Una noche común en el infierno

 Ante esas ideas sexuales con Aaron, Samuel se quedó en el sofá pensando e imaginando todo lo que estaba al alcance de su mente, hasta que después de un largo rato el ruido de unos pequeños pasos le advirtieron de que Aaron andaba cerca, y claramente lo vio caminar ya sin su ropa manchada en las manos, hacía una de las paredes que más cerca tenía. Sin fijarse en la próxima presencia del vampiro, apoyó la espalda en la pared y se fue dejando caer hasta llegar al suelo, dónde, con los ojos cerrados, trató de dormir.

Samuel sonrió al ver a ese chico tan incómodamente colocado en el suelo, pensó en lo hermoso que se vería ese cuerpecillo sobre una cama, pero eso no lo vería, ese humano solo yacería en el suelo porque debía aprender cuál era su lugar.

Sin mucha prisa Samuel salió del lugar sin preocupación alguna por Aaron y los posibles planes de fuga que pasasen por su cabeza al encontrarse solo en casa. No temía que el humano tratase de huir, es más, lo deseaba, porque estaba tan totalmente convencido de que lo atraparía con facilidad y lo rastrearía casi instantáneamente, que veía la posible fuga de Aaron como una perfecta excusa para molerlo a golpes.

Caminando por las cercanías de la casa solo se veían otras grandes viviendas y en la gran mayoría de ellas se escuchaba el latir de un corazón humano temeroso o excitado, todos los vampiros de la zona tenían a su preciada mascotita, a su banco de sangre personal, a su juguete, a su humano.

Le encantaba poder presumir que él era quien tenía al humano de mejor calidad, porque por muchos latidos que escuchase allí, ninguno de esos corazones transportaba una sangre tan sabrosa como la de Aaron. Era cierto que era sumamente difícil satisfacer el paladar de gourmet de Samuel puesto que él era exigente en todo, pero también era cierto que aquel pequeño de 16 años había cumplido, en cuanto a sabor se refería, todos los requisitos e incluso había superado las altas expectativas de Samuel, aunque este aún creía que su chico necesitaba unos arreglos: Un par de palizas para ser obediente, y sobretodo cambiar esa triste mirada por una única mirada de miedo.

- Samuel Hass ¿Qué haces tú por aquí?- preguntó una voz amistosa. El aludido se dio media vuelta para toparse con uno de los ricos vampiros que vivían como él.

- Despejarme un rato supongo- dijo con un tono apacible mientras buscaba en sus bolsillos un cigarrillo, que una vez encontrado se llevó a la boca al instante- ¿Tienes fuego?- El hombre de aspecto burgués tomó un mechero de su bolsillo y encendió el cigarro del otro sin molestarle que el humo llegado directo a su cara.

- ¿Porque no viniste a mi última fiesta? Pensaba que no te perdías ni una- dijo el tipo lamiéndose los labios mientras veía a su compañero fumar con ahínco, inspirando mientras el pequeño cilindro de tornaba cenizas y humo. Samuel se percató de la mirada de su amigo y le ofreció un cigarro que fue aceptado con rapidez.

- Mascota nueva.- se excusó con una gran sonrisa, sabía que ese tema daba mucho que hablar entre los vampiros- debo entrenarle un poco, es como un cachorro desorientado.- describió mientras notaba como el humo que salía de su boca se fundía con el del otro hombre, una de las pocas cosas humanas que podían hacer los vampiros era fumar, y por alguna razón a casi todos les encantaba, quizás solo echaban de meno su humanidad y se aferraban a ese pequeño fragmento de ella, o quizás solo querían burlarse de cómo la muerte no les alcanzaría jamás.

- ¿Enserio? ¿Como és? Conozco bien tus gustos y sé que esa mascota tuya debe ser muy especial- No había ni una sola vez en que Samuel apareciese entre las fiestas vampíricas con un humano o mascota que no hiciese que todos se giraran para mirarlo, asombrados por tan hermosa elección.

- Es bajito, pelo negro y liso, ojos azules, delgado... Tiene un aspecto adorable que me abre el apetito cada vez más y es asustadizo. Cuando huelas su sangre entenderás como de apetecible es- dijo mordiéndose el labio al recordar cuando había hincado sus dientes en el vírgen cuello del muchachito.

- Pasado Mañana doy otra fiesta- anunció el chico tirando el gastado cigarro al suelo y retorciendo la colilla bajo el talón del pie derecho- Tráelo- sugirió con ganas de saber de la nueva adquisición de su amigo.

- No lo dudes- dijo a modo de despedida y de aceptación a la vez que se marchaba, ya comenzaba a sentir la somnolencia propia de los amaneceres, lo que le indicaba que debía volver a casa si no quería dormirse de golpe en medio de la calle cuando el sol lo iluminase.

No tardó en llegar e ir a su habitación para acostarse en la cama, se fijó durante unos segundos en que el humano seguía tirado en el suelo, en el mismo lugar donde estaba cuando se marchó.

Durmió casi todo el día, pero cuando Aaron despertó aún quedaban dos horas hasta que anocheciera, así que aprovechó para ir al baño. Una vez allí no pudo resistir la tentación de mirar su reflejo en el espejo y de nuevo sintió una gran tristeza. Esas vendas ensangrentadas, ese humillante collar de perro. Y para colmo notaba el agua con jabón sobre sus manos mientras se las lavaba y su deseó de beber era cada vez más fuerte, pero pronto se sintió mareado y salió de allí tambaleándose. No supo a ciencia cierta cuánto rato estuvo merodeando por la cara, mareado y al borde del desmayo por la pérdida de sangre y la falta de hidratación y alimentos, pero por mucho que solo recordase haberse chocado con un par de muebles, pareció ser mucho rato, porque escuchó como Samuel despertaba y lo vio caminar hacia él, pero esa imagen se torció, se expandió y contrajo y después se apagó. Aaron acababa de desmayarse a los pies de Samuel.

Al verlo en el suelo tan jodidamente indefenso pensó en dejarlo allí, pero acabó optando por aprovecharse un poco, así que lo cargó en sus brazos y se sentó en una de sus butacas con él aún entre sus enormes manos, en sus garras.

Aunque le tenía prohibido sentarse o dormir en lugares que no fuesen el suelo, mientras estuviese inconsciente no creyó que hubiese problemas, mientras no se enterase ese humano seguirá sabiendo que su posición se correspondía a la más baja del lugar.

Lo puso sobre su regazo y lo sentó en sus piernas, observó el apacible rostro del humano, pudiendo observar su belleza de la misma forma en que un entendido observa una bella obra de arte. Poco a poco pasó su mano al cuello del chiquillo y apartando levemente el collar que tanto le gustaba consiguió deshacerse de las vendas. Sonriendo porque el chiquillo no paraba de quejarse y removerse en su inconsciencia al notar su enorme herida siendo destapada.

Una vez la venda estuvo en el suelo por completo también se percató de que destapó la parte de su pecho donde unos arañazos aún se resistían a curarse.

Se alargaron sus colmillos y sus ojos se tornaron rojos al oler tan deliciosa sangre, pero el chico no despertó hasta que sintió una larga lengua, húmeda y fría, penetrar sin cuidado en la herida de su cuello, arrastrando la sangre a su boca e hiriendo un poco más la carne viva.

Aaron despertó confundido por la extraña situación y solo pudo forcejear mientras soltaba quejidos por el dolor.

- Quédate quietecito, joder- rugió en su oreja haciendo que el chico se aferrase con fuerza a los brazos de su amo tratando de soportar el dolor- No me toques, humano- dijo con una gran furia notando como las pequeñas manos se separaban de sus brazos, esa manera desesperada de agarrarse a él por el dolor y el miedo como si pudiese salvarle, ayudarle... había sentido un pequeño pinchazo en el pecho ante el contacto con ese niño, pero juró que no volvería a pasar.

- Duele mucho, por favor- gimoteó sintiendo aún en sus heridas una lengua que las hacía escocer, como si su saliva fuese veneno.

Samuel sintió una deliciosa sensación por el tono asustado en las súplicas del menor, y deslizó su lengua de la herida del chico hasta que pequeña oreja, comenzando a lamer en ese lugar que tan desagradable le pareció al pequeño.

Colocó una mano en la espalda arqueada del chico que estaba sobre sus piernas, impidiendo que se fuera o simplemente se alejase de él.

Con la otra mano hurgó en su bolsillo derecho y sacó otro cigarrillo, ahora si que había divisado un encendedor sobre la mesa, así que inclinándose un poco hacia delante y pegándose al pequeño cuerpo, logró alcanzarlo y encender el cigarro.

Miró al chico mientras daba la primera calada, tenía un precioso rostro, pero esa mirada de inocencia destruida, soledad y tristeza lo mataba, y casi sintió dolor cuando por una fracción de segundo esa mirada atravesó la suya como un filo.

El chiquitín apartó la mirada con rapidez al ver que los ojos se tornaban rojos y el cigarrillo reposaba entre dos grandes colmillos. Samuel se acercó a su cara, sacándose el cigarro de la boca y presionando con la mano a la espalda del menor para obligarlo a que sus caras se separasen solo por unos dos centímetros.

Si Samuel hubiese querido habría besado al jóven, pero ahora algo de ira lo recorría, así que puso sus labios en una forma circular dejando escapar el humo contenido hacia la pequeña y sonrosada boquita del humano, quien tosió por los efectos del humo.

-Jamás vuelvas a mirarme a los ojos- el tono no era de simple advertencia, era demasiado severo. Aaron supo que sería castigado. Quiso disculparse, pero la mirada de ese hombre se posaba demasiado en sus ojos azules y llorosos, esa mirada asesina le cortaba la respiración. El hombre volvió a llevarse el cigarrillo a la boca mientras sus ojos se perdían en el herido cuello del menor, pero esta vez no lo lamió, solo escupió el humo sobre él viendo la sangre y carne viva a través del color grisáceo del aire.

Esbozó una sonrisa malvada, iba a castigar a ese niño por haberle hecho sentir así con su mirada.

La mano de su espalda pasó a sujetar el pequeño hombro, y allí se dirigió la otra mano, con el cigarro sostenido como si fuese una pluma, un lápiz.

El chico lo miró con horror, pero solo pudo apreciar la concentración del hombre cuando las brasas del cigarro quemaron su piel, hundiéndose un poco y haciéndolo gritar de una forma aguda mientras se revolvía, el cigarro se apagó dolorosamente en su hombro y Samuel dejó de sostener al chico, dejando que cayese al suelo.

Ignorando cualquier posible reacción Aaron corrió al baño a lavar y desinfectar esa herida y bendar de nuevo su cuello y pecho. Pasó dos horas en el baño llorando por su situación ''Tienes que ser fuerte, tienes que ser fuerte, esto no durará para siempre, no, esto no puede ser así... Relájate Aaron, solo haz caso de lo que Samuel te dice y procura evitarlo, quizás si no le doy razones para herirme se acabe aburriendo y me deje marchar'' pensaba mientras tocaba su venda, que ahora cubría también parte del hombro para ocultar la quemadura del cigarro. Al menos tenía el consuelo de que al día siguiente podría comer, por suerte aunque se encontrase mareado y flojo, no se sentía tan mal como el día anterior, pero tenía la boca seca y la garganta rasposa.

Unos toques en la puerta le alertaron de que debía abrir con inmediatez, y así lo hizo, con la mirada pegada al suelo solo podía ver los elegantes zapatos del hombre que lo tenía cautivo.

-Sal de ahí, ya llevas mucho rato- le dijo con fastidio. Tomó al pequeño por la muñeca y lo arrastró hasta su habitación, él se sentó en la cama y el chico comprendió que debía hacerlo en el suelo- Mañana te llevaré a una fiesta, quiero que te comportes como es debido, trataras a los demás con el mismo respeto que me tratas a mí y no hablaras con nadie a menos que yo lo autorice. Ten bien claro que no importa castigarte frente a otros y que seguro que muchos querrían ayudarme a hacerlo-declaró mirándolo desde la altura de la cama donde estaba sentado, el chico asintió tuvo el l atrevimiento de hablarle a Samuel.


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