Tú, que tan listo eres

 - Tu mismo lo dijiste, amo- recordó el chiquillo mientras notaba que el abrazo que tantas fuerzas le estaba dando se escurría entre sus brazos, era como si abrazase a Samuel mientras hablaba con su amo, dos personas totalmente distintas. Lo tomó por su pequeña muñeca y lo dirigió de nuevo al sofá negro donde estaba sentado, primero se sentó el más alto y después tiró un poco del humano para que este también cayera a su lado, sentándose forzosamente.

- Yo digo muchas cosas, la gran mayoría son mentiras y las verdades son casi todas amenazas- dijo el otro con un tono contundente, mirando al suelo decepcionado consigo mismo mientras su acompañante imitaba el gesto, pero lo de Aaron era por puro miedo. Y aunque el chico no estuviese dispuesto a levantarse, Samuel no soltó su muñeca- Así que, olvidando lo que dije, ¿De verdad crees que soy un monstruo?- el chico alzó la cabeza por unos breves instantes clavando sus ojos en los del vampiro, buscando el valor que las reacciones del inmortal hacia sus miradas causaban, pero ver el remordimiento en esos ojos rojos solo le dejó una sensación extraña, como quien ve a alguien que conoce pero no es capaz de recordar su mirada, como si estuviese cambiando por dentro y por fuera uno pudiese apreciarlo un poco.

- S-Si te digo la verdad te enfadarás y me pegarás, amo- tartamudeó el chico sintiendo como el agarre de su muñeca seguía ahí amenazándolo, pero Samuel no pretendía ser amenazante en esos momentos, solo se aferraba a lo único que tenía, se aferraba a su humanidad, a Aaron.

- No lo haré.- respondió claro y convincente, con un tono algo cansado- Habla de una maldita vez, joder- se quejó con su carácter fácil de irritar y agresivo, aunque esta vez, por suerte, Aaron no lo encontró tan ofensivo como de costumbre.

- Yo... yo creo que pretendes ser un monstruo y por eso me haces tanto daño, pero que en verdad no lo eres y por eso me pides perdón- dijo el chiquillo, y aunque se expresó con palabras simples y expresiones no muy acertadas, caló por completo a ese ser que se escondía bajo su coraza de monstruo y actuaba como tal, disimulando que era una persona, disimulando que, como todo el mundo, tenía debilidades. Como castigo enviado del cielo cuyo dios era inexistente para Samuel, ese bello ángel de ojos azules había caído en sus garras y él le había roto las alas, pero ese regalo del cielo lejos de ser su nueva diversión era una trampa, porque si Samuel se estaba haciendo pasar por monstruo para esconder sus debilidades, Aaron sería su mayor debilidad, una tan grande y vulnerable que jamás podría ocultar.

- Eres listo- dijo Samuel paseando sus manos por las mejillas del chico, sosteniéndolas con cuidado- no solo una cara bonita- añadió sonriendo- una muy bonita con unos ojos preciosos- dijo después viendo como el chiquillo se sonrojaba y su mirada volvía a atarle a él- Tu que eres tan listo, Aaron, respóndeme a algo.-prosiguió con un tono extraño que jamás había usado con Aaron, era entre dulce y melancólico, era débil.

- ¿P-Pero que pasa si no se responder, amo?- preguntó el chico temblando y mirando con avidez y miedo a los ojos rojos que lo carcomían, pensando que esa propuesta por parte del vampiro era un desafío ante sus palabras que tan atrevidas habían desvelado la verdad.

- No pasa nada, no voy a castigarte- dijo el otro con un tono ronco y ligeramente susurrante, tratando en vano de sonar dulce- ¿Cómo puede alguien que lleva siglos pretendiendo ser lo que no es, volver a ser él mismo? Porque, cuando uno finge demasiado tiempo, se olvida de cómo vivir sin hacerlo- dijo, dejando que su coraza que tan adherida a la piel y alma llevaba se desprendiera unos instares para formular esa pregunta, cuya respuesta conduciría a la salvación y encuentro del verdadero Samuel, uno que aunque es cruel, puede compadecerse, puede ser feliz, puede vivir.

- Supongo que... con tiempo, ayuda y voluntad... n-no sé, si una persona a olvidado como es de verdad y solo finge supongo que se d-debe hacer caso a la conciencia o algo así- se aventuró a decir el joven indeciso, siendo su inocencia y falta de experiencia en la vida la causa de su pobre respuesta- ¿He r-respondido bien, amo?- preguntó temeroso mientras la mirada del otro lo arropaba con ese calor que le subía a las mejillas cada vez que veía las dos llamar sobre su tez, admirándolo.

- La verdad es que no me ha servido mucho esa respuesta- confesó risueño mientras movía su mano y la pasaba tras la espalda del pequeño, de nuevo agarrando su cintura y viéndolo asustarse por el que pensaba que sería su castigo- Pero no pasa nada, supongo que eres muy joven como para saber eso- explicó mientras su mano, firme y algo ruda, se deslizaba arriba y abajo en la cintura del chaval, tratando de darle un trato gentil, pero el otro solo pudo verlo como algo cercano a lo promiscuo.- No creo que en tu vida humana te planteases esas cosas ¿verdad?- el chico negó con la cabeza dándole la razón, por algún motivo se sentía más calmado y maldijo internamente haber odiado a ese vampiro pues ahora parecía incluso una buena persona, algo intimidante, sí, pero eso no le quitaba lo agradable que se estaba comportando, aunque su odio no disminuía por ello.- A propósito ¿Qué te gustaba hacer en tu vida humana? Nunca estuve muy al día de lo que pasaba entre los humanos así que apenas recuerdo como era el viejo mundo- comenzó a hablar sintiéndose un poco raro por estar intentando mantener una conversación con un humano, pero a la vez se sentía a gusto teniendo a ese pequeño chico tan cerca, sin mostrar su odio pero si notando el respeto que le tenía debía al temor que Samuel era capaz de infundir en ese chico.

- B-Bueno, a mi me gustaba, no sé... salir con mis amigos, jugar videojuegos e ir a la playa... pero no recuerdo muchas cosas de entonces...- dijo el chico algo angustiado, era la primera vez en mucho tiempo que hablaba de cómo eran las cosas antes y se sintió frustrado al ver que en gran parte sus recuerdos perdían nitidez y muchos de ellos se desvanecían, al igual que se desvaneció el dolor de perder a sus seres queridos, lo había superado, pero prefería llorarlos día y noche a haberlos olvidado, cosa que en gran parte sucedió.

Samuel dejó ir una leve risa al escuchar aquello, tan típico y mundano, cualquier otro mortal habría dicho casi lo mismo, entonces, si Aaron era como el resto ¿Por qué para Samuel era tan diferente? Quizás porque entre todos los humanos, ante Samuel Hass, Aaron era el más débil y vulnerable, no solo por su delgado cuerpo falto de musculo o por su poca fuerza, sino por su miedo, por la facilidad en que lo transformaba en dolor e inseguridad.

-Ven- dijo Samuel levantándose del sofá y tomando al pequeño por el cuello de forma brusca para levantarlo, quizás eso no había sido muy adecuado ya que el gesto inesperado y el forzoso agarre sorprendieron y asustaron al chico, pero era la forma de comportarse de Samuel- Ahora vas a ir a dormir, si sales de la habitación te castigaré- explicó acercándose al chico, haciendo que sus pies quedasen tocándose punta con punta con los del chiquillo, a tan mínima distancia que era incluso raro que no se estuviesen besando- ¿Entiendes?- el chico lo miró tragando saliva y retrocedió un pequeño paso para toparse con que el depredador avanzó más hacia él, si seguía así volvería a acorralarlo.

- ¿P-Puedo ir primero al baño, amo?- preguntó el pequeño chico esperando una rotunda negativa de Samuel que jamás llegó, en su lugar una sombría risa lo despistó, Samuel estaba riéndose de él de nuevo, riéndose más que nada de que era humano, pero al menos sacudió vagamente la cabeza en un gesto de afirmación.

El chico fue lo más rápido que pudo, sabiendo que cualquier tardanza sería interpretada por Samuel como un abuso de confianza que merecía un correctivo físico.

Casi se lanzó a la cama sin encender las luces de la habitación, cerrando la puerta con fuerza tras de si, al ver como el vampiro lo miraba desde el salón, impaciente y de brazos cruzados apoyando su peso más en un pie que en otro mientras sostenía el teléfono móvil.

Aaron se puso dentro de la mullida cama y aprovechando la ausencia del otro se dio su tiempo para acomodarse, tapándose con la manta hasta la cintura y abrazando con fuerza una blanda almohada contra la que ocultaba su rostro, hundiéndolo en la suavidad agradable de esa superficie, pero poco tardó en soltar el cojín una vez escuchó como Samuel hablaba de nuevo por teléfono. Bajo ninguna circunstancia saldría de la cama para espiar la conversación pues sabía que sería castigado por ello, pero nada le impidió que guardase total silencia y se concentrase en afinar su oído para escuchar un poco de aquella conversación, la voz dura e imponente de Samuel le facilitó la tarea.


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