-¿Cómo te sientes?- preguntó curioso mientras el chico se tambaleaba un poco, estando plenamente consciente, pero con su cuerpo aún ligeramente adormecido.
- B-Bien, amo- mintió sintiendo que todo a su alrededor giraba como una peonza en la que él estaba encerrado. Se movió un poco hacia atrás dispuesto a levantarse e ir al baño a lavarse la cara con agua bien fría para tratar de despertar a su cuerpo por completo, pero el vampiro tiró de él atrayéndolo hasta su cuerpo y evitando que dicha acción fuese llevada a cabo.
- No intentes levantarte, el efecto aún no se ha pasado y tu cuerpo sigue algo adormilado. Supongo que estarás demasiado débil como para sostenerte en tus piernas durante el resto de la noche, además has perdido mucha sangre- dijo el vampiro empujando con su mano la pequeña espalda del chico hasta hacerlo caer sobre su pecho, cosa que no le costó ni un mínimo de esfuerzo pues el cuerpo sedado del chiquillo no oponía resistencia y su fuerza tras perder tanta sangre era prácticamente nula.
- ¿Me... me has mordido de verdad, amo?- preguntó Aaron pasando su mano por el cuello, incrédulo por la falta de evidencias del mordisco sobre su piel y por el hecho de que no hubiese tenido que soportar más dolor que el de un ligero, aunque inesperado, pinchazo.
- Claro ¿Acaso crees que dejaría pasar la ocasión?- preguntó este sintiendo después de muchos años sin sentir aquello, calor. Él siempre tenía frío, al igual que todos los vampiros cuya temperatura corporal es la adecuada para la raza, es decir, la temperatura de un muerto; y tras tantos años teniendo frío, se había acostumbrado a la perfección hasta el punto de amar el frío, por ello también amaba la nieve y muchas veces visitaba países nórdicos, pero ahora al tener a ese pequeño muchacho vivo encima sintió un calor abrumador, pero no por ello era sofocante, sino más bien reconfortante ya que era cálido pero no abrasador.
- No – respondió el chico con algo de timidez- es solo que como no ha dolido es raro... te agradezco que los hayas hecho así, amo- Como si los papeles de ambos se hubiesen intercambiado, ahora era Aaron el que sentía frío y mucho además, reposar sobre Samuel, por muy excitante que pudiese parecer, era en esos momentos, para Aaron, como estar estirado sobre un trozo de hielo gigante por su temperatura y por la dureza de sus músculos, que ocultos bajo la ropa se hacían notar igualmente.
- No tienes que mentirme, me cabrea que intentes hacerme la pelota así- dijo el otro apoyando su cabeza en su mano mientras observaba a ese pequeño y sus cambios de expresión, ya que pasó de estar relajado a indignado.
- ¡No miento! Agradezco eso, de verdad, amo. Sería mentira si hubiese dicho que ya no te odio- eso último apenas lo susurró, como una demostración de su sinceridad pensó que debía decirlo, pero a medida que las palabras salían de su boca comenzaba a percatarse de que eso había sonado un tanto ofensivo y que, claramente, podría enfadar a Samuel. Pero el pobre chico era tan inocente que al no tener malas intenciones ni siquiera pensaba en lo que decía.
-Vaya- se sorprendió el otro ante el comentario del chico mientras notaba que este se tensaba y temblaba esperando a ser castigado- que sutil- dejó ir una leve risa, grave pero amigable, aunque eso no significaba nada puesto que Samuel podía ser cruel en todos los contextos.
Samuel tomó al chico por el pelo y lo echó para atrás, haciendo que el chico sobre su regazo se tambalease estando a punto de caer, pero antes de eso el vampiro puso su mano en el pecho del pequeño humano y lo impulso hacia atrás, por suerte el chico no cayó de bruces en el suelo sino que su espalda y cabeza se golpearon contra la mesa de madera de delante de la butaca, haciendo que las piernas del chico siguiesen en el regazo del hombre mientras el resto de su cuerpo se estiraba sobre la mesa.
- Si quieres demostrarme que no mientes no necesitas vacilarme de ese modo- advirtió tomando al chico por el cuello y levantándolo unos centímetros, distanciándolo de la superficie de la mesa para después mover el agarre hacia abajo, haciendo chocar al chico contra la mesa de nuevo como si fuese un muñeco. Y es que el atrevimiento del chico habría sido perdonado por Samuel si hubiese dicho cualquier otra cosa, porque el vampiro había decidido portarse mejor con el chiquillo, pero oír que ese pequeño le seguía odiando lo sacaba de quicio.
- Debería lavarte la boca con lejía- murmuró furioso levantando de nuevo al chico, moviéndolo como si no tuviese peso, colocándolo sobre su regazo pero ahora peligrosamente cerca suyo.- Da gracias a que hoy estoy de buen humor - dijo el hombre, incapaz de hacer lo que había mencionado ¿Quién sumergiría esos rojizos labios en lejía, estropeándolos? Debía ser un crimen, además, no podría hacerle tanto daño ahora, porque si eso hubiese sucedido el día que conoció a Aaron, su amo no habría dudado ni un segundo en derramar un bote entero de lejía hasta en los ojos del chico- Pero mereces un castigo, aunque sea pequeño- murmuró acercándose a sus labios, hablando casi sobre ellos y al chico se le cortó la respiración cuando notó los colmillos contra sus belfos.
Samuel comenzaba a morderle el labio inferior al niño, apretaba con fuerza la blanda superficie y antes de que se rompiese la soltaba, haciendo que al chico se le saltasen algunas lágrimas mientras sus labios se veían plagado de miles de marcas, pero Samuel se hartó de ver a ese pequeño lloriqueando por tan sutiles y ligeros mordiscos e hincó sus colmillos a los lados del pequeño labio inferior del chico, que si antes era sonrosado ahora se tenía de rojo, goteando mientras el niño dejaba ir un pequeño chillido y apretaba sus manos en puños contra el regazo del vampiro.
Nada más acabar de morder esos labios tan bonitos se relamió viendo como la sangre goteaba de la boquita del muchacho y su labio inferior destrozado temblaba y se amorataba en su contorno, hincándose y dejando de sangrar poco a poco, aunque las heridas estaban muy lejos de curarse.
No quería curarlo, al menos no esa noche, la ofensa para él había sido muy grande y quería ver al chiquillo sufriendo su castigo por ello, pero esos ojos azules cristalinos no paraban de llorar mientras el chico de su regazo dirigía sus manos al destrozado labio, palpando y tratando de reconocer aquella mordisqueada superficie.
- Joder, no me mires así- le dijo con algo de enfado Samuel suspirando al compadecerse de aquellos humedecidos ojos y aquella vocecilla que solo dejaba ir quejas pues con el labio en esa condición no creyó que pudiese hablar mucho- Esto es tu culpa- recalcó regañando al pequeño chico lloroso que solo quería poder hablar en condiciones para decirle que lo sentía y que no había hecho ese comentario para ofenderlo o enfadarlo.
- p-p-pero... los... lo si-siento- logró articular Aaron y aunque aquel tono de voz tan inocente y dolido había sonado más como si el chico tratase de chantajear emocionalmente a Samuel, nada se alejaba más de sus intenciones de ser sincero.
- Oh, mierda...- se quejó el vampiro mirando a esos ojos cristalizados de los que no podía separarse, y aunque cerrara los ojos esa voz le taladraría al igual que lo hacía su mirada, y si el chiquillo se callaba entonces sus latidos, el olor de su sangre, el calor de su cuerpo... todo alertaría a Samuel de que debía sentir esa angustiosa culpa que se le encallaba en el fondo de la garganta, haciéndole sentir arcadas, mareándolo como si fuese un mortal enfermo- Que sea la última vez que te atreves a decir ese tipo de cosas- dijo Samuel rasgándose un dedo y metiéndolo en la boca del pequeño, que con avidez aunque un poco de asco, lamió la sangre del vampiro, sintiendo sus labios curarse, y es que en verdad esa era una de las zonas más sensibles de su cuerpo, al igual que su cuello.
- A-Amo, no te estaba retando ni nada por el estilo... l-lo he dicho sin pensar, no quería ofenderte- Admitió algo apenado mientras pasaba sus dedos por el curado labio inferior, repasando una superficie lisa y en perfectas condiciones, agradeciendo que ninguna marca marcase sus labios pues estos eran una de las partes del cuerpo de Aaron que más le gustaba, después de sus ojos.
-Cállate de una vez- bufó molesto Samuel, sintiéndose humillado por no haber podido llevar a cabo un castigo tan simple como eso, furioso porque ese chico le controlaba incluso sin darse cuenta- No vuelvas a hacerlo y punto, la próxima vez no pienso perdonarte- advirtió Samuel en un tono extremadamente rudo, con su voz ronca e incluso gutural pero sin poder resistirse a acariciar los revueltos cabellos del chico, peinándolos un poco y quitándole autoridad a su amenaza.
- A-Amo ¿Puedo preguntarte algo?- dijo el chico algo asustado y aún palpando su labio, incrédulo como un niño pequeño al que le hacen un truco de magia y no acababa de asimilar lo que había pasado.
- Sí.- respondió el otro tratando de parecer cortante cuando en realidad la curiosidad ya comenzaba a invadirle.
- ¿P-Porque me has perdonado el castigo?- dijo tímidamente y casi en un murmullo como si quisiese no ser escuchado pero no tuviese el valor suficiente como para decirle a Samuel que le daba demasiado miedo preguntarle.
Samuel enmudeció de golpe, la pregunta que sonaba en su mente, siendo opacada por el sonido del miedo, el miedo de una respuesta que Samuel no quería oír, pero por mucho que pudiese ignorar esa pregunta de su mente no podía hacerlo de los labios de ese hermoso chico, y como un acto reflejo la respuesta había salido disparada de él, como si estuviese esperando la mínima oportunidad para darse a conocer, para hacer notar y que Samuel aceptase lo que estaba pasando.
- Porque creo que estoy comenzando a quererte- las palabras salieron de su boca con más naturalidad que el suspiro de frustración que dejaba ir al querer golpear al chico cuando este lo miraba a los ojos, frenando todos sus ataques. Mientras las letras se formaban en sus labios se arrepintió, porque si algo lo hacía débil era Aaron, pero el objetivo era que este no lo supiese, porque el odio que ese pequeño le tenía podría matarle, matarle de verdad, porque si volvía a mencionar que odiaba a Samuel, lo más seguro es que este perdiese el juicio.
No pudo evitar decir aquello, no pudo hasta el punto de que su momento creyó que aquello era un solo pensamiento, que no lo había dicho, porque todo era demasiado confuso como para ser real, pero la evidencia de que había revelado aquella verdad que tanto le sorprendía la encontró en el rostro boquiabierto del ojiazul, que lo miraba de manera extraña. Aaron no sabía si su amo había enloquecido o si le estaba gastando una broma. Después de unos segundos de reflexión que pasaron como horas para ambos, el más pequeño se dio cuenta de aquello no era una burla ni por asomo, y en verdad tenía mucho sentido porque si aquello era cierto entonces el comportamiento ''paciente y amable'' de Samuel las últimas noches tendría una justificación. Pero aún así a Aaron no le cabía en la cabeza que ese hombre que tanto daño le había hecho ahora pudiese quererle, sobretodo sabiendo que él lo odiaba, quizás no lo odiaba mucho, pero aquel odio era irremplazable, inamovible y nadie podría cambiarlo.
Samuel entonces sí suspiró ¿Qué iba a hacer ahora con Aaron? Golpearle para rebatir lo que acaba de decir o burlarse le parecía un buen plan, pero simplemente no era capaz ¿Cómo podría darle una paliza si apenas podía partirle el labio sin sentirse mal?
- Nunca menciones nada respecto a lo que acabo de decir- dijo Samuel sujetándose el puente de la nariz mientras cerraba los ojos deseando que todo hubiese sido un mal sueño, deseando no haber dicho nunca esa verdad porque estaba seguro que el crío aprovecharía esa debilidad suya para vengarse por todo su odio, pero Aaron no era esa clase de persona.
- P-Pero- comenzó a decir el niño, queriendo hablar sobre el tema, o simplemente reflexionar, pedirle explicaciones o que al menos le dijese si lo había dicho de verdad.
- ¡Cállate!- Rugió Samuel mostrando sus colmillos, aproximándose demasiado al pequeño cuello que tanto había catado y que jamás se cansaría de mordisquear y lamer, deseó arrancárselo a mordiscos y que el chico no pudiese hablar del tema nunca jamás, pero algo en su pecho se encogió al imaginar cómo sería la mirada triste y asustada de Aaron si eso sucedía- No quiero que hables de eso- musitó en su oreja tratando de simular un tono dulce, pero en él era algo muy extraño y que pocas veces había hecho, por lo tanto Samuel era un inexperto en ese campo en el que ahora debía adentrarse si quería que el lastre del odio de Aaron no lo acabase de hundir por completo.
- P-Pero amo, es injusto que no pueda decir nada sobre eso, además y-yo solo quiero preguntar...- Aaron fue interrumpido en su queja al notar que su boca era cubierta por la enorme mano de Samuel, que la vez que lo amordazaba también lo sostenía con fuerza.
- Ni una palabras más sobre el tema ¿entendido?- dijo Samuel, risueño al ver a su pequeño fruncir el ceño ligeramente por aquello. El chico asintió como pudo dejando que su rostro de frustración y su mirada que huía de la del vampiro enternecieran a este último.
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