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—Tomás... —susurra Desmond tomando el rostro moreno del muchacho en su enorme palma. Las lágrimas la llenan de un calor reconfortante, pero él no se siente seguro. —Tener sexo no hará que olvides las cosas malas automáticamente, sé que estás impaciente por poder hacer cosas como esta con normalidad, pero el sexo no es una terapia para el trauma ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

—¡Lo estoy! —chilla con desespero, mira a Desmond a los ojos y ve la preocupación embarrando a la lujuria, sin embargo, reconoce la chispa de deseo en ellos, ese brillo fugas, inmoral, que él sabe avivar a la perfección. Dirige sus manos al pijama, desabotonándolo violentamente como Desmond ha hecho cuando ha querido su cuerpo. —Lo estoy, hazlo, por favor.

El rubio suspira, Tomás es demasiado obvio y así como no sabe mentir tampoco sabe darse cuenta de que sus actos no son lo que cree. El chico se desnuda y se tumba sobre la cama en un segundo, pidiendo a gritos ser tomado, pero Desmond no es idiota. La intimidad de su humano está blanda y suave, sus piernas fuertemente cerradas y todo el cuerpo rígido como si fuese de alambres. Tomás no quiere tener sexo, quiere llenarse el cuerpo de besos, chupones y agarres que borren las cicatrices, pero él sabe que no va a suceder.

<<Primero tienes que sanarte para poder hacer esto, mi amor, no al revés.>>

Pero aunque Desmond se siente reacio a intentarlo su cuerpo lentamente sube a la cama, movido por instintos anteriores a su amor por Tomás. Se desplaza despacio, resistiéndose, pero el chico corre rápidamente a quitarle el cinturón y desbotonar también su camisa. Tiene las manos frías y húmedas y el pulso se le oye incluso desde la muñeca. Está al borde del llanto.

<<No quiere hacerlo... pero no me hará caso hasta que se lo muestre.>>

Desmond se despoja de su camisa y Tomás no parece aliviado, se acerca a él rápidamente, como si hubiese tomado una decisión, y el chico da un repullo y aparta la mirada. Desmond duda.

—Ha-hazlo. —le alienta el otro llevándose la mano al cabello y agarrándolo. Está nervioso.

—Date la vuelta. —le ordena con voz ronca.

Tomás asiente y su cuerpo desnudo obedece con una lentitud exasperante. Se tumba bocabajo, todavía sin signo alguno de estar excitado, y abraza la almohada con los ojos cerrados. Desmond intenta no ser demasiado brusco y acaricia su cabello unos segundos para calmarlo. Incluso si está siguiendo para enseñarle una lección a Tomás no quiere que pase un rato demasiado malo, solo lo suficiente para que entienda que esa no es la forma de solucionar las cosas. No hay una vía rápida.

—Abre tus piernas un poco. —susurra en su oído. Después observa como la piel del chico se va erizando, marcando el camino de un escalofrío que lo recorre de pies a cabeza.

Por un segundo parece que Tomás se retractará, pero no lo hace. Separa los muslos y alza levemente la cadera, dando acceso de Desmond a su intimidad y mientras lo hace se muerde la lengua y se repite una y otra vez en que cabeza que esa horrible sensación de asco, terror y frío se pasará en algún momento. Que cuando su amo le obligue a correrse o se fuerce en su interior mágicamente dejará de querer morir por ese acto y lo amará de un modo u otro.

Tiene que ser así.

Pero no lo es cuando Desmond introduce un dedo en él. Se intenta relajar cuando se da cuenta de que está tan tenso que el dolor es insoportable. Piensa en el momento en que él le aplicó la pomada que Víctor le recetó para el desgarro, se dice que no es algo tan diferente a lo que ahora sucede y que después se sentirá mejor, como en aquel entonces.

Tiene arcadas con cada moción del dedo de Desmond, cuando lo golpea por dentro solo puede pensar en la noche en que lo violó o las decenas de noches en que Vlad lo hizo, en los llantos de después, en su intento de suicidio, en la cabeza arrancada de la mascota que estuvo antes que él, en...

—Voy a hacerlo, Tomás. —advierte Desmond de golpe, arrancando su dedo de las entrañas del joven y bajando su bragueta.

—¡No! ¡No, no, no, n-

Tomás responde enloquecido, resistiéndose con garras y dientes mientras sus recuerdos ponen miles de manos sobre él y siente que le arrancarán la piel. Se pone a llorar y se aleja corriendo de Desmond cuando este no hace siquiera un amago de retenerlo y cuando abre los ojos solo sabe que está en una esquina de la habitación abrazándose a sí mismo y con su amo delante, cubriéndole el cuerpo con el pijama que acaba de quitarse.

—¿Mejor? —pregunta con un tono dulce y muy sereno.

Tomás parpadea un par de veces, no recuerda haber roto en esa extraña crisis nerviosa hasta que se esmera en pensar qué acaba de suceder.

—Te dije que no estabas preparado, cariño, ven, vamos a vestirte. —murmura alargando sus brazos hacia el cuerpo desnudo del otro, pero este no responde, solo niega con la cabeza dice:

—Tengo miedo.

Desmond lo mira enternecidamente y se agacha a su altura para poder hablarle.

—No vamos a seguir, Tomás, no haré nada que no quieras. No tienes que tener miedo de mí.

Pero el chico no parece ceder, solo niega de nuevo, lleno de frustración.

—No me refiero a eso, no me refiero a ti. —susurra, mordiéndose el labio después.

—¿De qué tienes miedo entonces? —dice Desmond desconcertado, pero el otro esquiva la pregunta así como su mirada y luce terriblemente culpable. El rubio respira hondo, se acerca un poco y tapa mejor al chico con el satín, rodeándole los hombros con las manos después, haciéndole sentir que está ahí. —Ven, habla conmigo.

—De no poder hacerlo. —confiesa Tomás. Escupe las palabras con un gesto dolorido y después de decirlas se tapa la boca,

—No tenemos por qué hacerlo —explica su propietario con voz monótona y baja, después da un apretón en los hombros de su mascota, queriendo llamarle la atención y lográndolo al captar su mirada. Le sonríe amablemente —, no voy a devolverte a la casa de crianza solo porque no pueda tener sexo contigo, Tomás l-

—¡No me refiero al sexo! No solo es eso es todo. —farfulla interrumpiéndolo. —Tengo miedo, amo, tengo miedo de no poder sentir placer cuando me tocas, de no poder perdonarte incluso si estás siendo tan bueno, de no poder quererte aunque tú sí lo hagas. A veces creo que por fin he cumplido mi sueño y he logrado una vida bonita en este mundo tan cruel y luego siento que me ahogo, que estoy en el infiero porque no podré olvidar todas esas cosas horrorosas que me pasaron. A veces te miro a la cara y quiero besarte y un segundo después me acuerdo de cuando me quemaste, me pegaste o me... de cuando me hiciste todo eso y solo quiero huir y no verte nunca más y luego solo quiero abrazarte y, y, y —Desmond pone una mano en su pecho, sopla levemente en su cara y le recuerda con eso cómo respirar. El chico se calma un poco, lo suficiente para seguir hablando. —Creo que estoy que estoy roto y ya no sirvo. No puedo sentir placer o amor ¿Y si estoy estropeado? ¿Y si no puedo quererte nunca?

Desmond lo abraza con gentileza, lo toma entre sus brazos y acaricia su espalda y cabello, intentando tranquilizarlo.

—Está bien, está bien si me odias.

El chico se aparta con amargura, niega y sube la vista hacia su rostro. El hombre que tiene en frente no tiene nada que ver con el que lo compró: sus facciones relajadas, la mirada sensible, los labios entreabiertos preparados para una larga lista de suspiros.

—¿Entonces por qué lloras?

Desmond bate sus pestañas perladas y aparta la mirada.

—Porque me lo merezco.

Fin del cap owo ¿Qué os ha parecido?

¿Qué pensáis respecto a la evolución de los personajes?

¿Qué creéis que pasará a continuación?

Gracias por leer <3


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