53

 


Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^

León está en el bosque, un bosque con árboles tan altos que tapan el sol o la luna, lo que quiera que sea que esté en el cielo, un bosque con zarzas que hacen que su cuerpo pique como si miles de insectos le chupasen la sangre, un bosque donde las enredaderas no trepan por los troncos, sino que se anudan con fuerza sus tobillos, a sus muñecas, a su cuello. León quiere luchar y no puede, ve con horror como su cuerpo se deshace en tierra húmeda, hierbajos y ramitas. Su corazón deja de latir poco a poco, crece sobre un pequeño tallo, explota en una flor.

—¡Ah! —chilla el omega, levantándose de golpe y dándose en la cara con algo suave y de aroma a polen que le hace estornudar.

Se pone bizco para observar lo que tiene en las narices y cuando ve que es un ramo de tulipanes se relaja y lo coge, sonriendo.

—¿Te gustan? —pregunta Harry dándole un beso en la frente. León asiente vigorosamente. —¿Estás bien? —dice deshaciendo su sonrisa y viendo como los dedos de León tiemblan un poco.

—Una pesadilla —murmura, quitándole importancia con un gesto de manos. Centra su atención en las flores, sonriendo —. En mi bosque sí que había de estas, me gustan los tulipanes, los usaban las novias en los vestidos. —explica, preguntándose qué llevará él en la boda. Harry le ha informado sobre el cortejo, pero por lo que a León respecta él no sabe nada sobre la aceptación o el rechazo del cortejo y tampoco sobre el matrimonio o... la noche de bodas. Traga saliva, prefiere no abrumarse ahora y se dice que ya lo descubrirá después.

<<Tengo toda una vida junto a Harry para aprender... no hay prisas>> piensa mientras sonríe, sintiéndose la criatura más feliz del mundo.

—¿Tulipanes? Aquí los llamamos destellos del día, las mismas flores siempre tienen nombres distintos. Cómo tú, en Kez eras un simple mendigo —murmura, entonces le quita el ramo para meterlo en el cuenco de agua, con las rosas, y le susurra en el oído —aquí te llamarán príncipe y luego rey. Y yo te llamaré mi amor.

—Eres un bobo —le dice el omega, poniendo una mano en la cara del omega para alejarlo y que no le avergüence más. Harry le da un lametón en la palma y León, indignado, se lanza a intentar lamerle la cara al alfa.

Ambos empiezan a jugar a peleas en la cama, León haciendo gruñidos agudos que Harry halla hilarantes y él rugiendo de forma que hace sentir a León cerca de rendirse. Al final Harry se deja ganar, tumbándose en la cama mientras saca la lengua, fingiendo haber muerto, y León se pone a horcajadas sobre él y, con una sonrisa traviesa, empieza a pincharle los costados con los dedos.

—¡Oye! ¡Basta! —chilla Harry, el cual resulta ser vulnerable a las cosquillas, pero León posee manos ágiles y lo tiene riéndose hasta que le duele el estómago. —¡Eres cruel! —le reprende al alfa cuando León se da por satisfecho. —¿Sabes que en otros imperios usan las cosquillas como tortura? Aquí nunca lo hemos probado.

—¿Aquí torturáis? —pregunta León con el ceño fruncido y el tono asustado. Harry asiente sin vacilación.

—Solo en casos extremos, mi amor, no temas. No hacemos eso con los ladronzuelos o los timadores, solo con prisioneros de guerra que tienen información de vital importancia o si sospechamos que alguien hace un complot contra la corona. —León traga saliva, pero asiente, comprensivo, mientras Harry le acaricia la cara. No le gusta la tortura, pero entiende que no tiene derecho a decirle a un futuro rey que eso es cruel. León ya sabe que la vida es cruel y sabe que a veces las opciones existentes no se dividen en buenas o malas, sino en más o menos crueles.

<<Como cuando abandoné a mi raza... me pregunto si mi opción era la más o la menos cruel.>>

—¿Has torturado a alguien? —pregunta León con un tono lleno de modorra mientras se abraza a su alfa y apoya la cabeza en el hombro. —Cuéntame...

—Mi bebé, esas no son cosas que t-

—Cuéntame. —responde León en tono exigente, Harry se sorprende por lo filosas que suenan las palabras. —No soy un niño, alfa, puedo soportar un par de historias de terror.

Harry asiente, culpable de haber subestima al lobo blanco y le dice:

—Hacemos un trato: yo te lo cuento si cuando entrenes con Kajat logras hacerle una herida, aunque sea mínima. Si no eres un niño entonces debo suponer que sabes pelear como un verdadero hombre ¿No es así?

León le sonríe con malicia, la dificultad del reto, lejos de apocarle, le da unas enormes ganas de reír de júbilo.

—Hecho. —le responde con complicidad.

Harry le explica que él ha entrenado mientras León dormía y que ahora, mientas este baja a entrenar, él seguirá con el aburrido papeleo. León asiente, le besa los labios y toma la espada de la madre de Harry antes de irse como si ya estuviese acostumbrado a llevarla en la mano.

León llega al entrenamiento lleno de energía aunque haya olvidado su desayuno y tal cual Kajat hace un amago de saludarlo León blande su espada, amenazándolo con el filo apuntando hacia él.

—¿Empezamos? —pregunta con una voz más grave de los usual y Kajat le da media sonrisa y veloz ataque que el chico apenas puede esquivar.

León nota entonces un detalle que había dejado pasar: su pelo ya le roza los omóplatos. Le ha crecido más rápido que de costumbre y le molesta para la batalla, pero recuerda aquello que Harry le dijo sobre que la melena de un guerrero mide su éxito en batalla. Era una leyenda para alfas, pero a León no parece importarle.

A diferencia de otros días los esquives de León no vienen seguidos de una pausa, sino de uno o dos ataques voraces, violentos. León no se está defendiendo, León está luchando. En un par de ocasiones Kajat debe retroceder y esquivarlo, parar su espadita con la hoja colosal de la suya e incluso saltar a un lado u otro, cuidándose de que sus tobillos no acaben rebanados. El alfa da golpes que alzan tierra del suelo y que León sabe que le habrían roto un hueso, los esquiva no hacia atrás, sino hacia delante con la espada fija allí donde sus ojos: Kajat. Por primera vez, León piensa como un depredador.

Su presa es más grande, más fuerte, más veloz que él. Pero sigue siendo su presa. Podría cerrar sus ojos y esquivar solo atendiendo a la forma en que aire silva cuando la espada de Kajat lo corta, guiándose por rastros de feromonas, por el sonido de los pies del hombre haciendo crujir la arena bajo las plantas cuando va a cambiar de trayectoria. León ya no ve los golpes del alfa, los pronostica. Esquiva trayectorias no escritas, evita golpes que el propio Kajat planea en el mismo instante, se adelanta. Cuando Kajat se acerca un paso él se acerca otro porque el alfa es más fuerte, pero él más pequeño, capaz de colarse entre los huecos de su ataque, de penetrar en una defensa robusta, pero ideada para alfas que no caben entre las grietas.

Kajat ataca de un estoque, sin meter demasiado hombro, León se acerca, bajo su axila, y mientras el alfa se defiende del golpe que cree que viene a su costado derecho, al que León está pegado, el omega corta en el izquierdo. El alfa apenas tiene tiempo para esquivar el golpe y termina en el suelo, de rodillas, sudando y mirando como el omega está a punto de darle el golpe de gracia. Alza su espada, León la mira y sabe cómo esquivarla, pero las tornas cambian y el alfa hace un barrido de pies que tira al omega al suelo mientras él se levanta. León aprieta la espada y se dispone a alzarse y luchar pero Kajat le dice:

Arrodíllate y suelta la espada.

Con una rodilla hincada y la otra temblorosa, debatiéndose, la voz lo atraviesa cual escalofrío. Una sensación que le hace sentir la piel separándose de la voluntad para pegarse a las palabras del alfa. Pero León tira de ella, como cuando se peleaba con su hermano por la manta en noches frías. Tira y tira, en un combate de fuerza contra un alfa. Un combate que no puede ganar, que sabe que no puede ganar.

<<Y aun así...>>

León suelta un jadeo, la segunda rodilla cae como si la pierna fuera de tela y la espada la tiembla en las manos mientras los dedos se van despegando poco a poco del mango. Kajat sonríe victorioso, pensando ya en los consejos que le dará a León para su próximo entrenamiento, quizá le diga que se reserve esa agresividad explosiva para cuando no...

—¡Ah!

Kajat grita de la impresión y se lleva una mano al brazo. No necesita mirar para reconocer el calor de la sangre propia corriéndole por la piel. Ve con los ojos exorbitados como León alza su brazo derecho, blandiendo la espada con tal firmeza que parece que hueso y hoja se hayan fundido. Kajat arquea una ceja, mueve los labios y no le salen las palabras.

—Has fingido no poder contra la voz...

—Hay que ser astuto en batalla ¿No? —pregunta el chico con perspicacia, levantándose y apartándose los largos mechones blancos de la cara, notando como le rozan la espalda. —Perdona ¿Te he hecho daño?

—No, no duele, es un corte superficial, pero... No lo esperaba, para nada. —confiesa el comandante, enseñándole a León la herida. Ya ha dejado de sangrar y tiene la longitud de un meñique, pero está ahí, en la piel de un alfa. —Estoy muy orgulloso, León. —dice con la voz llena de aire, todavía tan sorprendido que no sonríe.

Entonces hace algo inusual: lo abraza. El cuerpo de Kajat se siente como un golpe de calor, pero León agradece el gesto y lo abraza de vuelta, sonriendo.

—Esto significa que la próxima vez ya no me contendré —le susurra en tono escalofriante.

León esperaría sentirse asustado, temblar por la voz del alfa, pero solo nota el cuerpo llenársele de energía.

—No puedo esperar —le confiesa.


Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Qué creéis que le contará Harry a León?

¿Esperábais que pudiese herir a Kajat?

¿Qué pensáis que sucederá más adelante?

Gracias por leer <3


Comentarios