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Tomás quiere impresionarlo, ser tan rudo como se siente y avanzar sin miedos, así que empuja al vampiro y se sube a el a horcajadas. Desmond coloca sus manos tras la cabeza, apoyándose cómodamente mientras observa el espectáculo.

—Tan ansioso... —ruge, lleno de pasión, cuando el muchacho toma su enorme polla con la mano y la alinea con su trasero.

Tomás está sudando, dejando su hermosa figura brillosa y apoyándose en una sola mano mientras la otra sostiene el eje de su amante y lo prepara para que lo penetre. Le tiembla el brazo sobre el que se apoya, cierra los ojos muerto de vergüenza y sus piernas se aprietan contra las caderas del vampiro mientras se empuja contra la erección de este.

Desmond sonríe, muerde su labio y se agarra cada mano con la contraria porque sabe que de soltarlas va a tomar al chico y empujarlo hondo hasta tenerlo atravesado por su erección. No quiere eso, prefiere darle tiempo y dejarle hacer, aunque sea torpemente. Y es que no sabe que es más sensual, si la inexperiencia del chico que le hace respirar agitadamente, temblar sobre su magno cuerpo y ponerse rojo en los lugares más encantadores, o la confianza con la que aborda algo que le asusta tanto como el sexo siendo él quien se pone arriba, quien controla la primera embestida y quien decide cuando empieza el acto.

Sus dedos se sienten acartonados al rodear la virilidad de Desmond, no la ve porque está detrás suyo, pero al sentir el diámetro casi desbordar su agarre de apura de nuevo, sintiéndose nervioso y cuestionándose si está realmente preparado para algo que tanto desea. Aunque el brazo le falla un par de veces, causándole movimiento espasmódicos por los que Desmond tiene que callarse dos quejas, logra su objetivo. Masturba unos minutos al vampiro, lento y pausado, y coloca el húmedo glande contra el anillo muscular. Ahora solo tiene que mantenerlo firme y descender para sentir a su amante abriéndolo, pero le da demasiado miedo.

Abre los ojos, Desmond lo está mirando con un hambre voraz, le recorre el cuerpo entero tantísimo que hasta siendo una mano fantasma tocarlo, y se para especialmente en el rosado miembro, coronado de perlas que gotean como néctar sobre la piel pálida de Desmond. El vampiro realmente quiere llevar sus manos al asunto, agilizarlo todo y follar a Tomás como un loco. Tomás lo sabe, lo ve en su mirada, en las venas marcadas de las manos mientras estás aprietan la almohada con tal de no abordarlo a él, en los ojos fijos, los suspiros ardientes.

Lo decide, lo hará. Se empuja contra el vampiro, notando un agudo dolor que lo parte por la mitad y un frío que le cala hasta las entrañas. Es desagradable y se le revuelve el estómago al ver que ni un centímetro de su amante ha logrado entrar en él. Se queda pálido, con sudores fríos.

—Así te harás daño —le reprende el vampiro con voz amable, pero en tono de advertencia. —, haz lo que te digo, Tomás, te prometo que vas a sentir mucho placer.

El muchacho asiente con ojos agradecidos, ahora que su seguridad empequeñece, necesita el apoyo de su amor. Lo ve hacerle señas, pidiéndole que se acerque y él busca su boca sin quejas, inclinándose para recibir un beso. Su pecho se apoya sobre el del inmortal y su corazón hace temblar ambas pieles. Se aferra a los hombros de su querido captor, sus rodillas le aprietan en las caderas y el cuerpo se le mueve sin querer en pequeñas mociones que buscan el contacto. Desmond sonríe en medio del ósculo, enternecido por la forma en que Tom no puede evitar moler sus caderas, deslizando sobre su abdomen marcado la entrepierna. Lo nota duro y tan caliente que piensa que va a derretirse, así que le ayuda en su tarea: lleva una mano a la excitación de Tomás y la otra a su trasero. Él abre los ojos, alarmado, pero el beso se profundiza, le arrebata el aire y, como si eso lo pusiera a dormir, cierra los ojos y se deja hacer.

La mano de su entrepierna envuelve el rosado miembro con facilidad y fuerza, los dedos lo aprietan firmemente, causando un hormigueo que lo hace llenar el beso de hermosos sonidos. Entonces Desmond empieza a masturbarlo. Despacio. Tortuoso. Tomás se retuerce en sus manos, llora, jadea.

—Más rápido, por favor...

Desmond cumple su deseo como si de una orden se tratase. Los dedos lo encierran hasta que desaparece todo menos la punta rubicunda, en forma de hongo, y se mueven rápido de arriba abajo; la fricción lo quema, pero es un calor distinto al que sintió la primera noche. Es un calor suave, no duro como el hierro, ardiente, pero tórrido. No duele. Su boca se abre enormemente para gritar y se cierra para morder su propio labio y callarse, pero no para besar a su amante, no se siente capaz de tomar tantísimo placer a la vez.

Está convencido de que estallará, de que esa fricción que lo llena de electricidad y hormigueos llegará a un tope y su cuerpo se va a romper en mil pedazos. Ya puede verse a sí mismo, una explosión de colores bonitos, una lluvia de sus pedazos, brillantes como estrellas. Cada vez que cierra los ojos los párpados le muestras esa hermosa constelación.

Desmond también ve los hermosos colores en su cuerpo, el bonito tono pálido de las palmas de las manos y las plantas de los pies que se muestra cuando riza los dedos, presa del placer, el rojo brillante de sus mejillas llenas de lágrimas y su intimidad manchada del salado líquido, el tono tostado, besado por el sol, de su frente, de su pecho y abdomen. El oscuro cielo sin estrellas de su pupila y la miel que lo rodea, delgada, brillante, como un anillo de compromiso.

Tomás va a correrse, pero no puede dejar que suceda tan fácil. Quiere reservar ese instante y estirarlo, hacerlo eterno, repetirlo, beberlo, beberlo y beberlo hasta quedar satisfecho. La mano de su trasero se acerca más a la intimidad del muchacho y, con entereza, su dedo índice entra de lleno.

Tomás grita, asustado y dolorido, y Desmond detiene el movimiento de su otra mano, queriendo ver la reacción del chico. Tiene los ojos cerrados con fuerza y el labio rojo, las manos cerradas en puños y todo su cuerpo tiembla de una forma leve, pero adorable.

Desmond sonríe y empieza a mover su dedo simulando embates a la misma velocidad a la que masturba a su pareja. Tomás abre los ojos desmesuradamente y lo mira con una enorme confusión, parece que intenta decir algo, pero, aunque bonitos, los sonidos que salen su boca no son coherentes.

—¿Empiezas a sentir placer? —le pregunta, añadiendo poco a poco un segundo dedo.

Tom se queja por el dolor y él lo nota tan apretado que los dedos intrusos duelen al ser rodeados con fuerza por el anillo muscular.

—Sí... sí, pero... —su respuesta se corta, la mano en sus genitales aumenta el ritmo y la mira impactado. Tan siquiera la ve moverse.

Desmond es tan rápido que sus ojos no le siguen, pero su cuerpo le explica lo muy por encima que está de cualquier otro amante. Tomás se derriba encima suyo, temblando, jadeando y empezando a extrañar el dolor cuando su amo retira los dos dedos. Algo en él le hace estar alerta, lleno de adrenalina. Él no cree ser masoquista, pero una pizca de dolor no eliminará la dulzura de su placer, al contrario, se siente mucho más receptivo, mucho más sumiso.

—D-Desmond, por favor... —suplica, sintiéndose vació. El hombre lo besa, entorpeciendo sus palabras con maldad. Le riza la lengua, le llena la cabeza de sus labios, de sus dedos, de su cuerpo. Apenas puede pensar, apenas puede hablar. —por favor, déjame intentarlo.

—Todo tuyo —murmura el vampiro con voz ronca, levemente burlona, y aleja su mano del cuerpo de Tomás. —, ahora no te dolerá como antes, te aseguro que vas a sentir placer, Tomás, no será como ninguna de las otras veces.

El chico asiente, pero no habla, está demasiado nervioso. Toma una respiración muy profunda, mira hacia atrás, por encima de su hombro, y trata de alinear su trasero con la intimidante virilidad de Desmond. El hombre, viendo la inseguridad de su compañero, pone una mano sobre su muslo para acariciarlo y la otra la lleva hacia la base su propio pene, manteniéndolo firme para que todo sea más sencillo.

—Tomi —lo llama, la lascivia suena ronca, en el fondo de su garganta, pero ahora está hablando de una forma mucho menos sucia que antes. Es reconfortante. —, puedes parar cuando quieras ¿Si?

—Lo sé —responde firmemente, volteándose hacia él. Nota el glande húmedo contra su entrada recién dilatada, pero todavía angosta. Hace una presión muy leve y se relaja, repite el proceso, tentando a su amante, arrancando suspiros de ambos. —, pero quiero hacerlo. Quiero saber lo que se siente cuando te hacen el amor y quiero hacerte el amor, Desmond. Quiero saber cómo se siente el placer.

—Entonces te lo daré todo.

El chico empuja, cierra sus ojos y toma la mano de Desmond. Gime y lo hace largamente, cubriendo con su voz llena de dolor y deleite todo el proceso; la punta entra de golpe, lo sorprende y casi se retira al principio, pero se dice a sí mismo que no pasa nada, que hay vuelta atrás si es lo que desea y eso lo calma suficiente como para decidir que quiere continuar. Se desliza por la longitud de Desmond, sin aire, sin frío; su cuerpo quema, se siente lleno, abierto y vulnerable, pero se siente tan bien que no quiere detenerse. Más y más ancho, más y más abierto, su cuerpo se acerca con pequeños pasos al límite y Desmond ahora no le toma la mano, la agarra con fuerza. Abre sus ojos a medio camino, encontrándose un rostro hermoso y lleno de contención.

El vampiro tiene la frente perlada de sudor, llena de cabellos que se le pegan como destellos dorados, el ceño fruncido, la boca en una constante mueca entre el placer y el dolor y las líneas de expresión profundas. Desmond no puede aguantar más, se muere por penetrarlo por completo y moverse, por tomar el mando y quitarle a Tom su poder de decir no. Pero no lo hace, solo se queda clavado en la cama, martirizado, por el tortuoso y lento placer de su amante.

—Eres... eres tan grande —se queja Tomás, aunque después se empuja unos centímetros más, rebasando la mitad, aunque sea por poco. Desmond se lleva las manos a la cabeza, como víctima de una fuerte fiebre. —¿Lo estoy haciendo bien, amo?

—Oh... —Desmond gime, su voz llena de placer, de una masculinidad que marea a Tomás y llena el ambiente, su cuerpo quieto como el mármol, esperado ser cincelado por su chico. —, lo estás haciendo genial. E-eres genial... ah, por favor, sigue...

Le tiemblan los labios, le pican los colmillos y le hormiguea todo el cuerpo. Siempre que ha deseado algo lo ha obtenido deprisa, jamás ha tenido que esperar para descargarse, pero ahora siente que se llena y se llena, que sus instintos se acumulan, se estancan. Que enloquece de placer. Mira hacia abajo, la polla de Tomás está dura, da pequeña sacudidas, indicando que podría correrse con solo ser penetrado por él y, más abajo, su trasero devora poco a poco su impresionante longitud y anchura. Va lento, dolido por la envergadura de su amante, pero no se detiene, deseoso por abarcarlo entero.

Tomás lo mira lleno de orgullo, ha hecho que Desmond Gaard, el gran rey, el cruel verdugo y el temible semi-puro tartamudee y le pida más. Ha logrado tener a un hombre tan grande como él a sus pies, dispuesto a ceder, dispuesto a amarlo como a un igual.

Con otra profunda respiración, se empuja hasta que su trasero hace desaparecer por completo el miembro del vampiro. Este grita llena de placer, lo toma por las caderas y lo mira a los ojos con una expresión hambrienta. Tomás le responde con su mirada de cordero, tan tierna, lacrimógena y llena de debilidad.

—Voy a moverme. —advierte, lamiéndose los labios.

Tom asiente, mareado, y cae sobre él buscando su boca con desespero. Se besan y Desmond traga sus sonidos cuando empieza a moler sus caderas contra el chico sobre él. Al principio Tomás se aparta, dolorido, sintiendo el venoso miembro romperlo con cada embate, pero cuando este se empuja contra su punto dulce no puede más que deshacerse en sus brazos y gemir.

Su voz se torna alta, desvergonzada, y mientras besa al vampiro casi tan ávidamente como este lo hace, apoya sus rodillas en la cama y da pequeños saltitos, empalándose en el duro eje del mayor. Desmond le muerde los labios, saborea su sangre y aumenta le ritmo, retando al chico a imitarlo. Y lo hace, Tomás parece lleno de energía a la vez agotado. Su voz suena rota, sus ojos se llenan de lágrimas y su pene se sacude como si estuviese al límite, pero su trasero sube y baja, libera el miembro de su amante y lo acoge entre húmedas y prietas paredes, se mueve con ansia.

Ambos están el borde y sienten el delicioso vértigo, el hormigueo de antes de caer y las enormes ganas de lanzarse el uno contra el cuerpo del otro. Tomás rompe el beso con un hilo de saliva ensangrentada uniendo sus bocas y Desmond observa como el chico se alza sobre él, como desliza sus pequeñas, suaves manos por los músculos del abdomen y el pecho y da saltos sobre su polla, gimiendo al ritmo de las embestidas que él mismo ocasiona, poniéndose rojo cuando su trasero hace un obsceno ruido al chocar contra los testículos del dominante.

Tomás es tan hermoso, tan libre. Nunca ningún humano estuvo encima de él en el sexo, nunca ningún humano decidió si paraban o seguían, nunca ningún humano tuvo derecho al placer. Pensó que todas esas cosas le quitarían su poder, pero ahora ve que solo le dan placer.

—¿Quieres m-morderme? —pregunta Tomás enrojecido, mirándolo a los ojos. Brillando.

Desmond asiente, relamiéndose, y el chico aumenta el ritmo. Desmond lo ayuda con sus manos, haciendo que el pequeño cuerpo baje y suba más agresivamente, más hondo y más deprisa, arrancándole grito, rompiendo su entereza hasta que se derrumba sobre él. Tom le besa el cuello entre jadeos.

El vampiro, tomándolo de la cintura hasta dejar sus dedos marcados, moviéndolo como a un muñeco sobre su excitación para calmarla, empujando sus caderas hacia arriba como si desease romperlo, sintiente el flechazo del éxtasis atravesarlo. El dulce clímax se acerca y no quiere sino saciarse de todos los modos posibles.

Tomás ladea la cabeza, gimotea y lleva sus manos una a su propio pene y la otra a su trasero. Expone su cuello sintiéndose sumido y se masturba bajo el pensamiento de lo muy delicioso que le parece ser follado por su amante y ser devorado por él; con la otra mano palpa su intimidad, notando como su agujero se abre, como la enorme polla se desliza dentro y fuera, como lo abre y lo llena. Le encanta sentirse tan pequeño, pero a la vez tan libre.

—Ha-hazlo, por favor...

De nuevo, el vampiro cumple sus órdenes. Los dientes le desgarran la piel, pero se siente increíblemente bien. El dolor lo atraviesa, lo hace más sensible, lo enloquece. Su pene se tensa y siente el orgasmo, desconocido, pero inconfundible, acercarse, y Desmond se entierra en ese lugar delicioso que le hace temblar entero, descargando una sensación húmeda y caliente que lo llena, que le hace sentir poseído y lo excita.

Tomás grita, tiembla, y se pierde en la voz ronca de su amo, que hace lo mismo, ambos fundiéndose en un poderoso orgasmo que los hace verse a los ojos con el rojo del infierno y el dorado del halo siendo hundidos por el negro de las pupilas. Un color azabache como la noche, como un cielo solitario, tranquilo, como la oscuridad de la habitación cuando ambos terminan y solo se oyen sus respiraciones.

—¿Siempre se siente así de bien cuando lo haces con la persona a la que amas? —pregunta Tomás con una débil sonrisa.

Desmond le besa la frente, dejando una marca de sangre.

—Siempre.


AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA SE ACABÓ O.O (aunque aún queda el E P Í L O G O)

Me rompe mucho el corazón terminar una historia, realmente siempre se pasa mejor escribiéndola/leyéndola que terminándola. Siempre se disfruta más del camino que del destino :''( Odio que las cosas tengan fin, pero es tan necesario como odioso uwu

¿Cómo os sentís vosotros?

¿Os ha gustado la historia?

¿Qué recuerdos y sentimientos os deja?

Quizá en un futuro hago un libro corto sobre Gris y Víctor, quiero escribir muchísimo sobre ellos, aunque por ahora estoy más ocupada con mis proyectos actuales xd

 Realmente espero que os haya gustado la historia, que sea de esas que no se olvidan, incluso de esas que se releen. Para mi esto ha sido como un volver a mi cómoda, calentita y acogedora zona de confort porque he escrito ya varias historias como esta (la primera que cree, con Larkin y Dominick, ya borrada hace mucho, O.P., Debilidad azul sobre todo...). Dejé de hacer historias así y varié un poco porque me apetecía, pero siempre se siente bien estar de vuelta después de viajar por muchos otros tipos de trama. Quizá es cliché, pero el cliché existe y se repite porque la gente lo ama, tanto leerlo como escribirlo; en mi casi ambas. Así que puede que haga una historia del mismo estilo (vampiros, amo-esclavo, personalidad de mierda que se ''redime'' un poco gracias a un angelito demasiado bueno para creerlo, etc.) en un tiempo owo


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