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Muñecas y tobillos atados, una soga de espinas al cuello, León está siendo capturado por un rosal y en su pecho abierto el corazón se le desangra mientras de él crece un brote. Un brote de lavanda. Lavanda y sangre, el cuchillo de su madre, los gritos que parecen resonar en los troncos de los árboles, gritos de alfas excitados, enfadados, preocupados... Flores, sangre, gritos de alfa.

León despierta de la horrible pesadilla, pero su cuerpo no se calma ni un poco. Mira a su derecha, Harry le ha dejado nuevas flores, unas flores hermosas, iguales a las que en su pueblo eran llamadas rocío de la noche, pero en Seth son de color blanco. Pompones sobre un tallo, parecen lindos conejitos, son la flor preferida de León y le alegra saber que también la de Harry. Lo único que difiere es que la preferida de León es color negro como el pelaje de los Seth y la de Harry pálida como todo León. Pero esta vez el aroma a flores no viene solo.

<<Sangre>>

León recorre la mirada con la habitación y Harry se ha ido de nuevo. Se levanta de golpe de la cama, tirando las sábanas al suelo y corre hacia la puerta.

—¡Nath! ¿Has vis-

El pasillo está desértico, ni un guardia, pero al abrir la puerta llega claramente a sus oídos algo que le pone los pelos de punta.

<<Gritos de alfa>>

León corre escaleras abajo, el corazón latiendo tan fuerte que pareciera que lo tiene atado a una cuerda que tira de él hacia el origen de los gritos y la sangre. Llega a la parte baja, el trono vacío, un montón de guardias y los miembros del consejo real gritan con alboroto, hombres se movilizan a un lado y a otro y los dos príncipes hermanos apartan a todos a empujones para llegar a una gran mancha roja. León se queda congelado hasta que un alfa lo empuja y entonces reacciona.

—¡Harry! —grita alborotado, corriendo hacia él con el efecto de la adrenalina dejando su cuerpo tembloroso y lento. Siente que jamás lo alcanzará.

El alfa lo oye, pero lo ignora, se tira de rodillas al suelo, se sostiene la mano con su hermano, entre los dedos de Harry y los de Gerard hay sangre y frente a ellos algo rojo, grande, respira en el suelo. Una burbuja sanguinolenta que se hincha y deshincha. León llega a la escena, suficiente cerca como para ver, incapaz de dar un paso más. Los hijos sostienen al padre y los soldados corren a buscar a médicos. El rey está en el suelo, con una mano en carne viva encima de los dedos entrecruzados de ambos príncipes. Harry rompe a llorar, Gerard grita como si le arrancasen el corazón y se golpea la pierna tan fuerte que León da un brinco.

León tan siquiera sabe como ha reconocido al rey en esa masa sanguinolenta y patética del suelo. Su aroma ha sido arrasado por el vomitivo olor de la carne quemada, su rostro descarnado no puede evocar ninguna expresión y su cuerpo, grande y tranquilo, como el de un gigante amable, está irreconocible. No tiene siquiera sus características cicatrices.

Pero los ojos. Los ojos son lo único que queda casi intacto, como perlas de cristal, miran a su alrededor con una angustia inenarrable y a León se le estruja todo el corazón y se le remueven todos los órganos. Harry ha heredado su mirada y el omega se tortura imaginando que ese hombre medio muerto del suelo es su amado y no su padre.

—Padre... padre... —hipea el castaño con la voz tan hundida, tan rota, que León tiene por un momento la certeza de que su Harry se muere, de que no volverá a ver sus hoyuelos, ni a llamarlo príncipe bobo.

León se hecha a llorar ahí mismo, parado frente a la escena, temblando mientras se le hielan los huesos por lo escalofríos que la imagen el rey le causa. Su ropa y su piel, ambas rojas, brillantes, no se distinguen bien, su boca está abierta perpetuamente, sin labios que escondan los dientes y los ojos ruedan en las cuencas, buscando párpados que no están. La barba y el pelo han sido sustituidos por trozos rosados, rojos y blancos llenos se formas que parecen derretirse. Al hombre le tiembla el cuello o lo que queda de él cuando trata de hablar, desiste y solo acaricia las manos de sus dos hijos, perdiendo la mirada en el cielo con inquietantes ojos abiertos, redondos y resecos, mientras el pecho sube y baja. Lentamente. Sube. Baja.

—¡LLAMAD A AURA! —grita Harry con la voz desgarrada, alta como un rugido, pero llena de un increíble dolor.

Sube.

Baja.

León siente que Harry sería capaz de despedazarlo si se acerca. Se queda mirando, destrozado. En la entrada de oye otro chillido, León ve como Roger se arrodilla y solloza mientras unos enfermeros se llevan a Hermalias, también herida, pero más reconocible, lejos de él y al otro lado Paola llora desconsolada en brazos de su alfa. Entre todo el caos un soldado viene corriendo, arrastrando a un joven y asustado omega que llena todo de feromonas dulces. Al ver la cabellera larga y las delgadas piernas León reconoce a Aura de inmediato y el chico, lo ve, pero su mirada baja directamente al rey y que se queda boquiabierto y paralizado, como León.

Harry suelta la mano de su hermano y de su padre, acercándose hacia el pequeño médico. León pronostica el peligro cuando nota el aire llenarse se feromonas venenosas, tan cargadas de dolor que lo arañan por dentro al respirarlas. Aura tiembla en el lugar y Harry, con el ceño fruncido, la cara con un profundo visaje de amargura y los ojos rojos, llenos de lágrimas, lo toma por el cuello de la camisa y lo acerca a él amenazadoramente.

¡Cúralo! —ordena con una voz de alfa tan poderosa que León sabe que ni él, tras su arduo entrenamiento, podría resistirse. Aura profiere una llamada de auxilio y el alfa le ruge y lo zarandea. Clava los dedos en el cuello del omega, que llora con horror —Cúralo o prometo que tus últimos días de vida los pasarás suplicándome que te mate.

—¡Harry! —chilla León, corriendo hacia Harry. —Harry, cálmate, lo asustas. Me estás asustando a mi también. ¡Detente de una vez! Si dejas que tu emociones te hagan herir a Aura él no podrá ayudar a tu padre ¡Déjalo!

El alfa mira con perplejidad a León, luego a Aura y luego a su hermano arrodillado delante del rey. Vuelve a mirar a León, abre y cierra la boca, notándola seca, y tiene el aspecto de un hombre que acaba de despertarse en medio del caos. Como sorprendido, Harry deja ir a Aura y el pequeño omega sigue llorando mientras corre hacia el rey se arrodilla ante él.

—¡Chicos! Traed el alcohol, sábanas blancas y vendas anchas, tenemos que trasladarlo a otra habitación. —grita el omega con una firmeza que se contradice con su rostro lloroso, sus feromonas dulces de miedo y la forma en que le tiemblan las manos.

León ve como los pupilos de Aura corren a traerle todo lo que necesitan y, con mucho cuidado, colocan el cuerpo del rey Towen sobre sábanas blancas, como si fuese solo un manojo de carne inconexa que de ser cargada se desbaratará. El hombre deja ir un chillido que suena como agua a presión y León da un paso atrás, sintiendo el estómago revuelto. Cuando los médicos levantan al rey en la sábana, luciendo como una mancha horrible, y andan con él hacia la sala de medicina de Aura Harry y Gerard los siguen, pero uno de los médicos les grita:

—¡No vengan! Mis príncipes, por favor, necesitamos un ambiente estéril y bien controlado. Dos hombres sin conocimiento de medicina podrían infectar algo, lo sentimos.

Ambos asienten, Harry pálido como la cal y Gerard azotado por una furia visible. El alfa patea una pared con una fuerza que está a poco de romperla e incapaz de contener su frustración sube dando grandes pisotones hacia su alcoba. Harry sigue estático, todavía en shock, mirando la horrible mancha en el suelo que su padre ha dejado y llorando en silencio.

León se le acerca despacio y le acaricia el brazo derecho.

—Harry... Harry ¿Estás bien? —El alfa lo mira de reojo sin parpadear, niega, y devuelve los ojos a la mancha oscura. Hay trozos de piel en el suelo y León separa la mirada de inmediato, aunque se siente llamado a volver a posarla sobre el dantesco espectáculo.

Harry grita de frustración, un grito inhumano, pronto transformado en un rugido que le eriza toda la piel. León suelta a Harry de repente, como si quemase, obedeciendo como nunca a su lobo, que le advierte de un peligro extraño, pero inmenso. El alfa se lleva las manos a la cara, frotando con las palmas sus ojos, apretando hasta dejarse las palmas blancas, clavando sus uñas en la frente y el cuero cabelludo, como si pretendiese arrancarse el rostro. León anda un paso hacia él, preocupado, pero traga saliva y no es capaz de decir una sola palabra. Su omega está callado, hecho un ovillo en su interior.

—León, León, aléjate de él ¿Si? Yo me ocupo —dice Kajat corriendo hacia ellos, toma al omega del brazo y lo aleja de un tirón, cogiendo el brazo de Harry con una mano y empujándolo por la espalda con la otra.

—¿Qué? Pero él me necesita, soy su omega, yo...

—León —interrumpe Kajat con dureza —, no eres su omega aún, no estás enlazado y en el estado de Harry podría hacerte mucho daño ahora. Deja que yo me ocupe de él. Podrás verlo en unas horas, pero ahora es peligroso.

El omega aprieta los labios en una línea muy fina y el mentón se le arruga por las ganas de llorar, Kajat parece alarmado, pero seguro de sus palabras y Harry está horriblemente extraño. León no puede reconocerlo en esa expresión tan inquietante: los ojos abiertos como un maníaco, casi sin parpadear, como si tratase de imitar la mirada sin párpados de su padre, la cara tensa, pálida, las lágrimas silenciosas, el cuerpo firme y clavado como una bandera y las manos ahora extrañamente agarrotadas a los lados del cuerpo.

Quiere mandar a la mierda a Kajat, apartarlo a empujones y decirle que es su trabajo consolar a Harry. Por un segundo odia a Kajat, siente que lo llama inútil a la cara, como todos esos lobos de Kez que solo veían en él una cosa bonita o un pedazo de carne útil para divertimentos varios, pero no una persona capaz de afrontar problemas, de solucionar algo. León quiere demostrar su valía, salvar a Harry, remendarle el corazón como agradecimiento por todo lo que él ha curado con sus besos y miradas. Quiere devolverle el favor, demostrar que él es tan capaz como el príncipe, sobre todo si deberá casarse con él y reinar a su lado algún día. Pero León sabe que ahora las cosas no se tratan de él o de lo que él deba o quiera demostrar, se trata de Harry.

Finalmente, León cede, él quiere lo mejor para su alfa y aunque está seguro de que lo ama y de que quiere ayudarlo, también sabe que Kajat lo conoce desde hace muchísimo más tiempo. No estará mal en sus manos, solo que él querría acompañarlo en un momento tan difícil. Deja que el comandante de lo lleve y sabe que van a su habitación, la cual ubica perfectamente, pero, aun así, le angustia ver a su alfa desaparecer de su vista. Se siente como si se lo hubiesen robado, como si no fuese a volver a verlo nunca. Le rompe el corazón separarse de él y saber que lo está dejando sufrir sin poder hacer nada para remediarlo, pero no quiere ser egoísta y dejarse llevar por sus emociones. Si Harry no le necesita ahora, lo mejor que puede hacer es alejarse hasta que abrazarlo sea de nuevo una opción.

Cuando la aglomeración se disipa un poco León se siente perdido, no puede ir a la habitación de Harry porque Kajat así se lo ha dicho, pero tampoco se cree nadie como para intentar consolar a su hermano, Gerard, quien le ha estrujado el corazón al gritar y golpear cosas de la impotencia, y tampoco quiere ir a interrumpir a Paola y Lendra. Sea lo que sea que ha pasado, solo Hermalias y el rey Towen han salido heridos. Especialmente el rey.

León lo conocía poco, pero lo apreciaba y respetaba profundamente como hombre, como alfa y especialmente como rey, verlo en ese estado horrible, como si le hubiesen arrancado la piel, lo ha hecho trizas por dentro. La crudeza de la escena, las horribles consecuencias que eso tendrá para el imperio y para Harry, ambos devastados y el olor de la sangre y la carne quemada, recordándole lo que vivió, enseñándole que la muerte penetra hasta en fortalezas de oro. León se siente destemplado y se abraza a sí por un repentino frío, tiene muchísimas ganas de llorar y no está seguro de por cual de todas las razones es, pero sabe que lo que más necesita en el mundo es un abrazo, solo que ahora no puede ir a Harry a pedírselo.

<<¿Así se sentirá cuando él marche a la guerra?>>

Apocado, León deja ir un ruido de vulnerabilidad y alguien se lo responde con uno clónico, se voltea, cruzando miradas con Roger. Piensa en Hermalias, verla no le ha impactado tanto como ver al rey, pero la imagen ha sido dura de todos modos y puede imaginar que para su omega habrá sido devastadora: Hermalias traía un brazo muerto, como un colgajo de carne roído por bestias, y la mitad de la cara ensangrentada. León se acerca arrastrando los pies, cuidándose de no tropezar, y le tiende una mano al joven omega, que se la toma. Sus palmas están heladas y mientras intenta ayudarlo a ponerse en pie León piensa varias veces que se caerá.

—¿Estás... estás...

Roger lo interrumpe dándole un enorme abrazo y llorando desconsoladamente en su hombro, frotándose contra su fuerte de olor, todavía marcada por unas pocas trazas del aroma viril de Harry. León se queda parado, sin abrazarlo de vuelta por la incomodidad, pero no lo retira. No es normal para un omega ronronear sobre otro ni moverse de ese modo tan específico, pidiendo mimos, pero el albino comprende que es porque el pobre se siente desamparado ahora que han arrancado a su querida alfa de sus brazos.

—Dicen que sobrevivirá, pero... pero... —el omega berrea como León solo ha oído de niños en la cuna y eso lo hace reaccionar, abrazándolo de vuelta, acariciándole los mechones de cabello azabache tal como Harry hizo cuando se conocieron y buscaba calmarlo. El omega sorbe e hipea, pero sus gritos se detienen poco a poco, acabando por ser jadeos muy pequeñitos. —cuando la he visto con tanta sangre y con el brazo y la cara quemados he pensado que se moría, que mi alfa se moría. León, me arde la marca, me duele tantísimo... Hermalias siempre corta nuestro lazo cuando se va de viaje, para no hacerme sufrir, pero ahora duele tantísimo, tantísimo —el omega se apoya en León como si fuese a derrumbarse, agarrándole por los hombros con las uñas clavadas como un gato. León le rodea el cuerpo con sus dos brazos, agarrándose con una mano la muñeca del brazo contrario, por si el omega se cae y debe sostener todo su peso. —. León ¿Puedes llevarme a mi habitación, por favor? Creo que voy a desmayarme...

—Sí... sí, tranquilo. Ven, ¿Te puedes subir?

El peliblanco se da la vuelta, haciendo meda sentadilla con la espalda un poco inclinada para que Roger pueda aferrarse mejor. El omega jamás se ha montado a caballito sobre la espalda de nadie, menos otro omega que parece igual de débil que él, pero ahora no lo cuestiona demasiado y salta sobre la espalda de León, rodeándole el cuello con los brazos y dejando que sea su amigo quien le sostiene las piernas por las corvas para que no se deslice hasta el suelo. León se pone recto y espera unos segundos para estabilizarse. Roger deja caer su cabeza en la nuca del chico, inspirando el aroma de Harry y aunque eso le hace sentir ciertos celos, los aplaca porque sabe que es una estupidez.

—Eres fuerte... —murmura Roger mientras León lo sube por las escaleras, buscando su habitación. El omega le señala con el dedo una puerta y, al entrar, León siente que el estómago se le encoge.

La habitación es tan hogareña. Una cama doble, dos sillas encarándose frente a una mesa, dos armarios, dos vasos de té sobre la mesilla de noche. Dos de todo, pero Roger vuelve solo a la cama esta noche. Tal cual entran se pone a llorar desconsoladamente otra vez y León lo descarga en la cama y se sienta a su lado mientras este rebusca un pañuelo en los cajones de la cómoda. León no puede siquiera imaginarse qué sentiría él si Harry... Una arcada le frena el pensamiento, se sostiene la frente, cálida, y hecha la cabeza hacia detrás mientras traga saliva.

—Roger... —lo aborda León cuando su llanto se calma un poco, le pone una mano en el hombro y lo acaricia y además usa el tono más cuidadoso que puede. —¿Sabes qué ha sucedido?

El lobito negro asiente y va a explicárselo, pero se pone a llorar de nuevo y empieza a sonarse en su pañuelo bordado, hipando y dejándose los ojitos y la nariz rojos.

—No he podido enterarme del todo, pero... han dicho algo de que los atacaron cuando entraron en Vento, antes de poder llegar con el rey y enviar la carta. Solo... solo al carruaje donde iban el rey y Hermalias, lo... quemaron... por eso ellos... por eso ellos...

—Roger —León lo interrumpe al ver como sus palabras empiezan arremolinarse en una respiración nerviosa que hace que luzca como si se ahogase. —, yo... no sé qué pasará con el rey, pero si los médicos han dicho que tu alfa se curará, es que ella se curará ¿De acuerdo? No tienes que temer, solo deja que descanse y seguro que mañana podrás verla.

El omega asiente, tranquilizándose, exhala una respiración entrecortada y sus manos no paran de arrugar el pañuelo bordado, pero ahora luce mucho más tranquilo.

—Discúlpame, soy tan egoísta, tú me estás consolando, pero seguro que estás preocupado por Harry. —León siente las palabras como un dardo que le da en el corazón. Harry... su cabeza no deja de darle vueltas a cómo estará, a cómo va a estar si el rey muere.

—No pasa nada —miente León, convenciendo a Roger al instante. —, ¿Están bien Chenli y Shin?

—Chenli se ha llevado al pequeño con ella a pasear a la ciudad, han salido muy pronto... No se han enterado de nada y prefiero que no hayan estado presentes, que no hayan visto así a su madre, pero.... Cuando vuelvan tendré que decírselo. No sé cómo lo haré.

El peliblanco siente un horrible pinchazo en el pecho. Le dijo a Chenli que su madre seguramente estaba trabajando en el cuartel, le mintió y ella confío en él sin ninguna sospecha. Chenli le creyó y es por eso que ahora está tan tranquila como para irse por la ciudad con su hermanito, pero cuando vuelva y vea a su madre con la mitad del cuerpo quemado, luchando por vivir... León no puede imaginar cuan angustiada, cuan traicionada, se sentirá.

León le toma de la mano a Roger, sus dedos pequeños actúan con la firmeza de las manos de un alfa y el pequeño omega se sorprende, sintiéndose sostenido.

—Tienes que ser fuerte, Roger, puede que tus hijos no reaccionen bien a esto, pero tienes que ser fuerte.

El muchacho asiente, se enjuaga las lágrimas y trata de mantener un semblante menos patético. León se levanta para irse y ver si Harry está mejor y el omega lo despide tratando de armar una sonrisa confianzuda, pero cuando cierra la puerta puede oírlo derrumbarse al otro lado. León suspira, se lleva una mano al pecho y va corriendo hacia su habitación con Harry; en el pasillo el aroma de las feromonas el poderosísimo y virulento, le hacen sentir enfermo, pese a que son de su amado, y de hecho se para en medio del trayecto, sintiendo que caerá al suelo y vomitará, pero sigue. Las feromonas se sienten como zarzas que le hacen picar la piel, enredaderas que lo ahogan, una horrible tormenta que le hiela los huesos. Se sienten como la furia de una catástrofe natural.




FIN DEL CAP KJFDHGBJDH 

Lo sé, lo sé, ha venido intensito ¿Qué os ha parecido?

¿Os esperábais esto?

¿Qué teorías tenéis?

¿Qué creéis que pasará más adelante?

Depositen sus lágrimas *Aquí* jeje

Nos leemos la semana que viene <3


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