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Al volver con Chenli de comprar León se siente culpable, no puede sacarse de la cabeza la gigantesca bolsa de monedas que la niña ha pagado por la ropa como si nada, tan siquiera entiende como la beta ha tenido fuerza suficiente para alzar tanto oro con una mano. Intenta desinhibirse, pensando que la noche se acerca y que por fin verá a Harry.

<<Y cuando lo vea tendré que decidir si me corteja o no>>

León traga saliva, se despide casi con apatía de su amiga y aprieta el vestido negro en sus puños mientras va hacia la habitación. Se cruza con Lendra en el camino, que lo para poniendo su manos amablemente en su hombro, pero no le sonríe.

—¿Pasa algo? —pregunta el chico con preocupación.

—No es nada grave, pequeño ¿Estás bien? ¿Has tenido un buen día? —pregunta con un tono gentil en el casi puede oír resonar la voz de su madre. Lendra es una alfa, su aroma, sus proporciones y hasta la forma en que anda lo demuestran, pero León nunca pensó que una alfa podría ser suave.

—Chenli me ha llevado de compras, no suelo salir mucho, así que ha sido emocionante. —responde León con media sonrisa, todavía extrañado.

—Me alegro —le responde, acariciando la mejilla del omega. —Cariño, eres un hombre muy dulce, se te nota, pero todos hemos visto la mejilla del príncipe. Sé que tú no querías deshonrarlo seguro, pero intenta controlarte ¿Si? —dice ella apretando los labios y tensando una de sus comisuras.

León se tapa la boca por la sorpresa y se siente horrible de pronto.

—Lo hice sin querer, no es escusa, lo sé, me gustaría disculparme con el consejo si ha sido tomado como una ofensa, yo...

Lendra hace un además despreocupado.

—Solo sé más cuidadoso... No tienes por qué disculparte con nadie, es Harry quien debe decidir si él quiere o no una disculpa, y viéndoos yo creo que no le hace falta. —comenta con dulzura, acariciando la mejilla de León para calmarlo.

—De acuerdo... ¿Sabes dónde está Harry ahora? —León quiere esconder su nerviosismo, pero tan pronto pronuncia el nombre del alfa nota su cuerpo desprender feromonas reveladoras.

—Él se ha quedado redactando una carta con su hermano, seguro que en unos minutos termina ¿Quieres venir a la cocina? Los sirvientes han recogido frutillas y yo voy a robar unas cuantas.

León le sonríe amablemente, pero niega.

—No tengo apetito, gracias. —dice antes de hacer una pequeña reverencia para despedirse.

León se siente terriblemente culpable por lo que le ha hecho a Harry y por lo que significa. La noche anterior sintió que el estómago se le hundía al verle la sangre en su mejilla; el alfa ni siquiera estaba haciendo nada mal y León no puede evitar pensar que hay algo mal en él, que está roto. Pero lo peor no es pensar en el dolor de ser rasguñado a traición, porque sabe que el príncipe sana rápido y no le guarda rencor, lo peor es pensar que todos en el castillo le han tenido que ver así. Un príncipe llevando una herida no de guerra, sino de un mero criado rebelde, un criado que se va de rositas después de algo así. Harry debe haber quedado ridículo por su culpa, lo ha humillado.

Cuando sube por las escaleras se lleva una mano a la tripa. La imagen de Harry sonrojado, apartando la mirada con vergüenza, mientras tiene que contar que su siervo le hizo eso y no le castigó hace que se le revuelvan los adentros. Al poco rato está ya en el pasillo que lleva a su habitación; lo recorre con la mirada agachada, el vestido arrugado en sus puños y la postura un poco encorvada. Quiere hacerse un ovillo en el suelo y llorar, hacerse pequeñito, derramarse por el suelo hasta no ser más que un charco de lágrimas. Los guardias que custodian las puertas le lanzan miradas incriminatorias y el pasillo se le antoja increíblemente estrecho. De pronto tiene prisas por llegar a la habitación de Harry, pero cada vez le parece que está más y más lejos y sus piernas temblorosas se niegan a cooperar. Suelta una exclamación corta cuando una alfa le pone una mano sobre el hombro.

—Hay una habitación libre en la planta baja. —le informa la soldado en un tono neutral.

—Ugh, yo... yo estoy en la habitación del príncipe. —le explica León tímidamente, pero cuando planea irse la mano sigue apretándolo.

—Ya sé dónde pasas las noches, lo que te digo es que quizá deberías dormir en otra habitación y dejar al príncipe tranquilo. —dice la alfa apretando los dientes y el hombro del omega.

León siente malestar en su estómago y su omega le pide que baje la cabeza y obedezca, pero en vez de eso la sube, mira a los ojos oscuros de la mujer y le responde:

—Si el príncipe quiere que duerma en otro lugar lo pedirá él mismo.

Se zafa del agarre con un brusco movimiento, pero la chica se le adelanta el paso y junto a otro soldado más le barran el paso.

—Ten algo de decencia y acepta que no mereces compartir cama con el príncipe ¿Acaso no te avergüenza lo que le has hecho en la cara? Se nota que tu pueblo vivía en el bosque como alimañas salvajes.

—Retira eso. —León da un paso al frente, haciendo que su pecho choque contra el del imponente alfa, y este solo le da media sonrisa llena de arrogancia. —Retíralo.

—Apártate ¿O también planeas arañarlo a él? —se burla la alfa, dándole un empujón.

Las grandes manos abarcan todo su pecho y la presión es suficiente para tirarlo al suelo. Cae de culo y el dolor del golpe le escala por toda la espalda y las costillas. Por la mueca sorprendida de la mujer atina a pensar que ella ni siquiera pretendía hacerlo caerse, solo alejarlo y eso le hace sentir todavía más patético.

El omega contiene las lágrimas de frustración y se levanta, pero olvida el vestido. Cuando se voltea para cogerlo ya hay otro guardia más que se ha hecho con él y lo ve críticamente con una ceja alzada.

—Que vulgar... —escupe la mujer, mirando el vestido con una mueca agria.

—Así ibas a disculparte con el príncipe —se burla otro de los guardias, el que tiene el vestido.

—Me lo he comprado por que he querido, idiota, ahora dámelo. —gruñe el chico, tratando de quitarle la prenda con un manotazo.

El alfa hace desaparecer la tela negra de entre las manos de León, alzándolo. El brazo alto y largo del guardia hace que el omega no pueda alcanzar su prenda, quizá saltando podría lograrlo, pero no quiere hacer más el ridículo para entretener a esos abusones.

—¿Te lo has comprado? ¿Con qué dinero? —se mofa el hombre de detrás suyo.

León se voltea, apuntándolo acusadoramente con el dedo, pero la mujer no le da tregua, interrumpiéndolo.

—Que seas la puta del príncipe no significa que trabajes para el reino, no creas que eres como nosotros, así de deja de tratarnos con ese poco respeto.

—¡No estoy haciendo nada! Sois vosotros quienes me estáis rodeando y no me dejáis ir a la habitación ¡Quiero descansar! —exige, tan nervioso que se le entrecortan las palabras por su pesada respiración y los ojos empiezan a ponérsele rojos.

León está a nada de ponerse histérico y el remolino de feromonas que lo constriñe no ayuda. Quiere responder a sus increpadores, pero cuando se gira otro habla a sus espaldas y tiene que voltearse de nuevo, buscando risas crueles y sonrisas ególatras. Se siente mareado, girando en una prisión de afilados dientes y garras.

—¿Descansar? ¿Acaso te cansa mucho ser un niñato mimado? Debería mandarte a dormir al calabozo. —espeta la mujer, dando una paso al frente que hace a León encogerse instintivamente.

—Nuestro trabajo es proteger al rey, niño, y tú abusas de su hospitalidad y le rasguñas su cara en su propia cama, no sé por qué no estás en el maldito corredor de la muerte ¡Es insultante! —las voces parecen venir de todos lados y León, mareado, girando sobre sí, es incapaz de distinguir quien le habla.

—¡Fue sin querer! —chilla angustiado, tapándose los oídos y cerrando sus ojos mientras espera a que todo pase, pero las voces de los alfas penetran en su endeble defensa.

—¡Oh, sin querer! —se burla uno, con un tono irónico que desata un mar de carcajadas. León siente que se ahoga. —¿Me explicas como tus uñas se arrastran por la cara de un príncipe por error? ¿Nos has visto cara de idiotas?

—¡Dejadme en paz! —grita con agobio, intentando apartar de un empujón al alfa que tiene delante.

Solo quiere estar en la habitación de Harry, encerrado y bajo las cobijas. Esta a solo unos metros de ello, pero los alfas que le impiden el paso no se mueven por muy fuerte que empuje y siente, por un segundo, que su corazón se va a parar y morirá ahí.

—¿Es que no tienes respeto? —estalla el alfa tras él, agarrándolo del cuello y poniéndolo contra la pared con una mano mientras que con la otra arruga y tira el vestido al suelo.

La alfa se desentiende, apoyándose en la pared contraria como si nada, y lo mira de reojo con una sonrisilla triunfal. El otro alfa se queda al lado del agresor, sonriendo también, pero más cerca. León mira a su alrededor por ayuda, los demás actúan como si nada sucediese.

—Todos los hombres y mujeres de este pasillo ¡Todos! Nos jugamos la vida en el campo de batalla para proteger a nuestro príncipe, todos nosotros hemos perdido a seres queridos en esas guerras con tal de conservar la vida del príncipe y tú, niñato engreído, vienes aquí, te cuelas en su habitación y te crees que por ser su puta tienes derecho suficiente a herir al futuro rey ¡No tienes respeto! Cualquiera habría perdido su mano por arañarlo y como tú te has ido de rositas se te ha subido a la cabeza ¿Es eso? Porque puedo cortarte la mano aquí mismo si es lo que necesitas.

León traga saliva y trata de pensar con la cabeza fría, aunque ya esté temblando y llorando. Él sabe que ningún soldado, por muy enfadado que esté, le cortaría ni uno de sus cabellos sin permiso del príncipe. El alfa solo está tratando de asustarlo, el problema es que funciona.

—Entiendo... —León murmura, hipea sin querer, pero sigue hablando. —entiendo que es una ofensa y aprecio que luchéis con Harry, pero yo jamás pretendía hacerle eso, fue un error y no volverá a suceder. Él sabe que lo siento.

León respira con calma después de sincerarse, pensando que su empática disculpa ha servido, pero de pronto se le llenan los pulmones de negro humo y el alfa aprieta la mano contra su cuello.

—Un lo siento de mierda no hace que sea menos insultante ¿De verd-

—¡Suéltame! —chilla León desesperado, tratando de arañarlo en el rostro a él también. El alfa lo esquiva, pero ve su cara teñirse de rojo ira.

—¿Qué sucede aq¡León! ¡Tú, déjalo! —escucha una voz familiar venir en su auxilio y ve unas manos coger al alfa que lo acosa por los hombros, pero este suelta a León para empujar al otro contra una pared.

—No te metas, novato —farfulla, alzando su puño.

León se percata entonces de que es Nath quien ha ido a defenderse. No tiene tiempo para alegrarse por que el castaño haya pasado su examen para ser guardia real, así que actúa por instinto y empuja al violento alfa.

—¡Déjale en paz! —chilla mientras logra apenas moverlo.

Pero el golpe es tomado como un desafío por el guardia y este empuja de vuelta a León, haciendo que caiga al suelo. El otro alfa que lo ayudaba se ha relegado ahora contra la pared, queriendo hacerse ajeno al tema, y es Nath quien interviene para agarrar al soldado de la muñeca y alejarlo del omega de un tirón.

—¿Qué coño haces? —le reclama, mirándolo con recriminación.

De golpe ambos alfas se voltean hacia la entrada del pasillo con las bocas abiertas, la expresión congelada en una aterradora sorpresa y cada uno de sus músculos rígidos. León no necesita mirar en esa dirección para saborear en el aire la exquisita posesividad de Harry.

—Mi grandísimo príncipe, este desobediente omega ha in-

El alfa se calla cuando la enorme mano de Harry le rodea el cuello con pasmosa facilidad. Los anillos fríos contra la piel pulsante, la nuez del hombre subiendo y bajando contra los anchos dedos cuando traga saliva, el agarre poniendo la cara del soldado instantáneamente roja.

—Podría matarte ahora mismo por atreverte a tocar a mi lobo blanco ¿Entiendes? —pregunta el príncipe. El hombre se queda paralizado de terror y León inspira con fuerza al ver los pies del soldado alzarse a unos centímetros del suelo. Harry lo mantiene alzado con uno solo de sus brazos, el soldado, con los ojos llorosos y el rostro totalmente rojo, lleva sus manos al agarre de Harry, que no flaquea ni un segundo. La mirada feroz del príncipe escruta el rostro de su empleado y repite. —¿Entiendes?

El alfa se apresura a asentir como puede, movimiento solo sus labios, pero sin que los firmes dedos de Harry dejen pasar un solo sonido por su garganta. Tan pronto lee sus labios lo suelta bruscamente. El guardia cae de rodillas al suelo y pone su frente contra este, como reverenciando a Harry. León lo ve salivar, llorar y moquear mientras lucha por aire. Siente un escalofrío cuando el alfa aparta la manos de su cuello tras sobárselo, revelando que la mano de Harry ha dejado una marca atroz en la que se distingue hasta el contorno de sus anillos.

León no quiere sentirse excitado por ver al príncipe perder los estribos, pero puede imaginar pocas cosas más calientes que a Harry amenazando de muerte a alguien por tocarle. Sabe que es algo depravado, pero su lobo no tiene problema en agitar felizmente la colita cuando Harry se comporta como un verdadero animal. Por ese instante y solo por ese, León quiere ver al alfa manchándose las manos de sangre.

—Y tú ¿Qué mierdas estabas haciendo con mi omega? —brama girándose ahora hacia el castaño novicio, agarrándolo por el cuello de la camisa.

—¡No, Harry! Nath me defendía —le corrige el omega, levantándose con prisas.

Ante su voz la bestia parece aplacarse de golpe y suelta a Nath, que da un suspiro aliviado. Harry se acerca a León y le acaricia los cabellos con dulzura.

—Cariño ¿Qué ha sucedido? —pregunta como si se dirigiese a una criatura pequeña y adorable, aunque los guardias solo vean en León un niño consentido. —Me aseguraré de que todos tengan su castigo. —asevera, mirando a los guardias cercanos con una frialdad que los hace tener visibles escalofríos, apartar la mirada y apretar los dientes.

—Ellos... se han puesto realmente nerviosos por lo que he hecho en tu mejilla. Entiendo que es una ofensa, que eres su príncipe y ellos quieren protegerte, pero realmente no lo hice queriendo y solo quiero disculparme...

—Lo sé, mi dulce lobo de nieve, lo sé. —le responde el príncipe, acercándose para dejar un pequeño beso en su frente.

Después se dirige a los guardias, desgarrando toda ñoñería y mirándolos con el rostro más severo que León ha podido imaginar jamás.

—Todo el que haya estado implicado queda suspendido de su función como guardia real por tres semanas y está obligado a ir al cuartel y notificar ante su teniente que ha agredido injustificadamente no solo a un omega, sino al omega de lobo blanco, y pedir un castigo. Si cualquiera de vosotros ha estado implicado y no hace al pie de la letra lo que acabo de decir me enteraré, creedme que me enteraré, y entonces os proporcionaré un castigo público que yo mismo escoja ¿Ha quedado claro?

León se estremece, la voz viril de Harry lo hace sentirse sumiso y maleable, pero algo en sus órdenes lo relaja. El silencio más absoluto reina en el pasillo y el omega teme romperlo con un ronroneo.

—He preguntado si ha quedado claro. —repite el príncipe, pero no eleva el tono de voz ni una décima, sino que susurra con voz rasposa.

—¡Sí, señor! —responden todos al unísono, con una voz generalmente temblorosa.

—Bien. Nath, ves al cuartel a avisar de que necesitamos a nuevos guardias que sustituyan a los sancionados y vuelve a tu posición. León, vamos, quiero descansar después de este largo día. 

Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Os sentís preocupados por León?

¿Cómo creéis que estarán ahora él y el príncipe?

¿Qué os parece el personaje de Nath?

Nos leemos en el próximo cap <3


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