No puede ser mejor

 Y aunque Samuel tampoco iba vestido para la ocasión no dudó un solo segundo en levantar al menor en sus brazos y, tomándolo con fuerza contra su pecho, salir disparado hacia una zona costera cercana. Claramente el chiquillo se sorprendió ante la rapidez con la que el vampiro actuó, pero aunque al principio se removía algo temeroso por la espontaneidad de los hechos, después se dejó hacer, relajándose en el abrazo protector de su amo.

El viaje no duraría más de cinco minutos gracias a la velocidad del vampiro, pero este deseó un trayecto más largo pues adoraba sentir al pequeño apretujado y abrazado contra su cuerpo, temblando débilmente por el frío que azotaba su ser y respirando con miedo por la gran velocidad que había alcanzado Samuel.

A los cinco minutos de haber llegado Aaron estaba ya sobre la arena, descalzo y clavándose pequeñas piedrecitas en las plantas de sus pies y sintiendo como el aire frío y salado, con el picante olor a mar, galopaba ya sobre sus fosas nasales y envolvía todo su cuerpo en una sensación hogareña y de relax. Samuel se sintió perplejo al ver como el chiquillo, sin muestras del pudor y la timidez que siempre tenía, se bajaba con prisas sus pantalones dejando al descubierto una ropa interior que se ceñía a sus perfectas nalgas marcando su forma circular y deseable que encendió a Samuel, y como se arrancaba con prisas la camiseta dejando al descubierto su delgado y apetecible cuerpo y lanzando a la arena ambas prendas, ensuciándolas pero sin darle importancia pues comenzó a correr como si ante él se hallasen las puertas del cielo, hacia el agua negra del mar.

Eso era lo que el pequeño necesitaba, algo de calma y paz, un pedacito olvidado de su vieja vida, porque algo tan simple como el olor del mar le había devuelto tantos sentimientos, recuerdos y emociones que apenas pudo contener sus lágrimas, pero nadie se percató de ello pues se fundieron con la helada agua marina en la que el chico se sumergió sin darle importancia a su frialdad, en cierto modo Samuel estaba mucho más frío que esa agua cuando tenía hambre, así que aquello sería como zambullirse en sus brazos una vez más.

El menor, cuyo cuerpo se cubría casi totalmente por el agua, se sorprendió viendo como tras de sí un Samuel en ropa interior comenzaba a caminar mar adentro, hacia él, mientras sus ropas dejadas en la orilla se mojaban poco a poco, pero ¿Qué más daba?

No podía dejar de mirar su figura acercarse porque simplemente aquello habría sido un pecado. La olas rompían feroces contra su fuerte pecho empapando sus pectorales y abdominales marcados pero sin detener su avance, como si fuese implacable, la espuma rabiosa y blanca de la mar se mezclaba con los tonos níveos y pálidos de la piel del vampiro que parecida incluso resplandecer con su cuerpo afrodisíaco bañado en la melosa luz de la luna llena, que le daba a su rostro un tono espectral y a sus ligeros rizos perlados por al agua marina un tono, más que rubio, dorado. Su sonrisa curva y perfecta, amable pero provocadora, despertaba en el menor un deseo irrefrenable de correr a sus brazos, pero sus colmillos brillantes como perlas le repelían en cierto modo aunque también diesen su morbo. Los brazos fuertes que se cruzaban contra su pecho, haciendo crecer sus músculos mientras el agua se deslizaba por ellos, indigna de tocar semejante escultura. Sus piernas fuertes y largas avanzando como si el oleaje salvaje no fuese más que una llovizna bajo su cuerpo. Sus ojos marrones y sin brillo que pronto empezaban a tornarse rojos por el deseo surgido de ver a esa pequeña criaturita mortal bañada en agua y deslumbrante de felicidad.

Aaron pensó que en aquel momento Samuel Hass no podía ser más perfecto.

Se acercó a él despacio y pronto lo tuvo delante, sonrió ante la mirada fija e incrédula del menor, ni si quiera sabía disimular y sus ojos se perdían en el adonis que tenía ante él.

Alargó una mano y tomó de la nuca al chico, lo acercó a su cuerpo y él se inclinó un poco para dejar un simple y casto beso en sus labios. Dulce y salado, Aaron era una explosión de sabores.

Sin decir más Samuel colocó uno de sus pies detrás de los del menor y en un rápido movimiento ya lo había hecho perder el equilibrio, por lo tanto se sorprendió cayendo hacia atrás y hundiéndose en el agua, cosa que hizo reír a Samuel.

- ¡Oye!- exclamó el pequeñajo queriendo parecer ofendido mientras una sonrisa desmentía lo que su tono de voz pretendía. Se apartó los mojados cabellos del rostro y a continuación intentó imitar el gesto del vampiro, pero claramente no pudo moverlo ni un milímetro y mucho menos hacer que cayese al agua.

Samuel siguió riendo ante la frustración del empapado muchacho y lo tomó en brazos, alzándolo y besando una vez más sus labios.

Pronto ambos comenzaron a juguetear en el agua como dos niños pequeños, aunque claramente Aaron estaba más desventajado, era divertido ver como el menor sonreía sin pena alguna y se reía por las jugarretas infantiles que el vampiro hacía para fastidiarlo. Samuel por su lado también se estaba comportando como el jovencito humano que había sido mucho tiempo atrás y aunque ya había olvidado esa faceta suya le encantó revivirla.

Por el frío y por el hambre que sentía Aaron ambos acabaron yéndose tras nada más y nada menos que cinco horas en aquella playa donde con solo agua, arena y su compañía mutua habían pasado uno de los mejores ratos de la vida de ambos.

Nada más comer y tumbarse en la cama Aaron cayó dormido, estaba exhausto después de haber estado toda la noche en movimiento, pero aún no era la hora de dormir del vampiro, por lo cual aprovechó para observar su rostro apacible y de cabellos desordenados.

La noche del jueves apareció de forma repentina y temprana, quizás porque ambos se despertaron curiosamente antes de la hora que para ellos ya estaba normalizada.

- Buenas noches- dijo Samuel al ver a su pequeñajo despierto, el chico algo inconsciente de sus actos rodó en la cama dándole la espalda y murmurando adormilado que quería dormir algo más. Samuel rió por el comentario inocente del humano, parecía un crío que se negaba a ir a la escuela así que esa visión lo enterneció y se acercó al chico, rodeando su cintura en sus brazos de adonis y apretándolo contra su duro pero agradable cuerpo, lo cual acabó por despertar al chiquillo.

- Hola Sami- murmuró con mucha vergüenza y las mejillas rojas como tomatitos. Su voz había temblado un poco pero igualmente sonaba más seguro que de costumbre y se giró entre los brazos del vampiro para tenerlo cara a cara y poderlo abrazar también. Sus finos y menudos brazo apenas alcanzaban a unirse de nuevo tras las anchas espaldas del vampiro, quien sonrió burlón al ver a su humano tratando de darle un abrazo.- A-Anoche me lo pasé genial, gracias por llevarme a la playa- agradeció con un ligero pero intenso brillo en sus ojos zafiro, cuyo collar a juego seguía en el suculento cuello de Aaron.

Samuel sonrió y enterró su nariz en el pelo del chico, aspirando el delicado y esponjoso aroma a Aaron, era como un algodón de azúcar que se mezclaba con el agua marina.

- No tienes que agradecerme nada, ya lo sabes- susurró con delicadeza y conservando un tono de voz bajo y dulce para hacer sentir cómodo al menor- si me haces volver a repetirlo te pienso comer- amenazó con algo de sadismo pues sus ojos comenzaron a brillar a la par que hacía crecer sus filoso y peligrosos colmillos, en ese mismo instante también convirtió su abrazo en una prisión tomando con fuerza al joven para que aunque lo intentase no pudiese huir.

Aaron lo miró asustado pero sabiendo que no era más que un juego de esos en los que su miedo era la victoria del otro y su derrota, pero el vampiro se compadeció de esos ojos asustados y relajó el agarre, ahora sus músculos tensados bajaron de volumen, siendo aún así enormes, y Aaron se sintió por fin más libre.

- ¿Qué quieres hacer hoy?- preguntó Samuel convencido de que el mejor destino, más que un lugar paradisiaco o una isla afrodisíaca, era quedarse en esa mullida cama hablando o jugueteando de forma morbosa con su humano, pero claramente debía respetar la opinión de Aaron y cumplir alguno de sus deseos para mimarlo un poco, al fin y al cabo se merecía unos cuantos caprichos.

- Estoy muy cansado ¿Nos podemos quedar aquí sin hacer nada?- preguntó dando tanto en el clavo que Samuel se planteó si el chico podría haberle leído la mente, pero la idea era graciosa de tan ridícula que sonaba. Samuel asintió ante esa propuesta y vio al menor sonreír de esa forma tan pura y sincera que tenía, como si sus labios fuesen las más dulces chucherías, blandas y fáciles de masticar con enormes colmillos y lenguas atrevidas, y sus dientes fuesen las más caras perlas, aquellas que conformaban la puerta a su boquita y que dejaban paso libre a la lengua aterciopelada del vampiro.

Samuel se giró con rapidez levantándose y poniéndose a cuatro patas como un felino hambriento y miró a Aaron deseoso, este se ruborizó imaginando que quería y su cuerpo reaccionó por él, el estímulo de tener a su dominante sobre él mirándolo de forma promiscua era algo sucio e incorrecto, pero morboso y sexy al fin y al cabo. Así que Aaron comenzó a sentir calor por todo su cuerpo y quiso que su cerebro dejase de repetirle reiteradamente lo mucho que le gustaba ser dominado por ese gran vampiro.

Samuel tomó las muñecas del pequeñajo en una de sus enormes manos y las rodeó con prisas pensando que el chico se resistiría al menos un poco, pero no fue así, las azotó con violencia en el colchón sobre su cabeza, logrando asustar un poco más a Aaron, quien vio al vampiro lamerse los labios de forma lenta y candente.

Él solo ladeó la cabeza y cerró los ojos esperado sentir los tan delicados cariñitos que Samuel le hacía en una zona tan erógena como el cuello normalmente. Sintió un beso muy liviano y casto en su piel, después fueron dos besos ligeros y cariñosos en su yugular, pero eran cada vez más exigentes y desesperados, hasta que el vampiro se acostumbró a aplastar con rudeza sus belfos contra el cuello y aspirar el aroma mientras succionaba la piel o la mordía causando quejiditos en Aaron.

- No pensaba que te gustase tanto que te besase el cuello- respondió el otro recordando como la noche anterior Aaron le había confesado que le agradaba que le mimasen en ese lugar tan delicado. Habló señalando la erguida y dura polla de Aaron, que aún se ocultaba bajo unos pantalones demasiado finos. Aaron se sonrojó a más no poder y tapó su erección como pudo con ambas manos y una velocidad increíble.

- Q-Que vergüenza...- musitó el pequeño mientras su dominante reía ligeramente sobre él, enternecido por el rechazo que el erotismo desenfadado lograba causar en Aaron, como si fuese algo incorrecto.- E-Es que tus besos me gustan mucho...- admitió el chiquitín queriendo ser tragado por las sabanas de su alrededor para desaparecer de tan vergonzosa escena.

-Lo sé- respondió Samuel con algo de altanería mientras sonreía cínicamente y hacía que su nariz acariciase la del humano en un casto y tierno beso de esquimal.- ¿Quieres que me ocupe de eso?- preguntó señalando la erección del chico oculta bajo el pantalón y sus frágiles manos que la intentaban aminorar.- ¿Para qué pregunto?- dijo retóricamente ante los ojillos dudosos del chico, que con sus labios acorazonados lo provocaba, haciendo gestos como entreabrirlos dispuesto a darle una respuesta o mordérselos- Claro que quieres- siguió mientras hablaba en la oreja del excitado chico.

Aaron debía y quería aprender a no tener esa indebida y molesta vergüenza con el vampiro pues si Samuel no tenía pudor él debía saber estar en las mismas condiciones, pero aunque Aaron pudiese forzarse a actuar atrevidamente jamás se libraría de su característica vergüenza, que se manifestaba en el rubor adorable de sus mejillas.

Paulatinamente apartó sus manos de su virilidad y dejó que el vampiro cubriese esa parte de su pantalón con sus enormes manos, masajeándolo un poco por fuera como si quisieses amasarlo y realmente era lo más agradable que Aaron podía sentir en ese momento.

- T-Tu también...- murmuró el chiquillo con el pulso acelerado cual bomba de relojería mientras señalaba la entrepierna apretada y comprimida por el pantalón, de Samuel, cuya excitación también era más que palpable.

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