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Tras el rapto León tuvo serios problemas por no quedarse dormido a lomos de Harry y de hecho Kajat y Nath tuvieron que estar todo el rato vigilando que no se cayera durante el trayecto. Fue tal su agotamiento que cuando bajó del gran lobo negro casi se dio de boca contra el suelo porque se quedó dormido. Harry lo llevó a su habitación en brazos, agradeció a los dos soldados, y desnudó y baño a León, desinfectando sus raspones y quitando le tierra hasta de debajo de sus uñas. Al terminar le puso un blusón crema con un lazo hermoso en la cintura, lo acostó y lo abrazó hasta que él se quedó dormido.

Ahora León se despierta ahora notando agujetas horrendas por todo el cuerpo. Lo primero que ve al abrir los ojos es el hueco vacío de la cama de Harry y eso le duele más que cualquier parte del cuerpo. Hace un puchero al ver que su primer día de cortejo inicia así, pero entonces se abre la puerta y el alfa aparece con una mano por delante y otra por detrás: carga una bandeja llena de frutas con miel, pan con huevos y puré de batatas con habichuelas y espárragos, así como zumo de frutos rojos con hielo y algo de azúcar por arriba.

León olfatea la comida desde la cama, haciendo un ruido de gusto.

—Eso tiene una pinta deliciosa. —murmura con los párpados pesados y el cuerpo entumecido, sentándose en el borde la cama cuando Harry deja las cosas sobre el cofre que tienen ahí al lado.

Entonces el alfa saca la mano de detrás de su espalda, mostrándole un bonito ramo de rosas a León.

—Flores... —murmura emocionado, tomando el ramo entre sus manos temblorosas y hundiendo su nariz en ellas. El aroma elegante y suave le hace sentir tranquilo y le trae recuerdos de los omegas de su pueblo que se paseaban ahí luciendo los ramos de su cortejo y decorando la aldea con plantas de agradable olor.

—Como en el cortejo de los lobos blancos... Sé que no es igual, pero es lo mínimo que puedo hacer por ti, para que sientas que te estoy cortejando como siempre has querido ser cortejado. Para los lobos negros dura una semana, pero de todos modos yo seguiré regalándote cosas: ropas, carnes... para que te sientas a gusto.

—Oh, Harry, esto... eres hermoso, tan tierno, tan... —el lobo blanco se lanza a los brazos del príncipe siendo cálidamente recibido. Tiene ganas de llorar de alegría, pero al hundir su nariz en la fuente de olor de Harry se siente mucho, mucho más calmado.

La habitación está llena de pequeños aromas que excitan reacciones diversas en su cuerpo: la comida, las flores y el posesivo olor de las feromonas. Su lobo se siente mareado en un torbellino de perfumes que le hacen sentir bien, muy bien. León toma la cara de Harry por las mejillas y la sostiene mientras le da besos por todo lados poniendo su boca en trompita.

Harry ríe y le intenta devolver los pequeños besos.

—Me haces cosquillas —le responde jovialmente y León menea su cabeza para que el cabello roce a Harry y le haga reír aún más. El alfa se tira sobre él en la cama, besándolo de una vez, con cariño, y se separa rozándole la nariz con la suya. —Me hace feliz que te hayan gustado mis flores, mañana habrá más y pasado también y el cuarto día, como será el último día de flores, te daré mis favoritas.

—¿Podrías ponerlas en agua después? No quiero que se marchiten —pide León dejándolas sobre el cojín de la cama.

—Claro, amor ¿Te gustan las rosas? —pregunta el alfa tomando a León para sentarlo sobre su regazo y que se quede sobre su piernas mientras él las estira en el lecho y apoya la espalda en el cabecero.

—¿Así se llama esta flor? Pero si son de color rojo... En mi bosque no existían. —explica, alargando la mano a la bandeja de comida sobre el cofre para tomar una frutilla con miel y comerla. Harry toma un tenedor y empieza a comer también, aunque por cada bocado que toma él le da uno a su amante. —Me parecen preciosas y huelen muy bien, cuando se empiecen a marchitar haré perfume con ellas.

—Pero no te pongas demasiado, tu olor es fantástico. A vainilla y... trazas de lavanda —murmura Harry con los ojos cerrados, olisqueando el aire. León siente una pequeña punzada cuando los recuerdos lo golpean, pero los echa a un lado y besa a Harry, hallando un dulce olvido en sus labios.

—Tú hueles a bosque, lluvia y limón —responde el omega, dándole un beso en la frente a Harry aprovechando para hundir su nariz en los cabellos de él. El alfa le interrumpe para alzar su cabeza y darle un pedazo de comida con la boca, como si fuesen pajarillos. León muerde la mitad entre risas, comiéndolo —. Esto es delicioso y los cocineros son tan divertidos, debo ir a comer con ellos un día de estos y agradecerles por todo. ¡Oh! Por cierto ¿A qué lugar vas a llevarme?

León recuerda golpe lo que el alfa le explicó sobre el cortejo de los lobos negros, así que sabe que cada día irá a un lugar distinto para pedir la bendición de un dios distinto.

—Iremos a la plaza de arena, donde celebramos la ceremonia del fuego. Es un lugar reservados para fiestas, así que no habrá nadie. Quiero pedir la bendición de los dioses ardientes, mi niño, les pediré que me den fuerzas y a ti amparo, que nos den pasión y nos quiten los dolores que queman.

—¿Yo también puedo pedirles algo? Kajat me explicó que en este reino solo se rezaba una vez al mes y en un lugar especial, entonces no entiendo bien cómo funciona esto...

Harry asiente y dice amablemente:

—No es difícil: durante la semana del cortejo alfas y omegas pueden rezar tanto cuanto quieran, porque es el momento más importante de sus vidas como almas gemelas, un momento único en que los dioses escucharán con más atención que nunca. Los rezos son diferentes a las plegarias que hacemos en las capillas, son rezos directos, en contacto con la naturaleza, sin nada que intermedie entre los dioses inscritos en la tierra y nosotros. Los dioses no están por encima nuestro, ellos están en todo lo que tocamos, todo es magia, todo es un milagro ¿Sabes? Es por eso que vamos descalzos, los dioses también están en la tierra, no queremos separarnos de ellos, queremos que la piel los bese a cada paso que damos.

León come algo de pan con huevo, prestando mucha atención y mira la bandeja con comida, recordando cuando su padre le enseñó a quitar la piel a los conejos que cazaban y le susurró <<Jamás desperdicies una sola parte de él. No es una presa, es el hogar de los dioses, así como lo eres tú>>. Suspirando con amor, piensa que los lobos blancos y los lobos negros no son tan distintos en el fondo.

—Espero que tus dioses tengan consideración conmigo cuando me escuchen al rezar, quiero pedirles una vida larga, próspera y hermosa junto a ti, Harry. —susurra, deslizándose para besarlo y lamer la miel de sus labios.

Harry lo agarra por la nuca, impidiendo que se separe demasiado, y dice bajito, muy bajito, como un secreto:

—Y si los dioses se oponen, lucharé contra ellos.

León tiembla por la poderosa blasfemia. No puede siquiera imaginarlo: él, un cachorro de lobo blanco, de medio lobo, un omega olvidado, extinto, secuestrado y entregado como un mero objeto de placer sexual, él siendo el motivo por el que un príncipe se atreve a amenazar a los dioses. Su lobo aúlla de emoción, mueve la cola en las paredes de su pecho y libera dulcísimas feromonas y Harry lo besa de nuevo, un beso pequeño y casto; casto hasta que León le muerde el labio a Harry y le sonríe con una malicia tentadora.

Ambos siguen con el desayuno, hablando con tranquilidad sobre el agradable calor que hace afuera y la deliciosa comida. Harry hace más que un par de comentarios con relación a que León calienta más que el sol y a que sabe más dulce que la miel, pero el chico solo ríe, se avergüenza y llama a Harry príncipe bobo mientras este le responde con falsa ofensa que es un rebelde, que va a encarcelarlo por sus palabras. León se le ríe en la cara y le muerde la nariz juguetonamente, ambos se revuelcan entre las sábanas y se dan pequeños besitos y mordiscos hasta que Harry advierte a León de que antes de pasar su hermoso día junto debe atender a sus ocupaciones. Escribirá un par de cartas y luego entrenará, cuando vuelva le ha pedido a León que le prepare un baño.

Mientras Harry escribe, León se sienta a su lado y lee los libros que tomó de la biblioteca real, entreteniéndose lo suficiente como para no echar de menos la atención de su futuro alfa y cuando este, una hora después, le da un beso en la frente y le avisa de que debe ir a entrenar León lee un poco más y luego se pasea por el palacio, queriendo estirar las piernas y quizá tomar algún libro más de la biblioteca. En su camino se queda embobado prestando atención a los cuadros del salón principal. Siempre le han sorprendido, pero también le espantaban y por eso jamás se detuvo a observarlos con la atención que merecen.

—¡Esa es mi mamá! —chilla algo pequeño que choca con sus piernas.

León acaricia con dulzura la cabeza del cachorro y nota que se está subiendo los pantalones, así que presupone que debe haber cambiado de lobo a humano hace poco. Eso le ayuda a entender por qué para los lobos negros, especialmente alfas, la desnudez no provoca pudor.

—¿Y ellos dos? —pregunta León señalando a los otros dos lobos negros del cuadro.

Reconoce bien a Hermalias porque el lobo al que el niño señala con el dedo tiene cicatrices por el morro, las mismas que la coronel tiene en la cara. El pequeño Shin estira sus brazitos hacia León abriendo y cerrando las manos en demanda de un achuchón.

—¡Aupa! —dice el omega mientras coge al niño en brazos. Reconoce que es pesado, pero en su pueblo cargaba con cestos de cebollas que serían como tres cachorros juntos.

—¡Eres fuerte! —dice el niño sorprendido. —A papi le tiemblan los brazos cuando me levanta, como si tuviese frío. —explica riendo por lo bajo. —Papi tiene brazos bailarines —añade sin poder contener más la risa.

León le sonríe cálidamente.

—Shin ¿Quiénes son los otros lobos del cuadro? —pregunta señalándolos.

Hay dos enormes bestias negras, una más pequeña que Hermalias, otra más grande, increíblemente más grande, con zarpas que raspan la roca en la que se posa y dientes chorreando sangre. León se fija y ve en el cuadro relieves, han usado pegotes de pintura para el pelaje de los lobos y casi da la sensación de que saldrán del cuadro a comérselos. Es escalofriante.

—El rey es el grande grande —dice el niño orgulloso, señalando al lobo lleno de sangre y con una mirada brillante. León se fija mejor y nota, entre el denso pelaje negro, que hay trazas grises hechas por un pincel de pocos cabellos, son hermosas canas rizadas. —, Harry —dice el pequeño señalando al otro lobo, al que es un poco más pequeño que la coronel y el monarca. Tiene una posición respetuosa, agachando su cabeza con honor ante su padre y una de sus maestras. — y Gerard.

El omega frunce el ceño ¿Un cuarto lobo? Entonces sigue la dirección que el dedito del niño señala y nota que al final de cuatro, entre un paisaje negro y casi confuso hay otro lobo. Un lobo pintado sin relieves, abandonado de la heroica escena principal, un lobo más pequeño, más sumiso, más olvidado. A León no le cae bien el príncipe Gerard, pero en ese cuadro le inspira una profunda compasión.

—¡Aura dice que me pintará cuando sea más grande! —exclama el chiquillo con una enorme sonríe, hinchando su pecho y sonriendo con los ojos cerrados.

—¿Aura es quien ha hecho estos cuadros? —pregunta León con sorpresa, cada día admira más al joven omega.

—Él dijo que aprendió a pintar cuando curaba a enfermos. —explica, pero nota a León mirarlo con confusión, así que decide hacer un gran esfuerzo por desarrollar más. —Porque si alguien está muy malito Aura dice que tiene que abrirlo y ver que hay dentro, pero como por dentro somos frágiles él tiene que mover sus manos con mucho cuidado y dice que pintar es parecido, es como operar un lienzo, eso dijo... No lo entiendo muy bien, pero me gusta como pinta. Si me pongo malito quiero que me convierta en un cuadro a mí también.

—A mí también me gusta como pinta. —sonríe León, paseando al pequeño chico en sus brazos por delante de la hilera de cuadros.

—¿A ti Aura te pintará? —pregunta Shin mordisqueándose un dedo. León se encoge de hombros—¡Con florecitas!

El niño divisa a lo lejos al otro jovencito rubio y salta de sus brazos para ir corriendo a por él a jugar.

—Me dan más problemas que cualquier criminal que pueda entrar en palacio —dice la voz familiar de uno de los guardias, señalando a los niños.

—Nath —saluda León, mirando al castaño con una radiante sonrisa—¿Qué tal tus primeros días trabajando en palacio?

—Es bastante tranquilo, aunque las rutinas son muy estrictas y esos niños... unos diablillos. Por cierto... —el castaño le sonríe con complicidad, se agacha a su oído y susurra: —Felicidades.

León se pone rojo intuyendo que habla del cortejo y le hace una pequeña reverencia como gesto de agradecimiento. Nath lo mira con ternura, le revuelve el pelo y dice mientras se aleja:

—Bueno, debo volver al trabajo o Kajat va a chillarme como una hiena.

León se tapa la boca para no reír por esa grosería.

Después de eso va a la cocina y charla un rato con los siervos, halaga sus comidas y les explica una receta qué él solía hacer, un sopa deliciosa con calabaza que los cocineros apuntan e incluyen en el menú, diciendo que seguro que el rey la ama. Todos comentan que últimamente el rey Towen y la coronel Hermalias no salen de sus aposentos bajo ningún concepto y especulan sobre en qué deben estar trabajando. León se mantiene callado, sin revelar en ningún momento el paradero real de ese par, y se suma a la conversación diciendo que quizá por la llegada del verano sus cuerpos se han destemplado y se sienten enfermos. El tema se desvanece rápido, a todos les gusta mucho chismosear sobre los asuntos de la nobleza, pero no lo toman suficientemente en serio como para ofuscarse con un solo tema, así que al poco empiezan a hablar de cotilleos de otros reinos que han oído o bien de la familia real o bien de mensajeros del extranjero con los que, al parecer, abundan los líos amorosos. León se despide para ir preparando el baño a Harry, pero cuando oye la palabra <<Kez>> se queda apoyado en la puerta, queriendo escuchar algo de esa conversación. <<Sí, la agricultura y la ganadería apenas les cubre, quieren un préstamo o un trato, pero dicen que incluso las islas de lobos de mar les rechazan>> oye León decir a una voz femenina <<Están en quiebra, no me extrañaría que volviesen a buscar casar a Lady María con Harry, aunque la vaya a rechazar humillantemente>> le responde otra en tono jocoso <<Yo creo que el pueblo se revelará, le van a cortar la cabeza al rey Dem bien rápido>> dice otro, un beta, <<¿Qué dices? Su pueblo le tiene demasiado miedo a su ejército de lobos pardos>> le responde la voz femenina de antes, pero ahora el anciano le dice <<¿Y crees que el ejército servirá a Dem hasta que los lleve a la ruina? Habrá una revolución militar.>>

Después de eso el hombre mayor divaga sobre una revolución de la que él fue testigo hace tiempo, en otras tierras, así que León se marcha con el corazón bombeándole fuerte en el pecho. La idea de los Kez en la quiebra es agridulce: le desea grandes males a Dem y al resto de la realeza de ese lugar, pero no a sus pobres gentes que ya llevan años pagando los desaciertos de su monarca. De todos modos, León no tiene nada que hacer respecto a cómo desemboque esa situación, así que intenta no pensar demasiado en eso y va hacia la habitación de Harry de nuevo. Ve que Harry ha hecho poner las rosas en cuenco de cristal con agua. Acaricia sus sedosos pétalos y hunde de nuevo la nariz en ese bonito color rojo. Encuentra una flor maltrecha, que posiblemente no vaya a sobrevivir pese al agua, así que decide aprovecharla. La lleva al baño y cuando termina de preparar todo la deshoja y decora con ella el agua. 


Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Qué os parece el inicio del cortejo?

¿Qué os parece el comportamiento de los personajes?

¿Qué creéis que pasará más adelante?

Gracias por leer, no vemos en el próximo cao <3


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