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—Eres madrugador.

Tomás sonríe cuando su amo lo abraza por detrás y da un pequeño beso en su nuca. Por las noches se siente frío porque Desmond ya nunca lo rodea y por las mañanas despierta solo porque Desmond tiene mucho trabajo que hacer, así que agradece su contacto cuando logra obtenerlo.

—¿Qué hacías? —pregunta alzando la vista por encima del hombro del chico, pasándola por los papeles que tiene desperdigados por la mesa.

—Estudiar los apuntes de Víctor, hoy no podrá venir a darme clase, así que quería compensar. —explica mostrándole la enorme hacina de hojas que tiene en el rincón de las ya estudiadas. Desmond silva al ver la pila de papel. —Brandon me habló de la ceremonia de coronación...

El ambiente cambia de golpe, se vuelve un poco más pesado y Desmond tuerce la boca incómodamente mientras el chico espera en silencio su respuesta.

—Siento no habértelo comentado —suspira. —temía que te asustases al saber la cantidad de vampiros, de reyes, que habrá aquí. La última vez que te llevé a una celebración no acabó bien y pensé que podría despertar malos recuerdos, por eso lo he estado demorando ¿Tú te sientes asustado de la coronación?

Tom cierra los ojos e intenta visualizar la escena. Su hogar que antes se sintió como una prisión atestado de vampiros y vampiresas con el mismo o más poder que Vlad y quien sabe su ideología, haciéndole sentir como un extraño en su morada otra vez. Se le revuelven las tripas, pero en su imagen mental hay algo más: Desmond por encima de todos ellos, como una especie de Dios que los mira a todos a la vez, que los vigila, que se fija en él y lo ilumina con su presencia haciéndolo intocable. Sonríe cálidamente.

—¿Me protegerás si algo malo pasa? —pregunta, alejando su silla de la mesa y girándola para encarar a Desmond.

—Dejaré tan claro que eres mío y solo mío que no habrá un solo vampiro de ningún distrito capaz de ponerte un dedo encima. Y si alguien siquiera lo piensa, lo dice o lo intenta ten por seguro que su pena será la muerte. —susurra en tono ronco y serio, causándole un escalofrío. Sabe que Desmond no bromea ni exagera. —Tomás, voy a hacer que los vampiros tengan miedo incluso de mirarte.

El chico ríe, halagado.

—No hace falta tanto, no soy un rey. —dice tapándose la cara.

—Sí lo eres, el rey de los humanos adorables. —exclama Desmond tirándole de las mejillas. Su cara cambia de un segundo a otro, luciendo totalmente inofensivo y divertido ahora.

Tom se relaja, ríe y juguetea con él y finalmente concluye:

—Está bien, no estoy tan preocupado por la coronación.

—La haré lo antes posible, así podremos estar tranquilos ¿Qué te parece pasado mañana? Muchos líderes ya están de camino al distrito porque se han impacientado, así que será lo mejor.

Tomás se siente apabullado de golpe ¿Solo quedan dos noches para la ceremonia? Él sabía que será pronto, ¡pero esto es ya! Aun así intenta calmarse, no puede hacer que amo rehúya más a su deber si no quiere que gane enemigos, así que solo baja la cabeza y asiente.

—Todo saldrá bien —reitera Desmond al verlo poco convencido, después le toma de las manos y lo repite. —, saldrá bien. —Tomás alza la vista, buscando seguridad. La encuentra cuando Desmond le sonríe de forma casi inocente. —Piensa en ello como una ceremonia más, como un... ¿Baile escolar? O una graduación o algo así.

—La guerra estalló antes de mi graduación, aunque me acuerdo que estaba planeando ya meses antes cómo me iba a vestir, ah... convencí a mi madre para que me dejase comprar una especie de traje de color rosado con una pajarita blanca ¿Te lo puedes creer? Se habrían burlado todos de mí, pero, no sé... me gustaba.

El color castaño en sus ojos reluce un segundo, como una moneda alzada al aire, y Desmond se enternece al oírlo hablar con tanta ilusión.

—Ven, levántate. —ordena, tomándolo de la mano y llevándolo casi a rastras fuera de la biblioteca.

—¿A dónde vamos? —pregunta intrigado Tomás, tratando de alcanzar el ritmo del vampiro.

—De compras. —dice sonriendo.

Tomás no puede creerlo. Va a salir y va a salir con su amo, es como un sueño hecho realidad. Siente que flota de lo contento que está, flota por todo el comedor y por todo el jardín y cae de pies en el suelo cuando por fin están en la calle. Aspira el aire fresco y cargado de aromas ociosos, los restaurantes por un lado, los productos aromáticos por otro, las colonias. El aroma a calle tan propio de una gran ciudad, un olor que se te pega en el pelo y que sabe a libertad.

Tom se siente algo avergonzado por vestir casi traslúcido e ir descalzo, pero cuando le toma la mano a Desmond para iniciar el paseo se siente protegido por un armazón. Todo vampiro con que se cruzan les hace una leve reverencia y en su presencia la gente les abre paso como si quemasen. Tomás no gusta de ser el centro de atención, pero ama mil veces más esto a las malas miradas, le hace sentir no solo ya importante, sino protegido.

—¿Te hace feliz salir?

—Muchísimo, amo, muchas gracias por acompañarme. —dice el muchacho, pegándose a su brazo y frotando su rostro de forma mimosa.

—Después de la coronación ya podrás salir solo. —le informa. —¿Eso te gustaría?

—Claro, aunque me gusta salir con usted. Pasear es más divertido en compañía. —explica con una bonita sonrisa. Tomás reluce ahora mismo y Desmond, tan enamorado que le duele, quiere meterlo en una cajita para siempre y que nadie más pueda ver todo lo adorable que es. —¿Qué es lo que vamos a comprar?

—Oh, iremos a la mayor tienda de productos humanos que hay en el distrito. Puedo comprar todo lo que quieras ahí. He pesando en comprarte ropa y ese trajecito rosa que has mencionado antes ¿Te parece?

—Pe-pero... —Tom arguye con inseguridad. Se siente muy contento porque su amo quiera llenarlo de caprichos y hacerle sentir más como un novio que como una mascota, aun así, Desmond no hace las normas del mundo y sabe que las cosas no son tan fáciles. —las mascotas no debemos tener tantas cosas, si en la coronación aparezco bien vestido y actuando como los vampiros dirán cosas.

—Y yo responderé a esas cosas, Tomás. Tú no tienes que preocuparte por esos problemas ¿Entendido? Quiero hacerte sentir bien y hacerte sentir especial, no como un objeto decorativo, así que deja de decir tonterías.

Tom asiente, rojo como un tomate y sintiéndose tan nervios que tiene que soltarle la mano al vampiro porque sus palmas han empezado a sudar. Quiere agradecer, pero no le salen las palabras.

El paseo de vuelve más relajado con el tiempo y un pequeño silencio agradable que disipa la pequeña tensión creada antes. Tomás, distraído por los detalles de la gran ciudad, olvida rápido su preocupación anterior y su amo está encantado de escucharlo mientras parlotea sin parar.

—¡Oh! ¡¿Y eso es un teatro?! ¿Podremos ir algún día? ¡Oh! —chilla de nuevo, tirándole de la manga a Desmond sin siquiera dejarle responder. —¡Una biblioteca! Quiero ir a leer libros que no conozcas y luego recomendártelos yo a ti.

—¿Quieres impresionarme? —pregunta Desmond de forma socarrona, haciendo que Tomás infle las mejillas en un tierno acto de rebeldía.

—¡No es eso! Tú siempre me enseñas muchas cosas, yo también quiero enseñarte a ti o leer algo juntos y que sea la primera vez que lo leemos ambos ¡No es justo cuando yo lloro capítulos que tú ya has leído! Quiero ver como te emocionas también —confiesa en un susurro que después se convierte en un risita nerviosa. —, seguro que tienes reacciones tiernas.

—Está bien —responde suavemente Desmond. —, un día saldremos para comprar los libros que quieras. ¿Algún sitio más que te gustaría visitar?

—¡Todos! Oh, y seguro que sería genial ir a ver otros distritos o viajar al de Brandon ¿Podremos?

Desmond ríe en alto, hacia tiempo que no encontraba esa energía pueril e inagotable en nadie y ahora que Tomás la derrocha se siente lleno de viva.

—Uno de mis distritos está cerca del mar ¿Quieres ir a la playa un día?

—¡Sí, será como en vacaciones! —grita emocionado.

Entonces procede a hacer un pequeña bailecito feliz que aunque es ridículo, también es adorable, pero choca con la espalda de Desmond al no percatarse de que este se ha parado.

—Mira, es aquí.

Tomás se adelanta para poder ver la tienda de humanos, esperando encontrarse algo como un supermercado, pero su vista se alza y expande al ver la enorme edificación que amenaza con desaparecer en el cielo. Un titan de la construcción lleno de carteles luminosos y plantas con distintos productos, grandes ventanales de cristal que sirven de escaparates y muchas luces.

—Oh, es impresionante...

Tom sigue dócilmente a Desmond mientras este empuja la puerta y entra al lugar. Ahí todo es blanco y estéril, como en un hospital. La primera planta parece contener específicamente productos de cuidados básicos y algunos utensilios médicos, cosas de las que Desmond ya dispone. No parece haber una sola mota de polvo en las largas estanterías ni en el bruñido suelo y el aire huele a desinfectante.

—No te vayas a perder —ríe Desmond dando un toque en el hombro del muchacho al voltear una esquina y ver que el chico sigue recto, absorto en la variedad de productos. Tom da un repullo y corre a su lado. —, vamos al ascensor, esta es la sección básica, la que me interesa es la tercera planta, otro día visitaremos las demás.

Tomás entra en el elevador con su amo, todavía dirigiendo una mirada la extensa sala donde otros vampiros buscan productos y llenan sus carros de la compra. Al entrar ve que hay un pequeño cartel con las plantas y una línea descriptiva a su lado. En la tercera planta pone ''ropa y otros'' y empieza entonces a cotillear que hay en las demás, pero sus ojos se quedan en la sexta. ''Instrumentos de castigo y tortura''. Alicaído, baja la mirada al suelo y recuerda, con una brecha en su felicidad, que, aunque él viva en una burbuja el resto del mundo, el resto de los humanos, siguen sufriendo.

<<Si cambié a Desmond me pregunto si algún día podré cambiar el mundo.>>

Un pequeño pitido le saca de sus pensamientos y las puertas del ascensor se abren, dejándolo atónito ante la diferente decoración de esta planta respecto al aspecto insulso y gélido de la primera. Esta tiene muchos productos coloridos, maniquíes vestidos estilosamente y, al fondo, una sección que en vez de tener las paredes color crema, las tiene color rosado. Aguza la vista para distinguir algo, pero ese inmenso espacio está demasiado lejos y no logra ver en qué es diferente al actual, así que sigue trasteando entre las perchas y roperos que tiene al lado.

—Tomi —lo llama Desmond, poniendo una mano en su hombro. —iré a hablar con el empleado un momento, tú coge toda la ropa y los zapatos que te guste, da igual cuanto sea ¿Si? Yo lo compraré por ti después.

El chico asiente efusivamente, no le hace gracia quedarse sin Desmond en un lugar público, pero no es como si le estuviese abandonado, además ¡Es como si fuese navidad! Él compraría, de poder, casi todo lo que tiene al alcance de la vista, pero tampoco quiere ser aprovechado. Con cualquier cosa más alegre y cómoda que su pijama de satín hecho para provocar o su uniforme de la casa de crianza que lo deshumanizaba estará bien.

Tom se siente indeciso y Desmond se demora bastante, así que el chico se pasea de pasillo en pasillo, cogiendo una cosa y dejándola después para volver a por ella y dejarla de nuevo y así constantemente. Los otros vampiros que hay presentes, aunque escasos, tienen una gran presencia y no dejan de mirarlo con unos ojos que claramente lo juzgan. Tom se siente intimidado, pero se relaja al pensar como se van a alterar cuando vean quien es su acompañante.

Finalmente, el chico se decanta por unos tejanos, unos shorts negros, un par de camisetas con eslóganes graciosos y colores vivos y dos pares de zapatos deportivos que le resultan cómodos. Su guardarropa debería ser más completo, pero no quiere pedir más e incluso siente que se está excediendo.

—Mira lo que te he traído —canturrea Desmond en su oído.

Tom da un repullo y se voltea de golpe viendo al hombre sostener un traje elegante de un cremoso color rosa. A Tom se le iluminan los ojos: bajo el traje hay una camisa blanca con botones también sonrojados y una pajarita clara, todo muy parecido al traje que una vez tuvo, solo que este luce más costosos y bonito. Sus ojos lo recorren entero, es lustroso y tiene un aspecto ligero, pero brillante y viene acompañado con un par de zapatos blancos de piel. No puede creerlo, él jamás podría tener algo como eso. Sus ojos se desvían hacia el pequeño cordel que salde la americana y atisba la etiqueta.

Tres cifras. Hay tres cifras en esa etiqueta y ni una sola coma.

—¡A-amo, es muy caro! —rechista espantado, pero no puede evitar acercarse y tocar una manga. El tejido el suave y lábil, tan agradable...

—Y yo tengo mucho dinero ¿Te gusta? —pregunta agachándose para quitarle de las manos el resto de ropa que él ha seleccionado, trapos en comparación a esa lujosa vestimenta color rosa. Tom asiente avergonzado y ve con horror como Desmond le entrega al encargado toda la ropa. —Déjalo en caja para mí, nos pasaremos por la sección del fondo antes de acabar la compra.

El trabajador asiente, toma las prendas con delicadeza y hace una pequeña reverencia antes de marcharse hacia el mostrador. Desmond sonríe de forma radiante y coge la mano del chico, dirigiéndose a esa zona de paredes pastel que había llamado la atención de Tomás al principio.

—Gr-gracias, pero no creo que...

—Oh, ni se te ocurra. —le interrumpe Desmond severamente. —Y pienso comprarte mucho más que esas cuatro cosas. Quiero que tengas todo lo que necesites siempre.

Tom asiente de nuevo, él no necesita ropa bonita de hecho, pero le hace sentir bien, así que de se dice que quizá es mejor aceptar el regalo de Desmond y permitirse ser feliz sin reproches por una vez en la vida.

—¿Qué hay en esa sección? —pregunta el chico apuntando con el dedo a su destino.

—Oh, ahora lo verás.

Y Tom cree verlo al principio: más ropa, solo que interior. Pero cuanto más y más se acercan más cosas empieza a notar. No venden solo sujetadores, braguitas y calzoncillos, sino todo tipo de ropa apretada, sensual, y llena de agujeros estratégicos para que quien a vista se sienta más desnudo que sin. Tom suelta una exclamación asustado al entrar en la sección y debe taparse los ojos cuando pasan por el lado de la lencería y, al ver que su amo se para, suspira con alivio y se los destapa.

Craso error.

—¡A-ah! Esto son-

—Juguetes sexuales, sí. —termina Desmond, viendo que la voz de su mascota no da para más.

El chico se queda boquiabierto, como si las palabras de Desmond fuesen una gran revelación. Mira la extensión de dildos, vibradores, anillos, lubricantes, arneses, esposas y cosas que no sabe ni como llamar.

—No te asustes, no voy a comprar cada una de estas cosas y usarlas en ti. No aún. —añade susurrando en su oído de forma ronca. —Sé que el sexo te asusta y quiero que puedas experimentarlo sin mí, así que pensado en comprarte cosas que puedan ayudarte a descubrir qué te gusta ¿Si? De ese modo podrás sentirte seguro haciendo esas cosas tú solo, puedes avanzar a tu ritmo y detenerte cuando quieras.

—Oh, eso es... es realmente amable. Me da vergüenza —dice sonriendo. —, pero muchas gracias.

—Bien, entonces escoge los que te gusten ¿De acuerdo?

Tom asiente y mira a su alrededor algo nervioso. Ignora los objetos que le parecen amenazantes y los que no entiende, así que se queda con una sección muy reducida de la tienda y decide señalar tres objetos que le hacen sentir un poco seguros. Un lubricante con sabor a fresas y florecitas en el empaque, un plug anal pequeño con un pequeño diamante en la asidera y el dildo más pequeño que ve, de formas redondeadas y amables.

—¿Solo eso? —Tomás asiente, Desmond mete los productos en una bolsa y el chico asiente. —Tomaré algunas otras cosas por ti, para cuando estés más preparado ¿Si?

Tomás ve con horror como el hombre toma otros plugs y consoladores de tamaños medianos y después demasiado grandes, algunos relieves, diferentes terminaciones e incluso funciones de vibración. Se pasea rápidamente por otro pasillo por el que Tom va casi a ciegas, con una mano agarrando la chaqueta del vampiro y la otra tapándole los ojos. Entre los espacios de los dedos ve como Desmond coge al menos cinco productos más.

Ambos se dirigen al a caja registradora y Tomás está tan agitado que Desmond puede oíd su corazón como una maldita bomba a punto de estallar. Para tranquilizarlo le pone la mano en la cabeza, acariciando su cabello.

—Tiene un precioso esclavo —dice el dependiente, entregándole el cambio a Desmond cuando este le da un fajo de billetes que Tom no se atreve ni a mirar.

—Lo sé, Tomi es precioso. —responde con una gran sonrisa antes de tomarle de la mano e irse.

El nombrado ve como el cajero abre la boca con sorpresa y se queda mirándolos extrañamente, casi sin parpadear.

—¿Las mascotas tenemos nombre usualmente? —le pregunta con curiosidad.

—No, no realmente.

—¿Y por qué has usado el mío? —cuestiona entonces.

Desmond sonríe, le acaricia los nudillos mientras pasean fuera de la tienda y dice con tono firme:

—Porque no eres solo una mascota y quiero que todos lo sepan.

Tom cree que se le derretirá el corazón ahí mismo.

Cuando llegan a casa Tomás come algo y Desmond, en ese rato, hace papeleo. Cuando acaba le da al chico la bolsa con ropa y le pide que se la pruebe delante de él, por si hay que descambiar algo. Al principio Tom está tímido, pero poco a poco se anima y termina haciéndole una pasarela de modelos al vampiro que solo ríe, imite el ruido del flash de una cámara para fingir que es un paparazi, y lanza cientos de halagos al chico. No todos son obscenos, de hecho, muy pocos son siquiera insinuadores. En general Desmond no le hace sentir incómodo, solo le habla de cuanto le favorecen los colores brillantes, de lo bella que se ve su sonrisa, de lo bonitos que sus ojos, lo bien formadas que son sus piernas o lo atractivo que está cuando deja que la camisa le caiga un poco por el hombro. Le dice que se ve guapo o adorable dependiendo de la prenda, pero siempre hermoso se ponga lo que se ponga.

Al final ambos acaban agotados de semejante espectáculo y el chico decide ponerse el pijama de satín para dormir, no queriendo estropear ninguna de sus nuevas predas, se lanza a la cama con Desmond y ambos se tumban mirándose a los ojos.

—Me lo he pasado muy bien hoy, Desmond.

El vampiro lo mira con agradecimiento, sus ojos se entrecierran al perderse en la boca rosada del humano, sus narices se rozan y las ganas de besarse son más que obvias. Desmond, sin embargo, solo le da las buenas noches con una dulzura dolida y se voltea en la cama, dándole la espalda. Tom resopla, entonces se da cuenta de algo.

<<Se aleja de mí, se aleja no con asco u odio, sino con miedo. Tiene miedo a hacerme daño de nuevo. Oh, pobre chico asustado, pobre chico anónimo...>>

Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

¿Qué os parece el avance de los personajes?

¿Qreéis que pasará en el próximo cap?

Gracias por leer <3


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