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Tomás no solo está nervioso, está nerviosísimo. Sus manos tiemblan, su cuerpo entero se siente de papel y el estómago le duele.

—¿Crees que voy bien? —pregunta a Víctor, que está con él en la habitación de Desmond, en la planta superior de la casa.

El vampiro lo mira con la boca torcida, se acerca para ajustar su pajarita y desabrochar un botón de la camisa y sonríe.

—Ahora perfecto —le tranquiliza elevando el pulgar. Tomás mira abajo, no nota mucho cambio porque no logra ver su pajarita rosada, aunque con el botón del cuello abierto puede respirar, o, mejor dicho, hiperventilar, con un poco más de soltura. —, estás muy guapo con eso. El rosa te favorece.

Tomás se pone rojo, ríe y oculta su cara, después hace una mueca extraña, muerto de vergüenza y nervios.

—¿Tú crees? No me probé el traje delante de Desmond porque quería que lo viese hoy en su coronación, pero... Ah, pensé que sería diferente. —suspira.

La planta superior está vacía y él y Víctor son los únicos ahí, encerrados en los aposentos del rey, sin embargo, Tomás escucha el bullicio de la principal y cómo la puerta es abierta constantemente, dando paso a más invitados.

—¿A qué te refieres? —Víctor se sienta en el borde de la cama, atrae al chico tomándolo de las solapas de su traje color pastel y empieza a ajustárselo mientras él aparta la mirada y hace un mohín.

—Pensé que estaría con Desmond todo el rato ¡No es que me moleste estar contigo! Sabes que te adoro, pero... —Tom suspira, siente que su lengua y su cabeza están ambas hechas un enredo.

—¿Pero te da miedo tener que ser tú quien lleve la corona? —Tom asiente, sonriéndole con gratitud por haber vocalizado sus miedos. —Cariño, solo vas a tener que andar desde el principio de las escaleras hasta el centro del comedor y sé que da miedo porque está lleno de vampiros, pero Desmond va a estar ahí todo el rato, mirándote.

—También lo harán los demás... —se queja, llevándose las manos a la barriga y contrayéndose un poco. —estoy tan nervioso que me encuentro mal.

Víctor se arrastra un poco hacia atrás en la cama, dejando un hueco entre sus piernas donde atrae al humano para que se siente. Tom se apoya en el angosto espacio de colchón entre las rodillas de Víctor y cierra los ojos cuando este lleva su mano a la tripa del chico y empieza a trazar círculos sobre el traje. Su ropa es gruesa, así que siente las yemas de sus dedos y lo agradable de su roce.

—Tomás, sé que puedes estar fastidiado, pero la tarea de llevar la corona y ponérsela al nuevo rey es un enorme honor, de veras. Desmond te lo concede porque eres importante para él.

El nudo de nervios de su estómago se deshace un poquito y siente una calidez amigable en el pecho, de esa que le sube a las mejillas. Víctor ya no está calmándolo con caricias que parecen medicinales, sino que se dedica ahora a arreglar su cabello mientras le habla.

—¿Pero cómo va a ser un honor? Nada de lo que hacen las mascotas lo es... —se lamenta, viéndose interrumpido por la risa del azabache. —¿Q-qué sucede? —pregunta inseguro.

—Tomás, coronar al rey no es una tarea que hacen las mascotas ¿Qué clase de gran líder dejaría la corona que lo representa en manos de un humano al que considera sustituible?, es una tarea que hace el elegido del rey. A veces su mejor protector, un aliado, pero sobre todo su pareja. Creo que vas a ser el primer humano en hacer esto, por eso es importante.

—Oh... —Tom siente que se afirman dos cosas dentro de él: el nudo de nervios y su amor por Desmond. —él... él va a —se atraganta, carraspea y deja unos segundos de silencio para su corazón palpite tan fuerte como para saber que todos los invitados lo estarán oyendo. —¿Va a hacer esto por mí? ¿Le dirá a todos que soy especial?

—Todos lo sabrán cuando te vean coronándolo. —susurra Víctor, sonando como una hermosa promesa.

—No tenía ni idea, Desmond realmente está arriesgando su imagen al hacerme su coronador.

—Su imagen no le importa, no tanto como le importas tú.

Siente que se olvida de cómo respirar.

<<Podría morirme aquí mismo de lo feliz que estoy>>

Un par de toques suaves en la puerta los distraen, haciéndolos voltearse hacia allí con violencia. Sin permiso, el intruso gira el pomo y asoma la cabeza. Tom suspira aliviado.

—Hola, hola —dice la amable y gruesa voz de Brandon, parecida a la que Tomás imaginaría que un gigante tiene. —, Desmond va a iniciar la ceremonia en solo unos minutos. Ahora los grandes reyes le están dando su bendición para antes de ser coronado, cuando terminen avisaré y tú —señala a Tomás con el dedo. —bajarás para coronarlo ¿Si?

Tomás toma aire, frunce el ceño y asiente marcialmente. Sus piernas parecen de gelatina y está sudando tanto que teme estropear su aspecto impecable, pero quiere parecer decidido y fuerte, quiere avanzar con pasos de hierro hacia su amo, mirar recto, con la cabeza alta, su destino y colocarle la corona sin tener que preocuparse de que se le resbale de las manos. Quiere hacer esto bien, agradecerle a Desmond que le haga sentir tan especial.

—De acuerdo, ya casi estamos. Solo hace falta que Tomás de calme un poco, pero el resto está preparado.

Brandon asiente, mira al humano de arriba abajo con lentitud y una mueca de orgullo y le dice:

—Saldrá genial ¡Y estás impresionante, por cierto!

Tom se pone colorado de nuevo, pero su amigo se ha marchado demasiado pronto como para poder apreciarlo. Se pone en pie, aún no debe ir hacia la puerta, pero anda en esa dirección y vuelve y así varias veces, ensayando cómo andar para que luego las piernas no le fallen. Víctor se recuesta en la cama, observándolo con curiosidad y aprovechando para holgazanear. Él no suele cansarse pronto, pero templar los nervios de Tomás durante la última hora lo ha dejado exhausto y eso no hace más que ponerle en los zapatos de Desmond y hacerle preguntarse como un semi puro tan explosivo como él ha logrado no explotar con alguien como Tom. También sabe que últimamente se cansa antes, Gris es un regalo hermoso en su vida, pero también difícil de tratar.

—Ah... —suspira al pensar en el chico canoso. —, espero que esté bien.

—¿Gris? —pregunta Tomás en voz baja al escuchar los pensamientos del otro, no quiere inmiscuirse, pero de poder, le gustaría ayudar a su amigo. Víctor asiente.

—No lo he traído porque se pondría loco al ver tantos vampiros juntos, pero me da miedo dejarlo solo. Él es un buen chico, pero... —tuerce la boca, después de le escapa una pequeña risa. —No sé, por ejemplo, el otro día se dio un baño caliente y se sintió tan relajado que casi se duerme y se ahoga en la bañera.

—Estoy seguro de que él será cauteloso si no estás, es un chico listo. —lo intenta animar Tomás.

De nuevo, alguien pica a la puerta, pero esta vez ambos saben quien es. Tom se alarma al darse cuenta de que ya han pasado varios minutos y sigue sin haber logrado calmarse, solo ha postpuesto sus nervios.

—Hora de la coronación —anuncia Brandon guiñándole el ojo antes de desaparecer por el hueco de la puerta, dejándola entre abierta.

Tomás respira profundo, da un paso hacia delante y se queda congelado.

<<No puedo hacerlo.>>

Las manos de Víctor son grandes, le cubren los hombros como una capa y su sombra lo resguarda. Con su presencia envolviéndolo en un momento como este, dándole una burbuja donde poder respirar y pararse a retener las lágrimas, Tomás entiende por qué su amante convirtió a ese hombre en su protector. No por solo por su fuerza o por su aspecto, ambos capaces de hacer retroceder a casi cualquier enemigo, sino por ese rostro sereno, de sonrisa tenue, por esas manos grandes, pero suaves, que te sostienen cuando te tambaleas.

—Camina —susurra en su oído con una voz que le provoca escalofríos, no una ruda, de esas que ordenan, sino un siseo que le hechiza y le hace moverse hacia delante. —estaré detrás de ti, no pasará nada. —asegura, rozándole la mano con algo frío. Tomás lo agarra, sabe que es la corona.

Tom mentiría si dijese que está tranquilo ahora, pero también si negase que se siente un poco más seguro. Víctor espacia su contacto con Tom, deja de tocarle y hablarle, pero le sigue a unos pasos, los suficientes para que el chico atisbe su sombra sin tener que voltearse para comprobar que sigue ahí, guardándole las espaldas.

Alcanza el pomo de la puerta y esta gime cuando sus dedos la empujan. El quejido de las bisagras suena desesperante y hace a Tom perder la cordura por un segundo, pero se recompone. Abre la puerta, las luces colgantes del comedor lo ciegan, pero aún no ha pasado lo peor.

La escalera está a su derecha, así se acerca. Un paso y está más cerca de la barandilla, lo suficiente para ver la enorme puerta de entrada. Otro y podría tocarla si extendiese el brazo, pero aún no puede ver el salón no viceversa.

El tercero es el peor.

Se asoma hacia la planta baja y su corazón se encoge como si estuviese al borde del precipicio. No ve ni un solo centímetro de suelo, todo está abarrotado de cabezas que miran hacia arriba con expectación y abren los ojos al verle. Se tapan la boca, bajan la vista y buscan comentarios cómplices entre ellos. Sabe que todos los vampiros están hablando de él, preguntándose qué hace un humano ahí.

Entonces Tomás desliza sus manos de la espalda a un frente y todos se sorprenden de nuevo como ante un truco de magia al ver la corona aparecer frente a sus narices. Oro macizo, diamantes y las sucias manos de un mortal.

Nadie parece creerlo, el público se agita, los murmullos crecen como una marea que amenaza con ahogarlo y todos se giran hacia Desmond con palabras mudas y miradas que piden explicaciones. Y Tomás también lo hace; con ganas de llorar y volver a la habitación para esconderse, dirige sus ojos al rey.

Desmond le sonríe ignorando la existencia del resto del mundo y en ese instante Tomás siente que podría hacer cualquier cosa.

Sus piernas ya no amenazan con fallarle y aunque sigue con el corazón retumbándole en el pecho, puede respirar y dar un paso más y otro y otro hasta que llega a las escaleras. Como es tradición, los invitados se separan en dos bandos, abriendo una pasarela directa hacia Desmond. El gran vampiro asiente, dando permiso a Tomás para bajar las escaleras y honrarlo con la corona que se le enreda entre los dedos.

Los escalones son cada uno una trampa moral. En cada uno halla la certeza de que se caerá, lucirá ridículo y su amo montará en cólera o, de aguantar su ira, será el hazmerreír de los reyes por culpa de su torpeza. Va a decepcionarlo, va a hacer ciertas todas las palabras hirientes que Vlad alguna vez le dijo.

<<Vlad...>>

Él lo vio morir con sus propios ojos, pero ahora le traicionan. Ve al hombre, estirado y altivo, entre el público, acechándole desde el rabillo del ojo y esfumándose cuando la pupila lo encuentra. Mira a todos lados, menos al frente, enloquecido, bajando las escaleras sin fijarse donde pone los pones. Cada escalón es una inseguridad nueva cargada a sus espaldas, un peso que lo hace perder el equilibrio, que le obliga a agacharse, a bajar la cabeza con una enorme vergüenza. Cada escalón es un retroceso hacia el pasado, hacia cuando no era nada, ni nadie, más que un juguete. Y cuando llega al último escalón, siente que está roto.

Unos pasos hacen eco en el pasadizo que los otro vampiros han abierto, Tomás no sabe reconocer si son suyos o los imagina, porque juraría que está parado, que ha caído de rodillas en medio del salón, poniéndose a llorar como la patética mascota que es.

Desmond le odiará.

<<Y quizá lleva razón>>

Una mano le toma de la barbilla. Un tacto demasiado demandante para ser Víctor, demasiado cariñoso para no ser Desmond. Abre los ojos, el público se ha vuelto loco y disparan quejas a discreción, pero a Tomás nada le duele ahora, no si su amo lo escuda. Y aun así, puede oírlos a todos, a los que dicen que un humano no debería coronar a un vampiro, a lo que dicen que un mortal no debería tener derecho a llevar prendas costosas, a los que piden su ejecución por haber dejado caer la corona al suelo, los que demandan su sacrificio, convertirlo en un banquete para el festín de después de la fiesta y los que se escandalizan porque el rey, que no debería mover un dedo hasta ser coronado, ha roto la tradición por ir a socorrer a su mascota.

—¡Silencio! —brama con la intensidad de un trueno. Su voz fulmina la sala y en pocos segundos solo se oye ya el eco de su grito. —lo has hecho genial, eres tan fuerte —murmura acercándose al chico derrumbado a sus pies, dejando un nimio beso sobre sus labios.

La gente se asquea, hace muecas y aparta la mirada ante tan casto gesto y no pueden más que mirar con curiosidad lo que el rey hace después. Se yergue en un gesto magnificente que su mascota imita de forma torpe y una vez ambos están en pie, encarándose como oponentes dignos de ser comparados, Desmond saca una estaca de su abrigo.

Los vampiros exclaman sin decoro, se alejan, temiendo que haya enloquecido y pensando, desde el momento en que vieron al mortal con la corona, que así era.

—'Yo, Desmond Gaard —anuncia el vampiro con una sobriedad que calma al público, siendo aval de su cordura. Todos se acercan de nuevo, escuchan atentos— renuncio a mi corona y a mi vida si es mi mascota quien así lo decide. Si él se pone la corona tiene el legítimo derecho de pedir ser convertido y de tomar esta estaca y matarme aquí y ahora mismo. Tomás —dice al acercase para tenderle el arma, susurrando íntimamente en su oído—, no merezco tu perdón, pero tú mereces ser libre.

—Desmond... —dice con un hilillo de voz, contemplándolo con la misma pena con la que leyó las páginas de su diario. Sus dedos se tuercen y alejan, huyen del contacto con la madera hasta que la estaca cae al suelo como si fuesen un objeto tan maldito que no puede ni asirlo —¿Acaso no entiendes? —pregunta con la voz llena de dolor, sonando suplicante, no demandante. El vampiro no responde, tan siquiera la mira, aparta el rostro, llorando delante de todos —No quiero ser de nuevo tu juguete, no quiero ser tu víctima, pero no se trata de convertirme en tu verdugo ¿Es que no lo ves? Te amo, Desmond, no quiero venganza, no quiero que nadie más sufra por el pasado. ¿No lo ves? No estás liberándome, estás haciendo conmigo lo mismo que Morien contigo... me das una maldición y te vas. No quiero eso. Quiero ser libre de poder amarte sin que eso signifique dejar de amarme a mí o a mi libertad... por eso no voy a tomar tu vida, no la quiero si no es a mi lado. Pero que me la hayas ofrecido, que llores y pidas ser asesinado como un ser débil, como yo cuando te pedí morir o tú cuando se lo suplicaste a Morien... eso demuestra que has cambiado, que has vuelto a ser ese chico anónimo que me consolaba con sus cartas mientras mi amo y captor me torturaba. Tú ya no eres ese monstruo, no tengo nada que perdonarte entonces... Desmond, mientras seas tú estoy seguro de que te amo, de que quiero pasar toda la vida contigo.

Desmond se lleva una mano al pecho, preguntándose si es así como se siente volver a la vida.

—¡No lo aceptaré! Su corona y su vida, mi señor, son vuestras. —exclama ante el público mirando fijamente a su amante.

Todos suspiran de alivio, aplauden y esperan a que el humano le ponga la tan merecida corona. Desmond sonríe con una suavidad, con una docilidad que dejan a Tomás sin aliento. Su corazón se dispara, su amo se arrodilla a sus pies para recibir la corona, pero el gesto es mucho más que eso. Desmond lo mira desde abajo con ojos sensibles y un rostro a punto de quebrarse, no una máscara rota, no una mueca cruel, solo un rostro humano. Y baja la cabeza en el mayor gesto de sumisión que Tomás ha visto nunca.

Le coloca la corona sobre la melena, tan dorada con el oro que la acompaña, y los vitorean tan alto que esconden el sonido del corazón de Tomas.

Delante de todos, Desmond se alza y besa a su mascota. La estrecha entre sus brazos como si fuese todo lo que posee, la acerca hasta acabar con cualquier distancia que de un rey deba respetarse y busca su piel y sus labios con desesperación. El público, tan extrañado como conmovido o bien aplaude o bien se queda tan sorprendido que el cuerpo no le responde, pero todos miran. Todos ven la desvergüenza con la que Desmond declara su amor, la forma en que, no exento de lascivia, pero sí de crueldad, amolda al chico entre sus manos para tenerlo tan cerca de él como desea, tan accesible para que sus besos no se queden sin dueño.


Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

¿Qué os parece la evolución y el comportamiento actual de cada personaje?

¿Cómo creéis que terminará todo?

Gracias por leer <3


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