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Tomás se balancea, los dedos de sus pies rozan en el suelo, hacen un sonido de barrido que lo reconforta mientras cuelga, meciéndose hacia delante violentamente, cayendo hacia detrás de nuevo hasta que un nuevo chasquido lo empuja.

No sabe cuánto tiempo lleva así, una noche seguro, él mismo ha oído desde ese sótano mugriento, entre azote y azote, como se celebraba una fiesta. La fiesta de coronación de Vlad. Ya es oficial para ambos distritos, Desmond está muerto y su maestro ocupa su lugar, todo el mundo lo ha aceptado.

Tomás no puede creerlo.

Quizá es la falta de sueño, el hambre, la sed o el dolor, pero cada vez que intentar pensarlo la cabeza le duele y tiene que volver a empezar. Su cerebro no quiere hacer sinapsis, no puede si es para pensar en las horribles palabras que Vlad pronunció esa noche delante suyo.

<<Vlad...>>

Su nombre le causa horribles escalofríos, pero la palabra amo muchos más. Odia usarla, la odia con toda su alma y no solo porque le recuerda que todo cuanto ama está muerto y que vive en un mundo donde su corazón no vale nada y su cuerpo tiene precio, sino que también le hace pensar en Desmond. En cómo él lo liberó de esas tres letras con las que debía cerrar cada frase, como un mantra, en cómo su verdugo es convirtió en su salvador y murió apenas dejándole disfrutar unos pocos segundos de esa bonita vida con la que pasó seis años soñando, encerrado en una habitación gris.

Ahora está en una celda de piedra, es parecida a los dormitorios de las casas de crianza, solo que no tiene cama, solo hay dos cadenas colgando del techo y sus muñecas oprimidas por ellas, alzándolo incómodamente hasta que queda suficientemente lejos del suelo como para no poder apoyarse.

Otro latigazo le lame la espalda, se siente como fuego. Sus piernas se humedecen por el líquido que corre por ellas, caliente y formando un charco bajo sus pies, no sabe si ha vuelto a orinarse o si es la sangre que le cae desde la espalda. Quizá son ambos, no le importa, no después de levar días y días siendo azotado.

Comenzó Vlad, lo azotó cinco veces y en cada una le arrancó un pedazo de piel de la espalda hasta dejársela al rojo vivo, después le dio el látigo a uno de sus súbditos y aunque Tomás no le ha visto la cara, sabe que no trabaja solo. De vez en cuando se queja de que se le cansan los brazos y pide el relevo, ahí entra otro demonio que lo martiriza por horas.

Al principio dolía tanto que Tomás se desmayaba a cada rato, perdía el conocimiento gritando por Desmond, pidiendo que le salvase, soñaba apenas un segundo con él y era cruelmente arrancado de su cielo onírico con otro latigazo; al despertar, seguía gritando su nombre, deseando con todas sus fuerzas perder el conocimiento pronto para poder ver a su amo, aunque fuese solo durante una fracción de segundo.

Ahora ha pasado tanto tiempo que no puede sentir su propia piel apenas, nota el calor con los latigazos y siente la textura serrada arrancarle trozos de carne con cada pasada, pero el dolor parece ajeno. Quizá está demasiado mareado para entenderlo, quizá ha perdido demasiada sangre.

Se retuerce, incómodo, copos de sangre seca caen desde sus muñecas cuando las mueve contra las ataduras que las rozan; su estómago ruge, el látigo silva en el aire y la fuerza del golpe le hace columpiarse en el aire. Vuelve a orinarse encima, gimoteando con voz ronca. Ha perdido el conocimiento.

<<Por fin>>

Tomás despierta. Podría haber pasado un segundo o una semana, nunca lo sabrá, lo que sí sabe es que se trata de otro latigazo, sin embargo, este reaviva su sensibilidad y duele tanto que logra hacerlo luchar con un espíritu que creía perdido. El castaño se agita y chilla con todas sus fuerzas, abre de nuevo las heridas de sus muñecas al luchar contra le metal que las restringe, las cadenas que lo cuelgan tintinean entre ellas y nota el látigo deslizarse por su piel como dientes mordiendo sin piedad y arrastrándose, abriéndolo en canal.

—Esto es solo una pequeña muestra de cómo es mi disciplina —la voz de Vlad viene de detrás suyo, así como el sonido de un interruptor.

La presión en sus muñecas se afloja después de un par de segundos y se cae al suelo como un muñeco de trapo. Rueda para sacar el rostro del charco de sangre, ya sin fuerzas para levantarse, y al caer sobre su espalda descarnada se arquea, gritando.

—Incluso me sorprende que hayas sobrevivido, Desmond fue tan blando que pensé que serías un inútil, pero, quien sabe, quizá hasta me duras para varias veces, mascota. —sonríe, acercándose a él con pasos seguros mientras esquiva los salpicones. —Dime ¿Quién es tu amo?

Tomás se muerde la lengua tan fuerte que traga sangre.

<<Desmond, Desmond, Desmond, Desmond.>>

Respira hondo, si quiere vivir no puede decir la verdad, pronunciar su nombre esperando invocarlo. Él está muerto y lo único que tiene ahora es al loco y sádico de Vlad esperando por una respuesta; ser cabezón le hará ganarse otra sesión de azotes de días enteros, ser bueno quizá le da una mínima oportunidad de huir y, quien sabe, quizá vivir un poco en paz antes de que se suicide con dignidad al ver que Vlad lo va a encontrar de un modo u otro.

Su futuro es negro y repugnante como esa celda, como las habitaciones oscuras de la casa de crianza, como la pupila sin brillo en los ojos de Vlad, pero aun así quiere luchar, quiere intentarlo. Jamás estuvo tan cerca de lograr su sueño de una vida digna como con Desmond y ahora que lo ha tenido en la punta de sus dedos no puede simplemente rendirse y olvidarlo, no si sabe que es posible.

—Usted, señor. —responde dócilmente, tratando de ocultar con un tono lloroso e inocente toda la ponzoña que se le acumula en la boca.

—Oh, eso está mucho mejor. Te mandaré a que te limpien, tengo una sorpresita para ti luego, es un... ajuste de cuentas. Cuando estemos en paz podrás pasar a ser mi mascota en toda regla, si no sobrevives simplemente lo merecerías de todos modos, así que no pasa nada.

Si Tomás pudiera, se levantaría sobre sus piernas y correría contra Vlad, lo empujaría y lo golpearía hasta quedarse sin fuerzas, vengaría al hombre al que ha matado, al hombre que Desmond estaba intentando ser. Se le llena el pecho de tristeza y de coraje al pensar en ello y todos esos sentimientos le duelen tanto que debe parar de pensar, tomar una bocanada de aire y asegurarse de que la presión sobre su pecho no le aplasta los pulmones.

Siente que si dejase sus malos pensamientos volar libres en su cabeza podrían matarlo, lo pisotearían como a un insecto. Al fin y al cabo lo es, nada más que una nimia vida en un reino de inmortales, un pedazo de carne substituible por cualquier otro.

Desmond es el único que realmente logró superar esa visión, que le escuchó, que vio que detrás de su piel apetecible y del sonido de sus venas tentándolo había una persona enjaulada, pidiendo a gritos salir, salir a un mundo donde pudiese ser alguien y no algo.

Vlad jamás vería algo así en él o no nadie y aunque se diese el milagro, no le perdonaría. Tomás no odia nunca a nadie, su buen corazón es demasiado suave como para abarcar un sentimiento tan duro, pero cicatriz tras cicatriz, lo siente encallecerse y si es ahora capaz de abarcar aunque sea una pizca de odio, es para Vlad.

No odió a Desmond cuando sucedió ese crimen que no quiere ni nombrar, lo temió, se despreció a sí mismo y le hastió estar vivo, pero jamás lo odió. No podía hacerlo, no mientras recordase esos ojos perdidos en la sala de exposiciones, esa mirada asustada, buscando un rostro amigo. No mientras Desmond le siguiese pareciendo demasiado humano como para odiarlo.

Vlad, sin embargo, no tiene nada en su interior. Nada que Tomás pueda ver. Hay cierta nostalgia en su mirada, quizá lo poco que queda de su moral, extrañando una humanidad mortecina, pero insalvable, además de eso, no ve nada que pueda rescatar de ese ser podrido.

No sabe cuando ha pasado, pero Vlad se ha ido, cerrando las puertas de la celda para desgracia del humano. No se tortura demasiado por ello, sabe que incluso de tener las puertas de su prisión abiertas de par en par no podría huir, no al menos en el estado en que está su cuerpo. Acaba recostándose de lado, evitando rozar la carne viva con las baldosas llenas de óxido y porquería y, a la vez, intentando no caer de boca sobre esa repulsiva mezcla de sus fluidos.

Un rato después escucha un desagradable sonido metálico, un chasquido que le hace punzar la cabeza. Se encoge haciéndose un ovillo y nota que alguien está abriendo la puerta. No alcanza a ver quién es, pero tampoco importa. Tiembla al sentir como un manguerazo de agua fría lo golpea. Se cubre el rostro, la presión del agua es tal que sabe que le dejará moratones en los brazos y las piernas.

El hombre, enfadado al verlo taparse, entra y lo patea hasta que el chico se descubre y entonces los rocía en el rostro y el abdomen. Le da la vuelta, va a darle en la espalda.

Tomás entra en pánico, no podrá soportar el dolor. Trata de pedir que no, pero cuando abre la boca solo se escuchan gemidos apagados y además se gana un nuevo puntapié. El último es en el rostro, su nariz sangra a borbotones y cuando intenta respirar se ahoga con la sangre. Solloza, tose, gimotea y se arrastra por el suelo, intentando escapar como sea al dolor que se le anuncia, pero nada lo salva.

Él es demasiado lento y el vampiro, aunque sin prisas, alcanza su espalda en unos segundos. No parece hacer nada, solo se queda mirando, entreviendo en las horribles lesiones del chico.

Un ápice de esperanza hace a Tomás suspirar con alivio. Se dice que el vampiro, viendo la gravedad de sus heridas, ha tomado la decisión de dejarlo ya en paz. Eso parece, se oyen pasos.

Solo que no van a la salida. El vampiro se acerca, apunta a su espalda apenas dejando distancia entre la boquilla de la manguera y la carne sanguinolenta. Entonces dispara.

Tomás se retuerce en el suelo, el agua se le clava como millones de agujas siendo taladradas dentro de él. El agua helada de repente arde y todo su cuerpo está rojo, sus ojos ven rojo y siente que su sangre se hincha dentro de sus venas y que reventará de tanto dolor.

Entonces el agua se para. El vampiro, satisfecho, se marcha.

Tomás se abraza a sí mismo, temblando de frío y dolor y con sus dientes castañeando tan fuerte que cree que se le romperán. Alguien lo toma del cuello, le pone un collar y tira de él.

No sabe a dónde le llevan, pero no tienes fuerzas siquiera para alzarse y adelantarse a los pasos del tipo para averiguarlo. Se queda en el suelo, con los ojos cerrados y siendo arrastrado por el suelo. Se golpea la cabeza, las costillas y los tobillos cuando tiran de él escaleras arriba, pero no reacciona.

<<Me matarán, Desmond, me matarán, ojalá pudieses salvarme.>>

El tramo de escaleras termina, su frente golpea el último escalón y los pensamientos parecen vibrar en su cabeza como una cuerda de guitarra. Estridente. Es arrastrado por el suelo, más piedra. Debe estar en el horrible castillo de Vlad, en una de las plantas bajas que usa para sus deseos macabros, pero no lo sabe seguro. No recuerda haber llegado ahí de ningún modo, solo recibir la noticia de que Desmond había muerto y, después, un latigazo.

No se desmayó, eso lo sabe seguro, no hubo un solo momento de negrura, de paz. Simplemente se quedó en shock, su piel fría, sus ojos ciegos, la boca abierta en una perpetua mueca de horror. No podía pensar más que en Desmond y ver frente a él un caleidoscopio demoníaco que le mostraba millares de posibles muertes horribles para el vampiro.

Es metido en otra habitación, está tiene el suelo de piedra también, pero las paredes están cubiertas por láminas de madera oscura y, en vez de barrotes, hay una gruesa puerta que lo separa del exterior. La poca iluminación que le deja ver la habitación vacía viene de una luz desnuda y mortecina que hay en el techo. El hombre que lo arrastra lo deja en el suelo, le quita el collar y cierra de un portazo.

Escucha una pesada llave girar, encerrándolo. Él no se mueve, solo permanece en el suelo, bocabajo y luchando por respirar cuando siente que su cuerpo se muere poco a poco.

Tiene hambre y sed, pero si tuviese comida delante no podría ni rozarla. Piensa en moverse, su cuerpo no responde, quiere llorar, no tiene siquiera lágrimas.

Está tan mareado que le da la sensación de que la luz parpadea cuando no es así, gimotea, ajeno a su propia voz, asustándose de ella. El tiempo pasa extraño para él y siente que ya no tiene el control de nada. La puerta vuelve a crujir, esta vez es Vlad quien entra.

—Bien, voy a explicarte qué va a pasar así que escucha bien, yo no repito las cosas.

Tomás alza la vista como puede, dejando los ojos en blanco por unos segundos sin querer, y se topa con la mirada roja y ominosa de Vlad. Desde tan abajo su rostro parece deformado, oscuro y demoníaco, le eriza la piel. Él asiente, queriendo demostrar que está atento porque sabe que se lo contrario será golpeado.

—Desmond está muerto y le he tenido que matar por tu culpa.

Tomás lloriquea lastimosamente al oírlo, quiere replicar, pero está tan cansado y dolido que su cuerpo solo puede retorcerse, agarrota los dedos, se le estruja el corazón y los párpados los cierra con tal fuerza que siente que se los desgarrará. Vlad lo patea en el rostro, obligándolo a estar atento de nuevo.

—Cierra la boca y escucha. No tienes derecho a llorar su muerte, tú tienes más su sangre en las manos que yo. Tú me has obligado a hacer esto. Tú lo has matado no yo. —susurra, el tono aguardentoso distorsionándose más y más, alejando en cada palabra de lo que debería ser una voz humana. El castaño quiere llevar las manos a los oídos, gritar, negarse a que todo eso sea cierto, pero <<¿Y si lo es?>>. —No podía permitir que un vampiro como él se pudriese por un humano insignificante, creí que podría hacerlo entrar en razón, pero se puso en contra mía antes que tuya. Un vampiro poniéndose en contra de otro, de quien fue su mentor ¿Qué clase de loco haría eso? Le hiciste perder la cabeza, lo volviste poco más que un animal con la rabia que mordería a los de su propia especie y, claro, tuve que sacrificarlo por el bien de todos, incluido el de él. —las palabras son cínicas, pero a Tomás se le rompe el corazón al escuchar el tono, tan próximo a las lágrimas. Vlad suena realmente devastado. —Tú, estúpido mortal egoísta, no podrías entender mi dolor, he conocido a Desmond por más de lo que tú llevas vivo, conocí a su creador y padre y juré ser uno para él. Le acogí, le protegí, le enseñé todo para ser un buen vampiro, uno fuerte al que jamás nadie pudiese herir y mira cómo ha terminado todo... Y tú eres el único culpable. Obviamente quieres ser tratado bien, solo eres un humano estúpido, demasiado para entender que la naturaleza de un vampiro jamás podrá ser compatible con esos deseos. Desmond era un semi-puro, un líder de clan, rey de distrito... ¿Cómo esperas que un hombre así sea fuerte con sus enemigos y blando con sus mascotas? Le habrías llevado a la perdición. Pero no estoy aquí para explicarte tus errores, sino para hacerte pagar por ellos.

Tomás suelta aire en un suspiro vencido. Sea lo que sea lo que le depara ya apenas puede temer ¿Qué tortura podría ser peor que el dolor que sufre ahora? Siente que con cada palabra el vampiro lo clava más y más en sus carnes, que enquista su alma en ese cuerpo pesado, lo ahoga en su sangre estancada. Se está pudriendo ¿Qué podría ser peor que eso?

—Tú me hiciste matar a Desmond. Ahora —el vampiro da dos palmadas en el aire, alguien abre la puerta. —es tu turno.

Tomás abre la boca, pero ningún grito sale de ella. Otro humano menudo y agotado es arrojado a sus pies.

Su corazón se para un segundo.

—Todd...

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CHAN CHAN CHAN ¿Os ha gustado el cap?

¿Cómo os sentís por nuestro pobre bebito Tomás? uwu

¿Os esperábais lo de Todd?

Gracias por leer <3

Y quiero dar las gracias a dos grniales artistas que han hecho dos fanarts de esta historia. Me encanta todo de ellos y no puedo imaginar el esfuerzo que hay detrás para que salgan tan preciosos, lo agradezco de todo corazón y de verdad que me emociono cada vez que veo los dibujos son demasiado BONITOS <3

El primero es e safi_everleen (es su insta) y son Tom y Desmond teniendo un momento tierno, he pensado que sería adecuado para este capítulo por lo irónico que queda skfn Me ecnata la ilustración y cómo todo se ve tan suavecito y cuqui <3

El primero es e safi_everleen (es su insta) y son Tom y Desmond teniendo un momento tierno, he pensado que sería adecuado para este capítulo por lo irónico que queda skfn Me ecnata la ilustración y cómo todo se ve tan suavecito y cuqui <3        

El segundo dibujo es de Martínez Bautista Isa (nombre de FB) y es de cuando Tomás estaba destrozado después de lo sucedido con Desmond y lo retó porque quería morir. El estilo es como oscuro y muy profesional, parece sacado de un manhua, es demasiado genial <3

 El estilo es como oscuro y muy profesional, parece sacado de un manhua, es demasiado genial <3        


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