Esa primera noche

 


Samuel lo dejó allí un rato, para que el muchacho se relajase, pero sabía que debía acicalarlo debidamente y que con su poca energía humana que apenas le quedaba tras la dura sesión de sexo, sería incapaz de hacerlo.

Se desvistió con rapidez, quedándose a los pocos segundos igual de desnudo que el humano que lo observaba con incredulidad ¿Por qué ese vampiro volvía a desnudarse?

Ante la cara ruborizada y ligeramente asustada de Aaron, Samuel sonrió enternecido por sus ojillos inocentes y suplicante mientras se metía en la bañera con él y vaciaba estaba de agua, sentándose sobre la fría y resbaladiza superficie y colocando al menor de espaldas a él y entre sus piernas, aprisionándolo lentamente y tomando algo de jabón para comenzar a acicalarlo.

Con mucho cuidado Samuel frotaba el jabón líquido por todo el cuerpo del menor consiguiendo que este se cubriese con una abultada capa de espuma blanca de la que ocasionalmente salía una que otra burbuja de destellos coloridos que Aaron observaba incapaz de mirar a los ojos del hombre que ahora lo lavaba.

- ¿Te has quedado mudo?- preguntó retóricamente le vampiro mientras sus manos acariciaban dulcemente el abdomen de su niñito, limpiándolo con amor y cariño mientras el pequeño se quedaba quitecito y se dejaba hacer entre sus manos.

- N-No, pero es que esto me da un poco de vergüenza- admitió el chiquillo mientras ahora el vampiro subía un poco, enjabonando su pecho y sus axilas para pasar a sus brazos y hacer el recorrido a la inversa, siempre con caricias lentas y cuidadosas.

- ¿Por qué?- rió el otro ante el comportamiento casto de su pequeño humano, cuyas manos jugaban nerviosas entre ellas. Sin mucha dificultad el vampiro logró pegar a ese delicioso muchacho más a su pecho y comenzó a repasar una y otra vez su cuello con las manos, explorándolo y lavándolo a la vez, era tan erótico pensar que ese recorrido que sus dedos llenos de jabón hacían ahora, sus labios ya lo habían hecho minutos antes.

- E-Es que me estás lavando tú c-como si yo fuese un niño pequeño o algo- rió el otro sintiéndolo desvalido, sin poder hacer algo tan normal y mundano como tomar una ducha por sí solo.

-A juzgar por cómo te he dejado no creo que puedas hacerlo tú solo, tampoco creo que puedas sentarte- dijo el otro a modo de pequeña burla mientras el humano se ponía rojo como un tomate. Samuel se levantó un poco y tomó al chiquillo por las caderas manejándolo con facilidad hasta hacerlo quedar a cuatro patas, posición que alertó al recién follado humano, pero Samuel acarició su espalda tranquilizándolo y se dispuso a acicalar esa pequeña entrada que se veía enrojecida por su rudeza.

Pasaron un buen rato en la ducha mientras Samuel acicalaba a Aaron y mientras el vampiro le explicaba que debía expulsar su semen pues se había corrido dentro suyo, el humano se sintió sumamente avergonzado por ello pero al final lo hizo, aunque la atenta pero protectora mirada del vampiro no ayudo mucho.

- Muy bien, como nuevo- decía el vampiro acabando de vestir a su pequeña presa con ropa algo simple pero sumamente fresca y cómoda.- ¿Cómo te sientes?- preguntó viendo como el chiquillo lo miraba anonadado, aquel hombre no era ni por asomo el monstruo que una vez lo dejó al borde del suicidio, seguía siendo Samuel Hass, el vampiro capaz de hacer de todo por sus intereses, pero ya no era el verdugo de Aaron.

- B-Bien, me duele un poco pero ya se me pasará- dijo el pequeño subiendo a la cama con ayuda de su vampiro, quien lo recostó cómodamente contra los cojines. Aaron no podía parar de mirar fijamente a los ojos del vampiro con sorpresa, esa mirada cruel y vacía del principio ya no estaba, en su lugar resplandecía un ligero brillo de cariño que le hacía sentir extraño, s piel hormigueaba cada vez que pensaba en lo bien que el vampiro le trataba ahora.

Alguien llamó a la puerta de forma enérgica y sobresaltó al menor pues aquel ruido había sonado mucho más fuerte por el ambiente silencioso que se había formado entre él y su amo. Algo asustado esperó a que Samuel fuese a abrir, tenía pensamientos algo paranoicos, imaginando que Iván o alguien dispuesto a defenderlo a muerte había venido a por él para hacerle revivir su peor pesadilla, pero nada más lejos de la verdad.

Allí solo aparecieron un par de muchachas, aparentemente humanas aunque Aaron tampoco lo podía asegurar, que le entregaron a Samuel un paquete mediano. Este las miró con ilusión y agradeció con fervor, era extraño verlo tratar bien a dos mortales y por ello Aaron intuyó que las jovencitas debían ser propiedad de algún amigo de Samuel.

Sacó un billete de su bolsillo pero las chicas negaron acorde a las órdenes que habían recibido, por lo cual Samuel volvió a guardarse su muestra de generosidad y se retiró con el paquete entre las manos, entró en la habitación de Aaron de nuevo, quien miraba intrigado aquella caja cerrada imaginando que clase de objetos había allí.

Samuel solo dejó la caja sobre el buró situado al lado de la cama y se fue en busca de algo con lo que alimentar a su exhausto pequeño.

De nuevo la curiosidad le podía a Aaron y, con algo de dificultad, se movió hasta la orilla de la cama y destapó la caja lo suficiente para ver su contenido y volverla a tapar con rapidez.

Allí dentro no había nada inusual o que Aaron debiese temer, sino un montón de jeringuillas con sus correspondientes calmantes, anestesias y sedantes. Pero aún así Aaron temió al escuchar una voz ya conocida hablar de forma dominante.

- Creí haberte enseñado a no fisgonear- soltó el vampiro que traía en su mano un plato de comida, lo dejó calmado sobre el extremo opuesto al humano de la almohada. Una sonrisa macabra se dibujó en su rostro y entonces se tornó ladeada mientras caminaba hasta la cama.

Con una gran velocidad ya se encontraba gateando hasta su pequeño humano, que con terror tomó las sábanas y se cubrió con ellas, temblando ante la imagen de un castigo físico que creía inminente.

- ¡Lo siento amo, no volverá a pasar!- balbuceó convertido en un bulto tembloroso y asustado, ligeramente dolorido, bajo la tela de las sábanas.

- Pequeño... ¿en serio crees que me he enfadado?- Preguntó con sorna en su colmilluda sonrisa, divertido al ver cuán inocente era el chiquillo pero ciertamente dolido por el terror que, sin quererlo, desataba en alguien a quien tanto amaba- Solo bromeaba- añadió mientras tomaba la sábana y lentamente destapaba al pequeño, dejando que la suave tela acariciase su cuerpo humano al desvanecerse lejos de este- No quiero que me llames amo, ya no tienes porque tenerme tanto miedo- sonrió un poco y el humano imitó ese acto, dejó de estar hecho una bolita en la cama para recostarse mejor, aún con los brazos del vampiro a sus lados, haciéndolo sentir un prisionero.

-No te ofendas Sami- comenzó a hablar el pequeño en un tono bajo mientras el vampiro alcanzaba el plato de comida y lo acercaba hasta el menor-, pero tú tienes un carácter muy... agresivo y te enfadas con nada- el pequeño respiró hondo y esperó que el vampiro no se molestase pues su comportamiento no era bueno precisamente ante las críticas.

- Lo sé- respondió el otro un poco más serio que antes. El plato que había en el regazo del menor estaba lleno de frutas variadas y Samuel sonrió al ver el color rojo intenso del plato, tomó uno entre sus dedos y lo llevó a la boca del menor, dándole de comer como si fuese el encargado de cuidarlo- Si otra persona me hubiese dicho lo mismo que tu ya le estaría arrancando el cuello a mordiscos- un ligero brillo carmesí cruzó sus ojos y se lamió los colmillos al imaginarse devorando el cuello de Aaron, que hermosa era para él esa escena. Aaron atrapó su propio cuello en su mano y lo masajeó mientras tragaba saliva, asustado por las palabras del vampiro.

-P-Pero a mí no me harás eso- susurró el chiquillo, estaba totalmente convencido de lo que decía, pero aún así su voz se veía empequeñecida por el temor.

- Exacto- musitó Samuel mientras continuaba alimentando al menor.- Sé que estás deseando que pase la semana para poder librarte del miedo y para poder confiar en mí, pero déjame decirte que aún así, ahora, te comportas de forma muy valiente conmigo- el menor sonrió ligeramente ante ese cumplido, o al menos el creía que lo era.

- Y-Yo en verdad no soy un miedica ni nada de eso, pero es que los vampiros dais mucho miedo- admitió el chico recordando cómo se comportó las primeras semanas de su estancia ahí, tan llorica y lastimero, pero todo el mundo habría hecho los mismo.

-Sí, sé el miedo que puedo llegar a dar- respondió el otro burlón retirando el plato casi vacío de la cama para seguir encima de su pequeño niño, prácticamente como un depredador sobre su presa, pero a Aaron nadie lo iba a devorar.- Pero debes reconocer que ahora me estoy comportando como todo un caballero, más o menos- El menor esbozó una ligera sonrisa en su cara y apartó la mirada con sus mofletes teñidos de rojo.

- La verdad es que ya no te pareces en nada a cómo eras al principio ¿t-te sientes mejor siendo así?- preguntó el menor, pensando que quizás el vampiro se sentía aburrido de ser cortés o que quizás ya no le interesaba ser bueno y gentil, que recobraría su carácter malvado y lo golpearía en busca del placer y la diversión que un buen comportamiento no podría otorgarle.

-Me encante ser así contigo, aunque me cuesta, pero si me topo con cualquier otro humano lo moleré a golpes y le dejaré seco. No soy una buena persona en general, a mí los humanos me dan igual, pero tú eres la excepción-El menor se sintió extraño, se le acababa de desvelar una verdad innegable: Samuel era un sádico hijo de puta, un verdadero monstruo, pero no con él y eso fue lo único que necesitó para dejar de lado esa crueldad latente en al vampiro y aferrarse a su mezquina bondad, sonriendo ante lo que su amo le decía.

-Si...¿si otro vampiro como Iván me hace algo... tu qué harías?- cuestionó el menor mordiéndose el labio ante la imagen de su depredador protegiéndolo de otros, le resultaba tan atrayente la imagen de un Samuel gentil que a la hora de defenderlo dejaría a un lado la bondad para asegurarse de que nadie le heriría.

-Nunca permitiré que eso pase- dijo el enorme inmortal descendiendo un poco para plantar un beso en los belfos de su amante, un pico bastante tierno a ojos de los dos- pero en el caso hipotético de que sucediese, mataría a quien se atreviese a acercarse a ti. Tú eres mío, chiquitín, y no sé si los has notado pero soy muy celoso- las palabras del vampiro se iban apagando poco a poco mientras este bajaba a su cuello, besándolo con pasión y consiguiendo que sus labios hiciesen temblar al menor.

Pasó un buen rato mientras los dos se escondían entre las sábanas, Samuel mimaba a su pequeño y cansado humano, repartiendo besos por todo su cuerpo mientras este solo se dejaba hacer, todo el dolor que una vez vivió se convertía ahora en placer y era maravilloso. Los mimos y caricias del vampiro eran delicados y relajaban a su pequeño lo hacían suspirar a cada segundo y apenas lo asustaban, aunque entre beso y beso los colmillos de Samuel mordisqueaban con cariño aquella piel.

- Debes estar agotado ¿Quieres irte a dormir?- preguntó el amo del mortal viendo como los párpados del chico apenas podían aguantarse por si solos.

-Sí- respondió el aludido cerrando los ojos mientras se acurrucaba en el pecho del mayor, estaba frío pero daba igual- has cambiado tanto- pensó mientras sonreía contra los duros pectorales de Samuel, pero sin querer las palabras salieron de su boca causando una tonta sonrisa en Samuel.

Aquella primera noche de la semana que Aaron debía pasar con Samuel antes de ser curado de miedo y rencor, había sido maravillosa.



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