Lo que significa ser suyo

 Aaron se quedó quieto y callado, en el suelo y abrazado a sus rodillas ante las palabras de quien era su amo, cerró los ojos, sintiéndose algo aliviado por no percibir ningún sonido, pero tampoco escuchó los pasos del hombre alejándose. Estaba en tensión hasta que un fuerte estruendo lo hizo cubrirse mientras veía la puerta tras la que se escondía caer al suelo, arrancada de su lugar, reventadas las bisagras de un solo golpe.

Tras el polvo que levantó la caía de la puerta y las astillas que volaron por el aire unos segundos, Aaron vio la inconfundible figura de Samuel cruzado de brazos delante suyo.

Pensó rápido y se levanto con las piernas temblorosas con la ida de huir de él, pero lo tomó por el pescuezo y lo empujo haciéndolo caer de cara al suelo. Quiso levantarse de nuevo pero un pie aplastó su espalda con demasiada fuerza, haciéndolo soltar un alarido de dolor.

Samuel dobló un poco su rodilla y se apoyó en esta, estando algo más cerca del pobre chaval.

- Pídeme disculpas –dijo pisando con más fuera su pequeña columna mientras el muchacho se tapaba la cara.

- L-Lo siento amo- dijo sin pensárselo dos veces sabiendo que su ilusión de quedar libre de el castigo no sería cumplida, pero el pobre no podía llegar a imaginar de que castigo se trataba.

- No te muevas- ordenó con desdén mientras sacaba, milagrosamente, la bota de la espalda del chiquillo asustado. Frente a su carita apoyada en el frío suelo, se pusieron las dos botas de aquel hombre que solo quería meter más miedo en el cuerpo tembloroso de debajo suyo- Arrodíllate- dijo con una voz gutural que obligó al muchacho a obedecer de inmediato. Ante la imagen del niño arrodillado a sus pies sonrió con sus enormes colmillos saliendo de su boca y sus ojos rojos clavándose en el precioso rostro cubierto de lágrimas- Mis zapatos están algo sucios ¿No crees?- preguntó con malicia aún sabiendo que por suerte estaban relucientes.- Límpialos un poco, con la lengua- dijo sonriendo de nuevo. Aaron tuvo la valentía o el poco respeto por su vida para alzar la cabeza, mirando a los ojos de Samuel sin cumplir la orden y ajeno a lo que su dulce mirada causaba en el colmilludo.

- Por favor, a-amo- dijo antes de notar una fuerte patada en su cara, se cubrió el rostro con las manos pero eso no evitó que su cabeza comenzase a ser aplastado contra el suelo por la suela de la bota derecha del vampiro.- ¡Lo siento! ¡Lo siento!- gritó consciente de que desobedecer solo le causaría daños.

La presión sobre su cráneo disminuyó y pudo levantar un poco el rostro hasta la altura de la otra bota. Cerró los ojos, respiró hondo, suspiró. Sacó se lengua y tímidamente comenzó a lamer la negra y reluciente bota de Samuel mientras este miraba complacido.

- Suficiente – farfulló, algo molesto porque comenzaba a sentirse culpable ¡No, él no era así, él no sentía culpa! Haría pagar a ese chiquillo por hacerlo débil, por hacerlo humano- Ponte de pie- ordenó y el chico lo hizo sin rechistar aunque emitiendo pequeñas quejas ya que se sentía adolorido.- Seguro que odias tener que dormir en el suelo- Aquella frase ilusión a Aaron, quien asintió con fervor pero perdió las esperando al ver la sonrisa cruel de su amo. Se preguntó que estaría planeando- Tranquilo,- dijo susurrando en su oído- esta noche la pasarán en mi cama- y aunque el pobre e ingenuo chico no tuvo ni idea, en aquel momento, de lo que eso quería decir, sintió por puro instinto infinitas descargas de miedo en su cuerpo.

- ¿D-De que está hablando, amo?- preguntó con la mayor cortesía posible, aunque intentara portarse bien y ser obediente ante aquel tirano, él siempre encontraba excusas para herirle y humillarle, y esa no sería una excepción, sino el más claro ejemplo de ello.

- No creo que seas tan idiota de no entenderlo- dijo medio riendo mientras tomaba al chico de la muñeca con fuerza y lo arrastraba hasta su habitación- Pero no importa, pronto lo entenderás.- Sonrió mostrándole sus colmillos con intención y lo lanzó a la habitación.

Aaron cayó al suelo por aquel acto tan brusco golpeándose un poco su brazo derecho, y cuando levantó la vista vio a Samuel cerrando la puerta de la habitación con pestillo para hacerlo sentir como si tuviese aún menos escapatoria.

Lo tomó bruscamente por el pelo y no lo acomodó en la cama, sino que más bien lo lanzó a esta, haciéndole botar un poco sobre la mullida superficie. Aaron aún no tenía ni idea de lo que estaba pasando, pensó en bajar de la cama, pero unos ojos rojos que miraban a los suyos con una mezcla de ira y arrepentimiento (y deseo, pero Aaron fue incapaz de interpretar eso) detuvieron sus acciones, así que el pequeño humano solo se recostó sobre la cama bocarriba esperando que su castigo llegase, fuese el que fuese.

- E-Es muy cómoda, amo- dijo refiriéndose a la cama para intentar conversar sobre algo, quizás aplacaría así el enfado del otro, pero el vampiro solo soltó una sonora carcajada y entendió que realmente el chico no tenía ni idea de lo que iba a pasar.

- Pronto no dirás lo mismo- dijo el otro comenzando a quitarse la camisa. No lo entendía, no porque fuese estúpido, sino porque era demasiado inocente como para haber visto jamás lo que pasaba después de que una persona se desnudase frente a otra. Pero Samuel se quedó finalmente en ropa interior después de, prácticamente, arrancarse las prendas.

Aaron quedó unos segundos prendados por la imagen que tenía delante, y pensó que olvidando la clase de monstruo que Samuel Hass era, tenía un rostro hermoso y un cuerpo musculoso que le resultaba intimidantemente atractivo, pero Aaron solo se permitió esos pensamientos durante una fracción de segundo, porque en ese tiempo el vampiro ya se había subido sobre la cama y, moviendo las piernas del muchachito como si fuesen de juguete las había puesto a los lados de sus caderas.

Aún con la ropa de por medio, Aaron sintió algo extremadamente duro contra su trasero y enlazó hechos, recuerdos: Aquel oral que le había hecho al vampiro, aquella vez que le había preguntado sobre su sexualidad.

Sus ojos se dilataron del miedo, su boca se abrió sin dejar ir ningún ruido, un suspiro mudo, sus pupilas se contrajeron al igual que todo su cuerpo, dejando que apreciase una imagen distorsionada del vampiro que tenía encima, un pitido distante opacó cualquier ruido en sus oídos y en un segundo todo estalló, porque Aaron acababa de entender lo que pasaba.

- ¡NO! ¡NO! ¡ESO NO, AMO! ¡POR DIOS, NO ME HAGA ESO!- Gritó el muchacho desesperado, tan fuerte que casi sintió un sabor metálico en su garganta, y en contraste con la tranquilidad que estaba mostrando, comenzó a revolverse como un gusano atrapado, a manotear y patear al vampiro sin lograr moverlo ni un centímetro.

Llorando y gritando desesperado mientras trataba de defenderse, el vampiro tomó sus muñecas y las sujetó a los lados de su cuerpo, se arrastró más entre las piernas del adolescente y presionó, intimidándolo con lo que notaba a través de la ropa, el chico seguía forcejeando, aunque ya no le quedaban muchas energías para luchar.

- Me parece que ya entiendes lo que pasa- sonrió el vampiro comenzando a arrastrar su lengua por el cuello del chico que se resistía a más no poder, pero notaba como si sobre sus muñecas, en vez de dos manos (o garras, considerando que Samuel era un monstruo) hubiese dos bloques de cemento- Te voy a dar un castigo ejemplar, a partir de ahora no creo que vuelvas a desobedecerme- siseó con voz ronca en el oído del menor antes de comenzar a morder su suculento cuello, sin romper la piel pero estirando de ella, hiriéndola un poco para hacerle sufrir- ¿Te desnudas tú o vas a desobedecerme otra vez?- Soltó las manos del chico tras esa orden camuflada como una pregunta retadora y este pronto comenzó a sobar sus adoloridas muñecas con miedo.

- P-Por favor, me portaré bien, haré lo que quieras, pero no me hagas esto, t-te lo suplico- dijo el chiquillo comenzando a sentir de nuevo los colmillos en su cuello, rozando la piel mientras lamían su cuello con maldad.

- Así que desobedeces- comentó el otro separándose un poco del cuerpo del chico, quien se ilusionó al ver durante un único segundo la compasión en los ojos del otro, pero en verdad era solo un reflejo de su propia mirada, porque un segundo más tarde ese hombre estaba desgarrándole la camiseta con las manos.

Aaron se revolvió dándose cuenta de que la parte superior de su ropa se encontraba hecha trizas contra su piel y en un momento Samuel lo tomó de la cintura y lo giró, haciéndole quedar bocabajo en la cama.

Aaron se alertó, moviéndose y tratando de huir, pero la fuerza del otro era sobrehumana y con una sola mano ya podía retenerle.

Sintió las uñas del vampiro clavarse levemente en su nuca y descender, recorriendo toda su espalda y llegando hasta el extremo de los pantalones. Metió sus dedos dentro del pantalón y el bóxer y los bajó los dos de un tirón, haciendo que quedaran bajo las rodillas del de cuerpo fino y delgado.

- ¡No! ¡Samuel, por favor!- Era la primera vez que desobedecía la orden que implicaba no llamar a su amo por su nombre, y estaba claro que pagaría bien caro por ello.

Sintiendo las gotas de sangre resbalar por los arañazos de su espalda, sintió también una lengua lamiéndolas y haciendo que las heridas escociesen más, una mano adentró tres dedos en su boca, solo para molestar y a modo de mordaza temporal, porque a Samuel no se le pasó ni por un segundo la idea de preparar al chico con esos dedos cubiertos de saliva, porque estaba claro que no pensaba prepararlo de ninguna manera.

Mordió los dedos tan fuerte como pudo, notando la ya conocida y asquerosa sangre de vampiro en su boca, pero Samuel no se inmutó. A causa de eso tragó sin querer algo de la sangre de Samuel y sus heridas en la espalda se curaron, ya no había rastro de los arañazos, pero Samuel no pensaba dejar las cosas así.

Samuel giró por completo el cuerpo del niño en la cama, exhibiendo su cara llorosa y su cuerpo perfecto, mostrando también aquel tímido miembro que deseaba taparse, pero que no pudo.

- ¿Ahora te gusta morder?- preguntó con malicia bajando al cuello del menor, sin romper la piel comenzó a morderlo, y también los hombros y clavículas dejando desagradables marcas en su piel, pero el colmo fue cuando llegó a sus pequeños pezones, ahí los mordiscos sí dolieron, y más de lo que jamás pudo imaginar.

- ¡LO SIENTO! ¡Lo siento! Lo siento...- y por cada vez que lo decía su voz se ahogaba más en lloros, perdiendo intensidad.

Aquellos mordiscos no eran la peor parte, porque de golpe el chico volvió a ser girado sobre la cama al antojo del vampiro, quien ya había liberados su enorme, y a los ojos de Aaron aterrador, falo de los bóxers, que estaba tirados a un lado de la cama.

Samuel empujó el pecho y cabeza del niño contra la cama, ahogándolo en sus propios gritos de pánico, pero lo tomó por la cintura obligándolo a hincarse sobre sus rodillas. Se abalanzó sobre él y tomó sus dos manos, apresando sus muñecas en su puño derecho y situando este agarre en la espalda del chico, ahora ya no podía levantarse.

- Vas a entender que eres mío- dijo con voz ronca mientras el chico sorbía y sollozaba. Sentía esa enormidad refregarse, dura y húmeda, contra sus nalgas, demasiado caliente y tocando aquel lugar que el chico cerraba con tanta fuerza que juraría que no podía entrar ni un alfiler, pero se equivocaba.

Samuel separó las nalgas con su mano libre y alineó la punta de su pene sobre el pequeño y virginal orificio del niño, se aseguró de que el chico no se movería de la posición y, haciendo uso de su fuerza que superaba la de cualquier humano, entró hasta el fondo de una sola estocada.

El aullido de dolor inhumano que soltó Aaron era desesperante y la mirada en sus ojos casi le parte el corazón a Samuel, lo que le hizo enfadar de nuevo ¡El no debía mostrar debilidad, y mucho menos debía dar a entender que tenía corazón! Pero en el fondo era una sensación de culpa adictiva, le hacía recordar esa humanidad que en cierto modo anhelaba

Sentía su parte trasera como si un cuchillo entrara para partirle por la mitad desde las entrañas, y cada vez se hacía más grande y más duro. Dolía tanto que no podía respirar o tomar aire para gritar, pero cuando el hombre comenzó a moverse dentro su culo y a empujar dentro y fuera en movimientos repetitivos, pensó que perdería el conocimiento, tanto dolor no podía ser real.

Samuel notaba como el delicioso chico ejercía tal presión en su esfínter que todavía lo hacía más apretado, y era increíble como alguien tan inexperto le complacía de esa manera.

Comenzó a arremeter contra el chico sin cuidado alguno mientras lo escuchaba gritar, aunque eso solo fue al principio, porque después solo se oían pequeñas quejas y ya no había resistencia aunque le había soltado las manos, simplemente el niño ya no podía no gritar por el miedo y el cansancio ni moverse por el dolor.

Pero Samuel seguía deslizando su enorme falo hasta el fondo de su húmedo recto, y notaba el caliente interior del niño arder aún más pues la sangre ya escurría por sus muslos, lubricándolo y haciendo que Samuel llegase al fondo más rápido y deslizándose con más facilidad por el angosto pasaje que no había sido preparado para aquello.

Las crueles estocadas parecían no tener fin, y a Aaron le dolían los ojos de tanto llorar, que era lo único que en esa posición podía hacer. Le estaban arrebatando lo único que podía guardar para alguien especial. Los golpes e insultos estaban solo para humillar, pero el perder su virginidad no debía ser algo humillante, sino un placer que debía ceder a alguien con quien compartiese todo, con alguien en quien confiase, pero ese hijo de puta se lo estaba arrebatando, convirtiendo una hermosa oportunidad en esa desastrosa humillación.

Ahora Samuel lo tomaba por las caderas empujándolo más hasta su erecto miembro, empalando al rendido chiquillo sin piedad y sintiendo un placer que juró no olvidar jamás. Aquel estaba siendo el mejor polvo que había echado jamás, y era el castigo perfecto para Aaron, deseó que se portase mal más a menudo, porque reconocía que era obediente, para poder meterse entre sus finas piernas y poder entrar a través de esas nalgas redondas y pomposas que ahora apretaba en sus manos y cacheteaba sin parar mientras su enorme virilidad entraba y salía sin control, cada vez más fuerte, duro y profundo. Cada vez más doloroso, y es que sentir al crío apretar su dulce trasero hacía que Samuel rugiese de placer al notar esa presión placentera sobre sus partes más sensibles. El golpear de su pelvis contra el culo de su abusado chico le resultó extremadamente erótico y supo, al ver la cara enterrada en la almohada del lloroso chico, que no aguantaría ni un minuto más; así que lo hizo, dio una última estocada, tan fuerte y honda que sintió el cuerpecillo del chico temblar entero y ahogar unos quejidos, y entonces se corrió dentro de él.

Dejó ir un suspiro de satisfacción y se tumbó en la cama escuchando al niño llorar. Se acurrucó contra sus rodillas hecho una bolita en la cama, queriendo morirse mientras esa cosa cálida se deslizaba por su herido interior hasta salirse por ese lugar tan íntimo y especial que ese hombre había violado sin piedad, sintiendo el semen y la sangre mezclarse entre sus muslos, saliendo de él, deseó desaparecer para siempre.

Samuel vio al chico de esa manera y no tuvo tacto alguno cuando puso, vagamente, su pie en la espalda del chico y empujó hasta la orilla de la cama para dar una pequeña patada que hiciese caer a Aaron al suelo. Soltó un grito pero no se atrevió a mover su adolorido cuerpo, ni hablar quería, no llorar. Sintió algo de pena aún sin mirar esos ojos por lo que acababa de hacer, pero Aaron debía saber que su sitio era el suelo.

A la noche siguiente Samuel despertó, y el chico no lo hizo porque desde que aquello pasó no había dormido, solo se había quedado ahí, quieto, esperando que algo pasase, algo bueno porque todo aquello no podía ser real.


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