16

 


Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^


No puede ser ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Un día, dos? ¿He dormido siquiera? Quizá son solo unas horas, pero el dolor y el hambre raptan mi tiempo y lo prolongan. Los minutos son elásticos, resistentes, y acogen mil pensamientos horribles, mil sufrimientos. No sé cuánto llevo aquí, pero se siente como si fuese un lugar desierto, como si Ángel se hubiese marchado hace ya años y no planease volver.

Me siento abandonado.

No recuerdo bien su cara ¿Tenía los ojos verdes o azules? Con tanta maldita oscuridad no puedo sacar colores de ningún lado ni para ver cosas dentro de mi cabeza. Siento que este aire lleno de tinta se me mete dentro y me envenena los pensamientos. Ángel, por favor, por favor, dejaré que me arranques la boca con violentos besos, pero necesito comer y beber. Ha pasado ya tanto tiempo, tantísimo... ni siquiera puedo seguir contando eslabones. Antes de llegar a diez algún pensamiento extraño se cuela y me descuenta.

Suelo pensar en agua, en comida, mi casa, mis pastillas, en mamá abrazándome y papá gritando, suelo pensar en la laguna de mi cabeza, en qué falta ahí y como era Ángel en aquel entonces. Pienso que moriré, que quizá ya he muerto y estoy condenado a no saberlo por la eternidad, pienso en mi hombro, en que volverá nunca a su normalidad, en mi labio y la cicatriz que voy a tener, en mi tobillo descarnado e hinchado que pulsa contra el metal. Antes sentía el grillete rozarme, ciertamente holgado, ahora tengo la articulación tan inflamada que siento que haré reventar la atadura. Ojalá.

¡Oh, luz! ¿Es eso luz? Un pequeño fulgor cobrizo. Abro los ojos, dándome cuenta de que los tenía cerrados, y veo un haz de luz en el techo, seguidos de la figura de Ángel. Gracias a Dios, le daré lo que desee, pero necesito comer ya.

Antes de que llegue al último escalón ya estoy gateando hacia él, haciendo sonar la cadena cuando llego lo más lejos que esta me permite.

—¿Qué? —me pregunta mirándome con hastío. —Oh ¿Esperabas comida? Me dejaste muy claro que no querías ¿No? Además, así te ahorras gastar saliva repitiéndomelo.

—¿A qué has venido entonces? —pregunto enfadado, sintiendo que mi cuerpo podría estallar de ira.

La rabia, sin embargo, ya no me da esa energía brutal que me dio cuando le robé las llaves para huir. Ahora el enfado solo arde por dentro, sin poder aportarme una sola gota de vitalidad para levantarme o apenas moverme. Me quema.

—Cuida ese tono —advierte con voz dura —, tengo entendido que no quieres una mordaza ¿O sí la quieres? —me estremezco por la idea totalmente aterrorizado. Niego en silencio, esperando no haberle enfadado suficiente. Él sonríe y su tono se suaviza. —Y, respondiendo a tu pregunta... Quería verte. —dice encogiéndose de hombros, acercándose a mí.

Lo examino desesperadamente, esperando ver una botellita de agua en su mano, el contorno de una barrita energética en sus bolsillos o lo que sea. No hay nada. Suspiro con resignación, no sé siquiera de qué me decepciono. Lugo él se agacha y tiende su mano hacia mí.

Quiero morderla como un jodido animal. Arrancarle los dedos con los dientes, hacer más y más fuerza y mirarme a la cara mientras se le borra esta puta sonrisa de superioridad.

No tengo suficientes fuerzas para nada de eso, solo para retirarme de repente.

Ángel frunce el ceño, resquebrajando esa piel de porcelana que parece tener cuando está tranquilo, y su mano finalmente me alcanza con un gran impacto. Caigo sobre el colchón, sosteniéndome la mejilla y sintiendo el bofetón sonando dentro de mi cabeza, tan alto que no puedo pensar. Noto un fuerte pitido en mi oído izquierdo, la visión borrosa por las lágrimas y los dientes me duelen hasta la raíz.

—Que sea la última vez que te apartas de mí. Tocaré de ti lo que quiera tocar ¿Está claro?

—S-sí... —murmuro hablando extraño por la inflamación de mi mejilla, como si tuviese algodón en la boca.

Luego pone sus dedos sobre mi herida mejilla. Gimoteo por el ardor que me provoca su contacto y entrecierro los ojos, imaginando que me volverá a golpear. No lo hace: sus yemas apenas tocan mi piel enrojecida, alejándose tentativamente, como si temiese hacerme daño. Me aterran sus repentinos cambios de humor.

Con su otra mano me sostiene la otra mejilla, acercando mi rostro al suyo, y lo siento respirar sobre mis labios. Sus pulgares acarician despacio, suavemente, y el aire caliente me hace escocer las heridas.

Sus manos son asquerosas, pero el tiempo que llevo aquí solo me parece tan eterno que quiero llorar con su suave caricia. Agradezco que alguien me toque, si solo no fuese él... la piel me cosquillea, encantada por la gentileza con la que sus dedos se mueven, pero al segundo recuerdo quien es él y mi sangre hierbe como queriendo quemarle las manos. Quiero alejarlo, patearlo, escupirle, pero ni tengo fuerzas ni es una buena idea. Ya he visto de lo que es capaz. Además, me acaricia con tantísima ternura, solo hay una persona en el mundo que me haya tratado con tanta delicadeza, con tanto amor.

Me recuerda a mamá y me revuelve las tripas.

—Eres tan jodidamente adorable. —susurra, limpiándome las lágrimas con sus nudillos.

Se aleja, dejándome un regusto agridulce confuso. Mi pobre cuerpo herido y sediento, con el estómago vacío la sensibilidad reducida a pinzadas de dolor suelta un gran suspiro que no puedo controlar cuando él me arrebata la única sensación agradable que he tenido en demasiado tiempo.

Lo veo subir por las escaleras y lloro sabiendo que ahora toca nuevamente oscuridad. No sé si volveré a ver la luz, si él llegará a tiempo. Me siento morir ahora mismo.

—Cuando... ¿Cuándo volverás? —pregunto inseguro —Realmente me siento mal y me duele mucho y... necesito ir al baño.

Él tuerce su cabeza con confusión y me señala una esquina de la estancia, la única a la que llego estando encadenado. Yo me quedo mirándola, parpadeando con incredulidad.

Y llega la oscuridad.

Me aprieto la vejiga, sintiendo el punzante dolor y las ganas de ir al baño. Apenas puedo levantarme y realmente no quiero, pero lo hago de todos modos. Me apoyo con una mano en la pared y cojeo hasta la esquina. Me pongo a llorar mientras orino en el suelo como un animal y luego vuelvo al colchón a abrazarme a mí mismo. Me llevo la mano izquierda a la mejilla derecha y la acaricio, limpiándome las lágrimas.

¿Cuándo volverá? ¿Cuándo me traerá comida, agua y algo para el dolor? ¿Me acariciará la próxima vez que venga? ¿Y si él no vuelve nunca más? ¿Y si me deja aquí abandonado, a mi suerte? Al fin y al cabo, todos me han abandonado, a nadie le importo y si me pudro aquí nadie lo sabrá. Estoy tan solo, tan aterradoramente solo, y no es hasta que no me han encerrado aquí que me ha dado cuenta. Me abandonan hasta mis memorias felices, si alguna vez tuve algunas. Cierro los ojos y me esfuerzo en exprimir mi cerebro, pero solo gotea la voz grave de mi padre, los sollozos de mamá y los fuertes golpes de las puertas, de las caídas, de los platos rotos y de mi corazón. Bombeando como si fuese a explotar. No recuerdo si tuve amigos, pero si así es ellos ya no están conmigo, ni a mi lado, ni tras mi pista, no recuerdo si tengo más familia que papá y mamá, pero ni siquiera ellos dos me buscan.

Ángel... él dijo algo de mamá, debe conocerla, pero no me servirá de nada preguntar, incluso si me responde, él ha dicho que ella no sabía dónde estaba. Si después de tantos años no me ha buscado ¿Por qué ahora? Yo me fui de forma brusca y violenta, la abandoné cuando ella me suplicó que me quedase ¿Por qué la traté tan mal? No logro recordar, es como si me viese desde fuera, empujándola, gritándola, amenazándola con cosas que ahora no entiendo. La abandoné y merezco que ella me abandone.

Y mi jefe y mi casero, las únicas personas con las que podría decir que tengo contacto desde que tengo memoria... no soy nadie para ellos: un inquilino que vino y ahora se va, que paga lo mismo que los anteriores y que los siguientes, totalmente reemplazable. Para mi jefe es lo mismo, quería tanto que él escuchase la llamada de auxilio que tenía atrapada en la garganta. Quizá incluso la escuchó antes de colgar, quizá simplemente no le importo, no valgo tanto la pena. Por eso estoy solo, por eso todo el mundo me abandona.

Incluso él, me he portado tan mal que no merece la pena alimentarme. Va a dejarme aquí, moriré.


Fin del cap ¿Qué os ha parecido?

¿Os da penita Tyler? :C

¿Cuál creéis que es su pasado?

Si pudiéseis darle un objeto para ayudarlo en su situación ¿Cuál sería? owo

¿Qué creéis que hará Ángel ahora?

Gracias por leerme <3 nos vemos en poco /owo/


Comentarios