Dueño de tu mente

 Sin que hubiesen pasado ni unos segundos Aidan aventó al muchacho contra  la cama, escuchando como gritaba por el dolor, se maldijo por herir al muchacho pero debía hacerlo si quería dejar clara su posición y si quería que sus siguientes exigencias fuesen cumplidas.

Jeremy, quien no entendía nada, fue acorralado con facilidad en la cama por el magno vampiro que ahora lo miraba con furia directamente a los ojos.

-Ya te lo he dicho antes- dijo el vampiro con un tono temible y autoritario, y Jeremy se preguntó el porqué de su enfado, realmente estaba empezando a aterrarse- no te permitiré que pienses esas cosas, tomate lo que te digo en serio- continuó con una voz áspera y acercándose cada vez más y más al menor- antes me he enfadado porque pensaste que para mí esto es un juego- explicó manteniendo el tono rudo de manera melódica, sin sonar como si estuviese gritando pero dando a entender que su estado no era de calma- ¿Y ahora te atreves a pensar que te mataría?- preguntó irónico y sabiendo muy bien lo asustado que el chico comenzaba a estar, realmente era adorable como aún el miedo que tenía seguía adorando a Aidan.

-L-Lo siento, no... no quería enfadarte-dijo algo confuso, era cierto que Aidan le estaba diciendo que jamás le mataría, pero estaba siendo terrorífico y violento para decirle eso ¿Qué clase de comportamiento inestable y caprichoso era ese? El de un vampiro demasiado encariñado con su pequeña presa.

-Si no quieres enfadarme no vuelvas a pensar cosas como esa ¿vale?- dijo suavizando tanto su dura expresión como su tono de voz- No te asustes tanto cuando me enfade- le dijo susurrándole en la oreja y mordiendo unos instantes su lóbulo- no pienso hacerte daño, no temas por eso- continuó sabiendo que sus palabras dejarían de ser validas en ciertas ocasiones.

-Vale- dijo el chico con un leve sonrojo y tratando de atrapar con sus brazos el cuerpo del vampiro, apenas rodeando esa enorme espalda para sentir su contacto. Con prisas Aidan respondió al abrazo del otro envolviéndolo en sus musculosos brazos e inhalando su aroma desenfrenadamente- Aidan ¿p-puedo dormir hoy también contigo?- preguntó el humano sintiendo como el peso de los dos cuerpos sobre la cama arrugaba las sábanas dejando la huella de sus presencias en el lecho.

-Pues claro que puedes- dijo el otro sonriéndole y regocijándose en la inocencia que a veces Jeremy tenía- siento enfadarme con tanta facilidad- añadió besando con cuidado la mano del humano que solo se mantenía bajo él sumisamente- ¿Te asusto mucho?- preguntó recordando la expresión asustada del chico minutos atrás, parecida a la de sus presas cuando estas están cerca de su final.

-La verdad es que das mucho miedo cuando te enfadas, además eres un vampiro- dijo el chico sin dejar de abrazar a Aidan ni un instante- pero ya me has dicho que no me harás daño- añadió contento y notando como la mirada de Aidan era cada vez mas enternecedora, realmente quería conservar a ese humano.

-Realmente eres valiente, muchos no confiarían en mi- dijo el vampiro orgulloso de tener al humano que deseaba entre sus brazos por voluntad de este mismo- ¿Aún estas adolorido por lo de ayer?- preguntó notando como el humano trataba de no moverse pues cuando lo hacía se quejaba levemente.

-Sí, pero no importa, ya se me pasará- dijo sonriendo radiantemente, por cada segundo de felicidad que le brindaba el cariño del vampiro le caían horas de inseguridad pensando en su insignificancia.

-Jeremy- dijo algo deseoso y con prisas, tratando de ser lo menos brusco posible- Este Domingo ¿puedo...?- no acabó la frase, simplemente lo miró con deseo de nuevo, mordiéndose el labio y recordando el suave tacto de la piel de Jeremy rompiéndose bajo sus dientes.

-¿M-Morderme?- preguntó el chico algo asustado recordando el dolor del mordisco e intuyendo ya lo que Aidan quería pedirle, cada vez era menos brusco con él y eso alagaba a Jeremy.

-Sí- respondió duramente el otro, orgulloso pues el humano ya conocía bien sus instintos y deseos y estaba dispuesto a cumplirlos, como un esclavo, con la única diferencia de que Jeremy era libre de irse cuando lo desease. Él estaba ahí, con Aidan, porque quería- Pero si te sientes muy débil puedo esperar hasta el Lunes- añadió sabiendo que no era conocedor de los límites del mortal, el nunca tenía cuidado de no matar o forzar a sus presas, entonces ¿Cómo sabría hasta cuando podía aguantar Jeremy?

-No pasa nada, hazlo el Domingo- dijo el chico suspirando, sabía que esa era la única forma de seguir al lado de Aidan y que por ello su compañía tenía un precio, el cual debía pagar y asumir.

-Bien- dijo el otro dibujando una extensa sonrisa en su rostro y recostándose en la cama, sin disimular su felicidad abrazó al mortal por detrás tomándolo de la cintura, pegando su nariz a la nuca del chico e inhalando su dulce aroma, casi tan exquisito como todo en ese mundano- ¿Estás seguro de que mañana no te importa quedarte solo? Si quieres que me quede solo dilo, puede que no tengas fuerzas y deba cuidarte mañana también- comentó de nuevo, insistente ante la posibilidad de que su pequeño fuera dañado en su ausencia.

-No soy un niño- dijo aceptando el abrazo del vampiro y girando sobre si mismo para quedar cara a cara con él y acurrucarse en su pecho masculino- Bueno, a tu lado sí que lo soy, pero igualmente no me pasará nada ¿Acaso crees que iré metiendo los dedos en los enchufes? ¿O que haré malabarismos con los cuchillos?- dijo divertido y cerrando los ojos, el sueño comenzó a apoderarse de su cuerpo.

-Tienes razón- dijo Aidan notando el pelo suave e incoloro del otro contra su piel muerta- Oh Dios, que bien hueles- susurró extasiado y recorriendo el cuello del otro con su lengua, sin prisas erizó el bello del menor bajo sus papilas gustativas- no sé si podré esperar hasta el Domingo- bromeó, riendo maliciosamente y acomodando de nuevo al menor en sus brazos hasta que ambos cayeron dormidos, dejándose llevar por el dios Morfeo.

El viernes pasó igual para los tres moradores de la casa de Alexander, todos durmiendo rutinariamente hasta que se hizo de noche nuevamente. Sin embargo Liu fue de nuevo a la escuela, cansado, agotado pues los días los pasaba en clase, las tardes estudiando y las noches a manos de Alex '' ¿Cuándo se supone que tendré un descanso? Necesito un respiro.'' Pensaba el mortal a cada minuto.

Aquel día fue con diferencia el mejor de la semana. Sus ánimos subieron al hacer el examen de historia pues respondió con seguridad  a casi todas las preguntas, seguro que había aprobado y por ende seguro que esa asignatura ya no le preocuparía más.

Pero lo mejor del día fue saber que aquella noche estaría tranquilo, solo y desamparado en su casa, aburrido y sin compañía pero tranquilo y sin miedo. Después de tanto tiempo podría dormir sin preocupaciones, podría estar en el salón de su casa sin mirar cada cinco minutos el reloj y después la ventana esperando a que oscureciera para que su condena nocturna llegara.

Como un niño cansado cayó dormido a no más de las cuatro de la tarde, en un sueño del cual no querría despertar pues por fin estaba descansando lejos de todo el dolor y el miedo de su vida cotidiana, de su vida monótona y de su vida a manos de un inmortal.

-¿Aidan?- dijo Alexander en un tono bajo mientras abría la puerta de la habitación de su amigo, encontrándolo ya despierto y preparado para marcharse mientras acariciaba el pelo liso de su amante.

-Hola Alex- dijo con una enorme sonrisa en su rostro, mostrando sin vergüenza o pudor sus enormes colmillos- ¿Listo para ir de caza?- preguntó ansioso  viendo como su compañero agrandaba sus colmillos a la par que asentía, deseoso de cazar con su amigo como si de una manada de lobos hambrientos se tratase.

-Esta noche será espléndida- afirmó sabiendo que no tendrían control, que entre ambos se saltaría todas las barreras morales y éticas creadas por el ser humano- ¿Quieres que te deje un rato para despedirte de él antes de irnos?- preguntó mirando como Aidan seguía acariciando con dulzura los cabellos del menor y haciendo que estos se enlazasen entre sus dedos largos y de uñas punzantes.

-No, no quiero despertarle- dijo antes de descender para darle un beso tierno en la frente- vamos- dijo sonriendo maliciosamente antes de emprender un camino junto a Alexander en busca de alguna presa.

Una vez en la oscura calle y envueltos por el familiar manto de la noche inhalaron el dulce aroma de la sangre que emanaba de todos y cada uno de los ciudadanos del lugar. Unas miradas cómplices iniciaron la conversación entre los vampiros.


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