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León se siente algo perdido, es la hora de la comida y sabe que Harry comerá en una reunión, Kajat le ha informado que él también, el tal Nath está en medio de su examen y aunque le apetece comer con los sirvientes y charlar con ellos, tiene a dos pequeñas pirañas mordiéndole los tobillos para que no vaya a la cocina.

—¡Sanha, Shin, eso duele! —se queja el omega viendo que los niños están jugando demasiado duro con él y realmente empiezan a morderlo.

—No te vayas —lloriquea el pelinegro, inflando sus chaquetes y tirándole del pantalón. Sanha sigue mascándole la pierna como si fuese alguna especie de golosina, León cree que es porque sus feromonas lo hacen oler extremadamente dulce y eso hace a los pequeños alfas no saber cómo comportarse. —¡No nos dejes comiendo con la bruja!

—¿La bruja? —pregunta León frunciendo el ceño con curiosidad.

—No habla, tiene cara de enfadada y siempre nos grita por correr ¡La bruja! ¡La bruja! —le responde Shin con una mirada de pánico señalando a lo lejos a la diminuta beta que se acerca con los puños cerrados y pasos fuertes.

—¡No me llames así! —grita frunciendo el ceño. Ella siempre usa vestidos apretados en la cintura y anchos y de telas vaporosas en las piernas, como una muñequita, pero ahora que la ve enfadada León cree que es el mismo diablo, nunca pensó que alguien tan joven podría marcar tanto sus líneas de expresión. —Oh... Hola, León; perdona, los niños me estresan.

Los granujas, al verla, se esconden detrás de León, gritan dramáticamente y después empiezan a correr en círculos alrededor de la preadolescente cantando a coro una canción inventada sobre brujas malas. A Chenli se le marcan las venas de las sienes y León juraría que tiene los ojos húmedos.

—Puedo comer contigo, si lo deseas, si así los niños te dejan un poco en paz.

—Eres un ángel, muchas gracias. —le responde la chica con un enorme suspiro. Los niños saltan de alegría y León solo les sonríe y les revuelve el cabello. —Vamos, los criados nos traerán la comida a la habitación, sígueme.

León se siente desconcertado al principio, él suele ser quien trae la comida, técnicamente es un criado. Aun así, todos son muy cercanos con él y se pregunta si es porque ser un lobo blanco o si es porque a Harry le agrada más de lo común; en cualquier caso, le preocupa la reacción de todos cuando Harry empiece a cortejarlo.

<<Si es que le dejo cortejarme>>

León se muerde el interior de la mejilla. Él quiere ser cortejado por Harry, pero no sabe si está preparado para ser el omega del futuro rey de los lobos negros y resulta que ambas cosas vienen juntas. Tampoco puede permitirse pensar demasiado en ello, Shin y Sanha le persiguen ahora en forma de lobos, ladrándole y haciendo ver que lo acechan. León suelta una risilla.

—Se pasan la mitad del día así —comenta Chenli rodando los ojos —, no sé qué hay de especial en convertirse en animal, pero bueno.

—¿No te impresiona? Cuando yo veo a un lobo transformarse se me para el corazón.

—Un lobo —repite ella —, no un par de cachorros molestos que parecen pelusas.

León se tapa la boca al reír, Chenli tiene un carácter fuerte para ser una beta y además una tan jovencita, pero le encanta demasiado. Ella, sorprendida, se pone colorada y adelanta a León unos pasos. Llegando a la puerta de su habitación y abriéndola. La estancia es pequeña, pero encantadora, hay en ella una cama blanca con dosel del mismo color, un escritorio pequeño y un gran cofre y armario para la ropa, pero lo que más ama León es la terraza, sobresale más que la de Harry incluso, y Chenli tiene ahí una cómoda silla con cojines y una mesa redonda diminuta con una taza de té.

—Haré un sitio para ti, disculpa —dice la muchacha adentrándose para poner la taza de té sobre el escritorio y para arrastrar la silla frente a este hacia la terraza. León lanza una mirada a los lobitos que ahora se pelean bajo la cama de Chenli —. No te preocupes, esos dos animales comen siempre en el suelo.

—Me lo esperaba, están asalvajados —bromea León, pasando para sentarse con la chica al sol.

Casi al instante llegan los sirvientes con platos para los cuatro. Dejan los de los niños en el suelo, como sabiendo de sobras que no se dignarán a usar ninguna mesa, y los de Chenli y León los apoyan como pueden en la pequeña mesa exterior.

—Gracias —dice con desgana la chica, obviando la reverencia de los trabajadores. Mira el plato con la misma apatía, pese a ser un combinado de carne de pollo en salsa con verduras tiernas que luce muy apetitoso. —. León ¿Tú sabes a dónde ha ido a mi madre? Ella siempre está haciendo viajes, pero esta vez se le ha olvidado decirme a dónde y no sé cuándo volverá.

El omega se lo piensa un poco. Sabe que Hermalias está de camino a Vento, pero también sabe que esa información es confidencial y Chenli, siendo una niña, debe ser un poco bocazas.

—No estoy seguro, pero hoy he hablado con un soldado que iba a examinarse para ser guardia real. Supongo que si en el cuartel están haciendo muchas gestiones militares deben necesitar a tu madre ahí.

—Oh —dice ella sorprenda, con mucha más calma —, tiene sentido. Gracias. —le sonríe. León se siente horrible, odia mentir, aunque sus tres años en Kez le han hecho un prodigioso embustero. —Es que me da algo de reparo cuando me deja sola con Roger.

—¿No te llevas bien con tu padre?

La chica está a punto de atragantarse con su comida.

—¡Roger no es mi padre! —grita de repente, dando un golpe que hace temblar el plato. Se pone automáticamente roja y dice entre dientes: —Es solo el marido de mamá... —la chiquilla hace una pausa, suspira y mira su plato —No es que le odie, pero tampoco nos llevamos bien. Él es como un hermano mayor que no me habla mucho, no sé. No me gusta la gente de palacio en general, menos Aura. —comenta mirando melancólicamente los árboles de enfrente. —Y tú.

—Yo apenas he podido hablar con él, pero Aura es sorprendente, el médico real más joven que jamás he visto.

—Sí, me gusta porque su edad es la que más se acerca a la mía, se siente como un amigo, tú también, aunque realmente no puedo tener amigos. —dice sin tapujos, mirando intensamente al chico.

—¿Por qué? —pregunta León dolido, inclinándose un poco hacia la joven.

—En palacio todo el mundo está muy ocupado con lo suyo, no hay tiempo para esas cosas. No quiero quejarme por vivir en palacio ¿Sabes? Prefiero esto a estar muriendo de hambre, tengo tantos lujos... pero aun así me gustaría mucho poder más tiempo para ser normal y tener algún amigo. La vida aquí es solitaria ¿No te parece solitario este lugar? —pregunta alzando la vista con una intensidad que hecha a León para atrás. Tiene los ojos oscuros y brillan muchísimo.

—A veces sí, un poco, aunque quizá me cuesta verlo porque me he acostumbrado a la soledad en el tiempo que he estado en Kez. —comenta el omega mirando a Chenli con compasión. Tiene un rostro de facciones finas y expresión dura, tallada en piedra, pero cuando habla le parece extremadamente sensible.

Al fondo los niños están haciendo el bobo mientras devoran su comida sin cubiertos, simplemente quedándose en su forma animal y lamiendo los platos. Le beta pelinegra apoya su barbilla en su mano, mirando también a los cachorros, especialmente a su hermano.

—Ese pequeño idiota un día será coronel —comenta la chica con gracia. — y yo economista del reino. Me cuesta creerlo.

—¿Te cuesta? ¡Pero si has nacido para ello! —se sorprende León.

—Me he criado sabiendo que sería ese mi papel y no voy a mentir, me gusta, pero claro que me cuesta. Se siente como una responsabilidad muy grande para una persona tan pequeña como yo.

—Pero, Chenli —la consuela León poniendo una de sus manos sobre las de la beta —crecerás, aprenderás, mejorarás. No se trata de que asumas esas responsabilidad ahora, tienes tiempo para sentirte preparada, no te preocupes. —la chica parpadea despacio mientras lo escucha, sigue comiendo y se encoge de hombros. León no tiene nada que reclamar, él conoce ese tipo de inseguridad.

Durante el resto de la comida se forma en un ambiente de tranquilidad en el que la beta no dice gran cosa, además de un par de comentarios banales que León responde de forma que ella sonría. Los pequeños niños se esfuman al acabar sus comidas y se van al patio a jugar. Chenli agradece a León por su presencia, le dice que parece haber calmado a los niños y que por primera vez no tiene dolor de cabeza a la tarde, así que le apetece salir a pasear.

—¿Quieres venir? Los guardias que siempre me acompañan son secos y no dan demasiada conversación.

León asiente vigorosamente y se pone de pie tan rápido como la chica se yergue con gestos delicados. Al salir de la habitación la beta mira a un par de alfas armados que custodian los pasillos y les informa de que saldrá a que le dé un poco el aire, así que los alfas dan cuatro gritos a sus compañeros para que cubran su posición y luego se ponen a andar a los lados de León y la beta. El omega se siente importante cuando atraviesa los portones del castillo, las piedras llanas del camino hacia la salida del jardín y al cruzar la verja que rodea el territorio del palacio. Una vez fuera León respira el aire fresco y especiado de la gran ciudad. Ya solo frente al castillo hay una gran plaza central con mercaderes de todo tipos, calles anchas que se bifurcan en más pequeñas y personas de toda clase paseándose, corriendo o parándose en alguna banca para hablar o comer. Entre los humanos hay también lobos y entre los ciudadanos los guardias reales patrullan en parejas, vigilando todo.

—La ciudad de Seth está tan viva, Kez era una gran ciudad también, pero no era tan alegre ni por asomo.

—Eso es porque aquí suena música en todos los rincones, pon atención —dice la niña recogiéndose el cabello tras la oreja. León le hace caso y se centra en los sonidos de la calle, hay mucho bullicio y eso hace que la melodía de la ciudad parezca un homogéneo hummus de ruidos, pero atendiendo un poco nota que entre el chachareo, los ladridos, los gritos de los mercaderes, los cantos de las pájaros y las patas de los animales sobre la piedra, hay diferentes melodías. En algunos sitios hay voces cantando solas, en otras músicos desperdigados que tocan su instrumento mientras caminan e incluso la gente baila cerca suyo.

—¡Es cierto! Que genial. —exclama maravillado. Se siente en tierras mágicas, donde aunque cada uno toque un ritmo distinto todas las voces e instrumentos parecen ir al compás de una canción mayor que se extiende por todo el imperio.

—Es muy agradable, si solo supiese bailar —se lamenta la muchacha, pasando al lado de un mercader que se arrodilla para tenderle una flor. Ella la toma y le sonríe con un gesto casi mecánico, después se la pone tras la oreja.

—Yo tampoco sé, la verdad, en la noche del fuego Harry me tuvo dando vueltas de aquí para allá y parecía más un animal asustado que un hombre bailando, debí verme ridículo —se burla León, recordando el momento con dulzura.

—¿Le pediste bailar al príncipe? —pregunta impresionada.

—No, no, fue él. —responde, a lo que la chica se sorprende aún más y sonríe enorme. —¿Qué?

—Nada, nada —dice negando con suavidad. —, ven, quiero comprarme un vestido, te llevaré al mejor sastre de la ciudad.

Chenli parece soltarse más con él, pues le coge de la mano y se pone a correr por las calles de la ciudad. Los guardias lo siguen sin dificultad alguna, pero la chica parece estarse divirtiendo con su carrera y León la reta, corriendo todo lo rápido que puede y adelantándola, tirando ahora él de su mano. Ambos ríen, comportándose como niños, hasta que Chenli se detiene, respirando agitadamente. León se sorprende al notar que él apenas se ha cansado, parece que su entrenamiento da frutos.

—Es... ahí... —dice la chiquilla mientras se apoya en sus rodillas y respira. —, eres veloz. —lo halaga, y después vuelve a cogerle de la mano para adentrarlo en un alto, pero estrecho edificio.


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