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Tomás corre hacia la puerta cuando la escucha tronar. Desmond, más perezoso, le sigue con pasos lentos. El chico no suele emocionarse ante la llegada de otros huéspedes o invitados, los desconocidos le causan desconfianza y más aún tras lo sucedido con Vlad; no obstante, esta vez es diferente. Quien tiene que venir no es un simple extraño, sino el extraño que se hará cargo de todos esos humanos maltratados, desamparados, que Vlad dejó atrás. Y si ese hombre o mujer planea llevárselos a puñados como si fuesen piedras Tom va a luchar con garras y dientes para arrebatárselos de las manos. Él tiene muy claro que incluso si es desobedeciendo la voluntad de su amo, no dejará que esos mortales caigan de nuevo en manos crueles.

No dejará que aquellos que pudieron haber sido Todd sufran como él, no si él puede evitarlo. No de nuevo.

Desmond pone una mano en su hombro para apartarlo y alcanzar el pomo y Tomás, impaciente, no retrocede, sino que se hace a un lado. La puerta se abre más despacio de lo que habría querido y poco a poco desvela una figura corpulenta que se le hace conocida. Olvida en segundo la actitud beligerante con la que casi gruñía desde su lado de la puerta y alza sus manos al cielo en busca de un abrazo al reconocer el cabello castaño, la piel dorada y la enorme boca sonriente.

—¡Brandon! —grita emocionado, lanzándose hacia él con su peso de pluma, esperando a que el otro lo atrape al vuelo.

El nombrado sonríe. Con colmillos.

Tomás se frena de golpe, desvía la mirada de los rubíes rasgados y siente como un escalofrío le recorre. Una vez, de pequeño, vio a un muerto. Fue en el funeral de su abuelo, se asomó al ataúd y lo miró esperando hallar a su querido abuelito para despedirse, pero lo que vio le hizo llorar. No parecía él dormido, sino más bien encerado, reemplazado y tieso. Era antinatural, como una máscara. Ahora la sensación es parecida y le provoca una arcada.

Brandon se ve incluso más radiante que nunca, tiene el cabello elegantemente peinado hacia atrás y viste un traje que ningún humano podría permitirse, pero parece hecho de algún material suave y muerto, pero no de carne. Le escama.

El vampiro asiente con indulgencia cuando lo ve retirarse. Tomás se atreve a mirarle a los ojos y ahora es este quien los aparta, entristecido.

—Rey Desmond —saluda con tono firme y alargando su mano para que este se la estreche.

El otro responde con un gesto parecido. Se dan la mano brusca, mecánicamente.

—Rey Brandon. —le imita, pero su monotonía se ve rota por una risa y después por un comentario. —No quiero tanta formalidad, ambos sabemos lo que sentimos. Detéstame cuanto quieras, Martha murió por mi culpa y frente a mis ojos, tienes derecho a odiarme sin ocultarlo.

—Lo sé —responde mordazmente, sin esperar a que termine de hablar. —, llevo mucho años haciéndolo, pero tú me importas bien poco, no quiero hablar de ti, sino de ella ¿Murió sufriendo?

—Murió peleando. —responde, esquivo.

Brandon endurece su expresión y aprieta sus puños.

—No he preguntado eso.

Hay un largo silencio, después un suspiro, después una respuesta:

—Sí.

—¿Y Vlad? —responde el otro inmediatamente, cerrando los ojos con disgusto. —¿Murió sufriendo?

—Esto no es algo que debas decir a nadie, pero murió a manos de su propio humano y no creo que haya sufrimiento más grande para alguien como él.

—Me alegra oír eso —dice endulzando su rostro de repente y mirando con nostalgia a aquel sofá donde su ama y él solían sentarse. —. Ahora, hablemos sobre esos humanos que se han quedado sin amo. He traído a muchos de mis hombres, están esperando en la frontera para entrar y escoltar a los humanos hacia su nuevo hogar ¿Darías la orden para que eso pueda suceder?

Asiente.

—Avisaré a mis soldados para que les dejen pasar. —dice comprensivamente.

Desmond se da la vuelta, pero Brandon lo detiene agarrándolo por el brazo. Es inesperado, pero no lo toma con hostilidad.

—Una cosa más —el rubio lo mira extrañado, pero de todos modos se voltea, dispuesto a escuchar. —¿Me prestas a tu mascota esta noche? Prometí a Tomás que lo llevaría a cenar fuera o que comeríamos palomitas juntos viendo una película y ya que lo segundo es imposible me gustaría poder cumplir lo primero.

Desmond abre la boca con la nariz arrugada y los colmillos mostrándose intimidantes, listo para ladrar una negativa que lo deje temblando en el lugar. Y no dice nada. Se queda congelado un segundo, mira por encima de su hombro y musita:

—¿Tú quieres, Tomi?

Los ojos del muchacho se abren con sorpresa y un segundo después con alegría. Agita su cabeza arriba y abajo totalmente emocionado por poder tener voz y voto y un segundo después corretea para ponerse al lado de su amigo.

—Tráelo antes del amanecer. —le replica el rubio al otro blandiendo su dedo para apuntarlo incriminatoriamente.

Este hace un ademán y le da la espalda, marchándose sin siquiera despedirse. Tomás corre a dar un beso en la mejilla de Desmond antes de ir tras su amigo, al que debe alcanzar con una pequeña carrera.

—Me alegra que hayas querido venir... —confiesa el más grande jugando con sus manos y enrojeciendo un poco. Tomás debe parpadear varias veces para creer lo que ve.

Brandon es tan firme y brutal con Desmond que casi se le había olvidado que no es más que un jovencito tierno.

—Pensé que me tendrías miedo.

—Perdona, al principio sí me he asustado. —le responde Tomás.

Por ahora solo anda por los jardines de Desmond, un terreno que conoce bien a fuera de haber tenido que pasar la mayoría de los días ahí, pero poco a poco vislumbra con más claridad la verja que lo conduce a la ciudad. Empieza a sentirse algo nervioso, no ha podido salir a la calle desde que fue comprado, hace casi un año.

—¿Cómo es que... que te has... —el castaño traga saliva, mira hacia arriba y deja la pregunta a medias mientras se queda nuevamente absorto en el rostro del otro. Es como si su amigo le mirase desde el otro lado de una máscara.

—Martha lo dejó escrito —carraspea —que si ella moría y yo quería ser convertido en vampiro sería su heredero. Había varias personas detrás de mi nombre en la lista, para que supiese que podía negarme y seguir viviendo cómodamente, pero... no sé. No quería decir que no.

—¿Querías ser un vampiro? —pregunta Tomás inocentemente.

Pone una mueca desconcertada, él no puede imaginar por qué alguien desearía dejar atrás su humanidad, pero reflexiona unos segundos después y recuerda que Brandon ha vivido siendo amado y cuidado por una vampiresa cuidadosa desde el principio, por lo que no le sorprende demasiado que quiera seguir su ejemplo.

—No, no quería —le dice tras una pequeña demora, después se ríe y se lleva la mano al rostro. —o sí, no sé. Solo sé que cuando me dijeron que Martha había muerto no podía dejar a otro tomar su lugar ¿Y si terminaba siendo un horrible vampiro como Vlad? No podía quedarme quieto y dejar que más humanos sufriesen si yo podía evitarlo. Sentí que era mi responsabilidad ¿Sabes?

Tomás asiente, él también llora cuando otros lo hacen, también ríe cuando oye carcajadas y también siente que el mundo entero está sobre sus hombros si puede mínimamente cambiar el destino de alguien. Piensa en Todd, en como falló.

<<No, no puedo seguir con eso.>>

—Tienes un gran corazón. —le sonríe, pero Brandon solo responde con una mirada perdida, preocupada.

Ambos llegan a la verja, el vampiro la traspasa con la normalidad propia de cualquier visitante que se va, Tomás se queda parado en el umbral como si algo le barrase el paso. Desde donde está ve con claridad el mundo exterior, no tan diferente al que dejó atrás. Calles bulliciosas llenas de transeúntes que van solos y con prisas, de la mano y paseando despacio, en grupos divertidos o serias reuniones, pero siempre llenando el asfalto de color y ruido. De vida.

Se le iluminan los ojos al ver a la gente pasar, personas que de no ser por sus ojos y afilados dientes serían como él; por todo lugar hay calles llenas de letreros, escaparates, terrazas y demás, hay vendedores que persiguen a posibles clientes, hombres y mujeres que menean carteles publicitarios con la gracia de un bailarín e incluso hay humanos. Traga saliva, todos ellos andan a cuatro patas, desnudos mayormente y siempre siendo tirados por una correa que les ahoga.

Él no corre ese destino, pero eso mismo lo hace destacar: tan pronto pone un pie fuera de la propiedad del rey las miradas lo perforan en cada poro e incluso le da la sensación de que la calle se queda en silencio y los viajantes se detienen para mirarlo.

—Tú ni caso. —le dice Brandon en alto, dándole un codazo para sacarlo del trance en el que se ha quedado. —La mascota del rey siempre llama la atención y mucho más si va con ropa y sin collar, pero —se encoge de hombros, eleva su tono y sonríe mientras dice: —deberían recordar que el rey los va a degollar si se quedan mirando muy seguido.

Tomás tiene que aguantarse una risilla cuando ve a todos poner cara de espanto y evitarlo como si estuviese maldito.

—Gracias —le responde a su amigo, todavía carcajeándose.

—No tienes que darlas. Ah, odiaba cuando todos los asquerosos vampiros de este distrito me miraban como a ti cuando venía con Martha. —se queja rodando los ojos, después suspira y luce increíblemente decaído. —Se me hace raro esto de no ser humano, me da miedo olvidarme de que una vez lo fui.

—Tonto ¿Cómo vas a olvidarte? —le dice Tomás para animarlo, dándole también un golpecito con el hombro.

—Como Vlad —responde duramente. —o como Desmond. —Brandon niega cuando ve que el pequeño se lo queda mirando con total seriedad, devastado por sus palabras. —Por cierto ¿Cómo te va con él?

Tomás se encoge de hombros mientras piensa una respuesta. Quiere tener mil conversaciones con su amigo, pero el ritmo de las calles agota su concentración. Todo son luces, colores, sonidos y olores y siente que hay tantos estímulos viniendo de tantos lugares que acabará mareado y dando vueltas sobre sí. Después de pasar años en una celda gris el mundo le parece ahora un extraño giroscopio y le causa vértigo.

Sin embargo, logra sacudir su cabeza y recomponerse. Cuadra sus hombros, se asegura de caminar en línea recta y atrapa a todos los pajarillos que le escapan de la cabeza para ponerse a pensar en una respuesta.

—Él es mejor... —el chico lleva sus manos al pecho, acogiendo una sensación tórrida que lo hace suspirar. —mucho mejor. Antes de lo de Vlad él mejoró tanto conmigo... y después, pese a que estar insufrible, pese a que he tenido ataques de ansiedad, a que le he evitado y a que me he portado extraño por todo lo que pasó él solo ha seguido mejorando y mejorando. Él es tan paciente conmigo, tan gentil. Y no me siento patético con él, no es como si me cuidase porque soy inútil. Me cuida porque se preocupa y porque quiere. A veces hace el trabajo rápido para sentarse conmigo, ver como ceno y charlar, a veces escucha las lecciones de medicina que Víctor me enseña y que yo me aprendo para sus exámenes durante horas y a veces solo coge un libro, me pone en su regazo y leemos juntos mientras le voy comentando qué me parece. Él hace que me divierta y me sienta a salvo ¿Sabes? Es tan genial.

—Vaya —dice el otro negando con incredulidad. —nunca te había oído hablar tantísimo, que monada. Eres tan tierno por apreciar las pocas cosas buenas que tiene esa escoria —le responde con normalidad, a lo que el otro se sorprende, sin embargo, no halla valor para replicarle. —. Quiero seguir hablando contigo sobre cómo te ha ido desde la última vez que nos vimos, pero antes tienes que escoger dónde quieres cenar ¿Si?

—¡Oh! ¡Es verdad, es verdad! —dice el chico dando botes por todos lados y riendo. —estoy nervioso, hace tantísimo que no salgo ¿Qué clase de lugares hay donde haya comida humana? Me confunde mucho este mundo nuevo y no sé muy bien cómo hacer las cosas.

—Los restaurantes son de sangre, pero como muchos vampiros tienen mascotas humanas en todos ellos preparan también comida para ellas, así que no tienes que apurarte por eso.

—Oh, vale, vale ¡Pero no conozco ningún lugar! No he estado fuera y este sitio es tan grande que tardaré siglos en decidirme ¿Puedes escoger por mí? Yo solo quiero un sitio que sea privado, me pone nervioso estar rodeado de tantos vampiros ¡Pero no de ti! No te quiero ofender, yo sol-

—Tomás —murmura el otro suavemente, poniendo una mano en su hombro. —, está bien, yo elijo. Cálmate, incluso yo me pongo nervioso al estar con tantos vampiros hasta que recuerdo que ahora soy uno.

Ambos se ríen ruidosamente y eso atrae más miradas, pero a Tomás ya no le importa, se lo está pasando demasiado bien. Brandon lo guía por las calles a un lugar que parece conocer. Tomás lo sigue emocionado, dando pequeños, pero rápidos pasos y llegando en menos de diez minutos a las puertas de un local que luce caro, pero discreto. Los colores del letrero son mate y las letras delgadas y estiradas.

''La gota''

Cuando entran Tomás no puede más que abrir su boca y soltar exclamaciones bajo su aliento. Todo luce increíblemente costoso y excesivo. La alfombra color vino que está pisando debe valer mucho más que él mismo, literalmente, y se siente avergonzado por estar ensuciándola con sus pies desnudos. Las lámparas de araña que cuelgan del techo son tan gigantescas que mientras camina mira hacia arriba como embobado por la constelación y luces y las sillas y mesas son lustrosas, de maderas barnizada, pulida con esmero y rematada con detalles de oro. Le tiemblan las piernas de solo pensar que va a comer en ese sitio.

—Mesa para dos. —dice Brandon cuando un hombre con esmoquin les atiende.

Este arruga la nariz, mira sobre su hombro y dice:

—¿Espera a alguien, caballero?

Brandon parece molesto por la pregunta porque casquea la lengua al negar y se cruza de brazos en una posición que a Tomás le parece defensiva.

—No, él se sentará conmigo. —dice con los dientes apretados.

—Oh, claro, claro —improvisa el otro, carraspeando y poniendo cara de póker. —; sígame.

El castaño se siente incómodo, cuando pasa cerca de las mesas ve a vampiros brindando con copas de sangre y, de vez en cuando, con humanos arrodillados a sus pies luciendo miserables. Él alza una marea de murmullos cuando toma una mesa parcialmente privada con Brandon y se sienta delante suyo, como si fuesen una pareja.

—¿Puedo tomar su pedido ahora o prefiere pensarlo por un rato? —pregunta el hombre que los ha acompañado hasta su mesa.

Brandon niega.

—Yo no tomaré nada —declina suavemente —, no me gusta la sangre embotellada. Para él... ¿Qué te gusta, Tom?

—¡Oh! Em... No sé —dice nervioso, una risilla se le escapa y enrojece cuando el camarero lo mira alzando una ceja. —, cualquier cosa está bien. —añade bajando el tono.

—¿Qué tal algo de carne, quizá un entrecot, con guarnición? Por una vez que te invito deja que sea algo lujoso ¿Eso está bien? —Tomás está salivando solo de oírlo, así que asiente frenéticamente y Brandon solo ríe por lo transparente y tierno que es su amiguito. —Entonces será eso. —dice dirigiéndose ahora al camarero.

El hombre anota la orden, hace una leve reverencia y se va con la misma inexpresividad con la que los ha llevado a su sitio.

—¿De qué hablábamos antes? ¡Ah, sí! Quería saber cómo habías estado, la última vez que hablamos me quedé muy preocupado por ti. Desmond es... ah, es simplemente irredimible y cada vez que pienso en él me siento peor por ti. Ahora que soy rey, Tomás, te aseguro que si ese bastardo te hace algo puedo comprarte por un precio que no tendrá valor a negarse. Si alguna vez lo necesitas hazme una llamada de emergencia, pide ayuda, y me puliré los bolsillos hasta tenerte en casa ¿Si?

—¡Oh! —Tomás se tapa la boca con total sorpresa, luce como si le hubiesen lanzado un cubo de agua helada pero uno segundo después ríe dulcemente mientras niega con la cabeza. —Que locura... es muy amable de tu parte, de veras, pero Desmond realmente ha cambiado, no necesito que me rescaten. Con Vlad... —su tono se ensombrece de repente, la voz le tiembla y deja un pequeño espacio para con sus siguientes palabras, como asustado de haber invocado su presencia con solo nombrarlo. Un escalofrío lo recorre entero. Palidece. Esas cuatro letras todavía lo paralizan como hielo abrazándole los huesos, pero Vlad está muerto y se lo recuerda una y otra vez hasta que es capaz de hablar de nuevo. —con él aprendí a aguantar, a aguantar cosas que nunca pensé que aguantaría. El suicidio no era una opción, me tenía tan vigilado que cuando murió, semanas después, todavía podía sentir su mirada... Después de lo que me hizo si Desmond hubiese vuelto a ser el del principio sé que habría podido aguantarlo. Le habría servido sin rechistar y le habría dejado romperme, ya me he acostumbrado y él lo sabe, pero no lo hizo. Él ha tomado una decisión, una que no muchos vampiros toman y menos semi puros. Se está sacrificando por mí —Tomás ríe sin gracia, lleva las manos a la cara, se la cubre y la risa desaparece con chasquidos secos de su garganta. Suspira largamente. —, pero no sé por qué siento que no es suficiente.

—Tomás —lo llama el otro con el ceño fruncido seriamente y los puños cerrados sobre la mesa. Se espera a captar la atención del chico y, después, a que el hombre que se acerca con un enorme pedazo de carne humeante rodeado de patatas y espárragos deje la comida en la mesa y les vuelva a dar intimidad. Tomás mira el plato con hambre, pero después mira a Brandon con más concentración aún. —No me gusta Desmond, nunca lo ha hecho y jamás justificaré una sola de las barbaridades que te ha hecho, pero ahora que a mí, un vampiro común, la sed de sangre me nubla también el juicio empiezo a entender por qué le cuesta resistirse a hacerte pedazos. No lo excuso, pero le entiendo un poco mejor. ¿Sabes? El otro día me enfadé con un chico que ahora es mi sirviente humano y unas semanas atrás era mi amigo; siempre somos algo violentos en nuestras disputas, peleamos como hermanos algo bruscos y nunca terminamos más que un moratón que otro y a carcajadas. Esta vez le he roto un brazo. Se echó a llorar pidiendo perdón, se arrodilló delante de mí y me miró como a algo inhumano, algo horrible, voraz, como a un monstruo. Y pensé que me sentiría horrible ¿Un amigo mirándome como un extraño? Suena como algo que te rompe el corazón, pero en ese momento solo me sentí inmenso. Tenía, oh, no lo sabes bien... tenía tantas ganas de golpearlo más y más para que siguiese llorando, de hacerle daño, hacerlo rogar. No le veía como más que carne y por un segundo casi cedo, me recompuse, pedí perdón mil veces y me siento tan culpable que no puedo dormir. Y aun así una parte horrible de mí se arrepiente por no haberle golpeado. Nunca pensé que yo podría desear estas cosas, que yo podría ser así.

<<Y no lo soy o no lo era cuando era una persona. No digo que ya no lo sea, digo que soy algo más, algo contra lo que tengo que luchar cada noche, algo que debo contener no por mí, sino por los demás. Y ese algo en Desmond debe ser todavía más grande, más voraz, que en mí. Por eso me alegra mucho oírte decir lo que dices. Si él te está tratando como a un rey, si te cuida, te mima y te hace sentir a salvo incluso llevando esa horrible maldición en su interior, créeme que te ama. Y me alegro mucho, porque mereces que te quieran. —Tomás le sonríe dulcemente, se remueve en su silla y empieza a comer, intentando quitar con los mordiscos esa mueca de adolescente enamorado que se le ha pegado en la cara. —Pero eso no significa que tú tengas que quererle de vuelta ¿Si? No tienes por qué sentir nada por él, no le debes tu corazón solo porque él ahora tenga uno. Es al revés, no tienes por qué quererle.>>

Tomás traga grueso, se limpia la salsa de las comisuras con una servilleta y mastica ahora su labio mientras piensa en las palabras de Brandon.

—No me siento en deuda. —le responde con simpleza. —Estoy enamorado, Brandon, es solo que... falta algo. Le quiero y a la vez eso no es suficiente. Él me ama, yo le amo, pero algo dentro de mí me sigue recordando que todavía no se ha ganado ese amor. Yo quiero que todo sea sencillo, quiero poder quererle, pero es como si... Verás, cuando le veo el corazón me late tan tan deprisa que parece que se quiera salir del pecho como para ir a abrazarlo y besarlo, pero noto como algo que lo retiene en su sitio, como si unas manos viniesen por detrás y amordazasen los latidos. Como si aún no tuviese el derecho a quererle o él no tuviese el derecho a que yo lo haga. Es... muy extraño.

<<A veces pienso que es cosa de Vlad. Con él me acostumbré a sensaciones tan dolorosas que al final me volví resistente a ellas. Quizá me he vuelto resistente también a los sentimientos fuertes y por eso, no sé, amo flojito. No sé como decirlo, sueno idiota, pero es eso. Es como si mi corazón fuese un rehén y Desmond no hubiese pagado el rescate es como... como... como ¡Ah, que difícil! No lo sé.>>

Brandon sonríe, alarga la mano a través de la mesa y acaricia la cabellera del otro como si se tratase de su hermano pequeño. Tomás relaja su agarre en los cubiertos, su mandíbula apretada y el tensísimo ceño.

—Dale tiempo a tu corazón para que se aclare ¿Si?

Tomás sonríe, le alivia recordar que no debe dar una respuesta ahora, que no está frente a un altar con el ''sí quiero'' atragantado y los dedos demasiado agarrotados para el anillo. Respira con más calma, corta un trozo de entrecot y esta vez se permite saborearlo con más detenimiento.

Brandon aleja su mano, dando al chico su espacio para que coma. Se pone contento al verlo hacer pequeños ruidos de deleite cuando la carne untada en salsa o las verduras tocan su paladar, realmente quería que disfrutase de cada pequeño detalle de su salida, incluso si la comida era lo de menos quería contentarlo en eso también.

Brandon ha vivido rodeado de otros humanos, algunos más jóvenes y casi todos más endebles que él, así que se siente como un hermano mayor desde siempre y Tomás despierta en él ese instinto fraternal que ya bien le pide enrollarlo en mantas y ponerlo cómodamente en un asiento en un momento y desgarrar con los dientes a todo el que le mire ni que sea de soslayo en el siguiente.

—¿Está bueno?

—¡Delifioso! —responde con la boca llena.

Tomás se tapa la boca cuando un pedazo de su cena sale disparado y aunque aún no ha tragado la comida se disculpa una y otra vez y tiene que taparse la boca con las manos porque siente que está haciendo el ridículo.

Por su lado, Brandon se tiene que sujetar el estómago de la risa y eso reconforta un poco a su acompañante.

—¿Tú como has estado? Ha debido ser muy duro acomodarte a todos estos cambios...

—He estado mejor —bromea —, pero estoy sobrellevándolo. Es difícil ponerse triste y autocompadecerse cuando uno tiene una tonelada de trabajo que hacer ¡Jesús! No sabía que los reyes debían hacer tantísimo papeleo, me pregunto de dónde sacaba Martha el tiempo. Ahora estoy trabajando como un loco y hacer huecos para venir aquí, por ejemplo, es una tarea titánica. ¡No sé como me las apañaré para la coronación!

—¿La coronación?

—Claro ¿No lo habías pensado? Vlad no era un rey cualquiera, él tenía muchos territorios a su servicio de conquistas anteriores y Desmond, aunque no está tan interesado en usurpar a otros reyes también tenía el dominio de varios distritos más. Ahora que todo lo que posee está sumado a lo que poseía Vlad él es increíblemente poderoso. Cuando un vampiro se vuelve rey suele hacerse una ceremonia de coronación frente al distritito y los líderes de los cercanos, pero con Desmond va a ser una ceremonia por todo lo alto... él —Brandon ríe, negando con incredulidad —él tiene tantos reinos bajo su mando que en vez de una ceremonia para los miembros del clan va a ser una para los líderes de los clanes que él no tiene bajo su mando. Es ridículamente poderoso y excesivo, hay apenas otros diez o doce vampiros como él. De hecho, es un acontecimiento tan importante que me extraña que no se haya celebrado ya, aunque supongo que después de los de Vlad Desmond estará queriendo atrasar todo para poder descansar.

Tomás pierde el apetito de repente. Hasta ahora no había pensado en el alcance del poder de Desmond de ese modo. Siempre le ha temido y respetado, consciente de que su dominio sobre su vida es absoluto, pero olvidando que no solo él era de su propiedad sino ciudades enteras. Incluso otros vampiros se arrodillarían delante del hombre que, tras las puertas de su casa, lo llena de besos y palabras tiernas más propias de un joven despreocupado que de un gobernante.

—Oh, entonces será una celebración increíble, no puedo imaginarlo... Los reyes de todo el mundo vendrás hasta aquí por Desmond y... Oh, Dios, y me juzgarán porque soy su mascota, no puedo hacer ninguna tontería o lo dejaré en ridículo ¡Yo no quiero eso! Ay, estoy tan nervioso, ni siquiera sabía que habría una coronación, soy un idiota...

—Tomás... Tomás —lo llama el otro con voz compasiva al verlo derrumbarse sobre la mesa. —Cálmate, Desmond no va a pedirte que hagas nada hercúleo, solo que estés a su lado y ya ¿Qué podría salir mal?

Traga saliva. Eso mismo se preguntó aquella noche que fue a casa de Vlad, la noche que tropezó e hizo que una copa de sangre se derramase sobre su amo y le pusiese hecho una furia. Algo como eso podría salir mal.

El chico se muerde el labio y mira directamente a Brandon a los ojos con un grito de socorro atrapado en los suyos. El enorme joven le sonríe grande con esa mueca casi caricaturesca y siempre agradable que logra hacerle olvidar los problemas. Los colmillos en su sonrisa lo perturban un poco, pero todo es cuestión de acostumbrarse a ellos, así que Tomás se siente algo mejor después del gesto de su amigo.

—De acuerdo, intentaré ser más positivo —asegura —, siento ser tan dramático. —ríe suavemente. —Entonces ¿Tú estarás en la coronación?

—No sé muy bien cómo, pero te aseguro que sí. —exclama con optimismo.

—Menos mal, me tranquilizará verte. Supongo que ahora que eres rey no podremos vernos demasiado... —dice con un suspiro desilusionado. Intenta sonreír porque realmente se alegra de que su amigo esté avanzando, pero le apena un poco pensar que pronto le dejará atrás.

—Puedo llamarte los viernes por la tarde si tu amo te deja ponerte al teléfono conmigo y una vez al mes tengo que hacer algún que otro viaje a uno de los distritos que Martha manejaba y que está en la otra punta del continente, así que si me desvío un poquito puedo visitarte ¿Te parece bien?

Tomás salta de su asiento y corretea alrededor de la mesa para lanzarse hacia el vampiro y, esta vez sí, abrazarlo con todas sus fuerzas. Brandon se queda en shock al principio, el chico antes había retrocedido amedrentado por su aspecto inhumano, así que no esperaba tenerlo dando brincos y saltos sobre él, rodeándole el cuello con los brazos y haciéndole cosquillas con la melena en la nariz.

Con la reconfortante y tórrida sensación yendo desde su piel, hasta su corazón, Brandon devuelve el abrazo a Tomás alzándolo del suelo hasta llevarlo consigo a la silla donde está. El resto del restaurante está mirando hacia ellos como si estuviesen chiflados, pero le importa un comino.

Tomás le sigue tratando igual que cuando era humano y eso es algo que merece la pena incluso si va a ser mirado como un bicho raro por todo un pueblo de vampiros elitistas y estirados.

—¡Me parece genial! —chilla agudamente, las lágrimas se le saltan y Brandon le da unos toquecitos en la espalda, como cuando tiene que tranquilizar a un bebé. —Gracias por ser mi amigo.


Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

¿Esperábais que fuese Brandon el heredero?

¿Qué pensáis de su relación con Tom?

¿Qué pensáis que pasará a continuación?

Ah, ya no queda mucho para el final y he amado escribir esta historia, pero siempre me pone triste cerrar una etapa de mi vida o un libro :'') espero que al menos vosotros os quedéis con un muy buen recuerdo y ojalá mis nuevos libros os gusten, hace nada empecé a publicar ''el niñero'', que creo que es de los libros más locos que he escrito, y más enfermizos también xd y estoy escribiendo (aunque no lo publicaré hasta que lo termine dentro de muuuucho) una historia BDSM de vampiros, aunque será medio tiernucha, no sé :3


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