Todo había cambiado mucho y era de esperar que las cosas variasen, al fin y al cabo ya habían pasado 101 años desde de que Aaron corrió a los brazos de Samuel y le confesó que él era su elección.
La casa había recobrado un aire distinto del que tenía al principio, era diferente pero la esencia seguía siendo la de siempre. Las decoraciones eran antiguas e imponentes y los detalles eran todos aquellos objetos costosos que habían estado allí desde el principio, pero había elementos nuevos y contrastantes, algo más coloridos y modernos que hacían que la imagen del interior de la gran mansión se descolocase frente al aspecto gótico y oscuro que ofrecía por fuera.
Lo más notorio de todo el lugar y el cambio más significativo de la casa de Samuel Hass era el gran piano que se alojaba en lo que en un inicio fue un horrible espacio vacío del comedor.
Era un piano enorme y pesado que Samuel había llevado hasta allí sin ninguna dificultad mientras Aaron lo miraba embobado por su enorme fuerza y sus abultados músculos.
Era de tonalidades caoba y roble y jamás tenía ni una mota de polvo encima, Aaron lo limpiaba siempre antes y después de usarlo, le encantaba el brillo que adquiría el barniz del piano, sobretodo porque en él veía reflejado el hermoso y varonil rostro de Samuel cuando tocaba, tímidamente, alguna melodía para él.
En esos momentos Aaron estaba tocando el piano, deslizando sus dedos frágiles y pequeños a gran velocidad, como si teclease, escribiendo música, era una melodía lenta y calmada que a veces resultaba dramático o romántica, según el significado que se le quisiese dar a las notas graves que entonaba.
Cerraba los ojos en algunas partes de su canción, compuesta por la simpleza de su cerebro creando lo que para él eran las melodías de sus recuerdos. Respiraba hondo pero procurando no hacer demasiado ruido al expirar o inspirar, con el tiempo se había vuelto muy perfeccionista con su música y odiaba que sus propias respiraciones destruyesen el ritmo de sus dedos sobre las teclas blancas y largas como los colmillos de su amante y las negras como su cabello azabache.
La melodía llegó a su fin y Aaron sonrió dejando escapar también una risilla nerviosa, siempre le pasaba aquello cuando tocaba una canción para alguien, aunque aquella vez no fue para Samuel pues estaba estaba en otra habitación hablando con Jason de temas algo más personales, aunque eso no le impedía deleitarse con la música que su pequeña presa recitaba.
- Es maravilloso...- musitó Jay apoyando su rostro en sus manos mientras miraba con admiración las teclas del piano- ¿Entonces podrías enseñarme a tocar así?- preguntó sonriendo de forma inocente.
A Aaron le hacían gracia las pequitas del muchacho pues tenían la misma tonalidad naranja que su cabello, por ello se había empeñado en molestar a su amigo con aquel mote tan poco ingenioso que tiempo atrás se le había ocurrido.
- Pues claro que si, zanahorio- rió el muchacho mirando con mofa a su amigo pelirrojo, pensando que sus ojos verdes como el pasto combinados con el azul de los suyos formarían un color hermoso e interesante. De hecho esos dos chicos se parecían bastante en su mirada, tanto que Aaron llegó a preguntarse si realmente su amigo podía ser su hermano perdido o algo similar, pero desechó la idea con rapidez.
- ¡Que no me llames así!- replicó Jay, el pequeño hemofílico, frunciendo el ceño ante un divertido Aaron.
- ¡Oh Dios, una zanahoria que habla!- se jactó el pelinegro levantándose de su taburete pues sabía que tras reirse un buen rato de su amigo debía iniciarse una persecución en la que él debía escapar del vengativo pelirrojo que siempre aseguraba que le teñiría el pelo de su mismo color mientras dormía para poder librarse de sus incesantes burlas.
Los dos chicos montaron un escándalo persiguiéndose y burlándose el uno del otro mientras Samuel y Jason hablaban en una habitación contigua al salón.
- ¿Entonces qué pasa con Charlotte?- preguntó Samuel algo alarmado mientras peinaba su dorada cabellera hacia atrás con una pasada de su mano a modo de peine.
- Creeme, ella esta de puta madre- se rió Jason mientras se sujetaba el puente de la nariz- Deja que te explique- dijo mientras se acomodaba en la cama, sentándose en una posición más cómoda para hablar con su amigo.
- Sí, mejor explicame algo porque llevo sin saber de ella o de Derek desde su luna de miel, y eso fue hace dos semanas- dijo Samuel recordando la muy esperada boda entre Charlotte y Derek.
Aquel día admitió que se hallaba impresionado al ver cuán radiante estaba su amiga Charlotte, enfundada en un vestido blanco muy ceñido que dejaba volar la imaginación de su elegante y galán esposo. Aunque lo que más le gustó ese día fue ver a su pequeño vestido en un traje estiloso exactamente igual al suyo. Samuel parecía un imponente hombre hecho y derecho mientras el chiquillo daba un aspecto enternecedor, sobretodo por la pajarita celeste que llevaba al cuello y que le daba un aspecto más aniñado.
Samuel se preguntó si Aaron estaría así de adorable el día de su boda o más aún, pero todavía le quedaban mucho antes de que ambos pudiesen casarse. De hecho Samuel le había pedido matrimonio a Aaron hacía tiempo y el menor había saltado a sus brazos aceptando la petición con alegría y enfundando en su dedo un anillo que hacía juego con sus ojos y su colgante (aunque ya no se lo ponía por miedo a romperlo, sino que lo guardaba en una pequeña cajita de oro en su cómoda), el problema entonces había sido que la sociedad de vampiros que regía sus realidades no veía con buenos ojos la unión matrimonial de un vampiro y su presa.
Pero les daba igual, para ellos su unión era mucho más fuerte que la de cualquier matrimonio y no necesitaban una ceremonia para demostrarlo, celebraban su amor cada día y cada noche.
- Verás- comenzó a explicar Jason carraspeando y ajustándose la corbata- como yo también estaba preocupado por Charlotte fui a verla. Es decir, entiendo que ella es una chica muy pervertida y tenga una luna de miel larga, pero ya llevaba dos semanas sin dar rastros de vida- habló, yéndose por las ramas mientras miraba a todos los lados de la habitación, sonriendo ligeramente al ver cosas que ni en pintura habría colocado allí Samuel (un disco de música pop de Aaron, un peluche del humano y varias partituras de piano).
- Sí, sí, eso ya lo se- lo cortó de forma borde su amigo estirando su mano hasta la boca de Jason para tapársela pues este seguía hablando de cosas sin importancia solo para molestar al arisco Samuel Hass- Fuiste a verla ¿y...?- preguntó Samuel intrigado mientras captaba como la música de Aaron se detenía y este comenzaba a jugar con Jay, haciendo el imbécil como ya era costumbre.
- Bueno, pues te puedo asegurar que ella esta de puta madre, pero Derek... madre mía ¡Tendrías que haber visto el panorama!- Samuel lo miró con curiosidad, asintiendo con la cabeza para darle vía libre a continuar con su relato- Abrí la puerta de la habitación y me la encontré a ella con un látigo en la mano, pero de los de cuero, eh ¡Que son los que más duelen! y Derek atado a la cama y con una erección que parecía la torre Eiffel mientras ella le pegaba- Samuel miró a su amigo con cierto enfado, esperando que Jason dejase su bromita hasta que se dio cuenta, por la expresión de su amigo, de que le decía la verdad.
Ambos estallaron en carcajadas ante aquella imagen. Siempre habían sabido que Charlotte era atrevida, pervertida y que le gustaban los temas relacionados con el masoquismo, bondage, la dominación, etc... Aunque la verdad es que jamás hubiesen imaginado que ella desempeñase ese rol en una práctica de esa índole, y mucho menos si el otro participante era Derek, cuyo aspecto y edad lo hacían parecer totalmente dominante y poderoso.
Samuel y Jason estuvieron hablando un largo rato más hasta que ambos decidieron que era hora de marcharse, o más bien Jason lo decidió mientras Samuel amenazaba con sacarlo a patadas de su casa si seguía molestándole, cosa que siempre gracias al carácter irritable de Samuel y la predilección a molestarlo de Jason.
- Peque, no vamos- Anunció Jason saliendo de la habitación tras Samuel.
El pequeño hemofílico que reía animadamente junto a Aaron se despidió de este y de Samuel rápidamente antes de correr hasta los brazos de su vampiro para abrazarlo fuertemente.
Jason sonrió acariciándole el pelo mientras lo tomaba de la mano dispuesto a marcharse junto a su chico, aquella noche había organizado una fiesta en la piscina con él y con el resto de sus sirvientes humanos, que lentamente se irían de forma disimulada para dejarles intimidad a la parejita.
Samuel se acercó a su humano y lo tomó por las caderas alzándolo con brusquedad para echárselo al hombro, cosa que siempre hacía, aunque Aaron jamás se acostumbraría a ello y por eso cada vez que el vampiro lo tomaba así acababa asustándose.
- Me ha gustado mucho la nueva canción- anunció Samuel mientras cargaba al pequeño hasta la habitación. Aaron se sonrojó, cada vez que el vampiro alababa la música que él hacía se sentía totalmente feliz, la opinión de Samuel era la que más le importaba- ¿La tocarás para mi otro día?- preguntó mientras el ruborizado menor asentía con ilusión.
Amaba que el vampiro le pidiese eso pues le encantaba mirar el reflejo de Samuel en el brillo del piano mientras sus canciones acompañaban aquella imagen, de la misma manera en que Samuel amaba ver como su chiquillo cerraba los ojos y dejaba correr su imaginación.
Todos los pensamientos de Aaron se detuvieron cuando su espalda chocó contra el colchón de la cama y el peso de Samuel hizo crujir los muelles. El gran vampiro sobre él sonreía con ternura al mirarle a la cara, pero sus ojos rojos y colmillos puntiagudos hacían que su aspecto amable fuese de dudosa bondad.
Samuel miró a Aaron con cierto remordimiento y se mordió el labio ¿Como un chico tan dulce podía estar tan sumiso ante él después de todo lo que le había hecho? Samuel jamás se perdonaría a si mismo, pero la sonrisa de Aaron era lo único que necesitaba para vivir.
El humano lo miró a la cara y se percató del tono blanquecino de Samuel y después de su fría temperatura al alargar la mano para acariciar su mejillas y notar en sus suaves palmas la rasposa barba que le hacía cosquillas en la boca cuando lo besaba y en los muslos cuando se dedicaba a otro tipo de muestras de afecto.
- Mi niño, me encanta cuando tocas el piano- admitió Samuel mientras comenzaba a besuquear el cuello de Aaron haciéndole sentir rápidas descargas por todo su cuerpo.
- Mañana tocaré la melodía de hoy ¿Vale?- Samuel asintió mientras besaba ahora las mejillas del menudo adolescente, deseando abrazarlo con fuerza para sentirlo cerca y jamás dejar que se alejase ni un centímetro- La he llamado ''Sami'', la escribí pensando en ti- Aaron se sonrojó, consiguiendo que el vampiro riese.
- Si yo hiciese música todas las canciones tendrían tu nombre... Siempre estoy pensando en ti- el menor se sonrojó aún más, ganándose una dulce caricia de su vampiro con la que notó su extrema frialdad.
- Sami ¿Tienes hambre?- preguntó con una voz inocente y un tono provocativo, aunque eso no fue intencionado.
- ¿Viviendo contigo como quieres que no la tenga? Eres jodidamente delicioso- le informó el vampiro bajando a su cuello para comenzar a besarlo allí donde sus chupetones marcaban el territorio que sus labios recorrían sin parar.
Aaron llevó sus manos la espalda del vampiro y se aferró a ella con fuerza cuando sus labios fueron besados vorazmente.
Con los años había aprendido a ser más receptivo a los besos del vampiro sin perder su característica timidez. Ahora abría la boca más correctamente dejando paso a la lengua del vampiro de forma más cómoda mientras notaba los mordiscos y besitos en sus belfos.
Su lengua se movía siempre tras la del vampiro, intentando mas no consiguiendo alcanzar su ritmo, siempre acababa con el corazón a mil y la respiración agitada, los labios mojados y el cuerpo ardiendo. Amaba los besos de Samuel, eran tiernos y muy salvajes a la vez.
Lamió un poco sus labios antes de terminar el beso y mordisqueó levemente el inferior con los colmillos, jalándolo y haciendo que Aaron jadease.
Aaron sonrió tras el fogoso beso y ladeó la cabeza a la par que descubría su cuello tirando de la tela de su camiseta.
- No me hagas mucho daño- pidió con voz temblorosa mientras cerraba los ojos con fuerza. Hacía tiempo que el amigo de Samuel, que le proporcionaba los calmantes, se había marchado, así que los mordiscos volvían a ser un tema delicado.
- Te quiero- susurró Samuel en su oído al ver al muchachito tan entregado a él, ofreciéndole no solo su sangre sino la fuente más directa y sabrosa de esta, su cuello- y no quiero hacerte daño, así que dame la muñeca- ordenó el vampiro besándole el cuello y rehusándose a herir tanto a su pequeña presa.
- Yo también te quiero- dijo Aaron abriendo bien los ojos y mirando intensamente a Samuel mientras se quitaba la camiseta y exponía así su cuello totalmente, dejándose caer sobre la colcha desnudo de cintura hacia arriba y con los brazos extendidos en símbolo de total rendición y entrega, ladeando de nuevo la cabeza y cerrando los ojos- y quiero que me muerdas en el cuello, se que es donde más te gusta morder- confesó el chiquillo mordiéndose el labio.
Su voz salía decidida y él mismo pensó que había sonado muy atrevido, lo que le hizo sentirse extrañamente emocionado.
- Pero a ti no te gusta que te muerdan ahí, se que lo odias- susurró el vampiro arrepentido mientras tomaba el rostro de su amante entre sus manos y lo obligaba a mirarle.
- ¿Qué más da? Sami, se que te gusta, además, puedo aguantarme aunque no me guste. Serán solo unos minutos- dijo el menor autoconvenciéndose de que el dolor de sentir su cuello al ser perforado sería efímero y, dentro de poco, un vano recuerdo.- Si no lo haces dormirás en sl sofá una semana- sentenció Aaron sonriendo mientras Samuel se disgustaba. No podría pasar ni una sola noche lejos de su dulce humano.
- Beberé lo más rápido que pueda, no quiero que lo pases mal- aseguró el vampiro mientras se humedecía los labios con la saliva que había comenzado a segregar en grandes cantidades al imaginarse comiéndole el cuello a Aaron como si fuese una presa.
- ¿P-Puedes darme un besito antes?- preguntó el menor mientras Samuel recogía sus muñecas en su puño y las inmobilizaba sobre su cabeza causando que Aaron estuviese aún más exquisitamente vulnerable.
Samuel sonrió y se acercó a su boca rozando los labios con la lengua pero sin llegar a besarlo del todo, provocando a Aaron y dejándolo con las ganas.
Se acercó un poco más y el chico hizo un puchero, pidiendo ser besado de una vez, a lo que el vampiro le sonrió y comenzó a mover sus labios sobre los belfos del pequeño, quien tímidamente lamió los colmillos del vampiro, percatándose de su longitud e imaginándose el dolor de esas dos dagas en su cuello.
Samuel notó el acto de valentía del chiquillo al lamer sus colmillos y le parecía una curiosa forma de iniciar su típico jueguecito. Mordió con cuidado la lengua del adolescente mientras apretaba más el agarre de sus muñecas, Aaron tembló. Le encantaba tenerlo así y solo pudo mordisquear sus labios para saborear más la situación.
- Cierra los ojos- le dijo con cariño mientras los suyos se volvían rojos carmesí de nuevo y sus colmillos crecían una vez más.
No hubo preliminares o espera, estaba tan desesperado por catar el cuello del chico que se lanzó a él, aunque primero dio un pequeño beso e hincó los colmillos con cuidado para que no perforasen una zona demasiado delicada.
Lo filos hicieron presión y Aaron aguantó la respiración, pero dejó ir todo el aire en un grito cuando su elástica piel se rompió dejando enterrarse a los dos enormes caninos que lentamente fueron rodeados por su rosada y tierna carne herida.
La sangre brotaba a pequeños borbotones y Samuel cernía con fuerza sus labios contra el cuello y contra sus heridas, absorbiendo toda la sangre que podía, sintiéndola tan pura y deliciosa que gimió de gusto mientras Aaron lo hacía de dolor.
El pequeño fue curado rápidamente y tras eso el vampiro se dedicó a besar su cuello un largo rato, intentando cambiar la sensación dolorosa del mordisco por el agradable tacto de sus labios.
- ¿T-Te ha gustado?- Preguntó el pequeño tímidamente, asustado de que su regalo no hubiese sido del agrado de Samuel.
- Tu sangre siempre me encanta, pequeño- rebatió el mayor dándole un casto beso en los labios.-¿Te he hecho daño?
- No, está bien- Samuel acarició su rostro y Aaron fijó sus ojos azules como la marea en uno de los dedos de Samuel.
Observó como allí resplandecía su alianza, la que jamás fue entregada en ninguna boda pero que igualmente llevaba con orgullo.
Samuel se percató de que el menor miraba su anillo y le sonrió, recordando el gran disgusto que su chiquitín se había llevado una vez supo que todos los vampiros de las cercanías se oponían firmemente a su boda. Le hacía un ilusión tremenda y, con muchas ganas, ya estaba planeando una luna de miel romántica y preciosa con Samuel, quien se encargaría de darle unas pinceladas pervertidas al asunto.
De hecho ambos tenían unas maletas, destinadas a ser su sustento durante el viaje planeado para la luna de miel, llenas de cosas varias, como ropa interior provocativa, ciertos disfraces y objetos sexuales varios que Samuel había escogido, junto a comida y agua para Aaron. Aquella maletas ahora cogían polvo bajo sus camas sin haber viajado jamás.
Samuel tomó la mano de Aaron y le sonrió con ternura mirando en ella un anillo de boda igual al suyo pero más pequeño, enfundado en un fino dedo. Besó su mano con cariño y un relámpago cruzó sus ojos y su mente, una idea lo hizo levantarse de la cama.
- ¿Qué pasa?- preguntó Aaron sorprendido por las repentinas prisas de su amante, quien tomó la pequeña camisita del chico y lo visitó con ella para que no pasase frío esa noche.
- Nos vamos- dijo el vampiro con una sonrisa enorme que mostraba sus enrojecidos colmillos y le daba un aspecto maligno y sensual.
- ¿Adónde?- preguntó el humano algo desconcertado mientras sus ojos celestes y preciosos veían como las enormes manos de Samuel sacaban de debajo de la cama las polvorientas maletas aún llenas y ordenadas.
- A pasar una increíble luna de miel.- le sonrió el mayor efusivamente mientras Aaron dejaba escapar una risilla infantil e ilusionada. Samuel tomó al chiquillo de las caderas y lo estrechó contra él a la par que lo alzaba, provocando que el pequeño humano se agarrase a él como un animal indefenso.
Sus piernas se enroscaban en las caderas del vampiro y sus brazos estaban su cuello, su cabecita descansaba en el pecho del mayor y sus ojos se cerraban al inspirar el aroma varonil y tranquilizador de Samuel.
- Pero no estamos casados- le recordó el menor con una ligera sonrisa amarga en su rostro. Samuel besó su dulce boca intentando callarlo, y su lengua logró esa tarea.
- ¿Acaso crees que eso me importa?- preguntó el mayor con chulería y altanería- Te quiero demasiado. Finjamos que sí que estamos casados- lo animó el mayor agarrando una maleta en cada mano y corriendo improvisadamente hasta el coche.
Con un poco de dinero les bastaba para encontrar alguna casucha costera de esas que tanto le gustaban a Aaron, una que tuviese un gran dormitorio con una cama matrimonial desde la cual se pudiera escuchar el sonido de las rompedoras olas de mar.
Aaron estuvo todo el viaje en coche sonriendo como un niño enamorado y Samuel había lo mismo mientras con una mano conducía y con la otra tomaba la de su pequeño.
Entrelazaron sus dedos dejando que las celestes alianzas de brillantes piedras azules y translúcidas brillasen atravesadas por la blanca y pura luz de la luna, que intentaba hacerle la competencia a los deslumbrantes ojos marinos de Aaron.
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