El cuello de Samuel era duro y ancho, nada delicado. Totalmente distinto al de Aaron, tan masculino y varonil que incluso parecía su versión contraria.
Aaron se quedó sin lugares donde besar y pensó en que siempre que a Samuel le pasaba eso, este le quitaba la camiseta y le besaba de nuevo; la idea era descabellada pero nada podía superar las ansias de Aaron de poder ver a Samuel sin camiseta, tranquilo por una vez y sin tener que preocuparse por qué parte de su cuerpo sería la siguiente en recibir mordiscos y caricias por parte del vampiro. Ahora no tenía ninguna distracción que le impidiese contemplar el tan magnífico cuerpo y, sin duda alguna pero con mucho nerviosismo, lo haría.
- Sam-Sami - lo llamó el niño, algo asustado y con la boca fruncida en una mueca de ansiedad.
- ¿Si?- Preguntó el otro con una gran sonrisa, un tono cínico y burlón y sus ojos aún cerrados con comodidad.
- ¿Puedo?- dijo Aaron mientras tomaba los extremos de la camisa de Samuel y tiraba de ellos como un niño pequeño tratando de recibir la atención de su madre.
Samuel asintió sin dudarlo y Aaron comenzó a subir la camiseta con deseo, necesitaba ver aquel enorme cuerpo. Sus ojos debían contemplar a la bestia que lo dominaba, sus pupilas tenían la obligación de grabar esa bella y salvaje imagen.
Cuando solo destapó la mitad del abdomen de Samuel sintió el calor en sus mejillas y, ¿Porqué no decirlo?, en todo su cuerpo. Comenzó a sudar de forma nerviosa y sus pupilas se dilataron ¡Samuel estaba jodidamente bueno! Y aunque Aaron ya lo sabía, aquella situación era distinta y mucho más embarazosa, aunque más detallada y lenta.
Vio unos abdominales rudamente marcados, como montañas perfectas sobre su tripa. Eran muy blancos y se hundían en la piel para elevarse nuevo, resaltando la dureza de esos músculos. Aaron deseó tocarlos y, con mucha demora, así lo hizo. Posó su pequeña mano cerca del ombligo de Samuel y una descarga electrizante recorrió su cuerpo al notar lo duros y tersos que esos abdominales estaban, se imaginó a Samuel haciendo flexiones y abdominales en un gimnasio, como si fuese humano y necesitase mantener su cuerpo, aquella visión lo volvió loco ¡Era tan perfecto!
Deslizó su mano suave y menuda por la piel y notó los contornos de ese hombre. Tan fuerte, tan masculino. Cerró los ojos y subió poco a poco mientras suspiraba de placer y se mordía el labio deseando notar esos músculos contra su cuerpo. Las manos llegaron a los pectorales y, previsiblemente, también estaban bien trabajados y firmes.
Samuel se quitó la camiseta él solo sin hacer movimientos demasiado bruscos para no distraer al jovencito que lo sorprendía con sus manos torpes, sus movimientos patosos y deseosos que se desenvolvían en su impresionante cuerpo y sus extrañas expresiones faciales. Los ojos de Aaron estaban cerrados en todo momento, era demasiado para él ver el escultural cuerpo de Samuel con tanta calma, le desquiciaría observar tanta belleza de golpe bajo su control, así que sus manos hicieron el trabajo de sentir esa perfección.
Las manos de Aaron pasaron por los hombros de Samuel y fueron directas a sus brazos, eran enormes y los bíceps parecían enormes bolas de cemento. Tan fuerte, tan dominante.
Aaron se sentía abrumado e incluso dejó escapar un pequeño gemido, era nuevo para él el poder examinar el cuerpo de su amante. Samuel ya conocía la totalidad de Aaron y la amaba, pero el pequeño aún no había tenido el placer de conocer con sus manos el físico de Samuel, no de esa forma entregada y sin prisas.
Tembló con fuerza, su cuerpo se sacudía al notar al imponente hombre que tenía debajo y muy lentamente bajó de nuevo hasta que sus labios tocaron con una casi inexistente caricia el abdomen de Samuel y, después, lo besaron con lentitud. No podía creer lo que acababa de hacer y una vez sus belfos se apartaron de aquellos imponentes músculos, el niño abrió los ojos y suspiró vencido.
- Oh, Dios...- logró sisear con la cabeza en otro lado, sí, su mente estaba lejos, muy lejos, aún divagando en el tacto hormigueante que las palmas de las manos de Aaron habían adquirido al tocar ese frío cuerpo.
Samuel estaba francamente impresionado, su pequeñajo lo había dejado totalmente impactado y fue para él una grata sorpresa ver como el humano disfrutaba tan enormemente con solo recorrer su cuerpo con las manos.
Samuel dio un giro invirtiendo las posiciones y consiguiendo que ambos estuviesen de nuevo en la posición que más cómoda les resultaba.
Aaron miró Samuel a los ojos, alzando la cabeza y observando aquella mirada intensa que, por su brillo más no por su color, podía compararse a la suya.
- ¿Qué pasa?- preguntó Samuel burlón mientras una de sus manos se colaba bajo la camisita de Aaron y lo sujetaba con fuerza, agarrando gran parte de su cintura.
- Es que eres tan... no se como decirlo- soltó una ligera risilla al pensar en las palabras que describían de manera exacta pero poco poética a Samuel- ''Tan hombre''- dijo el pequeño mordiéndose el labio inferior con cierta preocupación en su mirada- Eres grande y fuerte, dominante y seguro de ti mismo... pero yo...- pensó en que Samuel era una imagen perfecta de la palabra ''Hombre'', un verdadero macho y que a su lado él parecía una princesita. No tenía una gran altura ni era robusto, su voz y su piel eran finas, como su rostro, sus ojos eran aniñados y grandes en vez de rasgados y duros.
Él era todo lo contrario a Samuel.
- Tú eres pequeño, frágil y dócil- dijo el vampiro besando su frente con ternura antes de bajar lentamente por su nariz, dirigiéndose directamente a su boca- y por eso me encantas- susurró sobre sus labios antes de probarlos con dulzura.
Sabía a tantas cosas que Samuel se sintió como si estuviera comiéndose al chico. Aaron sabía a algodón de azúcar, a miel y a canela, Aaron sabía a cielo, a gloria, a salvación, porque sin Aaron, Samuel Hass estaba perdido, condenado.
Sus besos eran tiernos y dulces, movía los labios lentamente y su lengua era tímida en contraste con los audaces movimientos de la de Samuel, que parecía querer invadir toda su boca, cosa que siempre conseguía.
Esa noche Samuel le preparó una cena algo cutre a Aaron, quien agradeció el esfuerzo que el vampiro había invertido en cocinar aquellas tonterías. Aaron comió a gusto junto a su amo, degustando los platos que este le había preparado mientras Samuel lo devoraba con la mirada y le acariciaba con ternura el pelo, cosa que le encantaba pues siempre lo hacía después de quedarse un largo rato mirando al pequeño.
La noche pasó deprisa y ambos se fueron a dormir, sabiendo que cuando despertasen estarían a solo una noche de aquello que Samuel le había prometido a Aaron.
Aaron durmió de más ese día, tanto que a Samuel le dio tiempo a despertarse y traerle a su pequeño el desayuno a la cama. Realmente no quería equivocarse así que optó por una opción sencilla, un vaso de leche con cacao y pan con mermelada de fresa.
No supo si aquello le acabaría de gustar al chico o lo vería una cutrez, pero realmente sabía que Aaron era demasiado bueno como para no apreciar el pequeño gesto.
Cuando Samuel volvió a la habitación se encontró a un Aaron aún profundamente dormido y sonrió al ver como se revolvía entre las sábanas buscando un cuerpo al que abrazar. Mientras dejaba la bandeja de comida en el buró de al lado de la cama Aaron tomó el cojín de la cama y lo usó como sustituto de Samuel, abrazándose con una gran fuerza a él y estrujándolo contra sus brazos al comprobar que era mullido y no duro y firme como Samuel.
El vampiro le acarició el pelo, le encantaba el tacto de su lacio cabello escurriéndose entre sus dedos, pero lo que más amaba de eso era notar como su chico se dejaba acariciar por él de forma dócil. Poco a poco Aaron iba revolviéndose molesto y agarrotando sus manos en busca de alguien a quien agarrar para pegarlo a su cuerpo y dormir junto a él, pero por más que buscaba era incapaz de hallar a Samuel, quien sentado en la cama observaba con diversión las proezas de su amante dormido.
Samuel se subió a la cama de nuevo, pero esta vez se puso a horcajadas encima del cuerpo del menor, imposibilitándole el movimiento y después comenzó a besarlo en los labios de forma tierna, y a lamérselos con lentitud, hasta que logró que se despertase.
Aaron sonrió y unió sus manos tras la nuca del vampiro, enganchándose a su cuello, mientras le seguía el beso de forma inexperta pero deliciosa.
- Buenas noches- siseó el vampiro en su oído antes de morder su lóbulo, haciendo que Aaron se estremeciera.
Samuel bajó de la cama y antes de que el menor pudiera incorporarse del todo colocó sobre sus piernas la bandeja de comida que con tanto esmero había preparado.
El menor se sonrojó furtivamente por aquello y le agradeció al vampiro su gesto excesivas veces mientras lo miraba tímido y sonreía con ternura.
No dejó ni una miga de pan en el plato, debía admitir que quizás Samuel no era el mejor preparando comidas, pero lo hacía con tanta ilusión que le parecía un desprecio dejarse algo.
Pasaron un buen rato charlando sin más, de cosas tan banales como de las que hablarían un par de humanos comunes, aunque es bien sabido que entre Aaron y Samuel no pasó nada común, todo era tan extraño. Aaron le contó a Samuel como sus amigos y amigas eran antes de que todo eso sucediese e incluso se aventuró a hablar un poco de su família y de su perro, un pastor alemán llamado Max, pero Samuel tuvo que cambiar el tema de forma drástica y, sinceramente, nada disimulada al ver que el menor adquiría un aire triste y melancólico, lo primero que al vampiro se le ocurrió fue comenzar a contar cosas de su vida como vampiro y, poco a poco, fue despertando el interés del chico.
-¿Y entonces como era al principio?- preguntó el muchacho totalmente intrigado mientras miraba a Samuel a la cara estando sobre su regazo, quitándole la respiración.
- Al principio estaba que me subía por las paredes. Los primeros días que fui vampiro pensé que me volvería loco, recibía miles de estímulos de todos lados- explicó haciendo movimientos de manos para dar importancia a su discurso, viendo como el menor le prestaba total atención- Olía demasiadas cosas y demasiada sangre, me atosigaba; escuchaba cualquier ruidito por pequeño que fuese y echaba de menos el silencio, estaba muy irritable por eso. Veía demasiados detalles y no me podía concentrar en nada, siempre me distraía mirando cualquier objeto estúpido- se río un poco de si mismo recordando cuan tonto parecía en aquella época en la que aún era un novato que apenas se podía controlar. Si la memoria no le fallaba, en ese momento recordó que había tardado casi dos meses en adaptarse a todas la novedades de ser un inmortal que ahora veía como algo cotidiano- Además no sabía controlar bien mi fuerza y, bueno, rompía casi todo a mi paso- Aaron lo miró con sorpresa, le sorprendió que el vampiro le estuviese contando todo aquello con normalidad.
- ¿No lo pasaste mal con eso?- preguntó el pequeño acomodándose en el regazo del mayor.
- Era bastante molesto, pero me encantaba todo ese poder. Aunque odié el hambre mis primeros días de vampiro- explicó mientras sonreía mostrando sus filosos colmillos. Aaron tragó saliva al verlos aparecer, largos y blancos como el mármol.
- Supongo que estabas hambriento todo el día- Samuel asintió ladeando una sonrisilla maligna para seguir mostrando sus colmillos pues notaba la mirada del chico en ellos- debió ser horrible, pasar hambre es horroroso, recuerdo lo mal que lo pasé los primero d-días que pasé aquí, cuando me castigastes sin comer...- comentó el chiquillo bajando el tono de voz mientras se daba cuenta de su error al haber mencionado aquello.
Los recuerdos eran distantes, pero aquella dolorosas memorias hacían que algo doliese en él, como si le quemasen con un hierro caliente y la cicatriz siguiera ardiendo con el paso del tiempo.
Samuel tragó saliva angustiado al ver el rostro del pequeño, huyó de su roja mirada y las perlas azules se clavaron en el suelo con ansiedad. Tomó el rostro del pequeño entre sus manos y lo alzó obligándolo a destrozarlo con su bella y triste mirada.
- No sabes cuanto lo siento- susurró contra sus labios entrecerrando los ojos ante el doloroso recuerdo de todo lo que le había hecho pasar al menor. Besó con delicadeza sus belfos, con mucho cariño y la paciencia suficiente como para que el pequeñajo le correspondiese lentamente.- Aaron, odio todas esas cosas que hice, de verdad, ojalá hubiese un modo de hacerte olvidar- pensó en voz alta Samuel mientras tomaba de nuevo el rostro del menor en sus manos y lo apoyaba contra su pecho, para abrazarlo con ternura.
- No quiero olvidar- dijo el menor mientras respiraba profundamente el aroma masculino de Samuel, le encantaba su olor y, en cierta forma, lo embriagaba y le hacía sentir completo y protegido- Recordar lo que me hicistes es precisamente lo que me hace apreciar que hayas cambiado- concluyó el pequeño acurrucándose en el pecho del mayor mientras dejaba escapar un leve suspiro.
Samuel quiso levantarse para llevar al menor a cualquier otra parte y distraerlo de toda aquella conversación tortuosa, pero antes de que eso sucediese Aaron habló.
- Estas muy frío- dijo alejando su cara del pecho de Samuel y mirándolo a los ojos durante unos instantes para después escapar de s roja mirada con timidez- y pa-pálido- siguió hablando mientras sus ojos se paseaban por la nívea piel, y ahora deslumbrante, de Samuel- T-Tienes hambre ¿No?- preguntó el chiquillo tragando saliva pues ya conocía la respuesta.
- Sí- siseó el vampiro con una sonrisa ciertamente malvada en su rostro que logró escamar al pequeño. Lamió sus colmillos con lentitud y besó el cuello de su presa con rapidez, haciendo que los dos filos fríos rozaran la piel, erizándola- pero puedo esperar- habló con una voz piadosa mientras acariciaba la mejilla de su asustado chico.
-No- respondió Aaron con rapidez y audacia- Sami, muérdeme- musitó atemorizado por su propia propuesta mientras extendía su muñeca hasta Samuel, sorprendiéndolo por tan valeroso acto.
Aaron lo pensó bien, aquel vampiro no merecía pasar hambre de aquella manera después de la forma gentil en que lo estaba tratando.
- No me voy a negar- sonrió Samuel mientras tomaba de la mano al pequeño y alzaba su brazo hasta hacer que su fina muñeca quedase a la altura de sus fauces.
La mano de Aaron era pequeña y por ello el vampiro pudo apresarla con tanta facilidad, aunque claramente intentó no ejercer presión alguna, herir al chico sería un error imperdonable. Notó como la piel del humano estaba caliente y era suave, la acarició con lentitud, distrayéndose unos minutos en algo tan simple como aquello.
Besó esa misma piel, notando como bajo sus labios la piel escondía venas que latían con fuerza al dejar pasar los chorros de sangre por ellas. Ahora que Samuel estaba plenamente concentrado en el terreno de su mordisco, Aaron aprovechó para observar con pasión todos los detalles de la expresión del depredador una vez este halló el lugar exacto donde morder.
Sus pupilas se dilataban y contarían al observar su tierna piel y el rojo se volvía ligeramente más incandescente, sus manos ejercían una presión más dolorosa y sus labios se curvaban en una mueca faunesca mientras los colmillos se mostraban de forma natural, creciendo un poco más de lo normal hasta que se hundían en la piel del joven.
Aaron no pudo seguir contemplando más esas intrigantes expresiones parecidas a las de un lobo cazando una presa pues el dolor del mordisco le hizo cerrar los ojos y chillar mientras todos los músculos de su cuerpo se contraían con fuerza notando como la succión en su piel se llevaba su esencia vital, dejándolo tan débil que apenas podía resistirse.
Aaron abrió los ojos lentamente cuando dejó de sentir el punzante dolor y la pavorosa succión de su sangre y vio al vampiro besando su muñeca con cuidado mientras se mordía el labio hasta hacerse sangrar a si mismo. Le herida que se había hecho era grande, pero se curaba con una rapidez sorprendente y por ello se lanzó a besar al humano al instante, haciendo que con el choque de sus labios el chico ingiriese parte de sangre inmortal.
Aaron se curó tan rápido como el beso se acabó y observó su muñeca sin marcas o heridas.
Samuel tomó con cuidado a su pequeño chico entre sus brazos y lo recostó en la cama. Amaba beber de su sangre, era algo tan delicioso e íntimo que lo volvía loco, una entrega tan completa y tan verdadera como la entrega sexual, pero a su vez odiaba ver a su humano febril y débil, que apenas podía sostenerse sobre sus piernas por la falta de sangre.
- Oye, Sami- lo llamó el menor mientras su amo lo arropaba notando como el cuerpo lleno de calor de Aaron se quedaba frío.- ¿Si me hubieses conocido siendo un vampiro novato habrías podido hacer esto?- preguntó el menor mientras se incorporaba un poco en la cama y se sentaba al lado de su dominante vampiro, quien lo acogió entre sus brazos.
- No- respondió el vampiro con una ligera sonrisa- Lo de beber de humanos sin matarlos lo aprendí a mis veinte años de vampiro, no es tan fácil como parece- explicó pensando que si él hubiese sido un vampiro joven, aún su amor por Aaron, lo hubiese matado.
Quizás el chico llegó en el momento adecuado, quizás todo ese sufrimiento no fue un error, solo una forma de hacerle ver la verdad a través de los ojos de aquel torturado adolescente.
- ¿V-Veinte años?- se sorprendió Aaron mientras abría la boca impactada- eso es mucho tiempo- musitó frunciendo el ceño.
- Para nosotros el tiempo no es nada- rió Samuel mientras le acariciaba el pelo con dulzura y besaba de vez en cuando sus pequeñas mejillas- y para ti tampoco. Recuerda que ahora vivirás para siempre aunque seas humano, quizás no te pareció tan buena idea cuando te di mi sangre porque lo hice cuando aún era un cabrón, pero ya verás como cuando pasen unos cientos de años te darás cuenta de que el tiempo no es nada de nada- explicó mientras seguía sosteniendo al menor en sus brazos con cuidado.
Era cierto, el tiempo no era nada para él y aún así era un vasto abismo lleno de aterradoras posibilidades, una de ellas le escamó la piel a Samuel pues esta imaginó que la rebelión de los vampiros que lo había llevado a su situación actual podría haber sucedido cien años antes, haciendo que Aaron jamás llegase a nacer, o cien años después de cuando había sucedido realmente, haciendo que él llegase a esa situación solo, para cuando Aaron ya se hubiese convertido en polvo.
-Tienes razón, eso de vivir para siempre me pareció una tortura al principio, pensaba que siempre me harías daño y jamás p-podría huir, pero ahora me gusta la idea ¿Como es eso de tener más de cien años?- preguntó el chiquillo cambiando de posición para situarse de cara al vampiro y abrazarlo por la cintura con sus finas piernas.
- Bueno, justo cuando cumples los cien años te vienen un montón de cosas a la cabeza. Tener un siglo de vida es algo que al principio te hace sentir entre viejo y joven- el vampiro esbozó una sonrisa recordando su primer siglo, él sabía que era un anciano por su edad, pero no podía parar de sentirse más rejuvenecido que nunca- al pasar los años te vas acostumbrando, pero los primeros cien años siempre hacen mucha ilusión.- el pequeño lo miró con emoción, imaginando como serían sus primeros cien años.
Pero Samuel pensó mismo, queriendo que Aaron los cumpliese a su lado, pero dudando de si eso sucedería.
Aquella noche Samuel estuvo tan tierno y caliente como las anteriores, pero Aaron logró identificar cierto brillo de tristeza en sus ojos, aunque apenas podía fijarse porque las audaces manos del vampiro y su ágil lengua lo distraían a cada rato.
El día llegó rápido para ambos y los cayeron dormidos el uno encima del otro.
Samuel juró que aquel día, de haber podido, habría tenido pesadillas, mientras Aaron durmió con una enorme sonrisa aguardando a que la noche siguiente llegara, deseoso de que el vampiro cumpliese su promesa y acabase ya con todo su miedo.
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