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Esta vez lo dejo todo en sus manos. Me besa despacio, aunque noto el ansia en sus manos, en la forma en que me tocan la cintura, los mulos, en que trepan hacia mi cuello inevitablemente. A veces pasea los dedos sobre mi cuello, sonríe al notar la marca de sus dientes en él.

Hoy ha venido en silencio, ha dejado la bandeja de comida al pie de las escaleras y se ha sentado en el colchón mirándome fijamente mientras me desperezaba. Me ha costado levantarme, creo que me dormí después de llorar por horas. Ahora nos besamos porque sé que es lo que él quiere y que prefiero dárselo a que lo tome por sí mismo.

Es más gentil que el otro día, su respiración, profunda y suave, me golpea el rostro. Es cálida, calmada. Me alegro de que hoy no esté enfadado, de que me agarre fuerte, pero sin dejar moratones con la forma de sus dedos, de que evite mi herida abierta cuando me muerde y chupa los labios.

Aun así, esto no es para nada como los besos que yo conozco. Estoy acostumbrado a besar, a rizar mi lengua y la de otro en un baile sensual antes del sexo, a veces incluso durante. Estoy acostumbrado a las bocas extrañas y los ósculos sin sentimientos de por medio.

Pero Ángel es diferente. Sus besos no son preliminares, no son un acto de amor o deseo, son solo poder. Una forma de demostrarme que ni mi boca es mía ahora, que diré lo que él diga, que es su lengua la que da forma a mi realidad ahora. Sus órdenes son leyes y cuando él no está no tengo mundo en el existir, solo esa oscuridad profunda y solitaria en una habitación vacía donde no puedo llegar a tres de las esquinas.

—Es aburrido cuando pones esa mala cara y simplemente te quedas quieto ¿Sabes? Me dan ganas de largarme. —dice poniéndose de pie bruscamente.

Mi corazón da un vuelco y bombea apresurado. Irse. Quiere irse. Quiere dejarme solo. A oscuras. Sin saber cuándo volverá.

—¡Espera! Me esforzaré más, por favor, solo dame otra oportunidad —suplico, lanzándome a sus pies y agarrándolo por el tobillo.

Él se zafa dando una patada al aire. Al notar el tirón en mi hombro me aparto y me vuelvo a sentar en el colchón, esperando a que diga algo. Me gustaría que este momento fuese eterno: que él se quedase ahí, cerca de mí, pero sin tocarme, y yo no tuviese que quedarme en esa horrible soledad de nuevo ¡No lo soporto! Cuando se va siempre vuelve, sí, por ahora, pero la espera es eterna. Y aunque le odio, odio más quedarme aquí, esperando, sin saber cuándo volverá o si volverá.

Es tan miserable, me siento tan solo. Ya apenas recuerdo la cara de Oliver o de mi casero.

—Bien, entonces hazlo. —me dice bajando de nuevo al colchón y tomándome de las mejillas con una mano.

Me clava los dedos dolorosamente y vuelve a besarme, ahora un poco más brusco. Pasa cruelmente la lengua por la herida y se siente sobre mis piernas mientras me aprieta la cintura. Me siento atrapado, paralizado, pero debo hacer algo.

Intento alzar mi mano izquierda y la llevo, temblorosa, a su mejilla. Acaricio contra la barba recién afeitada, su piel se siente suave y fresca y puedo oler la menta desde aquí. Me centro en eso, en mi pulgar en su mejilla, en el contacto inofensivo y no en su beso hiriente. Cuando me he calmado un poco intento besarlo de vuelta: muevo mis labios y cuando su lengua acaricia la mía yo le imito gentilmente. Mis gestos son pequeños y tímidos, hay cierto asco en ellos: le toco queriendo alejarme.

Pero, aunque lo quiero lejos, no me quiero quedar solo de nuevo.

—Deja de llorar, lo arruinas —dice él parando el beso, poniendo su frente contra la mía y dejando que su nariz y su aliento me acaricien la cara.

Mis labios tiemblan y ahora que puedo ver mi mano en su mejilla me siento horrorizado ¿En qué momento mi gesto se ha vuelto tan dulce? Me quedo mirándola mientras la deslizo por su quijada, el ancho cuello y llego a los hombros, donde me agarro. Donde lo agarro.

No quiero que se vaya, no lo dejaré escapar. No quiero estar solo.

—Perdón... —murmuro con un hilillo de voz, mirándolo a los ojos mientras sigo apretando su ropa bajo mis puños. —¿Vas... vas a irte? —pregunto inseguro, lastimero.

Bajo la mirada y cierro con fuerza los ojos al sentirme terriblemente golpeado por mis palabras ¿Por qué sueno así? ¿Por qué soy así? Le odio con todo mi ser y sin embargo ruego que no me deje.

Él ignora mi pregunta y me besa de nuevo. No es un beso reconfortante, en él no hay afecto alguno, solo ansia. Está dándome otra oportunidad antes de largarse. Me trago mis lágrimas y el amargo nudo que tengo en la garganta y vuelvo a tomarle de las mejillas. Lo atraigo hacia mí y busco su lengua con la mía; él me muerde la herida del labio, me la abre. No lloro. El sabor a sangre me llena la boca mientras frotamos nuestras lenguas y puedo sentir el calor de mis labios manchar los suyos. El beso es entumecido, doloroso, como hurgar en una cicatriz abierta. No lloro. Me pego más a él, insistiendo, demostrándole que puedo darle lo que busca, que puedo ganarme aunque sea un día sin oscuridad o hasta la oportunidad de ver el sol.

Por favor, por favor.

Él me agarra de la cintura y con sus manos enroscándose fácilmente a su alrededor siento lo diminuto que se ha vuelto mi contorno. Siempre he sido pequeño, pero ahora que he perdido peso rápidamente se siente como si sus caricias me hubiesen desgastado la piel y solo quedase hueso. Me da un escalofrío, luego él lame mi paladar y me hormiguea la cabeza entera. Me siento débil. Drogado.

Sus manos me sostienen tan fuerte y de repente me pongo a llorar de nuevo. No lo entiendo ¿Qué es está sensación devastadora? Es como un alivio extraño, un desahogo que brota y brota. No puedo controlar los hipidos, pero no quiero que Ángel se vaya, que me deje solo otra vez. Entonces extiende su mano y me limpia las lágrimas de las mejillas con cuidado, me sostiene el rostro y besa mi frente. Lloro más fuerte porque quiero que lo haga de nuevo ¿Por qué quiero que lo haga de nuevo?

—Buen chico... —susurra, sus palabras me tranquilizan un poco, como si fuesen mis queridas pastillas —Este beso ha estado mejor que el primero, está muy bien, has hecho lo que has podido —dice zalameramente, con voz animada. —Valoro tu esfuerzo, Tyler, soy justo. Ven, te daré tu desayuno y me quedaré mientras lo comes.

Lo miro ojiplático, dejando de llorar, e intento disimular mi emoción. Él se sienta de piernas cruzadas frente a mí y me pone la bandeja en el regazo. Un zumo y dos tostadas, no es mucho, pero mi estómago ruge cuando huelo la mantequilla en el pan como si fuese un manjar. Doy un bocado pequeño, tomando apenas una punta de la tostada. Se deshace en mi boca, el sabor se endulza mientras lo mastico y se me hace la boca agua.

Miro la tostada y el zumo. Hermosos colores cálidos, tan hermosos... tengo ganas de llorar de nuevo, pocas veces tengo el privilegio de ver mientras como. Miro a Ángel mientras tomo un sorbito.

—Ángel —lo llamo con una voz muy baja, aunque él ya me está mirando. Sus ojos se iluminan un poco, como si hubiese estado ausente hace unos segundos. —¿Podré... algún día podré salir de aquí abajo? Si me esfuerzo, si hago lo que pides...

—No lo sé —me responde cortante, haciendo que el estómago casi vacío se me revuelva. —, pero vendré a verte mientras estés aquí abajo. Es la mejor parte de mi día ¿Lo sabías? Y quizá hasta te hago esta casita más acogedora.

Mis hombros caen con desesperanza. Me habla igual que a una estúpida mascota y lo hace tan feliz y casual ¿No siente ni una pizca de remordimientos? Doy otro bocado a la tostada, ansioso, pero no quiero terminarla y volver a quedarme solo ¿Cuánto hace que no veo a nadie? Ahora mismo la cara de Ángel es la única que realmente recuerdo. Tan siquiera conozco la mía.

—Yo... necesito ir al baño ¿no puedo salir para eso aunque sea? —digo humildemente, esperado no perder lo poco que he ganado.

—Ya has ido ahí antes ¿Cuál es el problema? —me pregunta, señalando la esquina manchada de orines. Me avergüenza mirar esa pared salpicada, es tan repugnante.

—Yo, tengo que ir al baño, en serio, no para mear, me refiero... —digo totalmente avergonzado. Y es que es bochornoso tener que pedir, que rogar, para que no me obliguen a dormir en el mismo sitio en el que hago mis necesidades.

Es tan denigrante, uno ni siquiera trata tan inhumanamente a sus animales.

—Hum... supongo que tienes razón, sería asqueroso. Esté lugar también es asqueroso. Debería limpiar un poco, hacer que vayas al baño y darte una buena ducha, ahora no me sirves de mucho, solo me repugnas —escupe arrugando la nariz.

Noto un remolino de ira en mí ¿Con qué derecho se atreve a quejarse, a tildarme de repulsivo, si es por su culpa que estoy encerrado como una bestia salvaje, sin ropa nueva, sin un baño, sin siquiera condiciones para hacer algo que no sea perder la noción del tiempo e hiperventilar? Pero poco a poco la ira se disipa. Sí, veo por fin una oportunidad, él ha dicho que me dejará ir al baño y ducharme, que saldré. Y si algo ya tengo la parte más difícil hecha.

—Esta noche vendré a darte la cena y haremos eso. —sentencia y acto seguido retira mi bandeja vacía y se va.

Esta noche... ahora me ha traído el desayuno, así que debo tener por lo menos diez horas antes de que él vuelva. Estoy terriblemente nervioso, esta oportunidad posiblemente no la vuelva a tener en mucho tiempo, si la cago quizá hasta no la vuelvo a tener jamás. Debo hacer todo bien, debo recordar cada detalle de la casa: dónde estaba la puerta, dónde el garaje, dónde podría encontrar algo para defenderme.

Pienso y pienso y aunque intento recordar la cocina y el comedor, a solo un par de metros o tres sobre mi cabeza, me parecen increíblemente lejanos. Su casa es un lugar blanco e impoluto, pero cuando trato de imaginar solo paso de la negrura al triste gris de estas paredes. Tendré que improvisar, es lo único que me queda.

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Perdón por haber tardado tanto en actualizar, entre que el máster, el hecho de que mi familia pilló el covid y a raíz de eso lo pillé yo y también mi novio y varios problemas más, apenas he tenido tiempo de entrar en wattpad.

También me da un poco de ansiedad hacerlo. Últimamente me da ansiedad casi todo y no logro conseguir cita con mi psicólogo desde noviembre. Cuando entro en wattpad a veces me agobio porque me da miedo que haya más problemas con gente que me plagia o que me manda mensajes privados insultantes y amenazantes. También me pone un poco nerviosa entrar en wattpad porque sé que cuando termine de publicar GDO y El niñero quizá no tengo nada listo para publicar porque por culpa de la ansiedad y el poco tiempo libre no he tenido tiempo ni energía para escribir. Estoy intentando sanar mi relación con la escritura, es mi hobbie, ni mi obligación y lo sé, pero recuerdo las horas y horas que pasé el año pasado escribiendo los trabajos de la universidad de ciertas personas, los mensajes que yo tenía que redactar para sus ex's porque ellas no querían hacer esa labor emocional, los mensajes que tuve que escribir en las noches en vela para ayudarlas y, no sé, mi cabeza entra en pánico cuando ve una pantalla y un teclado.

Siento estar teniendo tantos altibajos últimamente. Sé que lo superaré, pero no sé cuando. Si algún dia estoy muy inactiva despues de terminar estas historias, por favor, no penséis que me he ido <3

Muchas gracias a todos por el apoyo, he leído vuestros mds, mensajes en mi muro y comentarios, siendo no poder responder uwu


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