38

 Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^


—A ti mis acciones te hacen sentir bien ¿Sabes por qué lo hago? ¿Sabes qué es lo que siendo yo al hacerlas? ¿Sabes que siento al besarte, al desnudarte, al recorrer tu cuerpo con mis manos?

León niega, sintiéndose borracho de la voz de Harry. Sus palabras le nublan el juicio, su cuerpo grande y erguido sobre el suyo, sus labios gruesos, su olor a lluvia y truenos. Todo en ese hombre lo devasta, incluso sus susurros le remueven por dentro como un huracán.

—Siento magia León, siendo exactamente lo que siempre pensé que sentiría cuando me enamorase.

—¡No puedes decir eso! —chilla León escandalizado, intentando huir de debajo suyo, de la cama, del castillo incluso. Quiere correr lejos esas palabras no se aten a su corazón, pero Harry le toma de las muñecas y lo empuja contra la almohada, sonriéndole de esa forma en que solo un príncipe soberbio puede. Esa sonrisa ladina y pilla, propia de alguien que está acostumbrado a obtener todo lo que quiere, no como León.

—¿A no? —pregunta retador, alzando una ceja, batiendo las pestañas color tierra. —Estoy enamorado de ti, estoy enamorado de ti, estoy enamorado de ti —susurra cada vez más ronco, cada vez más cerca, hasta que sus bocas están a un mero centímetro de encontrarse. —. Vaya, parece que sí puedo decirlo.

—¡Pero no deberías! —dice León totalmente estresado, luchando contra los fuertes dedos del alfa mientras este le deja besos en la nariz con una inocencia y una ingenuidad que el omega sabe que no puede permitirse. —Harry, esto no está bien. —masculla, girándole la cara.

—Yo me siento muy bien contigo ¿Por qué no iba a estar bien? —responde el príncipe, soltando a León y quitándose de encima suyo cuando nota la seriedad en su voz y que empieza a resistirse contra su agarre sin juegos. —¿Tú no te sientes bien?

León sale de la cama, quedándose parado con las manos temblorosas y el pecho subiéndole y bajándole demasiado deprisa. Harry nota las gotas de sudor en su rostro, la palidez de sus labios y la forma en que su línea de agua soporta lágrimas que se resisten a la gravedad. Quiere levantarse, lamer la mejilla de León, ronronearle en los labios y abrazarlo hasta que se le cansen los brazos, pero León luce como un conejo blanco a punto de huir: tan estresado, pequeño y lleno de rechazo en sus ojos grandes, su nariz rosada y su cuerpo suave.

—Claro que me siento bien, pero no está bien por eso mismo. Cuando se te pase... ¿Tienes idea de lo mal que lo pasaré? No quiero esto, mi príncipe, si estás enamorado no quiero saberlo.

—¿Cuándo se me pase? —escupe ofendido, poniéndose en pie frente al muchacho y eclipsando su figura con su enorme cuerpo. León da un paso atrás. —No estoy enfermo, León, maldita sea, estoy enamorado ¿Me oyes o te lo tengo que gritar?

—No. No quiero oírte. No quiero oír eso más. —niega frenéticamente, cerrando sus ojos y tapándose los oídos.

El alfa siente que todo duele, le duele el cuerpo, le duele el aire que exhala, le duele hasta el suelo que pisa, como si su dolor tuviese tentáculos que atrapan todo lo que le rodea para alimentar a la bestia. Sus feromonas riegan toda la estancia, un aroma fuerte y denso que pronto da problemas a León para respirar. Harry nunca ha amado y nunca ha sido rechazado y el resultado es un cóctel que mezcla la vergüenza y la ira. Las manos del omega agarra el pomo de la puerta, pero Harry le detiene. No le agarra de la cintura como el picor de sus manos demanda, no le muerde el cuello como quemazón de sus encías piden y no aprieta su cuerpo contra el del pequeño como el frío de su piel demanda, solo coloca la mano sobre la puerta y se inclina hacia León, reteniéndolo.

—Quiero volver a mi otra habitación —pide el chico con voz fina, dándole la espalda a Harry. Este bufa por la rabia y tan pronto el aliento le toca la nuca, el muchacho se encoge y tiembla. —, p-por favor, mi príncipe.

—Primero quiero saber por qué no quieres oírme decir la verdad sobre lo que siento. —exige con voz aguardentosa. León tiembla más y sorbe por su nariz, pero no hace ningún intento de responder. —No me importa si no sientes lo mismo, tienes todo el derecho del mundo a rechazarme, a no amarme de vuelta y a pedir distancia, a exigir que no te toque, que no te bese, que no te desnude y acaricie nunca más. Tú solo dímelo y yo voy a respetarlo si son tus deseos. Pero no consiento que te rehúses a oírme decir que estoy enamorado, no puedes cambiar mis sentimientos, no puedes silenciarlos ¿Por qué querrías hacer algo así?

El cuerpo de León tiembla entero, haciéndole creer que se derrumbará. Un escalofrío que emerge desde su nuca le araña toda la espalda, le hace echar la cabeza para atrás, doblar las rodillas y gimotear bajo su aliento. La voz apasionada de Harry, su aroma a verdadero alfa, su cercanía caliente, demandante... todo en la presencia del príncipe lo debilita, lo hace querer sucumbir incluso si sabe que es una mala idea.

—¿Puedo irme, por favor? —pide casi tartamudeando, su voz afinándose como la cuerda de un instrumento dulce. No recibe respuesta alguna y la mano que empuja la puerta mientras él tira sigue igual de firme. —Por favor... —pide con un hilo de voz y sus uñas arrastrándose por la madera de la puerta, como si fuese un animal.

—Quiero que me digas eso primero. —su tono es más suave que antes, pero eso no logra tranquilizar a ninguno. —León ¿Por qué estás tan asustado? Sabes... por los dioses, sabes que no te estoy reteniendo para tomarte ¿Verdad? Sabes que solo quiero esa respuesta, que seas sincero. Quiero entenderte, por favor. Después te dejaré ir a tu habitación, te dejaré escoger tu habitación si la quieres más lejos de mí, te asignaré tareas en que no necesitas verme si me lo pides, haré lo que necesites, pero yo ahora necesito escucharte, saber por qué te parece algo tan horrible que me haya enamorado de ti.

León no solloza, ni hace la llamada de auxilio, ni se derrumba sobre sus rodillas. Su cuerpo entero le advierte de que va a pasar, su lobo le araña los adentros, resquebraja su compostura, pero él lucha contra sí mismo y logra voltearse y mirar a Harry firmemente. No lo ve como lo vería una presa, un súbdito o un amante sumiso, lo ve retadoramente, con sus ojos oscurecidos por un visaje lleno de seriedad y la marea alta de sus pupilas haciendo a Harry estremecerse y recular un paso. Nunca ha visto a un omega tan fiero, cualquier pensaría que va a sacar los colmillos y las garras y convertirse en un gran lobo blanco.

—No quiero que me digas que estás enamorado de mí porque es injusto que tú puedas permitirte ser tan ingenuo y yo no —Harry parpadea con incredulidad. Está acostumbrado a ser llamado ingenuo, todos saben que él tiene <<demasiados pájaros en la cabeza>>, pero eso solo lo dicen sus familiares cercanos y Kajat. Tan siquiera los sabios del templo, el médico real u otros miembros cercanos del consejo se han atrevido a ser tan directos como León lo está siendo ahora. —, me dices que estás enamorado como si... como si fuese tan fácil, como si fuésemos dos jóvenes pueblerinos y no un futuro rey y un jodido don nadie ¿Estás enamorado? ¡Pue vale! Pero sabes que eso es insostenible, que deberías cortar esos sentimientos en vez de ver cuán lejos puedes llevarlos antes de que todo se joda. No quiero que estés enamorado de mí y no quiero pensar que yo también estoy empezando a enamorarme porque cuando todo se vaya a la mierda será peor. Tú serás un rey y te casarás con alguien noble y se te pasará, estarás demasiado ocupado como para pensar en tu primer amor, pero yo... yo ni siquiera puedo imaginarme cómo me sentiré.

Harry niega con su cabeza y arruga su expresión, notando un sabor amargo en el paladar.

—¿Por qué siempre insinúas eso? Cuando te dije que eras mi siervo favorito e incluso ahora, que te he dicho que estoy enamorándome poco a poco de ti ¿Por qué insinúas que te dejaré por otro omega y me casaré con él? ¿Por qué no puedes pensar en que simplemente me quedaré contigo? —pregunta con tono suave y llevándose las manos al pecho.

León lo mira con la boca abierta y en completo silencio unos segundo y después ríe a carcajadas.

—¡Sí, claro! —exclama irónicamente, su rostro pasa de la diversión a la tristeza sin apenas tiempo entremedio. Le tiembla la mandíbula cuando trata de hablar, se le arruga el mentón y los ojillos se le llenan de lágrimas después de tanto aguantarse el llanto. —¿Y qué harás? ¿Eh? ¿Cortejarme? ¿Casarte conmigo? ¿Hacerme rey también? No seas ridículo...

—Pues sí. Sí. —responde Harry con convicción, acercándose un paso más y agarrándole la cara al omega para impedir que aparte la mirada. León se resiste, las manos empapadas de lágrimas de Harry presionan su carita más y lo fuerzan a mirar de nuevo esos ojos verdes llenos de seriedad y pasión. —Sí, quiero cortejarte. Y es muy pronto para hablar de un casamiento real, pero si tu aceptas mi cortejo y al final me aceptas como tu alfa, algún día, en el futuro tú y y-

—¡Por los dioses, Harry! Al final voy a creer que realmente eres el príncipe de los bobos ¿Cómo puedes decir semejante tontería? ¿Tú —grita y lo señala pinchándole el pecho con el índice —cortejándome a mí?

—¿Qué me lo impide? Mi padre cortejó a una esclava extranjera y se casó con ella, la hizo reina y de seguir viva hoy ocuparía un trono ¿Qué es lo que me impide cortejarte a ti entonces?

León bufa se zafa del agarre del lobo empujando las manos de este fuera de su cara.

—Tu madre no era una loba blanca, ella era suficientemente fuerte y valiente como para pelear y ganar contra alfas. Además, ella pudo concebir, sabes perfectamente que yo jamás podré darte una manada y eso es imprescindible para cualquier rey. Incluso si pudiese procrear yo... no valgo para esto, no podría tomar decisiones políticas en tu ausencia, soy... soy casi un salvaje, un perro... un lobo que se ha criado en los bosques y en la calles, pero no en palacios. Y si llegase el momento y tuviese que luchar yo... yo... —León se tapa la cara y solloza, el príncipe se le acerca con intención de abrazarlo, pero León lo empuja con rabia, lo mira con los dientes apretados y los ojos rojos de llorar y farfulla. —yo huiría y te abandonaría igual que abandoné a todo mi pueblo porque soy un maldito cobarde. No merezco ser cortejado por el rey de un imperio de lobos valerosos.

—¡Eras un maldito niño! —grita Harry fuera de sus casillas. Quiere acercase, clavar a León contra la puerta y abofetearlo hasta que el sentido vuelva a sus palabras, pero se contiene mordiéndose la lengua y eso logra amansar sus siguientes palabras. —No eres un cobarde, ni débil, ni inútil, no puedes pensar que no vales para esto solo porque no lo has hecho antes. No sabes si puedes concebir porque ningún lobo blanco ha sido cortejado y preñado debidamente, no sabes si puedes luchar porque todavía estás aprendiendo, no sabes si puedes reinar porque todavía es muy pronto para eso ¡No puedes saber que lo harás todo mal, que es imposible!

—Todos tenían razón ¡Tienes demasiados pájaros en la cabeza! —le chilla León llorando, con el rostro rojo de furia —¡Solo un idiota querría cortejar a alguien como yo!

¡Cállate!

León se queda paralizado, la voz lo atraviesa como una espada y siente que se desangra, que se le vacía el cuerpo y que Harry controla ahora lo poco que queda de él. El alfa se muerde el labio hasta hacerse sangre al ver el horror en el rostro de su títere. Se arrepiente al instante, pero la orden ya está dada y el chico no puede evitar sentir que vuelve a ese momento de miedo, de odio, en que los alfas eran el enemigo. León juraría que puede oler a jazmín y sangre. Siente las manos grandes del alfa taparle la boca, incluso si Harry no le toca ni un pelo.

El omega cierra sus ojos con los párpados temblándole, respira hondo, tratando de llenarse los pulmones de aire, más que de feromonas, y espera a que su cuerpo se tranquilice. Las manos de Harry, una en la cintura, otra en su mejilla, no ayudan.

—Cállate y deja de decir sandeces, León. No tienes idea de lo equivocado que estás —murmura, pegando su frente a la del chico y dejando que sus rizos chocolate le hagan cosquillas en la cara. —, ¿Cómo? ¿Cómo puedes decir que lo más bonito que he sentido en mi vida es un error? ¿Cómo va a ser una equivocación enamorarse de ti? —susurra deslizando sus labios sobre la frente sudorosa del chico, hasta llegar a su cabeza y acabar besándole la coronilla.

León logra retomar el timón de su cuerpo y lo primero que hace es abrazar al alfa y hundirse en sus brazos y su olor. Nunca en su vida ha estado tan seguro de que está equivocándose, pero tampoco nunca algo se ha sentido tan correcto.

—¿Realmente quieres cortejarme? —pregunta León con las lágrimas secándosele en las mejillas y su cuerpo meciéndose levemente en el abrazos, como una brizna de hierba dejándose mover por el viento. Harry asiente y cuando las feromonas emocionadas y dulces de León lo alcanzan él lo alza entre sus brazos, llevándolo de vuelta a la cama. —¿Y cómo lo harás? Si eres un rey dudo que sea tan fácil como cortejar a quien desees.

León está abrazado a Harry en la cama, ambos mirándose el uno al otro, buscando en las pupilas ajenas la sinceridad propia de una declaración. El color esmeralda de Harry relampaguea de emoción, los faros índigos de León lucen apocados, como si se preparase para la desilusión. León usualmente luce así: como si fuese a apagarse. Es una estrella que brilla con gran intensidad, la suficiente como para haber llamado la atención de un príncipe, pero su forma de brillar es ansiosa, apresurada, como si se consumiese con rapidez y fuese consciente de que pronto se perderá en la oscuridad y de que cualquier otra pequeña estrella en el cielo podría tomar su lugar. Harry lo toma por la cintura y lo hace ponerse encima de él, le acaricia la espalda y deja que sea el chico quien decida si acepta o no la cercanía. León se queda sobre él, acariciándole el pecho.

—Para que un cortejo sea oficial y pueda derivar en un matrimonio debe ser aprobado por el consejo y especialmente por los ancianos del templo. El consejo es la ley del imperio y los ancianos son los mensajeros de los dioses, por eso ambos deben aprobar un matrimonio tras el cortejo, para que sea legítimo y para que sea sagrado. Cuando padre, Hermalias y Paola vuelvan del viaje convocaré una reunión del consejo y les pediré su bendición por si algún día aceptas mi cortejo y, más tarde, darme tu mano.

—¿Y si ellos te dicen que no? —pregunta León angustiado, enredando uno de los rizos de Harry en su índice. Harry le toma la mano y le besa la palma.

—No me dirán que no, León. Padre es la voz más importante del consejo y él me comprende. Fue él quien me dijo, desde bien pequeño, que cortejase a quien amase, que marcase a quien amase y que tuviese cachorros con quien amase y con nadie más. Él se casó con una extranjera a la que nadie aprobaba y luchó por ella. Él me entenderá. Y los ancianos del templo seguro que también acceden, ellos son más duros que mi padre con estos temas, pero los dioses adoran a los lobos blancos, de ahí las bellas leyendas sobre vosotros, así que no dudo en que acabarán concluyendo que eres un consorte adecuado.

León se siente más tranquilo con esas palabras y asiente, como dando el visto bueno a la argumentación de Harry. Aunque ha dejado de llorar sigue teniendo una expresión tristona en la cara. Le duele que todos sus momentos felices terminen en llanto, es como si no tuviese derecho a disfrutar nada, ni su aldea, ni su amor, ni su sexo y todo simplemente por haber nacido con un cuerpo pálido y los cabellos de seda.

—¿Y si yo te digo que no?

Harry tuerce su cabeza y hace un puchero, después alarga su mano hasta la nuca de León y lo atrae hacia él, haciendo que se agache hasta que el espacio entre sus bocas peligra. Harry mira a León a los ojos y ve como este le mira los labios, lamiéndose los suyos.

—Si me dices que no se me romperá el corazón. —susurra el alfa, pero después sonríe enternecido por la expresión preocupada de León.

Su corazón bondadoso y lleno de candor se estruja por la confesión del alfa. Es tan sincero, tan vulnerable... y le gusta saber que también los alfas se rompen, que también los omegas destruyen. Algo en la voz triste de su príncipe le hace sentir poderoso, como si sus manos pequeñas tuviesen en la palma el corazón de Harry y pudiese estrujarlo hasta desangrarlo con un simple apretar los dedos; no quiere, pero le idea de que él puede herir de ese modo al gran príncipe de los lobos negros, a un soldado que en batalla puede asesinar a cientos de hombres sin que le hagan siquiera un rasguño, le da escalofríos satisfactorios.

Siempre pensó que gustarle a un alfa sería de otro modo, especialmente después de que los Kez masacrasen a su pueblo. En ese momento aprendió que una declaración de amor de un lobo pardo era una sentencia de muerte. Lo único que esos alfas amaban de un omega blanco era su forma de llorar, de pedir perdón, de temblar cuando se le alza la mano. Ellos no decían <<te quiero>>, sino <<Quiero a ese>> y sus halagos eran tan violentos que lograban anticipar el horror que sus manos traían. Ellos no decían <<Eres hermoso>>, sino <<Con ese cuerpo hermoso haré...>>. Jamás preguntabam solo afirmaban, exigían, ordenaban. Porque el amor en Kez era unilateral: el alfa amaba a un omega y el omega debía <<dejarme amar>>, que es solo una expresión suave para decir que debía soportar, como una mula soporta la carga. Los omegas que gustaban era los que eran prostituidos con más brutalidad, los que pasaban menos hambre, también, pero a cambio de perder la voluntad, el cuerpo. León pensó que ser amado era ser robado.

Ahora Harry lo ama de una forma tan diferente, no lo toma, no lo agarra, no lo marca, no lo atrapa. Le da la opción de elegir y le muestra con gestos tiernos como es él, León, quien tiene en sus manos el corazón del alfa como si fuese un títere. Harry también lo tiene en su palma, también podría romperle el corazón con palabras o incluso con una mirada, pero es diferente. Harry le roba suspiros, pero le regala su aire en cada beso, le roba caricias y se las devuelve. Harry no le hace sentir menos.

—¿Sigues queriendo dormir en otra habitación? —pregunta el alfa sobre la boca del albino, todavía paralizado en ese limbo que se forma los instantes antes de un beso.

León es quien detiene las palabras por otro gesto. Harry le corresponde al beso con una sonrisa cuyos hoyuelos su amante no puede ver, pero sí imaginar. Las dos bocas se buscan desesperadamente, sedientas del afecto del que los labios ajenos las colman. El ósculo es lento, pero caliente, y ambos sienten como sus belfos, dientes y lenguas se juntas y se separan, se buscan, se esconden, se encuentran. Como se funden hasta que no existe la diferencia entre Harry y León, solo un continuo de carne rosada y cosquilleante, una superficie de puro placer donde no se halla el fin de una lengua y el inicio de la otra o el espacio entre los dientes mordedores y el labio mordido, porque todo se une todo el rato y se separa de inmediato, buscando más de ese beso del que ninguno parece hartarse.

-------

¿Os ha gustado el capítulo?

¿Qué os ha parecido todo lo que ha dicho Harry?

¿Y la reacción de León?

¿Creéis que ambos van a poder ser felices juntos o que tendrán algunas dificultades? ¿Cuales?

Muchas gracias por leer, nos vemos en el próximo cap <3


Comentarios