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¿Por qué recuerdo a mamá ahora? Mamá cuidándome después de quedarnos solos, sin papá, mamá acariciándome, haciendo pompas de jabón mientras nos duchamos juntos, mamá susurrándome palabras de amor en el oído, mamá dándome un cariño que nadie más me ha dado ¿Por qué ahora la recuerdo? ¿Por qué recuerdo estas náuseas, este dolor, de saber que papá se ha ido y no volverá? ¿Es por qué Ángel no lo hará tampoco? Él también me ha abandonado, me dejará aquí, solo, loco, muerto. Me dejará como papá me dejó y esta vez ni siquiera tengo a mamá a mi lado. Ella posiblemente debe odiarme, de saber que he desaparecido no sé ni si trataría de buscarme ¿Por qué me fui de casa así? ¿Por qué la traté tan mal? Con lo dulce que la recuerdo, con lo rota que la recuerdo ¿Por qué la herí yo también? ¿Soy como papá? Como ese monstruo... ¿Merezco esto? Mamá, lo siento, no sé por qué te hablé así, intento recordar por qué sentía tantísima ira, por qué sentía tantísimo odio, pero todo está negro.
Mamá, lo siento, no te odio, no soy como papá.
Mamá, por favor, vuelve.
Ángel, por favor, vuelve.
No me dejes solo, me da miedo estar solo. Haré lo que sea, pero no me dejes aquí solo, me da tanto miedo, por favor, haré lo que sea. Fingiré que me gustan tus manos, te diré que te quiero. Mentiré como si me lo creyese, pero no me abandones.
Quiero salir de este infierno, quiero volver a respirar el aire de la ciudad, volver a sentir el sol sobre mi piel, el olor a comida del que siempre me quejo cuando paseo cerca de los bares, quiero escuchar a niños riendo alto en los parques, a perros ladrar cuando se oye una sirena en la carretera, quiero volver a probar esas barritas insípidas de la máquina expendedora de detrás del trabajo, quiero volver a sentir el aburrimiento de estar en mi cómoda cama haciendo zapping.
Quiero volver a cuando todo era más sencillo y no puede ser quiero volver a la noche que me secuestraste. Vivir ese infierno eternamente sería mejor que estar aquí.
Aquí no hay lugar, estoy en la ausencia, en el olvido. Aquí es donde dejo de ser, donde el mundo sigue como si yo jamás hubiese nacido. Aquí, sin embargo, empiezo a recordarme y no sé por qué.
Me volveré loco, vomito y vuelvo a hacerlo, veo borrones en la nada, no sé si estoy vivo y siento que vuelo, que me vuelvo de piedra y caigo, que me vuelco hacia la perdición, que me quiebro violentamente.
Vuelve.
Por favor.
Vuelve.
Luz. Ángel ha vuelto. Me arrastro incluso si el dolor es insoportable, arrastrando mis rodillas y palmas ensangrentadas por el suelo. Quiero gritar de alegría, pero solo lloro, sorbo y jadeo, apenas puedo respirar cuando le veo.
—No exageres—masculla con voz irritada —, han sido solo veinte días.
Mi estómago da un vuelco. Veinte días. Me siento como si llevase años sin ver a otro ser humano, pero aun así oír ese número de sus labios me deja impactado. Llevo casi un mes a oscuras, sin contacto, sin aire fresco. La sola idea me marea y empiezo a preguntarme como siquiera sigo con vida.
—He venido a ver si seguías teniendo comida. —murmura, acercándose a la nevera para abrirla y rebuscar un poco. —Sí, todo está en orden.
Yo gateo en su dirección, dejando el suelo rojo. Él cierra la nevera y luego mira hacia las escaleras ¿Quiere irse? ¿Tan pronto?
—Me portaré bien, me portaré bien, pero por favor quédate un rato —suplico cuando da un paso hacia la salida, agarrándole del pantalón.
Él da una patada al aire, apartándome bruscamente.
—Solo estás respirando como un jodido lunático y mirándome fijamente, es asqueroso. —cuando le oigo decir eso, noto que algo se rompe dentro de mí. En tan humillante que sea cierto: apenas puedo respirar de la emoción de estar con alguien y del terror de que se vaya, estoy moqueando, salivando como un maldito animal, sorbiendo mis palabras y con los ojos inyectados en sangre puestos en él todo el rato, temiendo que si me despisto desaparezca. Soy tan patético que incluso asqueo al lunático que me ha secuestrado. —No me pienso quedar aquí para esto. —espeta, empezando a andar de nuevo hacia las escaleras.
—¡Espera! —grito con tanta fuerza que un sabor metálico me cubre la garganta. Me arrastro hacia él, apenas sin poder hablar. —Te dejaré, te dejaré tocarme esta vez y no te apartaré, haré todo lo que pidas, te dejaré hacer todo lo que desees. —él se detiene —Por favor. —me mira por encima del hombro. Ojos indescifrables me hacen temblar. No emite una sola palabra —Por favor.
—¿Bromeas? —dice la nada, causando que mi corazón punce horriblemente. —Apestas y has adelgazado demasiado, me das asco.
Mis dientes se aprietan ¿Y qué mierda quiere que haga? Llevo un jodido mes ¡No, más! Llevo quién sabe cuanto tiempo en este oscuro agujero donde a veces él me arroja comida y otras no, donde tengo un colchón y un váter desde hace poco, donde tengo que comer en el suelo y he tenido que mear en una esquina, donde no puedo tener ropa para cuando hace frío ni una forma de lavarme cuando estoy sudando por las pesadillas. Mi piel está llena de heridas infectadas, costras oscuras de suciedad y sangre, tengo el pelo enmarañado, mi rostro pica por la tenue barba y tengo las uñas negras de tanto rascarme y escarbarme la piel sucia ¡Y qué puedo hacer al respecto! ¡Es él! ¡Él es el culpable! ¿Y ahora me culpa a mí por no estar apetecible para su gusto? ¡Maldición! Le estoy ofreciendo perder mi dignidad, perder el poco control que tengo sobre mi cuerpo roto solo para que se quede un rato, incluso si es abusando de mí. Y tiene la indecencia de decir que le doy asco ¡Él me ha hecho así! ¡Él me ha mantenido aquí, me ha quitado todo, me ha reducido a un animal, un sucio cerdo! No es mi culpa, no es justo que me castigue por ello, no... no es justo que se vaya.
Él se voltea y cuando he perdido su mirada siento un terrible temor. Toda mi ira pasa de fuego a agua y empiezo a llorar sin control, sacudiéndome del horror. No. No. No. ¡Se va a ir de nuevo!
Da un paso.
Recuerdo las noches sin dormir, los días oscuros, como llegó un punto en que perdí tanto la noción del tiempo que dejé de ser capaz de contar hasta más de tres.
Da otro paso.
Recuerdo los nervios recorriéndome el cuerpo, llegándome a los dientes con mi afición por morderme el labio hasta saborear la sangre, a las manos con mi recurrente deslizar la cadena entre mis palmas hasta que me salieron callos, a los dedos con la compulsión nerviosa de pellizcarme la piel o arrancarme el pelo de las pestañas, las cejas y la cabeza hasta que los pinchacitos se sentían correctos.
Da otro.
Recuerdo el hambre, la sed, los atracones, la vomitera. Recuerdo el calor de mi sangre chorreando por mi boca y el hedor a vómito emanando mi cuerpo, mis manos metidas en el váter, buscando agua para limpiarme este terrible olor y el calor de la bilis quemándome la garganta al recordar de dónde venía el agua con la que me frotaba el cuerpo.
Da otro.
Recuerdo las veces que fingí una voz agua y otra grave, que conversé conmigo mismo hasta el punto de que hasta mi voz original sonó extraña. Recuerdo haber creído que realmente había más personas aquí, gritar por noches como un paranoico y caer inconsciente de puro agotamiento.
Otro.
Recuerdo.
Otro.
La locura. El dolor. El miedo.
Otro.
Recuerdo...
Otro.
¡No quiero ser olvidado!
Otro.
No puedo...
Otro.
Pensar...
Otro.
No...
¡No quiero! ¡Para!
<<Pero no hay marcas...>>
¡Otro!
—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, no sé qué he hecho mal, pero por favor, lo haré mejor, haré todo lo que quieras, no te vayas, solo no me dejes —imploro, pero él parece resistir a mis palabras y sigue andando lentamente, pero sin vacile, hacia las escaleras —¡Lo siento! ¡Me esforzaré más! Porfavornotevayasmemorirémeesforzarénotevayas.
Cuando llega al primer escalón me quedo helado. Mi lengua adormecida en la boca, saliva escurriéndome de las comisuras. No me quedan más lágrimas para llorar y lo agradezco: al menos podré ver la luz sin emborronarse unos segundos, antes de que todo se vuelva oscuro.
Ángel no sube más escalones, solo estira el brazo y alcanza una botellita de agua que tenía en las escaleras. La abre, volteándose hacia mí.
—Disculpa, tenía la garganta seca.
Me quedo boquiabierto mientras lleva la botella a sus labios.
Ha ido tan despacio hacia las escaleras, torturándome con cada paso, con sus ojos fijos en la salida, sus oídos deleitándose con mis gritos y, ahora que vuelve, da un sediento, largo trago al agua y en sus labios húmedos veo la sonrisa más grande y jodidamente cruel que jamás he visto.
—Ven, abre la boca —me dice, agarrándome las mejillas con su mano izquierda mientras estoy a sus pies. Él presiona mi mandíbula y yo obedezco.
Luego un chorro de agua fresca me cae en la boca. Intento tragar a tiempo, pero me ha tomado por sorpresa y toso, pero él me aprieta más fuerte y me mantiene en el lugar, obligándome a beber, aunque no puedo respirar bien. Cuando la botella se termina me sonríe, ahora es un gesto orgulloso, casi inocuo, y yo toso un poco.
—No seas desagradecido. —se queja, haciendo un mohín.
—G-gracias por el agua, mi señor... —las palabras respeto salen de forma natural de mis labios, así como también me arrodillo y bajo la mirada automáticamente ahora.
Él ríe unos segundos. No hay maldad en el sonido, es diversión genuina y es grave, pero agradable. Casi como una risa coqueta.
—Ty, vamos, llámame por mi nombre, no somos dos malditos extraños. —asiento sumisamente, pero no me atrevo a pronunciar su nombre aún. Después de eso él se siente en el suelo, conmigo, y yo tiemblo. No sé si de miedo o emoción. —¿Cómo están tu tobillo y tu hombro?
La pregunta me toma desprevenido. No hay momento en que no tenga presentes mis lesiones, el dolor no tiene piedad y pulsa sin interrupción, pero no creí que él realmente tuviese la suficiente empatía como para recordar que estoy herido y sufriendo.
—Me duelen... me duelen mucho —le confieso con voz lastimera.
Él me mira con tranquilidad, sin dejarse turbar por mis lágrimas, pero frunce un poco el ceño cuando baja su vista hacia mi tobillo. Me agarra el pie con la mano y yo tomo aire, asustado, pero él me calma con un suave siseo.
Luego pone mi pierna sobre su regazo, mueve delicadamente el grillete, llevándose con él la piel de mi herida que ha empezado a curarse en torno al hierro, y examina la hinchazón que tengo ahí. Yo tengo que apartar la vista, incluso si llevo con el tobillo así días, han sido días oscuros y ahora que tengo suficiente luz para ver detalladamente mi tobillo siento que me mareo. Mi hombro está rojo e inflamado, pero esto no es nada comparable. Las rozaduras me han dejado la articulación en carne viva, supurando líquidos amarillentos y traslúcidos que hacen que la roja carne se vea húmeda y repulsiva. Y mi herida además está llena de suciedad, de polvo y pequeños trozos de óxido del hierro, solo de mirarlo me entra una horrible picazón, quiero rascar esas costras hediondas y limpiarme, pero solo de pensar en mis uñas ahí tengo náuseas. Y lo peor no es la herida infectada, no, es que mi tobillo está tan jodidamente hinchado que parece llevar una bola de tenis dentro. Lo siento lleno de líquido, a punto de explotar y tengo tan poco espacio que no puedo mover los huesos libremente.
—Veré que hacer con esto —dice sin más, dejando delicadamente mi pierna sobre el suelo sucio. Luego se inclina un poco hacia mí, entrecerrando los ojos.
Sé lo que busca, esta vez no ha tenido que decirlo.
E incluso si la idea de su boca sobre la mía me da tanto miedo que tengo arcadas, prefiero darle el beso más apasionado del mundo y fingir que sus labios son un manjar antes que quedarme otro día más solo en esa cárcel donde el tiempo se alarga hasta el infinito y el resto del mundo desaparece.
Humecto mis labios y acojo los suyos sin resistencia. Espero mordiscos, tirones de pelo y la violenta intromisión de su lengua, pero en lugar de eso su mano me sostiene la nuca, acariciando los rizos oscuros, y sus labios me entregan un ósculo gentil.
Tanto tiempo.
Llevo tanto tiempo sin sentir un contacto que no sea el de mis propias uñas escarbando mi piel, que su beso me hace sentir tan lejos, tan ligero. Es como si flotase. Me devuelve a las noches en que yo iba a clubs y me evadía, gastando el tiempo con besos pacientes y deleitosos y sexo que duraba toda la noche. Ahora, sin embargo, no hay un deseo tan explícito, solo lentitud y ternura. Su boca grande dando pequeños besitos en la mía, los labios chupando los míos, su lengua probándolos y su poderosa mano sosteniéndome mientras el índice se enrosca en tirabuzones azabaches, causándome cosquillas.
Es tan agradable ¿Por qué no puede ser siempre así? ¿Por qué tiene que ser tan cruel y tan malvado cuando puede ser así de dulce?
Él se separa de mí un poco, nuestros labios se detienen y sus jadeos me dan aliento. Me siento extraño respirando este aire cómplice y caliente que hay entre nosotros. Su frente se apoya en la mía, su nariz me roza un poco en un agradable beso de esquimal. Luego da otro casto beso a mis labios y susurra:
—La próxima vez que venga te traeré algo para el dolor.
Acto seguido se levanta y esta vez sí es para marcharse. Anda en silencio, con decisión, y tras cada paso me pregunto cuándo será esa próxima vez. Quiero hacerlo en alto, pero sé que se enfadará si le exijo una respuesta o incluso si solo la pido, así que me muerdo el labio.
Fin del cap owo ¿Qué os ha parecido?
¿Qué cosas creéis que Tyler recordará o tiene que recordar?
¿Pensáis que el comportamiento de Ángel va a cambiar para mejor?
¿Pensábais que Ángel iba a irse y dejar a Ty un montón de tiempo ahí otra vez? ¿O pensáiabs que estaba de farol?
Si estuviéseis en esa situación ¿Cuál creéis que sería vuestro plan de escape o de acción?
Gracias por leer <3 Nos vemos en el próximo cap owo
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