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Tomás se agacha delante de la pequeña losa después de dejar las flores que él mismo a escogido y arrancado del jardín de Desmond está mañana. El vampiro no está a su lado ahora, le ha pedido ir solo y su deseo a sido respetado.

La única otra vez que atravesó el tramo que había entre la propiedad de Desmond y la de Vlad fue una experiencia violenta, ruidosa y desagradable. Ahora es solo lo último, pero es un momento apacible también.

Tomás sabe que nadie ha hallado los restos de Todd, pero aun así Desmond ha mandado a hacer un entierro para él. En su ataúd no han puesto nada y bajo la lápida no hay nada que antes hubiese estado vivo, es un entierro simbólico, pero eso es lo de menos. Tomás necesita un sitio para llorar la pérdida de su mejor amigo y ya lo tiene. Desmond le ha dicho que ese enorme jardín que conecta las dos casas es ahora suyo, su pequeño Edén. Y Tomás se siente un poco así de algún modo, en ese lugar el dolor fluye con la suavidad de un río, puede ir ahí, arrodillarse y llorar hasta que su corazón está un poco más limpio, un poco más tranquilo.

Le ayuda saber que ahora Todd no es una espina de incertidumbre clavada en su corazón, es quizá algo tan banal como un pedazo de roca con un epitafio grabado en ella, pero sabe que está en el jardín y sabe cómo está. Muerto.

Habría deseado un futuro mejor para su pequeño Todd, pero sabe que no le sirve de nada pensar en todo lo que podría haber salido bien porque ya nunca va a tener esa oportunidad. En su lugar va a la tumba de su amigo en ese entierro privado, llora por él y después sonríe sabiendo que al menos le dio una muerte que le trajo paz. No murió solo, ahogándose en su propia sangre después de una horrible paliza, no murió de frío tirado por las calles ni de hambre en una celda.

Murió en sus manos, casi como en un abrazo.

Y odia pensar en ello, odia recordar la sensación caliente de su garganta mientras lo ahogaba, el mecánico tragar saliva, el pulso bombeando y poco a poco quedándose sin caudal, la piel blanda, los rígidos tendones, los sonidos, el frío de después... Odia pensar en cómo lo mató, pero se dice a sí mismo que tiene que estar orgulloso de haberlo podido hacer él antes de que otro lo hiciese.

<<Todd dijo que lo quería así>>

Se frota la cara quitando un par de lágrimas que se han unido ya tarde al funeral y lee el mensaje grabado en la piedra.

<<¿Ves las flores, Todd?>>

Sonríe un poco. Es lo único que puede hacer, sonreír y seguir adelante, andar hacia donde quiera que el destino le lleve y no quedarse atrás. Ahora ya no solo le quedan unos cuantos pasos hacia la vida que soñó durante todas esas noches en la casa de crianza y espera que no le fallen las piernas.

—Está lloviendo. —dice una voz ronca detrás suyo.

Tomás se voltea con la mano en el pecho y suspira aliviado después. Desmond puede ser demasiado sigiloso a veces y siempre se altera por ello. Cuando se toma el tiempo de calmarse y atender a sus palabras nota que tiene el pelo húmedo y que un leve chispeo rocía la hierba. Niega con incredulidad, había estado tan ensimismado que no notó que empezaba a empeorar el tiempo.

—Vamos a dentro.

Desmond tiende su mano y Tomás la toma. Se siente seguro al hacerlo.

—Gracias por esto. —le dice en apenas un susurro que el otro oye solo gracias a sus excepcionales sentidos. —He estado algo alterado últimamente, después de lo de Vlad, pero esto me ha hecho sentir mucha paz. Me siento más tranquilo estos días.

—Lo noté cuando empezaste a darme besos. —le responde el vampiro con una sonrisa pícara. Tomás cree que la vista le falla cuando nota que el hombre se ha sonrojado.

Desmond todavía se emociona como un bobo adolescente cuando el humano es quien toma la iniciativa y se pone de puntitas para alcanzar sus labios. No sucede mucho, pero lo agradece de todo corazón. Tardó unos días desde aquel intento horrible por tener sexo en volver a acercarse a él y después de eso las cosas estaban frías.

Tom no hablaba apenas, comía como un pajarito y pasaba la mayor parte del tiempo dormido, pero Desmond empezó de nuevo a acercarse un poco y alejarse cuando avanzaba muy deprisa, reanudó las clases del chico con Víctor e hizo a sus siervos comprarle comidas lujosas que el chico se emocionaba cocinando. Poco a poco volvió a ser vivaracho, el chico adorable del que se enamoró y se enamora cada día. Aun así, muchas veces lo atrapa mirando a la nada con los ojos aguados y el labio rojo de tanto mordérselo y sabe que está viajando de nuevo por viejos recuerdos. Cuando lo ve así no tiene más que tomarlo por la espalda y hacerle cosquillas hasta que su risa desvanece todo atisbo de tristeza.

—Me gusta besarte —admite el castaño pegándose a su propietario para resguardarse de la lluvia mientras ambos vuelven a casa. —, siempre eres suave cuando lo hago. Me gusta cuando eres suave.

—Lo sé —responde Desmond en un susurro. —, eres tan frágil que me da miedo romperte si no lo soy.

—No sería la primera vez. —bromea Tomás alzando las cejas. El humor es una forma extraña de lidiar con su pasado junto a Desmond, pero es la suya, le trae sonrisas cuando recuerda cosas que le hicieron llorar y aunque siempre deja a Desmond avergonzado y sin palabras él no le dé demasiada importancia. —Desmond... —le llama mientras este se separa para abrir la puerta y dejarlo pasar. Una vez dentro el vampiro asiente, instándole a hablar. —¿Qué pasará con el resto de mascotas de Vlad? Tenía a cientos de humanos en esas celdas ¿Los enviarás a casas de crianza o te los quedarás tú?

—¿Para qué iba a querer yo tantos esclavos? El único que me interesa eres tú, tonto.

Tomás suelta una risilla y Desmond lo abraza por detrás mientras se dirigen hacia el sofá del salón.

—¿Eso es un halago? Que mal gusto... —su burla el muchacho, a lo que Desmond responde gruñéndole en imitación a un perro.

—Oh, ahora verás... —lo amenaza entrecerrando los ojos.

Cuando están a unos pasos de su cómo destino el vampiro empuja al muchacho en el sofá y se le lanza encima fingiendo iniciar una pelea. Tomás ríe por la actuación del vampiro y pone sus manos frente al rostro para defenderse de un ataque que sabe que no llegará. El rubio mueve la cabeza apartando su cabello del camino, deja parte de su peso sobre el chico al ponerse a horcajadas sobre él y le sostiene las manos con una sola de las suya para apartárselas del rostro.

—¡No! —grita Tomás fingidamente, haciendo ver que intenta combatir por la victoria en ese pleito.

Se resiste un poco al agarre del otro por instinto, lo que hace reaccionar del mismo modo al inmortal. Sus restricciones se afirman, poniéndolo un poco serio por el dolor, aunque el vampiro corrige pronto y afloja la presión en las muñecas del chico. Entonces baja hasta su altura y empieza a besarlo en la cara. Primero la frente, la rosada punta de la nariz y después una mejilla, cada vez más cerca de la comisura.

Tomás pone sus labios en forma de trompa, luciendo bobo y tierno a la vez y Desmond no se demora en besarlo. Mueve sus belfos despacio para no asustar a su amante, pero la pasión de sus ósculos a veces es incontenible y acaba, como ahora, lamiendo y mordiendo la boca del más joven.

—Oye, no me comas. —le reprende el otro moviendo la cabeza para liberar su labio inferior de los dientes del otro. —En serio —dice rompiendo el beso definitivamente. —, estoy preocupado por todos esos otros chicos y chicas humanas. Estaban en muy malas condiciones.

—Ellos estarán bien.

Desmond responde de forma optimista y después se levanta de encima del chico para sentarse en el filo del sofá y arrastrar al chico con él. Tomás se apoya en su pecho y hace un pequeño puchero cuando vuelve a pensar en esas otras mascotas.

—He pensado que no estarían listos para ir a una casa de crianza, así que he decidido que irán al distrito de Martha, allí los humanos tienen una vida más relajada.

—Martha... —murmura Tomás con un tinte de culpa en su voz.

Él no la vio morir, pero siente que tiene su sangre en las manos. De no ser por el aviso que Víctor le dio para que los rescatase ella no habría caído en las redes de Vlad. Sin embargo, los lamentos de Tom son interrumpidos por una gran duda.

—¿Quién está ahora en su lugar?

—No estoy seguro, solo he enviado una carta porque nadie me respondía al teléfono en su distrito y se me ha avisado de que su recogida sería hoy, pero eso es todo. Cuando esa persona venga veremos quién es, pero no te preocupes, Martha jamás elegiría mal a su sucesor.

Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

¿Qué os parece la evolución psicológica de los personajes?

¿Os da penita Martha?

¿Quién creéis que será su sucesor?

Gracias por leer OvO


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