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Sé que ha pasado un día por la única razón de que Ángel ha regresado, para darme de comer, presupongo. Esta vez no me ha servido contar cuantas veces he dormido porque he sido incapaz, hacía demasiado frío y no tengo nada con lo que cubrirme. Incluso en un momento de desesperación he intentado dormir en el suelo y ponerme el pesado colchón encima para ver si me daba calor, pero el jodido cemento parece hielo y ha sido peor el remedio que la enfermedad.

Lo oigo bajar las escaleras sin mucha prisa y luego enciende la luz. Para cuando me he acostumbrado a ella y logro ver algo él está enfrente de mí, acuclillado frente al colchón con una bandeja en sus manos.

La miro algo reacio y luego le miro a él, esperando a que me diga la maldita locura que debo hacer a cambio de comida.

—Adelante, es toda tuya. —dice con una sonrisa.

Deja la bandeja sobre mi colchón y él se sienta en el suelo frente a mí. La miro con desconfianza los primeros segundos, pero el hambre y la sed me acaban ganando y empiezo a comer y beber de la botellita.

Él me observa en silencio, manteniendo una pequeña sonrisa que no me da buena espina. Me inquiera su presencia y me hace sentir avergonzado que me mire, pero agradezco que se quede porque al menos puedo comer con luz y con la certeza de que no voy a estar solo siempre. Me cuesta un poco tomar los alimentos e incluso masticar por culpa del frío que tengo, no paro de tiritar y noto cada músculo tieso. No quiero molestarle, pero...

—Ángel... ¿Podré tener ropa?

—¿Para?

Trago saliva, su tono duro me hace sentir que no tengo derecho a exigir nada. Pero estoy tiritando y muerto de sueño.

—Tengo mucho frío... —confieso, jugando con el tenedor en el plato vacío con tal de no tener que mirarle a los ojos.

Él retira mi bandeja y la desliza en el suelo lejos de mí, luego se inclina, acorralándome.

—Puedo solucionar eso sin ropa... —susurra en el mismo tono ronco en que ayer me pedía que dijese su nombre.

No. No, por favor. No de nuevo. Conozco esa voz raposa por el deseo, esos ojos brillantes, esa sonrisa que esconde asquerosas intenciones.

No.

Pero no soy capaz de decirle una palabra tan sencillo, solo me alejo de él, girando mi rostro, pegándome a la pared e incapaz de empujarlo. Cuando lo pienso recuerdo mi cabeza bajo el agua, mi tobillo atrapado en la puerta del coche, el armario viniéndoseme encima. Recuerda la terrible y absoluta certeza de que moriría de dolor.

—Vamos, no seas tímido —dice, tratando de incitarme. Coloca una mano en mi vientre, rozándolo con los nudillos, y sube por él despacio mientas yo noto mi cuerpo pesado. Su mano es tan fría... —, ayer te gustó que te tocase.

Y quiero decirle que no. Que no me gustó, y que un orgasmo jamás va a borrar el asco que siento de mi cuerpo ahora, que no resistirme no significa que quiera huir y que tener un cuerpo que responde a estímulos certeros no significa que no pasase miedo cada segundo. No me gustó y el placer que me obligó a sentir no es prueba alguna de lo contrario.

Pero, igual que antes, mis labios parecen desconocer la palabra <<no>>. Me aterra pronunciarla, como si invocase con ella a un vil demonio. Incluso si Ángel me aterra cuando se comporta con tal lascivia, tengo todavía más miedo de verlo enfadado. Es por eso que no respondo, solo cierro los ojos y trato de pensar en otra cosa mientras me besa.

Su boca, a diferencia de sus dedos, arde. Arde sobre mi labio herido, arde mientras baja por mi cuello con besos violentos que dejan marcas violetas, arde mientras va y viene del pecho al estómago para volver a virar su lengua sobre mis botones rosados, duele cuando vuelca su cuerpo sobre mí y me muerde vilmente los costados, duele cuando atrapa mis muñecas entre sus dedos y bisbisea en mi oído:

—Eres tan bueno, Tyler, un buen chico. —su tono, su sonrisa... hay algo mal en ello, algo horrible, repugnante. Familiar.

Vuelve a bajar por mi cuello, lamiendo marcas tan dolorosas que incluso su lengua me hace estremecer. Él busca mi herida, la que me hizo hace poco ahí, y la abre nuevamente con sus dientes. Reconozco el calor de mi sangre bajarme por el cuello, los hombros y las clavículas y puedo notar su sonrisa contra mi piel cuando lame las largas gotas rojas y luego me da un nimio beso en el cuello. Yo solo espero a que la tortura acabe pronto, pero solo empeora: pone su mano en mi entrepierna. Atrapa mi miembro flácido con solo una mano mientras que con la otra me aprieta la cintura con la fuerza de una mordida animal.

Animal.

Eso es lo que es. Una bestia, un salvaje. No hay salvación para él y yo... yo jamás saldré de sus garras. Empieza a moverse más rápido, forzando mi excitación a despertar, y mientras mordisquea mis clavículas. No son pequeñas probadas, no me toca de modo juguetón: es tosco y duele. Su mano en mi pene exige y va tan rápido que hace que la sensible zona se irrite y su boca me deja marcas rojas en las clavículas, hundiendo fuerte los dientes contra la piel y el hueso.

Suspiro de alivio cuando para de morderme. Baja con pequeños besos por mi vientre y a esta altura ya me ha soltado las manos porque no estoy siquiera intentando luchar. Es extraño, sus labios pueden ser tan agradables a veces... ahora mismo, para ser exactos. Bajan por mi tripa despacio, dan pequeños besos de esos que causan cosquillas y otras veces me dan besos más apasionados, deslizando la punta húmeda de los belfos después por mi piel. Y no se siente terrible, es como una caricia, es una sensación bonita ¿Por qué entonces cuando me relajo muerde y araña y sonríe?

Mi pene despierta por culpa de lo sediento que me siento de suaves caricias. Él aprovecha que me he excitado y me daña: aprieta sus manos hasta clavar las uñas y baja para morder y chupar mi muslo hasta dejarlo violeta y rojo.

Quiere confundir a mi cuerpo, enseñarme a responder bonito a sus malas acciones. Quiere adiestrarme.

Grito de la impresión cuando bajo la vista y veo su boca cubrir mi pene. Siento el impulso de agarrarle del cabello y empujarlo lejos, pero mis manos se paralizan a medio camino. Noto el intenso calor rodeando mi masculinidad, la cómoda humedad de su boca y el fuerte músculo de la lengua rodeándola estrechamente. Él baja su cabeza más, mirándome a los ojos, y la toma toda de golpe. Jadeo y muerdo mi mano, sus dientes están solo levemente presentes, rozan muy poco, como una amenaza que me obliga a quedarme quieto y dejarlo hacer.

De repente se retira y noto un frío incómodo en mis bajos, él la agarra con una mano, masturbándome ahora que mi pene está húmedo, y las sensaciones son demasiadas. Me retuerzo y muerdo más fuerte aún mi dedo, él lame sus dedos y los lleva a la punta de mi pene, roja, sensible, dolorida. Los desliza por él, causándome una sensación intensa que no sé si es dolor o placer. Grito y lo miro con los ojos llenos de miedo.

—Eres tan bonito... —murmura casi apenado, haciendo un puchero.

Y antes de que pueda decir nada su boca vuelve a devorarme. El calor acogedor me envuelve entero, se siente bien y odio que se sienta ver. Sus ojos me miran con esa intensidad tan estremecedora, hermosas esmeraldas ¡No! El placer me hace pensar extraño.

Intento distraerme, imaginar a otra persona. Pero es imposible, en mi cabeza solo está él, él y él. Solo puedo pensar en Ángel.

Me entra el pánico. Hace tanto tiempo que no veo a nadie que solo puedo imaginar su cara. No puedo siquiera recordar la de mamá. Oh, dios... es como si él fuese el único humano sobre la tierra. Sus ojos verdes los únicos capaces de verme, sus manos poderosas y suaves las únicas capaces de acogerme. Su rostro, su angelical rostro... esos ojos pequeños, gatunos y brillantes, las largas pestañas, las cejas frondosas y el agradable cabello castaño.

Antes de darme cuenta tengo mi mano en él, lo acaricio mientras me da placer. Él abre los ojos, se detiene un segundo por mis caricias y luego aparta la mirada. Sus mejillas están sonrosadas ¿Qué diablos sucede? Pero no puedo pensar, una nube de placer me nubla la mente. Tan dulce, tan etérea... y de golpe se vuelve material, cae del cielo, pesada, sobre mi cuerpo, me tensa el abdomen, me relampaguea en la entrepierna y gimo mientras noto el líquido salir de mi cuerpo.

Él se separa de mí relamiéndose los labios y me esquiva la mirada de nuevo. Yo tampoco puedo mirarle y cuando me miro a mí siento que soy solo un muñeco de piel y hueso. Tan escuálido, tan cansado. Lo único que indica que estoy vivo es la forma rápida en la que mi pecho sube y baja. Entonces escucho algo que me hace volver la mirada hacia él: su bragueta.

Trago saliva viéndolo bajar el cierre de sus pantalones y se me aguan los ojos al saber lo que viene.

—Tengo... ¿Tengo que hacerlo? —pregunto sin apenas voz.

—¿Eres tan egoísta que esperas un no por respuesta? —acusa, acercándose más a mí. Yo me pongo sobre mis rodillas y niego.

—No es eso, es... estoy cansado. —digo, medio mintiendo, y él frunce su ceño.

—No parecías cansado hace unos minutos —me recrimina. Aparto la vista cuando baja la ropa interior también. Sé que me voy a encontrar, pero simplemente no quiero enfrentarme a esta situación. No quiero tener que hacerlo. —, no vas a librarte, Tyler. Es una lástima —suspira —te estabas portando tan bien.

Acto seguido hunde su mano en su cabeza y me tira del pelo. Mi mullido cabello oscuro se resiente y él tira y tira de mis rizos hasta atraerme a su entrepierna plenamente excitada. Me tiemblan los labios cuando veo su virilidad. Es tan grande, no quiero hacer esto.

Y aun así sucede, porque no importa lo que yo quiera. Se empuja, grueso y violento, entre mis labios. Cuando mis dientes rozan su miembro él hace una mueca de dolor y me agarra más fuerte de los rizos, obligándome a abrir la boca; él se adentra de un fuerte embate, pasando por encima de mi lengua y llegando al fondo de mi garganta. Me arqueo por una arcada y me alejo de golpe. Él me suelta el cabello, empujándome hacia el suelo, y yo toso y trato de respirar mientras me recompongo.

—¿De verdad vas a resistirte? ¿No eres capaz de hacer algo tan simple como esto? Estoy harto. —masculla, subiéndose la ropa interior.

De repente, él ya no está dispuesto a forzarme a que le haga un oral y me siento tan, tan feliz, pero luego me doy cuenta de que realmente luce enfadado. Va al fondo de la sala, donde las escaleras y sube dando pisotones llenos de ira. Sé que volverá porque no ha apagado la luz ni ha cerrado la escotilla que me separa de la superficie.

Oh, veo la luz, la casa... si no tuviese esta cadena en mi tobillo podría correr escaleras arriba, correr por su cocina, por su comedor e irme por la puerta, correr y gritar por el amplio bosque hasta encontrar ayuda o hasta caer muerto. Pero moriría con la cara llena de tierra y hojas, con el sol en mi piel y aire fresco en mis pulmones. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando me acerco a la escalera y mi cadena da un tirón. Desde aquí, si me asomo, le veo un poco, pasando de un lado a otro, haciendo algo en la cocina ¿Qué es?

Al cabo de un rato sus pesados pasos se detienen y baja con algo en la mano, tiene un asa y es grande, más que un maletín. Empiezo a temer y a arrepentirme de las consecuencias hasta que él lo deja caer a mi lado.

—Es una nevera portable —me dice, dejándome totalmente confundido. —, hay comida para... no sé ¿Cinco días? Aprovéchala bien. —espeta, dándose la vuelta.

Juraría que mi corazón se para en este mismo instante.

—¡Espera! —grito, sonando tan exageradamente alto y patético que enrojezco.

Me olvido del temor que me causan sus toques, del odio que siento junto al placer y recuerdo el vacío, la oscuridad, la soledad. Y es mil veces más desesperante que cualquiera de las torturas de Ángel porque al menos cuando él me hace sufrir sé que estoy vivo. Sé que existo, que alguien me ve, me toca, me hace sangrar.

Él para en seco, mirándome con una ceja alzada.

—¿No vas a venir en... en cinco días? —pregunto con un hilillo de voz.

Él se encoge de hombros.

—No me das muchas ganas de volver —me dice despectivamente —. Estoy agobiado ¿Sabes? Tengo mucho trabajo que hacer y tú no ayudas, así que me tomaré un tiempo. Cinco días, quizá más.

Siento el corazón latirme en la garganta, compensando los bombeos que antes se ha saltado. Voy a vomitar.

—Pero... pero... ¿No puedes dejarme arriba durante ese tiempo? No puedo estar aquí solo tanto tiempo, no puedo... —me quejo, mi tono subiendo más y más por la desesperación.

En este lugar donde el tiempo y el espacio con una oscuridad que me devora un día dura una eternidad ¿Y él pretende que espere cinco? ¡No, cinco como mínimo! Dios, incluso si supiese cuando han pasado no tendría la certeza de que él volverá al quinto día ¿Y si no vuelve nunca?

Escucho pasos alejándose, le veo en la escalera.

—¡Espera! ¡Espera, por favor, vuelve! ¡Haré lo que me pi-

Un portazo. Oscuridad. El eco de sus pasos y mi terrible arrepentimiento.

Soy idiota, debería haberme callado y haber actuado como un buen chico. Debería haberme aguantado y haber chupado su polla hasta hacerlo terminar, quizá así no estaría ahora arañando el suelo, deseando en vano que la tierra bajo mis pies se abra y me escupa en el mundo de nuevo.

Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

¿Esperábais que Ángel hiciese esto?

¿Qué creéis que pasará más adelante?

¿Tenéis confianza en que Tyler escapará?

Siento haber tardado tanto en actualizar y mil gracias por leer <3


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