- Sí, con esos me basta, ahora mismo los voy a buscar- decía convencido, Aaron era un chico listo y enlazó hechos, seguramente estaría hablando con el mismo tipo con el que conversó por teléfono la última vez pues usaba el mismo tono, además intuyó que estaría hablando sobre ese producto que en la llamada anterior consiguió obtener gratis- Son para usos personales- dijo tras un suspiro, su voz de notaba dudosa- sí, en un humano, pero no te importa el porqué, tu solo tenlos listos- Aaron se alarmó al escuchar la palabra ''humano'' puesto que sabía que si Samuel hablaba usándola era haciendo referencia a su persona, porque entendió que estaba tramando algo, pero preguntarle habría sido peor pues sería una clara confesión de que había estado escuchando su conversación telefónica- Sí, voy ahora- dijo por último antes de que su pasos, demasiado poco sonoros considerando su tamaño, se escuchasen dando paso a un portazo de la puerta principal que a la media hora de volvió a escuchar dando a entender que Samuel había llegado.
Un par de sonidos leves se escucharon y Aaron intuyó que Samuel debía estar guardando aquello que había ido a buscar en algún cajón de la cómoda de dónde sacó su collar.
Los pasos se acercaron a su habitación y la puerta se abrió dejando pasar la mortecina luz de la luna que se colaba en la casa por las numerosas ventanas, ahora la casa entera estaba a oscuras y Samuel entraba de nuevo a la habitación de Aaron, quien con un gran esfuerzo cerró los ojos y se quedó inmóvil, tratando de respirar con normalidad y no hiperventilar, haciéndose el dormido sin saber si aquello resultaría.
Pero sí funcionó, Samuel creyó que su pequeño humano ya había caído profundamente dormido y Aaron lo supo pues nada más meterse en la cama, Samuel puso su mano en su pequeño hombro, la deslizó por todo el brazo, acarició la mano y se paseó por la cintura del chico, siguiendo por sus piernas, sus muslos y abandonando la caricia a sus pies, acababa de delinear todo el perfil de Aaron con una perfecta caricia y este tuvo que contenerse todo el rato para no dejar ir un suspiro temeroso y agradecido ¿Des de cuando Samuel lo tocaba así, con tanto cuidado y tanta amabilidad?
Sintió el colchón vibrar cuando el peso del vampiro, que estaba sentado a la lado de Aaron, cayó de golpe pues este desistió agotado y queriendo dormir de una vez por todas, aquella noche había sido dura, demasiado, y es que discutir con ese pequeñajo lo destrozaba porque sabía que el chico sufría y se apenaba por cada vez que le gritaba y eso hacía que la culpa lo corroyese por dentro.
Aaron despertó bastante tarde porque cuando lo hizo Samuel ya no se encontraba en la cama sino que lo oía caminar de un lado para otro en la casa. Salió de la habitación algo somnoliento y con el pelo totalmente alborotado, dándole un aspecto descuidado pero adorable. Vio como Samuel deslizaba su mano dentro de su bolsillo derecho con demasiada rapidez como para poder estar seguro de lo que había visto, pero Aaron creyó que el vampiro había guardado algo ahí, ocultándoselo.
Aaron simplemente pegó su mirada al suelo cruzando el salón sin saber a dónde dirigirse, la verdad es que no tenía nada que hacer más que huir de Samuel, y eso, aunque estuviesen en una enorme mansión, no era muy fácil. Los ojos de Samuel inspeccionaron al menor, quien ahora se dirigía a la cocina.
Se sentó en un gran sillón, muy señorial y digno de él, mientras observaba como el chico se preparaba un tazón de leche con cereales, el plato no tenía mucho misterio, pero ver a Aaron haciéndose el desayuno como un adolescente antes de ir a clases enterneció a Samuel, cuyos dedos se paseaban dentro de su bolsillo moviendo y palpando una superficie fría y cilíndrica, teniendo cuidado para no pincharse con el extremo de aquel objeto que escondía.
Era bastante notorio el hecho de que Aaron miraba excesivamente por la ventana, recordando que las únicas veces que había salido de la casa de Samuel habían sido para ir a las fiestas a las que su amo estaba invitado, pero ni una vez había salido por su cuenta a tomar el aire o despejarse, estaba enjaulado allí y cada vez sentía más claustrofobia en esa casa, por muy enorme que el lugar fuese era como si las paredes se deslizasen sobre el suelo acercándose a él, acortando las distancias y reduciendo el espacio y encerrándolo más y más hasta hacerlo desaparecer.
-Ven aquí- la voz retumbó desde el salón hasta los oídos del pequeño chico, justo en el momento en que había acabado su comida Samuel reclamó su atención, aunque al menos el vampiro había tenido la delicadeza de dejarlo terminar su desayuno tranquilo. Aquello no era una petición o propuesta, era una clara y contundente orden que Aaron cumplió, las cosas parecían ir notoriamente mejor últimamente, así que desobedecer al vampiro en algo tan sencillo habría sido una soberana estupidez.
Aaron se aproximó hasta quedar de pie delante de Samuel, quien lo miró algo preocupado, como si supiese que algo iba a salir mal, o más bien como si supiese que iba a realizar algo difícil.
- Tengo algo para ti- dijo, no era un tono promiscuo o enfadado, como si quisiese darle a entender que recibiría un castigo, pero tampoco usaba un tono amable ni apremiador como si quisiese ofrecerle un regalo.- Ven, siéntate- dijo apartando las manos de su regazo para dejarle espacio al pequeño chico, que con miedo y mucha desconfianza se sentó sobre las piernas de su amo.
- ¿E-El que, amo?- preguntó el chico acomodándose un poco sobre el regazo del gran depredador que sabía que no iba a ofrecerle nada agradable en esos momentos, y eso quedó demostrado cuando una de las manos de Samuel lo agarró de la cintura para impedir que el chico pudiese huir.
Rebuscó un poco en su bolsillo, pero realmente no hacía falta buscar nada, ya tenía el objeto en sus manos, solo estaba dudando de cuál sería la reacción de Aaron, estaba claro que se asustaría y eso lo complacía bastante, pero por otro lado aquello solo dificultaría las cosas.
Deslizó la mano fuera de su bolsillo sacando con ella el objeto que tan intrigado y preocupado tenía a Aaron, y reconoció de inmediato aquello que tantas veces había visto y odiado en los hospitales, una jeringuilla llena de algo que no le causaba confianza ¿Acaso ahora Samuel quería experimentar con él?
- ¡¿Pa-para qué es eso, amo?!- preguntó Aaron algo asustado echándose para atrás con la intención de levantarse y poner una pequeña distancia entre él y aquel vampiro que no tenía suficiente con ser aterrador de por si y ahora parecía que probaba otros métodos de intimidación, pero la mano en su cintura lo tenía firmemente clavado en su lugar y por tanto no había escapatoria.
-Quédate quieto- dijo apretando un poco más la mano en la cintura del chico, clavando los dedos ligeramente para dejar clara su autoridad.- Es solo para, em...- pensó solo unos segundos antes de proseguir con su respuesta, realmente no sabía muy bien como decir las cosas de manera suave para que el chico se calmase y le tomase confianza ya que hacía demasiados años de la última vez que fue delicado explicándose- para hacer que te duermas- dijo pasando la yema de su dedo por la punta afilada de la jeringuilla, como si el mismo quisiese comprobar la efectividad del pincho que coronaba ese cilindro.
- ¿Po-porque q-quiere hacer que me... que me d-duerma, amo?- preguntó el muchacho apretando sus puños, temeroso, contra el regazo del vampiro, haciéndole sentir a él también su miedo y tensión, y aunque supo que sería inútil, estaba preparado para salir corriendo de ahí al más mínimo movimiento sospechoso por parte de su amo.
- Joder, estate tranquilo- advirtió chasqueando la lengua al sentir al pequeño removerse sobre él, buscando una posición desde la que le sería más fácil escapar de sus garras- Es porque voy a morderte, en cuello y como lo hago siempre. Pero con esto te dormirás y no sentirás nada, lo hago por ti así que se agradecido- dijo con su mirada malhumorada y un leve ápice de vergüenza en sus palabras, no quería admitir que se estaba tomando tantas molestias por Aaron.
- Graci- comenzó a decir el chiquillo con una voz que por primera vez era totalmente sincera, pero al pronunciar esas palabras de pura gratitud y mirar a los ojos del vampiro mostrando parte de su perdón, Samuel sintió que se partiría en mil pedazos ante esa visión tan perfecta del chico, estaba agradecido y en parte era comprensivo con él, la compasión y la culpa se apoderaron con rapidez del vampiro que osó ver ese milagro. Como si contemplar a Aaron más de un segundo fuese cegador, Samuel clavó la jeringuilla en el cuello del pequeño antes de dejarlo acabar la palabra y cuando presionó el artefacto haciendo que el líquido sedante corriera ya en las venas de Aaron entorpeciendo el camino de su sangre, este había pasado de un sobresalto a estar cayendo dormido.
Vio al chico cerrar sus ojos, apoyado sobre su regazo, y después perder el equilibrio cayendo dormido sobre su pecho, le resultó enternecedor verlo así porque además de tener a Aaron reposando sobre su pecho, el chico estaba más relajado que nunca, dormido.
No tardó apenas unos segundos en apoyar al chico sobre el brazo de la butaca y aunque lo costó un poco mantener el inestable cuerpo erguido, lo consiguió. Parecía un niño que se había quedado dormido en el sillón mientras veía la televisión hasta las tantas. Sonrió viendo a ese pequeño e imaginando que eso era lo que había pasado, observó como el pecho del muchacho subía y bajaba notoriamente por sus profundas respiraciones y antes de morderlo se le acercó más que otras veces.
Primero apoyó su barbilla en el hombro del muchachito y fue descendiendo hasta su pecho mientras en su nariz quedaba ese delicioso aroma a Aaron, giró la cabeza ligeramente apoyándola de lado en el pecho del chico, haciendo que su oreja quedase pegada a él permitiéndole escuchar con atención sus latidos. Era algo simple, como un tambor muy monótono, pero a la vez relajaba a Samuel como una melodía tranquila porque era de las primeras veces que escuchaba ese corazón latiendo con calma.
Subió de nuevo a su cuello, ahora no para oír el corazón de ese chico sino para probar la sangre que este bombeaba. Con una rapidez casi desesperado pero con precisión, hincó todos sus dientes en un solo movimiento de ataque a ese blanquecido cuello que se desgarraba bajo su tacto. Y aunque el chico ni se movió, pudo sentir el corazón latir con miedo, como si Aaron se encontrase atrapado y asustado dentro de esa carcasa dormida, pero ignoró ese pensamiento y siguió bebiendo y bebiendo hasta que se hubo quedado satisfecho, dejando que unos trazos rojos adornaran sus rebosantes comisuras y las mancharan junto a su cuello y junto a casi todo el cuerpo, ahora empapado, del humano.
Terminó de beber, como quien acaba de devorar un banquete interminable, pero no se sintió ni de lejos lleno, podría haber seguido bebiendo por toda su vida, pero no lo habría conseguido porque Aaron no hubiese aguantado ni unos minutos más, se habría secado, vaciado.
Lo curó dejando que una pequeña herida suya acariciara la lengua del chico y después de eso lo puso de nuevo en su regazo y lo observó con deseo, un deseo que aunque carnal o hambriento encerraba algo más humano, porque no era deseo, era necesidad, una necesidad egoísta de no dejar escapar a Aaron jamás.
La sangre manchaba toda la ropa del pequeño y se escurría por dentro de ella y además empapaba las puntas de su cabello, haciéndolo adquirir una textura extraña. Para cuando Samuel quiso darse cuenta estaba lamiendo desde el cuello del muchacho hasta sus clavículas, sorbiendo la sangre que se quedaba estancada en los relieves del cuerpo del pequeño y repasando los marcados huesos de la clavícula para no dejar ni una gota. Parecía un perro hambriento o un gato acicalando a otro, y entre lametón y lametón llegó al cuello del pequeño, y disfrutó a lo grande limpiando con su lengua todos los restos de sangre de ahí, y deslizando su lengua meticulosamente la dirigió hasta una de las pequeñas mejillas, abultadas y tiernas, del chico, donde una pequeña gota de sangre adornaba su ligero rubor. Cernió sus labios en el lugar limpiando aquella gota y dando a la vez un tierno beso en esa blanquecina mejilla, pero sus ojos siguieron un camino desviado al que estaba mirando y pronto se fijó en la boca entreabierta del mortal, recordando el momento en que este admitió que jamás había sido besado. La idea se le hizo tentadora y dispuesto a realizarla fue frenado por las dos lagunas cristalinas que habían sido liberadas de los párpados.
Aaron acaba de abrir los ojos y eso causó que Samuel se retirara de él pero aún así lo mantuviese sobre su regazo.
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