Una vez salieron el menor se sintió abrumado y desprotegido, pero pronto sintió que el vampiro lo obligaba a soltar su manga y lo tomaba de la mano como si fuese su novio, Aaron se relajó bastante y respiró hondo.
- Iván te quito el collar ¿no?- preguntó al ver el cuello de su humano y percatarse tras mucho meditar sobre lo que allí fallaba de que faltaba el collar de perro con la placa que indicaba quien era su propietario.
-Sí... ¿m-me pondrás otro?- preguntó el chiquillo bajando la mirada, la verdad es que ese collar lo sentía como una soga, además de que era humillante le recordaba lo que era, pero en el fondo había algo que no era tan malo en ese simbolismo, pues al ser ''Propiedad de Samuel Hass'' se sentía protegido y, extrañamente, se sentía como si perteneciese a algún lugar, cosa que después de dos años solo era una novedad casi agradable, pero en ese caso no lo fue, al menos al principio.
- Ya veremos- respondió el otro cortante y con la mirada gacha, le daba algo de miedo quedarse embobado en los ojos del humano y no poder salir del trance al observar tan bella mirada, pero no lo pudo evitar y una sonrisa se pintó en su boca cuando Aaron le devolvió la mirada con un leve sonrojo.
De pronto un hombre de unos cincuenta años que al parecer no sabía muy bien como ocultar sus colmillos se acercó, amistoso hasta Samuel, quien lo recibió con un apretón de manos, sonriendo con amabilidad.
- Samuel, hombre, ¿Qué tal te fueron los sedantes que te di?- dijo el hombre mayor y fornido, dando a entender que él le había suministrado aquella jeringuilla con la que Aaron había caído dormido a los pies de Samuel como una cena perfecta.
-Me fueron de maravilla, a propósito ¿tienes más?- preguntó el vampiro riendo ligeramente mientras su amigo asentía.
- Puedo hacer que te lleven unas seis dosis mañana por la noche ¿Te parece?- dijo el otro también sonriendo ante ese mal negocio pues era evidente que todo aquello sería gratis, pero por lo que parecía, le debía una a Samuel- ¿Las usas con él?- preguntó señalando a Aaron, quien ante la mirada de ese hombre se alarmó y, asustado, se abrazó a la cintura y abdomen de Samuel en busca de protección y seguridad.
- Sí, no quiero hacerle demasiado daño al morderle en el cuello- explicó el vampiro acariciando la cabecita de su pequeñajo, aquel hombre lo miró de forma inusual, extrañado y, tras eso se despidió, cosa que calmó a Aaron.
Estuvieron un rato andando en silencio, mientras Aaron se agarraba con fuerza a la mano de Samuel, desconfiando de todo en su entorno y el ver que el humano no se sentía cómodo por la situación, Samuel pensó que sería mejor regresar a casa antes de que el pequeño sintiese ansiedad, pues los nervios ya se manifestaban.
Entraron de nuevo en aquella mansión y, como la primera vez que Aaron había pisado aquel lugar, Samuel rebuscó en uno de los cajones de una cómoda de madera mientras el pequeño esperaba de pie en medio del salón.
Se acercó al menor con algo oculto en su puño, pero cuando vio al vampiro acercarse, el humano no se retiró asustado, aunque lo estaba un poco, solo se quedó estático y algo curioso. Apartó el cabello del cuello del azabache y una vez su cuello estuvo libre y vulnerable el chico tomó aire sorprendido y dio un paso atrás con miedo. Samuel sonrió enternecido y se inclinó para besar su frente mientras pasaba las manos por el delgado cuello, dejando que una cadena plateada y fría lo envolviera, era fina pero muy lustrosa y bonita, y de ella colgaba una pequeña jema de color zafiro claro, era un azul hermoso. Cuando el vampiro ató el collar al cuello del humano lo contempló con nostalgia y después dejó un pequeño beso en los labios del menor.
- Es de una de las primera víctimas que maté, no tiene mucho significado pero hace cientos de años que lo tengo. Supongo que me lo quedé porque era bonito, me recuerda al color de tus ojos- dijo viendo como la piedrecita relucía colgando del cuello del menor hasta quedar algo más arriba de su pecho. Aaron sonrió, cuando Samuel le había dicho que quizás le ponía otro collar jamás se imaginó que sería de ese modo, entonces ¿ya no era su amo?
Por supuesto que lo era, y por muchas libertades que le diese al pequeño, este lo sabía y no lo dudaba apenas unos segundos.
-Me gusta mucho- dijo el chiquillo tomándolo en sus manos para admirar esa piedra menuda y de aspecto cristaloso, parecía frágil, pero brillaba mucho, al igual que él. Se dio cuenta de que el color era casi exacto al de sus ojos y Samuel pensó que quizás todo ya estaba planeado desde el principio, desde el primero momento en que se volvió un vampiro y se sintió fuerte e invencible.
Su primera víctima, a la que mató comenzando a crear esa carcasa de monstruo, de tipo duro, llevaba el collar atado a su cuello y , sin saber el porqué se lo quedó. Lo extraño era que Samuel jamás robaba nada de sus víctimas, nunca arrebataba objetos de sus presas como un burdo ladrón, pero tomar aquel collar con el que todo había comenzado le fue inevitable.
Y ahora un niño de ojos como ese zafiro lo hacía caer desde donde se alzó tras matar a su primera víctima. El collar de la presa que le hizo crear ese caparazón de falsedad, era igual al color de los ojos del muchachito que, con simples miradas lo destruyó. Todo empezó con ese azul celeste hipnotizarte y todo terminó igual, su mundo se desmoronaba, sus murallas formadas al desgarrar el primer cuello humano (que portaba esa cadena) caían ahora revelando lo que Samuel Hass era de verdad.
Y tuvo la sensación de que Aaron no llegó a su vida por casualidad, de todo debía suceder, porque no se imaginaba una vida en la que no hubiese encontrado a ese niño, porque Aaron no le hacía débil, Aaron lo liberaba.
-Es precioso- añadió el chiquillo mirándolo y asombrándose un poco por la coincidencia en el color de esa gema preciosa.
- Como tú- susurró el vampiro en su oído haciéndolo estremecer para luego tomar sus temblorosas piernas y levantarlas del suelo, cargándolo hasta la habitación de nuevo.
Lo llevó entre sus brazos con cuidado y Aaron no se quejó en ningún momento mientras era cargado, aunque soltó un leve suspiro temeroso al ser dejando en la cama por las manos fuertes de que aquel hombre que se acostó a su lado y recostó lentamente sobre el plano pecho del humano, se sentía cálido y sus latidos se alborotaban por la cercanía del depredador. Samuel sabía que aún tenía algunas horas antes de tener que ir a dormir por culpa del amanecer, pero prefería estar con su pequeño en la cama sin hacer nada y aprovechando tenerlo tan cerca, que salir a hacer cualquier cosa mínimamente productiva.
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