Prólogo


Hola, Todd ¿Cómo estás?

Sé que no vas a responder, llevas tres años sin responder, pero aun así te pregunto porque me preocupo y quiero que lo sepas.

Hoy he decidido contarte como empezó todo, eras muy pequeño cuando pasó como para entenderlo y los demás de la casa de crianza siempre te aislaron demasiado como para darte una explicación. Hablando de los demás, los han vendido a todos, han llegado nuevos, pero nadie se encariña con nadie ya, nos tienen en habitaciones separadas aquí ¿en la casa de crianza donde te mandaron a ti sucede lo mismo? Espero que no, es muy triste... hecho de menos tener un amigo, compartir habitación contigo y robar comida de la cocina cuando las Madres no vigilaban.

Como decía, quería contarte cómo es que el mundo es así. Quizá a estas alturas ya sabes todo ¿Qué debes tener ya? ¿Trece años? Ojalá los hayas cumplido... A estas alturas puede que hayas hecho amigos y que ellos hayan vivido la caída de nuestra raza, pero aun así te lo explicaré. Además, no tengo nada más de lo que hablar, todo es lo mismo: paredes grises, pasillos estrechos y ventanas negras. Si algún día veo una flor, escribiré de ella por horas. Hasta entonces, déjame contarte.

El año dos mil veintisiete. Es un número estúpido ¿Verdad? pero cuando lo oigo me entran escalofríos.

La gente hablaba de la tercera guerra mundial, pero no con mucha preocupación, una guerra es la clase de cosas que no te pasan a ti ¿Cierto? Hasta que suceden. Fue hace seis años, cuando yo todavía tenía doce y no acaba de entender la guerra, pero sabía que me gustaba jugar con soldaditos y tanques, también veía películas con explosiones y disparos. En esta guerra no vi nada de esto, no vi nada.

Si tuviese que tener un nombre, sería la guerra de la media noche. Todo empezó a las diez, un jueves en que mamá me había llevado a los recreativos con mi hermana para divertirnos, acabó a las dos, papá posiblemente murió en un accidente de camino del trabajo. Esa mañana, antes de ir a la escuela, tenía prisa así que me olvidé darle mi beso de despedida. Se lo daré mañana, pensé.

¿Y cómo una guerra puede ser tan rápida? La guerra fue horrible, pero de otro modo diferente a las anteriores, fue como un infarto o una de esas enfermedades súbitas que te quitan a un ser querido de un plumazo. Corea del Norte estaba preparado un arma biológica y los Estados Unidos le seguían el ritmo investigando la energía nuclear desde Centroamérica, con la colaboración de Corea del Sur. La palabra bomba era aterradora, sobre todo para cualquier persona que conociese también las palabras Hiroshima y Nagasaki, pero supongo que nadie llegó a pensar que el verdadero horror era el arma biológica de los Norcoreanos. Total, tenemos tantas enfermedades y el doble de medicamentos para hacerles frente ¿No?

Corea del Norte hizo dos pruebas, dos muy pequeñas: contaminaron un depósito de agua cercano al laboratorio de investigación nuclear estadounidense de Centroamérica y liberaron el virus sobre una escuela nocturna de Corea del Sur. Y funcionó, funcionó tan bien como ningún arma ha funcionado nunca. Los mató a todos. A todo el mundo. En media hora toda América se quedó sin agua potable, sin habitantes, ni fauna ni flora. Se convirtió en un lugar inhabitable al nivel de Chernóbil. El arma biológica era un virus, uno que se expandía rápido como la pólvora y reventaba fuerte, pero solo unos segundos, dejando una huella de esterilidad a su paso. El virus de América murió en América, pero se llevó contigo toda la vida del lugar. Ahora es solo un pedazo de tierra estéril flotando sobre el mar. Las imágenes de los noticieros eran horribles, pero cuando la pantalla estaba estática, cuando perdió la señal... Dios, fue tan aterrador.

El ataque que hicieron en Corea del Sur les reventó en la cara, ambas Coreas fueron aniquiladas con la virulencia de América casi en cuestión de minutos. Los niños ni siquiera salieron de clase. Después de eso, el virus barrió China, Rusia y Australia y muchas zonas contiguas. Hay lugares que no sé si están afectados siquiera y no creo que nunca llegue a saberlo. Yo nací en España e incluso aquí, en una zona tan alejada de los focos de la guerra, el virus llegó, devorando a su paso todo lo que pudo en su tan mortecino estado. Llegó atenuado, claro está, y aun así acabó con casi toda la población.

A la una de la mañana, mi hermana y mi madre estaban en el suelo del centro comercial temblando como peces fuera del agua, ahogándose con la espuma que les salía de la boca. Cinco minutos antes, mamá nos había tomado de la mano y había dicho que iríamos a buscar a papá, su mano acabó color negro carbón antes de las dos, es como si se hubiesen quemado por dentro. ¿Y sabes qué? Me quedé ahí, mirando, durante cinco horas. Cinco estúpidas horas mirando a mi hermana y a mi madre muertas mientras mi cerebro no era capaz de hacer otra cosa que esperar a que se despertasen ¡Y fui un idiota! Porque nunca van a despertarse, pero aun así hay veces que sueño que están vivas y me despierto rápido, como si pudiese atrapar ese sueño y quedarme en él por siempre ¡Y no puedo! Porque están muertas y papá también y ¡Todo el mundo está muerto!

Por favor, dime que tú no...

Me pregunto si tuve suerte o solo soy un desgraciado ¿Sabes lo que daría por un abrazo? ¿Por escuchar una voz que no fuese la de las Madres? A los que sobrevivimos, como tú y como yo, y a los que están criando como ganado fresco junto a nosotros solo les queda un destino: ser comprados y devorados.

Creo que la muerte sería mejor que eso.

Pero no quiero morir, a veces lo deseo cuando el dolor es demasiado ¿Quién tendría miedo a la cura de su sufrimiento? Sin embargo, te lo he dicho: soy un idiota. Y una parte de mí, la más idiota, desde luego, quiere seguir, quiere vivir y luchar y ser feliz algún día.

Ya no recuerdo cómo era ser feliz.

Pero aún no he terminado de contar mi historia, tú historia. Ese fue nuestro fin, pero fue su principio. Hablo de los vampiros, ya lo sabes. Con su sed de sangre y colmillos, orejas puntiagudas y fuerza sobre humana, con su corazón muerto, inmune a ese maldito virus.

Cuando la humanidad recibió su mayor golpe, nuestros depredadores dieron el de gracia. Los vampiros habían vivido a nuestra sombra desde... ¿Desde siempre? Dudo que ellos mismos lo sepan, aunque en el grupo se rumoreaba que hubo una época pasada en la que reinaron, borrada de los libros de historia. Son solo cuentos, creo yo.

Tras la devastación del virus se alzaron y vieron que este mundo sin vida ya no nos pertenecía a los humanos, sino a los monstruos, porque ellos están muertos y nosotros... nosotros no tenemos esa suerte.

De nuestras cenizas ellos han hecho su imperio, el mundo es suyo, completamente suyo y nosotros... solo comida. Es espantoso, creo que es mi mayor miedo, que me compre uno de esos terribles monstruos, más brutales, más rápidos y mortales que ese maldito virus que nos lo quitó todo. Pero si no me compran antes de que cumpla veinte seré sacrificado.

No tenemos salvación, Todd, es tan triste. Pero al menos nos tenemos el uno al otro ¿Verdad? Porque yo siempre estaré ahí para ti.

Y después de todos los horrores de los vampiros tengo la estupidez de preguntarme ¿Serán humanos en el fondo? Y lo peor es que me respondo a mí mismo que sí, que muy muy en el fondo lo son y su corazón siente, pero no late, quiero pensar que si encuentro a mi demonio me tratará bien, se compadecerá. No busco ser feliz, es imposible, solo soy un humano en un mundo de vampiros... pero al menos quiero que mi vida no sea un horrible infierno.

Sé fuerte, por favor, por mi, por tu hermano, porque todo ser con el mismo dolor que siento yo en el pecho es mi hermano, no de sangre, quizá sí de lágrimas.

Mañana se celebrará una exposición de humanos aquí y yo estaré en ella. Si no vuelvo a enviarte cartas quiero que sepas que te amo.

¿Sabes? He soñado estas últimas noches, no pesadillas, sino sueños en que un vampiro o una vampira me compraban y me sacaban de aquí. He soñado que me tocaba un amo de buen corazón.

¿Tú crees que los sueños se hacen realidad? Yo espero que sí.



Comentarios