún otro.
Y como si su cuerpo le hiciese un hermoso regalo, el chico volvió a caer inconsciente antes de sentir el toque de ese hombre, todo era mejor que estar entre sus garras. Aprovechando que en esa situación el chico no se movería ni se quejaría, lo giró hasta hacerlo quedar bocarriba y lo tomó por el tobillo, arrastrándolo hasta casa mientras la parte trasera de su ropa se rompía contra las piedras del suelo y tanto sus manos como su nuca y parte trasera de su cabeza se herían contra el suelo de piedras afiladas por el que era arrastrado.
Una vez llegó a la casa notó que estaba aún más sucio de lo que había pensado así que lo arrastró hasta el baño ensuciando también el suelo de tierra, sangre y demás y allí lo aventó con ropa y todo a la bañera.
Se hizo un rápido corte en el dedo y lo dejó caer en la boca del chico, si no lo curaba dudaba que el chaval volviese a ponerse en pie nunca más. Y lo curó, su cuerpo dejó de presentar moretones y heridas, hinchazón, etz... Pero Aaron jamás olvidaría el dolor de aquello, no había heridas ni cicatrices que se lo recordaran, pero no las necesitaba para rememorar ese terror.
Giró el grifo y tiró hacia arriba haciendo que el agua más fría saliese de la ducha cayendo encima del pobre chico, haciéndolo despertarse de golpe. Otra vez desorientado, sin saber que pasaba o como había llegado allí.
- Estas asqueroso- le replicó el otro saliendo del baño- tienes diez minutos para lavarte- le advirtió sin siquiera molestarse en cerrar la puerta. Aaron tardó unos segundos en comprender lo que pasaba, pero agradeció estar curado, porque de lo contrario no podía ni mover sus ojos para observar su entorno.
Se sacó su ropa mojada, sucia y rota y una vez desnudo se duchó con toda la rapidez que pudo recordando su pequeño límite de tiempo. Apenas pudo apreciar el jabón pasar por su fina piel y el agua llevándose las impurezas que deseaba eliminar.
Salió de la ducha con el cuerpo y el pelo mojados, encontró una toalla que se envolvió entorno a la cintura y tomó la ropa del suelo dispuesto a tirarla a la basura, pero al salir del baño Samuel le esperaba.
- ¿A donde crees que vas?- preguntó con un tono grave viendo al chiquillo caminar con la harapienta ropa entre las manos.
- A t-tirar esto, amo- dijo el chico con la poca voz que le quedaba. Samuel lo dejó pasar y lo observó mientras efectuaba esa tarea. Una vez acabada dijo:- ¿P-Puedes darme algo de ropa?
- Cuando limpies eso- dijo señalando el suelo lleno de tierra y sangre en un camino que iba desde la puerta de entrada hasta el baño. El chico asintió tímida y tomó la fregona que días atrás había dejado a un lado de la cocina.- Con eso no- dijo acercándose y arrebatándole el mango de la fregona de las manos para dejarlo en el mismo sitio. Había notado que el chico temblaba aún más ahora con su presencia- con esto- dijo dándole un trapo del polvo pequeño que apenas ocupaba su mano. Podría limpiar el polvo de una estantería con eso, sí, pero no un suelo tan arruinado ¡Tardaría horas!
Samuel solo quería hacerle más dificultosa la tarea e incluso observó al chiquillo durante la hora y media que tardó en dejarlo todo limpio, iba llorando mientras lo hacía, de rodillas en el suelo y agachado, pasando el trapo por la suciedad y llevándose también sus lágrimas.
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