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León se siente molido cuando la reunión termina. Nuevamente no ha aportado nada porque ha considerado más importante atender y aprender, pero la gran carga del ambiente le ha supuesto grandes esfuerzos psicológicos, en cualquier momento se sentía a punto de llorar y ha tenido que controlarse más de una vez por no saltar a los brazos de Harry para abrazarlo. Todavía le cuesta controlar a su recién despertado lobo, especialmente cuando debe estar sentado en un lugar que siente como un trono demasiado grande para él y bajo la mirada de alfas y omegas experimentados a los que sabe que no puede superar. La sala de reuniones es grande, pero León se siente claustrofóbico en ella.

Pero por suerte termina y ambos pueden volver a la habitación. Harry advierte a León de que hoy comerá con su hermano, Roger y Chenli. Al decirlo León advierte que no está muy ilusionado, pero tampoco parece querer escaquearse. Hermalias y Towen están muy mal y sus seres queridos más cercanos están destrozados, así que es normal que quieran compartir unos momentos a solas para compartir su dolor y consolarse. Además, como príncipe su deber es traer paz a los corazones llenos de zozobra de los ciudadanos y eso incluye a la desconsolada Chenli y al perdido Roger. León supone que Gerard también intervendrá y ambos tratan de ser una figura paterna que tranquilice a la niña porque todos saben muy bien que es una carga demasiado pesada para Roger. Y no es que lo infravaloren, él es un omega fuerte y capaz, pero es demasiado joven y Chenli demasiado testaruda, se parecen demasiado en las cosas que justamente son poco adecuadas como para que sean padre e hija.

León querría comer solo, autocompadecerse y aislarse en silencio del mundo que lo rodea es un mal hábito que forjó durante sus tres años en Kez, pero le hace sentir realmente cómodo, aunque sabe que eso es malo. Contra ello, el omega se obliga a sí mismo a ir al comedor de cocineros y quedarse con ellos, solo que esta vez, aunque sigue sentándose en el centro de la mesa, parece pasar desapercibido. Se encoge, juega con su comida y parece que hasta cueste sacarle un asentimiento por parte de los demás. Los empleados se muestran en general consternados por el rey y en vez de cacarear animadamente, saltando de cotilleo en cotilleo, hoy la conversación tiene un tono monocromo del color de la tristeza. Todos expresan sus condolencias, su preocupación y su sorpresa al ver al rey y a Hermalias en tal estado. Le preguntan alguna que otra cosa a León, esperando que él sepa más que ellos, pero al ver que el muchacho parece tener la cabeza en otro lado le dejan en paz, temiendo haberle agobiado, y siguen con su conversación llena de compasión. León se da cuenta de algo al oírlos hablar, no hablan de Towen como un rey, no como cabría esperar en Kez con el rey Dem, por ejemplo. Si bien es cierto que todos ellos llaman a Towen <<nuestro rey>>, <<su alteza>>, <<Sir. Seth>> y demás apelativos colmados de respeto y hasta temor, las palabras que vienen después no son formales, sino llenas de un cariño dulce, como el que León sentía por su anciana vecina, a la cual llamaba <<abuelita>> aunque no fuese de su familia y a la que traía siempre setas del bosque circundante.

Le duele tener que darse cuenta a través de una tragedia como esa, pero aprecia poder ver que en Seth poder y mano dura no viene necesariamente junto a terror y crueldad. Espera, si llega el día, que Harry pueda ser un rey tan querido y respetado como Towen. Espera serlo él también. Deja la cocina con esa idea en mente, que lo persigue mientras vuelve a la habitación. Aunque el cortejo se haya tenido que pausar, Harry lo está cortejando y quiere que sea su omega, su rey y eso es un hecho. Cuanto más lo piensa, más le desconcierta, pensar que ese es su futuro se siente irreal, como si estuviese en un sueño.

Una vez en su habitación León deja de darle vueltas rápido al asunto, ya que toma un libro y se enfrasca en las palabras. Esta vez tiene suerte y no se trata de poemas históricos sobre las hazañas de los reyes de Seth, sino que es un libro aparentemente escrito por Aura, un libro donde describe como hace sus pinturas. Las explicaciones son demasiado técnicas y artificiosas, así que tras un rato León desiste y escucha algo que le llama la atención en el exterior: la voz de Harry.

Se asoma por la baranda, viendo que el alfa y el coronel han iniciado el entrenamiento. Es una de las primeras veces en que el príncipe no llega tarde, así que León ve a Kajat saludarlo amablemente, pero el otro inicia rápido, poniéndose en una postura hostil. En cuestión de segundos la pelea ha empezado y el omega se lamenta al ver que Harry no le ha hecho caso y está yendo con todo. Le preocupa, pero si el entrenamiento le sirve para desahogarse quizá en el fondo sea lo mejor.

León se queda largas horas viéndolos entrenar. Es hipnótico, los espadazos fluyen por el aire y chocan, los cuerpos se buscan y luego se repelen, como en el baile del fuego. Poco a poco el ritmo aumenta, pelean más duro, más rápido, más serio. La respiración agitada de ambos se puede oír desde el balcón. León siente escalofríos por los jadeos varoniles, exclamaciones y maldiciones de ambos hombres. Luego está el sonido de las espadas chocando, el metal golpeando, arrastrándose, cortando, es extrañamente melódico. Una espada vibrando suena a lo que León siempre imaginó que la luz del sol sonaría si pudiese cantar.

De un momento a otro las armas vuelan hacia atrás, quedando clavadas en la tierra como lápidas de una guerra y ambos hombres saltan el uno contra el otro. Son humanos mientras sus pies están en la tierra, pero una vez se proyectan en el aire, rugiendo, cuando vuelven a caer son dos enormes lobos peleando entre ellos. Usualmente la batalla siempre está igualdad y esta empieza igual, pero de un momento a otro Harry acorrala a Kajat con una agresividad que León no ha visto antes. Las feromonas le llegan como un disparo de flecha. Un aroma lleno de terror, frustración e ira lo atraviesa, haciéndolo caer de culo al suelo. Entra en la habitación con el corazón a cien y esa nube que juraría negruzca atrapándolo, reteniéndolo con el mismo poder que grilletes de hierro. Su omega se retuerce, enloquecido, y ambos se revuelcan en el suelo con las manos en la garganta. León siente que se ahoga y lloriquea, tratando de respirar algo que no se sienta como veneno, como pequeñas espinas ocupando el lugar del aire, babea sobre el suelo como un animal rabioso, tose, se le inyectan los ojos en sangre y, finalmente, cuando cree que logra calmarse, algo más llega a su nariz: sangre.

Uno de los dos lobos gimotea agudamente por el dolor y lo siguiente que León oye es la voz firme de Kajat, solo que está vez temblando:

—¡Harry! Harry, ya basta, el entrenamiento se ha acaba¡Harry! ¡Para!

León gime alto, su lobo aúlla por auxilio y esa voz de mando llena de poder y desesperación le llega hasta las entrañas, calentándole el cuerpo de forma que detesta. Sin embargo, Harry no se detiene y León no necesita verlo para saberlo, puede oler a Kajat, sangrando un poco más, puede oírlo gritando.

Entonces el omega cae en la cuenta de algo: el alfa ha perdido el control. Él siempre supo que a los omegas les pasaba e incluso cree que él lo ha perdido alguna vez frente a Harry, pero para ellos perder el control significa lloriquear y ofrecerse, mostrarse vulnerables. Para un alfa perder el control es todo lo contrario. León se levanta con las piernas temblorosas y corre como puede por el pasillo y las escaleras, una segunda oleada de feromonas primitivas y debocadas lo golpea, haciendo que caiga al suelo en medio del salón. Un empleado grita de la impresión y varios acuden a ayudarlo, pero León lo ignora y aparta bruscamente mientras se abre paso hacia el jardín principal.

Se recrimina a sí mismo, se dice que debería haberlo sabido. Kajat es un hombre con una entereza envidiable, así que está seguro de que él jamás ha estado cerca de perder el control, sin embargo, León ha experimentado suficiente sufrimiento como para conocer bien esa fina línea que separa la cordura de la locura, para examinarla, estudiarla y saber que Harry se ha estado acercando demasiado a ella desde que su padre llegó apenas de una pieza. Cuando logra salir de la fortaleza y corre por el pequeño bosque que la rodea el aire no se siente libre ni fresco, se siente infestado por el horrible olor de un lobo que ha devorado al hombre.

León llega a la escena con los pulmones doloridos, como si tuviese el pecho lleno de fuego, y ve a Kajat sosteniéndose un brazo lleno de sangre, esquivando con dificultad a un lobo de ojos esmeralda que lo ataca a matar.

—¡Largo, León, es peligroso! —le brama el coronel, abriendo los ojos exorbitadamente y rodando sobre la arena para evitar que el animal le arranque una pierna de un mordisco.

Harry está enloquecido, con espumarajos de saliva en las comisuras, el morro salpicado de sangre y los dientes y las garras reluciendo como si todo su cuerpo se redujese a extremos afilados hechos para cortar y desgarrar. León tiene que parpadear porque por un segundo jura que su pelaje no es negro, sino pardo. Siente que el corazón se le para, pero él no puede detenerse.

—Harry... —murmura con un hilillo de voz. No suena asustado o sumiso, solo decepcionado. El lobo tan siquiera puede oír ese tono y sigue atacando a Kajat con movimientos tan básicos, pero desenfrenados, que cualquiera puede advertir que ese no es un hombre luchando, sino un perro cazando.

—¡Mierda! —se queja Kajat después de tropezarse huyendo del lobo. Harry casi lo atrapa, pero él le ha dado un golpe en el hocico desde debajo con la zurda, logrando aturdirlo. —León ¡Vete! ¡Vete!

La voz lo empuja unos segundos con fuerza suficiente para hacerle pensar que obedecerá sin resistencia, pero el impacto pronto se diluye en la voluntad de León y este, pese a que nota el cuerpo acartonado y cada uno de sus músculos rígidos avanza hacia adelante.

—¡Harry! —grita con todas sus fuerzas.

El lobo se detiene de golpe y se queda tan estático que parece recapacitar. León piensa que quizá su voz le ha devuelto el sentido común a Harry, pero entonces el lobo se voltea despacio salivando tanto que gotea sobre el suelo, con el pelaje todo erizado, haciéndolo lucir más grande, más intimidante, y los ojos inyectados en sangre. No lo ha hecho entrar en razón, lo ha hecho más voraz. Traga saliva, sabiendo que el lobo no lo ve a él, a León, sino a un omega, un omega blanco. Sabe que es una presa naturalmente codiciada, sabe que Harry va a lanzársele encima, que Kajat no podrá protegerlo.

Y sucede tal y como lo pronostica, pero cuando algo malo está por suceder jamás le suceden milagros. Harry salta sobre él, clavándolo en el suelo con sus afiladas zarpas, rasguñando sus hombros en el acto y aplastándolo con su enorme peso. Las mandíbulas se abren, mostrando una larga y afilada dentadura que no parece tener final. Cuando su poblado fue atacado por los Kez León no corrió sin mirar atrás, corrió girándose cada dos segundos, pensando que sucedería algo, algo imposible, incomprensible, pero que haría que todos estuviesen sanos y salvos. No pasó y de ahí aprendió a no hacerse ilusiones, por eso ahora el muchacho no le suplica a la bestia. No hay esperanza.

León se encoge como puede, llorando alto y aterrado por la idea que será su mismo alfa quien le dará muerte igual que los propietarios de los omegas de sus tierras acaban matándolos. Harry ya no se siente protector, ya no se siente cálido, hogareño o amoroso, es solo una bestia más. Un Kez. Un soldado, un proxeneta, uno de esos guardias reales del carruaje. Harry es todos sus malos recuerdos abriendo la boca y tragándolo entero.

Se tapa los ojos y chilla alto como nunca. Un grito desgarrador, lleno de la angustia de un hombre que sabe de morirá pero no quiere, de un enamorado al que le rompen el corazón. El grito de un pequeño niño perdido en el bosque. Y el mordisco nunca llega. Solo siente un aliento caliente golpearle una y otra vez el cuerpo, separa muy despacio los dedos, dejando que sus ojos se asomen por las rendijas entre ellos, viendo al enorme lobo sobre él respirar con pesadez y mirarlo con los ojos grandes y aterrados. Harry recula, saliendo de encima suyo mientras las puntiagudas orejas se le bajan y el rabo se le mete entre las patas.

Kajat observa totalmente sorprendido y se encoge del susto cuando el lobo deja ir un enorme aullido hacia el cielo. Poco a poco Harry vuelve a su tamaño y forma y pronto el lobo se torna un hombre desnudo que llora desconsolado en la arena.

—León... León... ¿Cómo he podido...? Soy un monstruo... —solloza, tapándose el rostro de la vergüenza cuando el omega se acerca e incluso girándose para darle la espalda.

Las piernas del omega tiemblan mientras se acerca a él, pero su mano, que pone sobre el hombro de este, es firme y suave a la par.

—Has pasado por mucho, Harry, nadie te culparía por perder el control. —le murmura el muchacho dulcemente en el oído, acariciándole los cabellos cuando este se abraza a sus piernas y llora con el rostro oculto entre sus rodillas. —Lo que has hecho ha estado mal, pero lo importante es que has parado, Harry, sabes que eres más que un animal.

—Pero... ¿Y si os hubiese matado a ti o a Kajat? Por los dioses, pensaba que me volvía loco, ha sido aterrador, lo siento tantísimo... os he herido a ambos y yo... yo... ¿Qué clase de Rey seré si pierdo el juicio a la mínima? —pregunta con la voz rota.

Kajat se acerca despacio, mirándolo con profunda compasión y viendo luego a León, quien hace la misma expresión de tristeza.

—Son días duros para todos, mi príncipe, pero especialmente para ti. No estás perdiendo el juicio a la mínima, estas aguantando demasiado presión. Ahora, no te preocupes por mis heridas, me las trataré en el cuartel y mañana estaré listo para seguir entrenándote. Por favor, ve a tu habitación y relájate.

El hombre suspira al escuchar a Kajat, su preocupación es sincera y eso le duele. Su amigo es tan buena persona y él, aun así, le ha herido y podría haberlo matado. Kajat podría vencerlo dado el caso, pero sabe que se dejaría arrancar el cuello antes de hacerle daño y eso le aterra. No quiere herir a quienes ama, quiere protegerles.

León le tiende la mano y él la toma con delicadeza. Se levanta, mirándolo con ojillos tristes, y se siente todavía peor cuando este solo le sonríe con su usual ternura. A veces siente que no se merece a ese lobo blanco y esta es una de esas veces. Se queda callado mientras el muchacho lo guía hasta el palacio y luego hasta su habitación y finalmente al baño. León, sin mediar palabras, pero sí muchas sonrisas, se desnuda despacio y luego lo desnuda a él. Harry sabe que está intentando distraerlo de sus malos pensamientos y lamentablemente funciona. Aunque el alfa se dice que merece sentirse tan asqueroso y culpable como se siente, no puede evitar dejar la mente en blanco cuando ve el lechoso cuerpo de León revelarse bajo la ropa. Su desnudez es lo más hermoso que ha visto nunca, es tan elegante que luce como una prenda que no tiene derecho a tocar, algo demasiado fuera de su alcance.

León es todo blanquito, como si hubiese salido de un campo nevado: sus cabellos, sus cejitas y pestañas, sus uñas, sus dedos finos, sus curvas muy leves, pero muy tentadoras. Parece pura luz.

—Vamos, Harry, no te tortures... —dice el muchacho, acercándose con un contoneo de caderas intencional y bajándole los pantalones a medio romper a Harry.

Él no suele destrozar su ropa porque no le gusta ser oneroso, pero hoy se ha transformado en lobo con tal ansia que ha rasgado sus pantalones. León los hecha a un lado, desnudándolo por completo, y se arrodilla frente al príncipe con su rostro al altura de la virilidad de este. Harry aparta los ojos, si mira su cuerpo le empujará a agarrar del cabello a León y conducirlo hacia su entrepierna que ya se inflama y sabe que no merece eso. Harry se muerde el labio y se agacha, tomando a León por las axilas para levantarlo y meterlo en el agua junto a él.

Un escalofrío lo recorre, está a acostumbrado a baños calientes, pero los criados le han preparado uno frío para bajarle la fiebre. No es tan agradable como siempre, pero tan pronto su cuerpo se sumerge se siente mucho mejor. Sus humores parecen apagarse bajo las aguas gélidas, la ira se reduce poco a poco, quedando como un pequeño sentimiento que apenas quema. León se abraza a sí mismo y tiembla mientras se acerca al alfa, buscando su calor. Al acercarse se queda impresionado viendo vapor de agua salir de su piel. Siempre supo que el cuerpo de un alfa era caliente y el de uno con emociones fuertes más aún, pero nunca creyó que vería como un hombre podía meter una brazo en el agua, sacarlo para apoyarse y tenerlo completamente seco por haber evaporado todas las pequeñas gotitas en apenas unos instantes.

—Realmente tus emociones se han vuelto locas —dice León en tono triste, deslizando su índice desde el cuello del alfa hasta su pecho, que está completamente seco y le hace sentir casi que se quema la yema del dedo. —. Harry ¿Estás mejor ahora?

El alfa asiente en silencio y acerca a su omega, abrazándolo con fuerza y suspirando en su cuello. Después toma la pastilla de jabón y mientras mantiene a su amado cerca, le empieza a limpiar los arañazos que le ha hecho en los hombros. Cuando toca la piel enrojecida y el otro se estremece, soltando un quejido de dolor y cerrando los ojos con miedo, Harry se siente el peor alfa sobre la faz de la tierra.

—Son solo arañazos, Harry —dice seriamente León después de ver como el castaño se queda casi un minuto paralizado con el jabón en las manos y los ojos viéndole las heridas, al borde del llanto. —. Me he recuperado de cosas mucho peores que simples rasguños, no me subestimes y quita esa cara de cachorro ¿De acuerdo? No es propio de un príncipe lucir así.

La forma osada de León se animarlo surte un rápido efecto y al segundo Harry está riendo con incredulidad, salpicándole algo de agua fría a su siervo y amante como reprimenda.

—No me llames cachorro —reprende Harry con una leve sonrisa en su rostro. —. Eres la cosa más pura que he visto nunca ¿Lo sabías? No eres ingenuo, ni tienes un pelo de tonto, y desde luego muchas veces no eres inocente, pero... eres puro, eres tan bueno y tan comprensivo y tan... No lo sé, simplemente te quiero mucho León. Ni siquiera sé cómo traducirte lo mucho que te quiero en palabras.

El omega enrojece y sonríe, sentándose sobre el regazo de su amante y alargándose para besar sus labios castamente. Harry pone una mano tras la nuca del muchacho, pidiéndole más. El beso se profundiza, pero es tan lento que ambos sienten que podrían derretirse poco a poco, gotear hasta convertirse solo en esa saliva dulce que comparten. Es León quien lleva el beso esta vez y mueve sus labios con una delicadeza exquisita, cada uno de sus movimientos, lamidas y mordisquitos que más bien parecen pellizcos, se sienten como si el omega los hubiese calculado de antemano. Un beso tan perfecto, piensa Harry, no puede ser natural.

Pero pensó lo mismo de León la primera vez que lo vio y es real. Tan real que lo siente entre sus labios, moviéndose lentamente, lamiendo s lengua con la punta rosada de la suya y poco más, lo siente entre sus dedos, al deslizarlos por la nívea melena que le roza la espalda, lo siente sobre él, haciendo que agua gélida sea demasiado poco como para aliviar semejante calor.

El beso llega a su fin y ambos se separan, aunque no mucho, mirándose a los ojos y los labios, respirando el aire del otro.

—La última flor que te di... —murmura el alfa, aparando la mirada y riendo con timidez. —es mi flor favorita, es tan blanca, tan suave.... Y aun así me da miedo tocarla porque temo que se desbarate, que mis dedos no sean adecuados. Te la he regalado porque me recuerda a ti.

León se encoge cuando nota el corazón acelerársele como nunca antes. Sin darse cuenta está llorando y cualquier cosa que tuviese en su cabeza ha sido borrada por la dulce voz del alfa. León se enjuaga los ojos y se acurruca en el pecho de Harry.

—¿Cómo puedes decir cosas tan tiernas, mi príncipe? A veces pienso que eres demasiado bueno, que esto es un sueño y que despertaré algún día rodeado de miseria. Te quiero tanto, Harry, que cuanto más lo pienso más me aterra perderte.

El alfa está llorando también, pero a la vez sonríe. Se siente afortunado porque pese a todo lo que está sucediendo tiene a León a su lado. Lo recoge entre sus brazos más protectoramente y busca sus labios después de decir:

—No vas a perderme.

León aprendió a ser taimado en Kez. A engañar y a no ser engañado, a no creer ni una sola palabra, a esperar de cualquier verdad que hubiese una mentira por debajo. Creyó haber grabado esa lección a fuego en su alma, pero ahora empieza a dudar de ello, precisamente porque no duda en la palabra de Harry. No puede desconfiar de él, no puede sospechar, no puede estar alerta y su promesa le da tanta calma que se adormece entre sus besos y mimos.


Fin del cap owo ¿Qué os ha parecido? últimamente hay muchas emociones mezcladas, ya no solo ternura heheh

¿Qué pensáis de Harry perdiendo el control? ¿Lo esperábais? ¿Lo perdonáis?

¿Y de León sintiéndose asustado por perder a Harry? ¿Os parece bonito que esté aprendiendo a confiar?

¿Qué creéis que pasará a continuación?

Por cierto, dos cosillas importantes: 

1. ESTE LIBRO YA ESTÁ EN TAPA DURA EN AMAZON :D

2. Siento no haber actualizado antes, tenía que hacerlo el sábado pasado, que es cuando se iba a reparar mi pc, pero han tardado más de lo esperado y por eso el retraso uwu

Muchas gracias por leer <3 Nos vemos!


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