Liviano contacto

 - Samu... le has hecho mucho daño a ese chico y encima eres la única persona que ha visto en dos años, además es muy joven... Él debe estar muy herido y dudo que confíe en nadie nunca jamás. Lo más correcto creo que sería que estuviese contigo por elección propia y, seamos realistas, él te odia, tú deberías dejarlo libre para que no te odie más, porque cuanto más te odie más daño te harás tu y más le harás a él- dijo la chica pasando su mano de marfil y afiladas uñas negras por el cabello del vampiro.

- ¿Dejar que se vaya? ¡Si no es mío no será de nadie!- rugió molesto, pero ¿A quien quería engañar? No sería capaz de matar a ese pequeño aunque su vida dependiese de ello.

- Lo ideal sería que él te dejase de odiar y a la vez no se apartase de ti, pero, entiéndelo, él se siente enjaulado. Quizás no debas dejarlo ir, solo dale un poco más de libertad, Samu, yo se que detrás de ese tipo duro que mata a todo el que se pone en su camino, hay un hombre enamorado de Aaron hasta los hueso- Samuel asintió con la cabeza mientras reía amargamente mirando al suelo, esos ojos azules de cachorrito le hacían sentir tan vivo que temía morir.

-Esta noche he dejado que el chico salga y le he dicho que vuelva al amanecer, yo creo que eso es darle libertad ¿No? Quizás no es tanta como él querría, pero es lo máximo que puedo hacer- dijo Samuel mirando a Charlotte como si se tratase de un niño pequeño preguntándole a su madre si estaba bien hacer esto o aquello.

- Muy bien, seguro que cuando vuelva estará muy contento. Son ese tipo de cosas las que harán que no te odie- dijo la chica con una enorme y fingida sonrisa tranquilizadora en su rostro.

- Sí... supongo que solo es cuestión de tiempo- se rindió Samuel ante ese argumento cliché que tan poco le convencía, él solo quería acabar con su culpa y remordimientos lo antes posible, quería que Aaron sintiese lo mismo que él, pero realmente no tenía ni idea de lo que él mismo sentía- Gracias, Charlotte. Eres la más humana de todos nosotros- sonrió levantándose mientras la chica le regalaba una sonrisa entristecida y, en silencio, lo acompañó hasta su ahora solitaria casa.

Charlotte no volvió a la suya después sino que estuvo vagando por la zona un rato y harta d encontrarse con gente, ya fuesen vampiros o humanos que iban con estos, decidió alejarse un poco del barrio, ella solo quería estar sola una rato pensando, no es que tuviese problemas, pero los de Samuel le preocupaban porque aunque sabía que era un tipo duro, fuerte y valiente, en el fondo era muy frágil, porque si algo destacaba de él era su fuerza física, pero psicológicamente estaba desprotegido.

Decidió ir a alguna zona donde supiese que no encontraría ningún vampiro, y siguiendo su instinto e intuición dejó atrás un destartalado supermercado dirigiéndose a un ruinoso barrio en ruinas donde ningún vampiro tendría interés en estar.

Aunque ahí notó una presencia familiar, identificó de inmediato al sujeto por el olor y corrió en búsqueda ¿Qué hacía él en un barrio tan alejado de la zona?

Se paró justo delante del chico, que a causa de la densa oscuridad de la noche no la vio hasta que chocó con ella, cayendo de bruces al suelo por el susto de encontrarse a alguien de ojos brillantes y carmesí en la zona en la que había vivido los últimos meses de su solitaria vida de superviviente, antes de que Samuel lo atrapara en aquel supermercado al que había ido.

- ¡Por favor no me haga daño!- gritó el chico desde el suelo cubriéndose la cabeza con las manos y agachándose en una inocente posición defensiva, creyendo que iba a ser agredido por otro de esos terroríficos seres.

- ¿Aaron qué haces aquí?- preguntó la pelirroja tranquilizando al chiquillo, que al escuchar su voz chillona notó una presión en su pecho desaparecer, estaba a salvo, sabía que ella no le haría daño por más que sus ojos rojos y colmillos lo pudiesen mirar ansiosos entre la oscuridad de una noche como aquella- Oh, Dios... Samuel te encontraría, escapar no es una buena idea- intervino ella antes de dejar hablar al anonadado chico que se había quedado mudo por el susto inicial.

- ¡No! ¡No estoy tratando de escapar de Samuel! Él me ha dejado salir esta noche y yo tenía que venir aquí- Charlotte no desconfió más de ese pequeño humano, no percibía en su cuerpo y sus reacciones ningún indicio de mentira, pero aún así se sintió curiosa.

- ¿Por qué aquí? Esto está muy alejado- Dijo la chica tendiéndole su fina mano a Aaron para ayudarlo a levantarse del suelo, él la tomó con confianza y se sorprendió al ser jalado con tanta fuerza, se levantó al instante, la delgada mujercita no daba la impresión de poder tener esa fuerza, pero estaba claro de que si la tenía, era impresionante.

- Antes de que Samuel me encontrase yo estuve viviendo aquí... de echo me encontró porque fui a buscar provisiones y me alejé del lugar- explicó con una voz tímida y mirando al suelo.

- Oh, vaya...- dijo la chica algo apenada imaginándose lo que debió sentir ese pequeño al ser atrapado por Samuel Hass, por ese vampiro que tan rudo parecía en un principio- ¿Y que es lo que tienes que hacer aquí?- Aaron negó ligeramente con la cabeza sin querer parecer un maleducado.

- Es... es personal- dijo con un hilillo de voz mientras ella asentía y sacaba su teléfono móvil del bolsillo, haciendo que la pantalla luminosa enfocase su cara desde abajo, dándole un aire tenebroso.

-Entiendo- dijo cálida- Ves a hacer lo que tengas que hacer, llévate mi móvil si quieres para alumbrarte, no debes ver nada con esta oscuridad- dijo la chica tendiéndole el aparato con amabilidad.

- ¡Muchas gracias!- respondió Aaron bastante sorprendido por la amabilidad y dulzura con la que esa chica le trataba, aún sin apenas conocerlo de nada.

Se alejó de ella entrando en uno de los cochambrosos edificios, alumbrando el suelo con el móvil para ver donde pisaba y para poder distinguir el sucio y descuidado entorno de su alrededor, y aunque la imagen de un adolescente solo, de noche y con la única iluminación de un pobre pantalla de móvil mientras busca algo en una casa abandonada, se asemeje mucho a las ideas que Aaron tenía de las películas de miedo, en ese momento el chico no estaba para nada asustado, realmente esa soledad le reconfortaba un poco.

Después de un rato buscando con ahínco y rogando por que la batería del aparto no se acabase, encontró lo que estaba buscando.

Allí en el suelo estaba un papel arrugado y más que escrito, garabateado con una letra inentendible. Algo arrugado y lleno de letras que por antiguas lágrimas se habían difuminado un poco. Ese papel escrito, es nota o carta, como quiera llamarse, escrita por Aaron con el objetivo de que cualquier otro la viese, reposaba ahora en sus manos de nuevo, pero nada era igual.

La leyó de nuevo recordando el momento angustioso en que la escribió.

''Mi nombre es Aaron, tengo 16 años y llevo viviendo este infierno desde que comenzó hace dos años, es decir, desde los 14. Dejo esta nota aquí por si alguien la encuentra, por si algún humano la encuentra, que sepa que no está solo. Llevo viviendo meses en estas casas abandonadas y no ha aparecido ninguna de esas sanguijuelas que dominan el mundo, no, ellos viven en mansiones con sus esclavos humanos, pero yo soy de los que huyen de ellos y si tu has tenido la misma suerte que yo y has escapado de sus garras te invito a que te quedes aquí conmigo, ayudándonos a sobrevivir. Este barrio pobre es perfecto para alejarse de su maldita sociedad de sangre, pero ya no queda comida por los alrededores y tengo que ir a la zona vampira a por ella. Solo espero, quien quiera que seas, que si yo no vuelvo con vida para ayudarte a sobrevivir, que tu no tengas esa suerte. Y si como he dicho, muero, quédate en este lugar si tienes existencias, es seguro y hay un río donde puedes bañarte a menos de media hora hacia el este. Ojalá alguien encuentre esta nota y ojalá yo pueda regresar con vida para encontrar a otro humano como yo aquí, leyendo esta nota.

Tengo miedo, si lees esto y yo sigo fuera, por favor, quédate, espérame, no tienes nada que perder viajero''

La arrugó en su puño, triste y angustiado porque recordó a aquel chico ilusionado que escribió la nota pensando con fervor que volvería, recordó a aquel adolescente de mirada azul brillante que ahora tenía unos ojos apagados por culpa de un dolor que mientras sostenía la pluma con la que escribió la carta jamás habría podido imaginar. Pero otra parte de él estaba alegre sabiendo que nadie había sido víctima de la desilusión de encontrar esa nota y aferrarse a ella como a una última esperanza, esperando en aquel sucio lugar a la llegada de su autor, que en manos de Samuel Hass jamás volvería.

La destripó en sus manos, moviéndola para convertirla en mil pedazos de papel, rompiendo con ella la posibilidad y la esperanza de volver a ese lugar como un hombre libre, porque ya no lo era, porque jamás volvería.

Y secándose un par de lágrimas que a traición habían caído, volvió con Charlotte y le devolvió el aparato, dejando tras de si un rastro de papelitos rotos.

La vampiresa accedió a acompañar al chico de vuelta al barrio pues estaba muy oscuro y apenas distinguía el camino mientras ella tenía una visión nocturna y una orientación que Aaron envidiaba.

- No quiero ser entrometida- Charlotte rompió el silencio que les llevaba acompañando todo el camino con esas palabras- pero ¿Tú crees que podrías llegar a sentir algo que no fuese odio por Samuel?- Aaron se quedó quieto en el camino por esa pregunta que le hizo congelar sus pasos, tan repentina y expresada con tanta normalidad.

- Yo...-casi jadeó- sé que si sigue haciendo todo lo que hace porque lo perdone yo lo haré, dejaré de odiarle, pero ¿Cómo voy a sentir algo por él? Soy una buena persona, quizás demasiado bueno y por eso podría perdonarlo, pero no soy estúpido ¿Quién podría sentir algo por alguien que le ha hecho tanto daño?- dijo rápido y conciso, sorprendiendo a Charlotte.

- La gente cambia, puedes que odies al Samuel de antes, perdones al de ahora y quieras al de un futuro próximo ¿No?- Charlotte hablaba con tanta normalidad de un tema tan delicado e hiriente para Aaron que este no podía evitar pensar que incluso lo hacía con maldad, pero angelical rostro lleno de pecas y tirabuzones rojizos le hacía creer que esa chica no podía hacer nada malo.

-No... la gente cambia, pero si alguien cambia para bien una vez, luego puede volver a cambiar para mal- explicó el chico sintiéndose confuso por todo aquello- además, aunque perdone a Samuel seguiré teniéndole miedo y tampoco puedo confiar en él- su voz estaba sonando cada vez más frágil, a punto de partirse, parecía que ganarse el corazón de Aaron no sería tarea fácil y muchos menos para Samuel.

- Bueno... ya hemos llegado- desvió el tema señalando a lo lejos unas luces encendidas, las de la casa de Samuel Hass, o más bien, las de su mansión.

- No le cuentes nada de lo que he dicho a Samuel... seguro que me pegará si se entera- Dijo el chico apresurándose a tomar la muñeca de Charlotte al ver que la chica tenía intenciones de irse- por favor- dijo con la voz aguda de angustia al pensar el error que había cometido al hablar así de su amo delante de su amiga.

- Tienes mi palabra pequeñín – dijo la chica amablemente mientras pasaba dos de sus dedos por los labios, cerrándolos como si se tratasen de una cremallera.

- Gracias Charlotte- dijo el chico pronunciando el nombre de su amiga, si así podía considerarla. Ella solo se sonrió de una forma maternal y se alejó mientras él caminaba hasta las puertas de la casa Hass ¿Debía entrar directamente o picar al timbre? Ese tipo de pequeñas inseguridades eran las que hacían que Aaron pasase un mal día a día.

Mientras se quedaba parado frente a la puerta juró escuchar unos pasos apresurados dentro de la casa, como si alguien corriese hacia él, y cuando se detuvieron ante la puerta de forma brusca esta se abrió revelando la imagen de Samuel, quien guardaba la compostura ante la tan esperada llegada de Aaron.

Sin decir ni una sola palabra, el pequeño entró en la casa y comenzó a caminar, quería ir a la habitación y dormir un poco después del tan cansado camino que había tenido que hacer para llegar hasta su antigua casa. Pero mientras iba hacia la habitación sintió como Samuel lo seguía muy de cerca con una mirada ansiosa y unos pasos que apenas tenían sonido.

Entró en la habitación algo preocupado por el comportamiento de su amo y dejó la puerta abierta, sabiendo que Samuel también entraría ahí con él. Se sentí incómodo al no intercambiar ninguna palabra con el vampiro, pero tampoco quería cavar su propia tumba hablándole si es que el vampiro estaba enfadado.

El chico se quedó de pie en medio de la habitación sin saber que hacer mientras Samuel cerraba la puerta tras él, olía su miedo y el olor se volvió más dulcemente intenso cuando echó el pestillo a la puerta de la habitación, aunque lo hacía más por costumbre que para asustar al chico o por cualquier otro mal propósito.

Aaron tragó saliva mientras el vampiro se dirigía hasta él y cuando lo tuvo a menos de un milímetro este lo tomó de la barbilla, alzándole el rostro, el chico no se resistió y su asustada mirada se topó con la del vampiro rompiéndole el corazón en mil pedazos ¿Si Samuel no estaba haciendo nada malo, entonces porque tanto miedo?

El chico ahogó un pequeño sollozo ante esos ojos que comenzaban a volverse rojos y esos colmillos que a un rápido ritmo crecían de manera puntiaguda, pensando que esa reacción se debía al enfado de Samuel y era un indicio de su muy próximo castigo, pero la realidad era que cada vez que Samuel estaba cerca suyo apenas podía contenerse y ese aspecto suyo, tan terrorífico, salía sin más de él, pero sin intenciones de asustar al pequeño.

El colmo fue cuando el pequeño de ojos acuosos se mordió el labio con preocupación mirando directo a los ojos del vampiro, entonces este imitó el gesto, casi hiriéndose el labio inferior con su colmillo y alejando su mano del mentón de Aaron para ponerla en su hombro y acercarlo un poco a él.

Pensando en lo peor su corazón se disparó, pero cuando vio al vampiro entrecerrar los ojos mientras bajaba supo lo que pasaba, un ligero beso se depositó en sus labios y el chico se sintió bien, era un beso cariñoso que casi le hace sentir querido, era lo único bueno en ese hombre.

Ese beso no fue el único, porque Samuel lo besó un par de veces más, moviendo sus labios en busca de una respuesta por parte del menor, pero este estaba demasiado sorprendido por ello como para besarlo de vuelta.

- ¿Dónde has estado?- preguntó el vampiro tomando la muñeca del chico y subiéndolo con él a la cama, el chico solo se encogió de hombros.

- E-En ningún sitio en especial- dijo con la voz entrecortada mientras la boca del vampiro bajaba de forma inesperadamente gentil a su cuello, besándolo y lamiéndolo mientras Samuel estiraba al chico en la cama, colocándose sobre él.

- Mentira- refunfuñó el vampiro sintiendo el corazón del muchacho pararse al oír esa palabra. Sabía que a Samuel no le gustaban las mentiras, pero sorprendentemente no fue castigado- Hueles a tierra y polvo, como si hubieses ido a un lugar abandonado- por cada palabra que decía sus labios rozaban más y más el frágil cuello, haciendo cosquillas al chico, pero asustándolo también.- ¿Dónde has estado?- preguntó de nuevo, comenzó a desabotonar, uno por uno y muy despacio, los botones de la camisita azul marino de Aaron, mirándolo directamente a los ojos mientras dejaba al descubierto su torso delgado. Aaron, quien no podía huir de la extrañamente culpable mirada del vampiro, se quedó mudo- No me voy a enfadar, dímelo- comenzó a tomar los brazos del chico para deslizar las mangas de su camiseta fuera de estos, desnudándolo poco a poco, pero sabía que no llegarían a nada, aquel chico estaba tan asustado que apenas podía hablar.

- A-A donde y-yo es...taba antes d-de que me en...contrases- dijo con la poca voz que le quedaba sintiendo como Samuel ponía las manos en sus costados y comenzaba a acariciar su vientre y pecho, poco a poco de forma cariñosa, pero eso solo le traía recuerdos de la violación. Si hubiese tenido la certeza de que nada malo iba a pasarle esa noche, si hubiese sabido de antemano que Samuel no planeaba hacerle nada, si lo hubiese sabido Aaron no habría comenzado a llorar en esos momento mirando con intensidad a los ojos de Samuel, quien se sintió mal aún sin haber hecho nada de lo que debería sentirse culpable.

- ¿Te estoy haciendo daño?- Aaron se sorprendió por la pregunta de Samuel y por el tono calmado que usaba, sin valor para hablar solo negó con la cabeza- Pues no llores, porque esta noche no pienso hacértelo- dijo el vampiro, sintiéndose algo resignado por lo que acaba de decir, pero en ningún momento detuvo sus manos, que sin pausas se paseaban por el cuerpo de Aaron.

- P-Pensaba que me ibas a castigar-dijo el chico entre suspiros notando como ahora la boca de Samuel volvía a su cuello, humedeciéndolo y creando caminos hasta su clavícula para morderla con cuidado, causando pequeños estremecimientos en el chico.

- ¿Por qué debería castigarte? No has hecho nada- dijo el vampiro antes de cerrar los ojos de nuevo y comenzar a lamer las partes del cuerpo del chico que había besado, su cuello, clavículas, el lóbulo de su oreja, y pronto comenzó a lamer y mordisquear sus mejillas, jugando con cuidado con ese chiquillo.

- L-Lo sé, pero a veces no hago nada y me castigas igual...- se sinceró sin darse cuenta de que aquello podía ser tomado como una ofensa, Samuel dejó de lamer su cuello durante unos segundos, observando como el chico se quedaba inmóvil pensando que había enfadado al vampiro- b-bueno eso era antes... ahora ya apenas me castigas- de nuevo el vampiro volvió a su tarea de lamer el cuello del pequeño como un perro hambriento, y este solo se sintió aliviado de no recibir ningún castigo.

- Me encanta como hueles, de verdad- susurró el otro extasiado mientras descendía por el pecho y abdomen del chico hasta su vientre bajo, donde comenzó a besar y lamer la piel causando ligeros gemidos en el chico que era saboreado. Mordía un poco los costados del adolescente mientras lo notaba asustarse y preocuparse- No tienes porque estar tan aterrorizado- dijo Samuel en un tono neutro mientras de un lengüetazo se deslizó desde el ombligo del chico hasta su nuez- El abrazo que te di hace tiempo y el beso de hace poco, sé que eso te gustó porque estabas confiando en mi ¿Por qué ahora no lo haces?- dijo en un tono amable.

Aquel no era el Samuel que Aaron odiaba, aquel era el Samuel que se arrepentía y merecía su perdón, aquel era el Samuel que en vez de querer molerlo a golpes, simplemente lo quería.

- ¿Q-Que es lo que me quieres hacer?- preguntó el pequeño con miedo mientras se mordía los labios, ver a Samuel intentando ser bueno con él le hacía creer que no lo odiaba en absoluto, es más, valoraba ese esfuerzo y agradecía que el vampiro pudiese cambiar de esa forma por él, pero ahora dudaba de si Samuel estaba fingiendo esa amabilidad.

- Me gusta que me tengas miedo, - comenzó a hablar Samuel mientras acariciaba las mejillas del chico- pero no tanto... estás aterrado- susurró mientras Aaron lo miraba confuso- Date la vuelta- ordenó con una voz nada amenazante pero totalmente severa, era una orden que debía ser cumplida sin discusión- No haré nada malo si obedeces- sentenció con una voz grave y raspada ante la mirada del chico, quien obedeció con miedo y rapidez, quedando bocabajo para el vampiro que estaba sobre él.

Sentía el peso de Samuel sobre sus piernas y notaba sus manos en la espalda.

- ¿Cuánto me odias hoy?- preguntó lentamente en su oído, haciendo que un escalofrío recorriese el cuerpo del chico y lo obligase a decir la verdad.

- Tres...- musitó sin más, sintiéndose asustado y sabiendo que ese número aumentaría hasta el diez si el vampiro se atrevía a llegar más lejos esa noche.

- Bien- sonrió victorioso dejando que su aliento helado rozase la espalda del chico-Pasaste mucho tiempo durmiendo en el suelo cuando te traje aquí, debe dolerte la espalda- Samuel río ligeramente ante lo que acababa de decir y pronto sus manos firmes tomaron la espalda del chico, comenzando a acariciarla con fuerza y cuidado pasando por sus contornos y trazando formas simples y repetitivas, relajantes al tacto.

Samuel estaba dándole un masaje en la espalda a Aaron, quien se sorprendió pero pocos minutos después de que eso comenzara se relajó bajo las frías manos que tocaban su cuerpo, casi adormeciéndolo.

- ¿Por qué te estás portando bien conmigo?- preguntó el chico entre pequeños suspiros de placer. Aquella manos tan grandes y varoniles que en todo momento se movían confiadas en su espalda le estaban dando un enorme placer, estaba tan relajado notando como lo agarraban y deslizaban su piel, apretando en los puntos de su cuerpo más tensos y relajándolos.

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