Un menú interesante

 - Humano- lo llamó desde la cocina viendo como el chico limpiaba de las paredes y el suelo la sangre seca de la noche anterior cuando fue mordido. No quería que Samuel le diese una paliza por ensuciar así que simplemente siguió limpiando y, pensando que se metería en problemas, fingió que no lo había escuchado. Inconscientemente se tocaba el labio inferior recordando cuando Samuel lo había herido y después metido en su boca para lamer la sangre.

- Deja eso, ven aquí ahora mismo- lo llamó algo enfadado, pero debía calmarse, esa noche su objetivo no era golpearlo, al menos no aún.

El chico se alertó por el tono de voz y en pocos segundos se encontraba en la cocina.

- ¿ He hecho a-algo malo, amo?- preguntó estando asustado y mirando de un lado para otro, el vampiro que tenía delante era demasiado impredecible.

- ¿Sabes lo difícil que es encontrar un puto humano?- preguntó con enfado, el chico negó inocentemente ante la pregunta retórica- No comes una puta mierda ¿que manera de agradecerme que te alimento es esa? Podría dejarte morir de hambre y no lo hago ¿Y te matas tu solito sin comer? Si te desnutres no podré divertirme o alimentarme de ti sin matarte, y aún quiero que dures mucho tiempo más, tengo muchas cosas maliciosas- dijo con una vil sonrisa- Así que ahora mismo vas a comer lo que un humano de tu edad debería si no quieres que te yo de comer, y ya sabes que pienso hacer que te ahogues si no quieres tragarte la comida- Amenazó mientras el chico comenzaba a temblar.

- Y-Yo... no es mi culpa, no tengo apetito amo, yo...- Y era lógico que no lo tuviese, el miedo cerraba su estómago al igual que la angustia presionaba su garganta y el sufrimiento inundaba sus ojos.

Samuel solo suspiró exhausto por la supuesta desobediencia del niño, sacó de la nevera un cartón de leche, una bebida energética, una tableta de chocolate y después sacó pan de un cajón. Estaba claro que esos alimentos no combinaban mucho, pero lo importante es que le darían energías al chico, le harían sentir mejor y harían que Samuel se asegurase de que su mascota sobreviviría más tiempo.

- O comes solo o a la fuerza, tu eliges- el chico solo sentía, por culpa de la contradictoria amenaza del hombre, un nudo en el estómago.

- P-Pero, yo... yo no- trató de explicar lo que le pasaba, si le amenazaba así no podría probar bocado y acabaría muriendo de hambre.

Samuel se levantó de su asiento y acorraló al muchacho contra la pared de nuevo como la noche anterior, el chico tembló.

Samuel vio que el chico en un ataque de osadía le había vuelto a mirar a los ojos, y tras el delicioso miedo de esos ojos azules volvió a sentir su propia humanidad, sintiéndose desafiado por esa efímera mirada se enfureció más y no vaciló estampando su mano contra la mejilla del chico, haciendo que se mordiese la lengua por accidente. Y aunque había sido doloroso e inesperado, Aaron no sangró.

Tomó un trozo de chocolate de la encimera y lo pasó por delante de los labios del chico, esa escena, aunque fuese un castigo por no alimentarse adecuadamente, le estaba resultando totalmente morbosa al sádico de Samuel.

- Abre- dijo presionando el dulce contra su labio inferior, como la noche anterior hizo con sus colmillos. El chico le hizo caso totalmente y abrió ligeramente la boca sintiendo el alimento dentro de ella, y antes de alejarse a por otro cacho de chocolate, la mano de Samuel acarició su labio casi imperceptiblemente- Buen chico- dijo viéndolo masticar y tragar.

Y así pasó poco más de una o dos horas, pues el ritmo al que comía, obligado, el asustado chico era lento y, al a veces negarse a ingerir algo de lo que Samuel le ofrecía ya fuese por su nudo en el estómago o porque ya no sentía hambre, era golpeado por este, causando que después de esa comida el chico acabase con los ojos rojos de tanto llorar por los golpes y con el labio inferior partido de nuevo y algunos moratones en sus mejillas y pómulos.

Samuel se fue después de aquello a dar una vuelta al aire libre, necesitaba despejarse y ni siquiera pensó en que el pequeño chico que tenía en casa necesitaría lo mismo, despejarse, salir y tomar el aire, pues Aaron estaba oprimido, encerrado en esa casa de las humillaciones y desde que todo empezó solo había salido aquella noche de la fiesta que tan mal recordó.

Volvió a las pocas horas para encontrarse al chico en el baño, lavándose la cara con agua fría mientras suspiraba.

- Ven aquí- lo llamó. El chico hizo una mueca de miedo y disgusta y se plantó ante Samuel a una prudencial distancia- Sé que ya has comido, pero tienes otra cosa más en el menú- dijo malicioso y mirándolo con una sonrisa colmilluda que no le gustó nada al chico.

No sabía bien de qué se trataba, pero recordando la vez que le había practicado sexo oral, apareció ante él una aterradora posibilidad.

Giró sobre sus talones con intención de huir, pero un brazo pasó entorno a su cuello, oprimiéndolo a la par que lo estrechaba contra Samuel.

- Tu no te mueves de aquí sin mi permiso ¿Has entendido, o debo partirte las piernas?- Aaron afirmó aterrado, ya estaba harto de las amenazas, pero debía obedecer porque la veracidad de las palabras de ese vampiro era innegable.- ¿Sabes lo que hacen los vampiros para conservar a sus presas jóvenes y deliciosas, como tu?- preguntó el vampiro sonriendo por la cara del chico, sabía de lo que estaba hablando y claramente no le gustaba nada.

- L-Les dan un litro de s-sangre de vampiro y así los humanos no... n-no envejecemos y nuestro cuerpo no cambia- Aaron se imaginó, esclavizado por ese vampiro tras muchos años en que su cuerpo se vería incapaz de arrugarse, crecer, engordar, adelgazar o simplemente incapacitado para cambiar el tono de su piel, la longitud de su cabello... supo que al decirle eso, el vampiro quería conservarlo más tiempo del que había imaginado, supo que no se libraría de años y años de denigración y tortura, de abusos, en los que su cuerpo solo cambiaría por las heridas ocasionadas y que estas serían curadas por su verdugo, imaginó que tras años en que su aspecto no revelaría su dolor, sus ojos serían los únicos capaces de contar su historia sin ni una sola palabra.

- Vaya, veo que no debo explicarte nada.- dijo orgulloso mientras el chiquillo observaba con horror como el vampiro mordía su propia muñeca desgarrando la piel, la cual quedaba colgando, y consiguiendo así que la sangre cayera a borbotones fuera de esa pálida pero fuerte muñeca- Ahora, abre la boca- El chico cerró los ojos negando con la cabeza mientras Aaron se esforzaba por ralentizar la curación de su herida.

Un puñetazo no precisamente flojo en su estómago lo dejó aturdido, pero aunque se quedó sin aire y quiso gritar, siguió con los labios sellados.

- Así que ahora quieres desobedecer- dijo Samuel en un tono amenazante, ya estaba harto del comportamiento del niño, tras eso le daría su merecido.- Abre la puta boca, ya- dijo de nuevo, acercando la herida de su muñeca a los pequeños labios que temblaban.

Aaron no quería beber de esa sangre, no solo por la gran cantidad que debía ingerir, o por el hecho de que Samuel ''el temido y sádico'' Hass fuese su propietario, sino porque en el momento en que lo hiciera sabía que sería el maldito juguete de Samuel por años, por milenios quizás, sin poder envejecer, así su belleza no se deterioraría y Samuel seguría aprovechándose de ello, con humillaciones, con palizas, con abusos... durante más tiempo del que el chico sería capaz de concebir, y no quería, prefirió, realmente estar muerto.

El brazo que se cernía entorno a su cuello comenzó a presionar con sus enormes y marcados músculos la garganta del chico, dejándolo sin aire, ahogandolo y haciendo que su carita dulce e inocente se pusiera roja y después comenzase a palidecer, se estaba muriendo ahogado.

Y aunque Aaron deseó morir antes de convertirse en el esclavo eterno de Samuel, algo le dijo que debía ser fuerte y luchar, resignarse para vivir, aunque fuese así.

Abrió la boca en busca de aire, haciendo de que inmediato el vampiro aflojase toda presión sobre su cuello y, sin dejarle tomar su tan necesaria bocanada de aire, apretase la herida contra su boca haciendo que la sangre cayese inundando su húmeda cavidad.

Debía tragar con rapidez para no ahogarse con la sangre, pero férreo sabor nauseabundo y la asquerosa textura entre líquida y cremosa de esta le hacían asquearse hasta extremos inimaginables ¡Él no era un vampiro como Samuel, no le gustaba la sangre! Pero por suerte, y aunque lloró desesperado durante todo el proceso, aquello acabó.

Una vez Samuel lo soltó, Aaron cayó al suelo, exhausto y sin poder moverse al sentirse lleno de ese asqueroso e impuro líquido que conservaría su cuerpo para diversión de Samuel.

Aaron no recordó mucho más de esa fatídica noche, y tampoco pasó gran cosa, simplemente se quedó tendido en el suelo y Samuel no le prestó más atención que apartándolo con el pie cuando tuvo que pasar por ahí, como si fuese simple basura.

Durante el día Samuel durmió mientras Aaron se desesperó por la situación en la que se encontraba, pasó un largo rato mirándose al espejo, él era un chico bonito, sí, y mucho además, pero le decepcionó que ese fuese a ser su aspecto de por vida a petición de un sádico que se hacía llamar su amo.

- Vas a ser fuerte, vas a soportar Aaron, has pasado dos años ahí fuera solo... Puedes con esto, puedo con esto- dijo mirando su reflejo con convicción, y en sus propios ojos pudo ver la mentira, pudo ver cómo la desesperación lo ahogaría antes de que pudiese nadar hasta la superficie de aquel mar de desgracias. Y sus ojos también se ahogaron en ese momento, comenzando a llorar de nuevo, desde que entró en esa casa lloraba prácticamente todo el rato, pero no podía evitarlo, se sentía tan despreciado y usado y a la vez tan asustado.

Como el cruel verdugo que Aaron creía que Samuel era, lo escuchó golpear la puerta del baño, interrumpiéndolo en su pequeño momento de paz y haciéndole saber que la noche ya había llegado.


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