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El muchacho peliblanco está inocentemente sentado en la camilla de Víctor, su trasero está en el filo, como listo para saltar de ahí e ir corriendo hacia la puerta por la que se asoma en busca de su médico y vampiro favorito. Víctor ha salido hace como dos minutos, pero para el humano se siente como una eternidad.

Cuando la cabellera oscura, recogida en una firme trenza se asoma por la puerta el chico se reclina de nuevo, sentándose cómodamente mientras sus piernas cuelgan y se mueven hacia delante y hacia atrás. Víctor le dijo que lo primero que harían sería examinarlo y esa es una palabra muy larga, así que no sabe que significa, pero tan pronto ve las sábanas blancas, los guantes y la bata médica se pone contento. Examinarlo debe ser puesto el nombre que reciben esos ratos agradables en que Víctor parece divertirse mirando su cuerpo y poniéndole potingues y el muchacho lo ama, son los mejores momentos de sus noches y, se atreve a pensar, de su vida. El tacto de Víctor le hace añorarlo, pensar en él cuando ni siquiera lo pretende y suspirar como nunca ha hecho, incluso si con ello se ganaba castigos de Vlad.

Vlad... El peliblanco cierra los ojos ve con total nitidez sus manos manchadas de sangre y al hombre cayendo al suelo, inerte. Entiende que Vlad ya no es su amo, pero no acaba de entender por qué.

Matar no es una palabra fuerte para él, la ha oído cada día de su vida, pero sabe que los únicos con el don de arrebatar una vida son los dioses, los vampiros, no los repugnantes humanos. Sin embargo, él mismo sabe lo que intentaba cuando apuñaló a su amo, no intentaba dormirlo o distraerlo, intentaba matarlo. No pensó que lo conseguiría y todavía tiene problemas para pensarlo.

Víctor lo toca y todo el ruido de su cabeza se vuelve silencioso de pronto, lo único que importa con sus dedos sobre la piel cicatrizada, los dedos que tocan siempre allí donde hay heridas, los dedos gentiles que presionan y hacen que hasta el dolor se sienta delicioso.

El peliblanco ama esa sensación, pero no conoce siquiera esa palabra como para dar voz a sus sentimientos.

—Bien, he cosido todas las heridas abiertas, ya no tendré que curarte más. —dice Víctor con una gran sonrisa, ayudando al chico a bajar de la camilla.

Su pequeño receptor se horroriza ante la idea ¿No más examinarlo y curarlo? ¿No más de esa sensación que es lo único bueno que le ha pasado en la vida? De pronto tiene ganas de derrumbarse ahí mismo y llorar, pero no lo hace. No quiere enfadar también a su nuevo amo, al único amo bueno que ha conocido nunca.

—Espérate aquí ¿Si? Iré a por algo de ropa para ti.

Asiente y permanece recto y quieto, desea ser obediente con su amo más que nada en el mundo, complacerlo y pasar el resto de su vida a sus pies, pero no entiende ¿Acaso no habrá más heridas? Si no es para sufrir, romperse y ser reparado él no sirve de nada. Y si no es cuando está roto, Víctor no se le acerca, no le toca gentilmente, no le hace sentir bien.

Nervioso, el chico mira alrededor. La camilla, un espejo, armarios, un botiquín y, cerca suyo, una mesa donde hay dispuestos distintos instrumentos. No entiende para qué son, excepto las tijeras, que le resultan familiares. Víctor le ha dicho que no se mueva, pero si mantiene los pies en su lugar y alarga el brazo no cuenta como desobedecerlo ¿Verdad? Él reza por que no e intenta autoconvencerse de que es un buen chico mientras se estira hasta alcanzar el pequeño objeto metálico.

Víctor es un vampiro extraño y tiene gustos extraños, no le entiende como entendía a Vlad, pero sabe que al hombre le gusta curar y él solo quiere hacerle feliz; así que cuando Víctor abre la puerta de la enfermería cargando una sudadera que debería irle por las rodillas al chico se le cae al suelo de la impresión: el canoso joven está con una tijeras ensangrentadas en una mano y un enorme y profundo tajo en la otra. Le ofrece la palma rebosante de sangre como si de un regalo se tratase y lo mira con total ilusión y ni una mínima mueca de dolor, como esperando que Víctor reciba la dádiva que le entrega.

Pero el vampiro no reacciona como esperaba y eso le rompe el corazón. En vez de estar feliz por su regalo Víctor chilla con horror ¿No le gusta la sangre? ¿O acaso no le gusta su sangre? Se muerde el labio para contener las lágrimas, pero se le pasa todo en seguida cuando Víctor empieza a vendarlo con prisas. Lo está tocando, lo está tocando de nuevo y el chico solo tiene ganas de llenarse todo enterito de cortes sin con eso va a ganar ese maravilloso premio.

—Cariño... —murmura Víctor apenado. Le sostiene el rostro pero aunque lo encara la mirada oscura del muchacho huye. Su rostro cuadrado y pálido luce repentinamente triste y el humano no puede más que pensar que merece un castigo por ello. —¿Por qué has hecho eso? No quiero que lo hagas más, por favor. Dime ¿Por qué lo has hecho?

El chico cruza sus piernas con vergüenza y sus brazos sobre su pecho, se pone rojo y empieza a temblar, aterrado y avergonzado.

—Oh... —Víctor murmura, entonces toma al chico en sus brazos y lo vuelve a subir en la camilla, logrando calmarlo un poco y distraerlo con eso. —Ya entiendo... Vale, escúchame. Chico ¿Estás escuchando a tu amo?

El humano entonces reacciona de golpe a la voz marcial del vampiro. Reconoce el tono duro, las órdenes y el rostro severo de un vampiro y ver eso en Víctor le reconforta porque ahora sí sabe como actuar, pero lo inquieta porque le recuerda a Vlad.

El chico mira al suelo y asiente con grandes aspavientos.

—Bien —dice Víctor suavizando su tono. —, Vlad no te dejaba hablar ni hacer muchas otras cosas, pero Vlad está muerto y yo soy tu amo ahora así que vas a tener que cambiar varias cosas ¿De acuerdo?

Asiente efusivamente de nuevo. Hará lo que sea para complacerle, incluso si tiene que ser entrenado desde el principio otra vez.

—Puedes mirarme a los ojos ¿Si? Y puedes hablar, así que cuando pregunto algo quiero que me respondas ¿Lo entiendes? —asiente de nuevo, en silencio. —Bien, ahora dime ¿Por qué te has cortado?

El vampiro pregunta despacio, comprensivo y su mascota oye cada sílaba con claridad. Él sabe hablar, pero lleva tantos años sin escuchar su propia voz que no sabe dónde hallarla.

—Po-por...que t..u cu—el chico traga saliva, respira con dificultad y parece ahogarse. —ras. —termina con la voz rasposa y sin pulir.

El chico está afónico y apenas puede mantener un tono claro o una dicción entendible, pero para Víctor su esfuerzo es más que suficiente, así que le acaricia la cabeza, sintiéndose increíblemente orgulloso.

—Oh, mi cosita ¿Es porque querías atención? No hace falta que hagas eso, a partir de ahora si quieres atención solo acércate a mí y dilo ¿Si? Pero no te hagas daño, eso es malo, yo no quiero verte herido.

Asiente, pero está totalmente confundido. Mira a Víctor con ojos enormes mientras este le toma de la mano y lo lleva a no sabe dónde, el vampiro le está hablando y posiblemente diciéndoselo, pero él no puede escuchar nada más que su corazón latiendo tan fuerte, tan apasionado, por esas últimas palabras.

Le ha dicho que no lo quiere herir y aunque es lo único que el conoce, su zona segura, se siente por alguna razón aliviado de oír tales palabras.

Se siente feliz.

—¿Quieres ponértela?

El muchacho mira con incredulidad la sudadera color mostaza que el vampiro tiende hacia él. Se señala a sí mismo, hesitante, y el vampiro asiente con amabilidad. Él no está acostumbrado a usar ropa a parte de la lencería que Vlad le ha comprado algunas veces y completamente destruido después, así que le cuesta imaginar por qué su nuevo amo querría cubrirlo con alto tan extenso y grueso que podría ser una manta. El chico se queda absorto pensando en ello, así que Víctor decide ayudarlo a ponerse la ropa.

—Levante los brazos. —ordena, a lo que el chico obedece instantáneamente como un resorte.

Estira la prenda y la deja caer de forma que el chico acaba atravesando el hueco del cuello por la cabeza y pone los brazos en las mangas, aunque no logra sacar sus manos porque la ropa le va demasiado grande. Víctor siente que morirá de ternura cuando el chico se sorprende por la suavidad y calidez de la prenda y se pone a abrazarse a sí mismo con ella y ronronear como un gatito.

—Eres tan bonito... Debería ponerte un nombre ¿No crees?

El chico abre los ojos como si hubiese dicho una total locura y hace acopio de sus pobre habilidades para hablar con tal de advertir a su amo de que debe haber perdido la cabeza:

—Nombres son para personas, no... objetos.

Víctor frunce el ceño y el chico retrocede pensando que le ha enfadado.

—No sigas idioteces, tú no eres un objeto, eres una persona —el chico se queda estático, parpadeando varias veces y luciendo tan confuso y perdido como desde que lo trajo a su casa unas horas antes. —Me gusta tu pelo, me recuerda las nubes, es gris y tan blandito... ¿Te gustaría llamarte Gris? Es fácil de recordar para ti y creo que suena adorable.

El muchacho empieza a dar saltitos de golpe, llorando de alegría.

—¡Gr-gracias! —exclama, haciendo que Víctor ría y lo tenga que calmar poniendo las manos en sus hombros.

El muchacho sigue moviéndose nerviosamente en el sitio y enjugándose las lágrimas mientras piensa en ese nombre corto y encantador. Gris. Le ha dado un nombre que le recuerda a cosas bonitas. Le ha dado un nombre.

<<Soy alguien...>>

—Vamos Gris, tengo que enseñarte a cocinar tus comidas, no te quedes ahí parado. —le ordena mientras se adelanta.

El nombrado parece flotar en una nube que le sigue mientras se repite una y mil veces en su cabeza la voz firme y a la vez amable con la que el otro dice su nombre. La forma en que la lengua del hombre golpea el paladar con contundencia con las dos primeras vocales y el siseo que viene después, como susurrando un secreto. Le encanta como suena y le encanta como Víctor lo dice.

Vlad siempre lo llamó con palabras humillantes, silbidos, chasquidos o bruscos tirones, pero nunca tuvo una palabra como Gris. Una palabra solo para él.

Al llegar a la cocina Gris se para al lado de su amo y mira los fogones, cacerolas y utensilios con la cabeza girada a un lado y luego a otro, tratando de dar sentido a eso que ve y que no ha visto antes. Víctor no parece fijarse demasiado en la confusión del menor así que actúa mientras este se quedado embobado viéndolo. Saca algunos tarros de cristal de la alacena, abre la nevera, deja sobre la mesa un enorme pedazo de carne y se adelanta a encender los fogones.

Cuando Gris ve las llamas grita asustado y corre detrás de Víctor. Quiere rogarle y decirle que ha sido bueno, que no merece ser quemado, pero sabe que la mitad sus castigos siempre son inmerecidos, así que se limita a temblar y cerrar sus ojos con fuerza, aguardando al dolor y el olor de la carne quemada.

Pero oye agua y nota a su captor alejarse. Mira a Víctor patidifuso mientras este pone una sartén en uno de los círculos de fuego y, en el otro, una olla con agua.

—Es para cocinar, bobo —le dice apretándole una mejilla. —, así podrás comer cosas ricas y no solo pan y agua ¿Si? Eso se ahí es carne y la tenemos que poner en la sartén para que se haga, luego le echaremos especias, para que sepa mejor ¿Quieres intentar ayudarme a cocinar?

Gris asiente totalmente feliz y Víctor empieza lentamente a preparar los ingredientes. Él suele ser hábil, pero en presencia del distraído muchacho se esfuerza por que sus acciones no pasen desapercibidas y Gris entienda cómo hacer su propia comida. El muchacho le presta suma atención un segundo y al siguiente se distrae con los tarros de especias.

—Eso de ahí es sal —dice cuando coge uno y lo agita. El vampiro pasa a mirar la carne, no quiere cortarla demasiado gruesa mientras la filetea. —, luego la pondremos ¿Vale?

Y cuando se voltea se encuentra una escena tan graciosa como preocupante. Suelta el cuchillo de golpe y le arrebata del tarro al muchacho al grito de:

—¡NO! ¡No puedes comértela a puñados! —Gris se encoge de hombros y el otro puede escuchar como la sal cruje entre sus dientes mientras la mastica cual chicle. —Escupe eso ¡Que asco!

Gris obedece porque eso ha sido una orden, pero no entiende qué le parece tan gracioso a Víctor. El hombre, con su gran tamaño, parece vencido por una simple risa y finalmente cae al suelo sosteniéndose el estómago. Gris no entiende de qué está hecho ese vampiro tan rarito pero aun así se siente cálido y a gusto con él y, por alguna razón, está riéndose también.

Al final Víctor logra hacerle una comida deliciosa a Gris y salvarlo de morder el pimentero, zambullirse en la olla de agua hirviendo, comer arroz cruzo e inundar su carne con mares de orégano. Puede que Gris no haya aprendido nada de nada, pero lo importante es que se ha divertido y aunque Víctor se siente como una niñera mal pagada una sola sonrisa del platinado le merece todas las penas.

Al terminar el chico se arrodilla en el suelo, pero el plato está en la mesa.

—Vas a comer sentado. —sentencia Víctor.

Gris se alarma demasiado, él nunca ha comido de otro modo que no se agazapado, con su espalda curvada hacia un mendrugo reseco y las manos arañando el suelo en busca de migajas ¿Cómo va a ponerse en una silla si nunca ha usado una y ser decente ahí?

—No sé... —murmura el chico, pero Víctor masculla algo como que eso son tonterías y lo coge por las axilas para alzarlo como a un niño.

Viendo lo nervioso que está, el inmortal decide ponerlo no sobre la silla, sino sobre su regazo y nota que es efectivo: Gris se calma un poco y se pega a él, pero vuelve a ponerse nervioso cuando alza la vista y ve en la mesa no solo el plato de carne con arroz, sino también cubiertos.

Traga saliva. Él nunca ha usado cuchillo y tenedor más que para hacerse heridas humillantes por orden de Vlad. Víctor, sin embargo, no le ordena que tome esos objetos metálicos y haga atrocidades con ellos sino que lo toma de la mano cuando los coge, alinea sus grandes dedos con los del chico ocultándolos y le hace cortar y pinchar la carne como un titiritero.

Gris sonríe enormemente al llevarse el primer pedazo a la boca. Está delicioso y es la primera vez que podría comer incluso sin hambre. Tiene ganas de lanzar los cubiertos a un lado y comerse el filete a mordiscos, como siempre, pero no quiere decepcionar a su amo, que ahora aleja las manos que le han guiado.

—Tú puedes. —le alienta, dándole un dulce beso en la mejilla.

Y Gris hace rechinar el cuchillo en el plato y el tenedor se le cae un par de veces, pero al final sí puede. Con torpeza, lentitud y las tripas rugiéndole, pero lo consigue y se siente orgulloso de sí mismo por primera vez en mucho tiempo.

—¿Ves? —pregunta contento el vampiro viendo al chico lamer la escasa salsa que queda en el pato hasta dejarlo bruñido. —Sabía que podías. Eres un buen chico.

Gris se voltea hacia él con los ojos llenos de lágrimas y lo mira por un largo, intenso rato.

Víctor está demente, ningún vampiro debería ser tan dulce, tan amable y tan humano, pero él no quiere nunca más un amo que no esté enfermo de la misma locura que Víctor. No, no quiere a nadie que no sea Víctor, incluso si está más malito que él de amabilidad.

Por primera vez, quiere ser servicial sin necesitarlo. Quiere anticiparse a la orden o ser obediente incluso cuando no recibe ninguna. Quiere hacer a su amo feliz de forma inesperado, dar el primer paso. Su mente se llena de ideas, pero también de preocupación ¿Debería ofrecerle sangre? Es una idea que no puede fallar, pero Víctor desafía toda lógica y le revuelve el corazón, además, ya ha rechazo su herida sangrante antes así que ahora solo logrará errar de nuevo. ¿Debe darle sexo? No parece interesado, incluso si esa es la otra única cosa para la cual un humano es válido Víctor no parece buscar eso en él, le toca con contención y espera, con cierta chipa de deseo que apaga de inmediato, pero ha podido tomarlo muchas veces y no ha hecho ni un solo amago. Gris sabe que no es por timidez, sino porque sea por la razón que sea, no quiere sexo con él o no ahora.

<<No aún.>>

Se desespera, él quiere agradecer pero no tiene más que dar. Aunque acaba de recordar una cosa más que tiene, una que acaba de obtener. Su voz.

Víctor intenta consolarlo un poco y enjuaga sus mejillas sin entender por qué el chico está tan sentimental, pero entonces el peliblanco le aparta la manos, se la coge con fuerza y le mira a los ojos. Espera cualquier cosa en ese momento, menos las palabras que escucha:

—Te quiero.

Fin del cap <3 ¿Os ha gustado?

Ya tocaba traer un poco de ternura después de tantos caps tristes xd

¿Qué creéis que pasará ahora?

¿Os gusta como han ido evolucionando los personajes?


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