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—¡Bien! Entonces ves cortando las demás zanahorias, sino no cenaremos nunca —me regaña en tono amable, alejándose de mí. Tan pronto su presencia se aleja unos metros, noto mi cuerpo destensarse un poco, aunque aún me flaquean las piernas y cada vez que la zanahoria cruje antes de partirse me entra un escalofrío e imagino a Ángel rebanándome los dedos. —. Dime ¿Qué pasaba por esa cabecita tuya? No te he oído bien.
—Yo... me preguntaba cómo iba a seguir todo esto. —respondo un poco más inseguro que antes.
—Mientras te sigas portando bien, no tiene que preocuparte por qué pasará ¿O acaso he hecho algo malo hoy?
Pienso en ello mientras pico la verdura y estoy a punto de responder que no: me ha bañado y afeitado, me ha dado ropa y ahora estamos cocinando una cena que se me antoja muchísimo, incluso se ha detenido cuando yo estaba seguro de que me ultrajaría. Entonces recuerdo lo de la ducha ¿Por qué no ha sido eso lo primero en saltar en mi mente cuando me ha preguntado?
—Bueno... en el baño hoy, lo que ha sucedido... no—trago saliva. Puedo notar sus ojos sobre mí, analizándome. Debo contestar con cautela—em, me he sentido asustado.
—Te acostumbrarás. —me dice cortante, luego me sonríe y se acerca a mí por detrás de nuevo. Me agarra la cintura y pasa una mano bajo mi camisa, acariciándome la tripa con suaves movimientos circulares —¿O acaso no odiabas a rabiar cuando al principio te obligaba a besarme y ahora hay veces que incluso eres tú quien busca mis labios?
Tiene razón y eso me aterra ¿Significa que estos toques que me hacen sentir asqueroso, estos toques indeseados, sucios, criminales... voy a terminar buscándolos yo? No puedo imaginarme subiéndome a horcajadas a sus piernas y rogándole porque me corrompa. Tampoco podía imaginarme deseando besarle hace tiempo y ahora sus labios son la medicina de la enfermedad que dejan en mí sus manos.
Quizá tiene razón, quizá solo deba sufrir al inicio y más tarde aprenderé a amar lo que odio. Si me entregase puede que todo fuese más llevadero, pero cuando pienso en sexo, en perder el control durante él... No. No puedo permitirlo.
—No te quedes embobado, dame —me dice tomando la última zanahoria y troceándola él con maña.
Después de eso la echa a la sartén junto a la carne y la salsa en la que se está cocinando y empieza a desprender un aroma delicioso.
—Huele genial... no sabía que cocinabas tan bien. —le digo, queriendo empezar una conversación que me haga sentir normal.
—Tú me enseñaste. —dice con una leve risa irónica. —Me alegra poder devolverte el favor ahora.
—Hm —hago un pequeño ruido de asentimiento, luego me apoyo en él un poco, cansado, y lo observo cocinar. —¿Cómo ha ido tu día hoy? —pregunto de la nada. Sueno ridículo, pero no quiero más silencio.
Ángel me rodea la cintura con su mano izquierda y yo dejo mi peso sobre su firme cuerpo. Cierro los ojos mientras me sostiene y mi cuerpo se reduce solo al agradable calor de la sartén y el olor que desprende. Se siente bien. Se siente como estar en casa.
Noto una pequeña presión en mi cabeza y oigo a Ángel darme un besito, justo en la coronilla.
—No he hecho gran cosa, ha sido un día relajado. He ido a comprar para hacerte esta comida, he paseado por el bosque y luego he vuelto para sacarte. Hasta entonces ha sido un día... lento, aunque agradable. Como los días de vacaciones de verano cuando era niño ¿Tú recuerdas algún verano? De antes de independizarte digo, cuando vivías con tu madre.
La pregunta me provoca un poco de malestar. Ha dicho cuando vivía con mi madre, no con mis padres. Es extraño saber que la mayor parte de mi vida ha sucedido después de que papá nos abandonase y que, aun así, mis únicos recuerdos son de cuando él nos atormentaba. Me gustaría poder librarme de él, borrar esos recuerdos a cambio de los que ahora he perdido. Estoy seguro de que fue una época más feliz sin él de por medio.
Niego suavemente, escondiendo la cara en el costado de Ángel. Luego extiendo mis brazos y lo rodeo. Su cuerpo firme se estremece y noto como mientras su rostro se mantiene impasible, bajo su pecho el corazón se le vuelve loco. Es un poco adorable.
—No recuerdo de esa época más de lo que te he dicho, aunque me gustaría tanto poder recordar... estoy seguro de que he perdido tantos recuerdos felices y los pocos que tengo de cuando era pequeño son horribles, tan horribles...
—¿Por qué? —me pregunta con todo amable en vez de exigente y yo siento que dese hablar, contárselo. Que quiero desfogarme, especialmente porque no le he contado esto a nadie.
—Por mi padre, él era despreciable. Siempre gritaba, golpeaba... de niño era la cosa a la que más miedo me daba en el mundo. —explico tratando de no ponerme demasiado sensible y llorar.
Ángel debe notar lo que me estoy esforzando por no romper en llanto y me da un casto beso en la boca que inmediatamente me calma. Luego se aleja de mí para servir la comida.
—Puto cerdo. —escupe con asco —Las personas que dañan a niños son tan asquerosas, tan despreciables. Un niño es siempre inocente, ellos no deberían tener que pagar por nada.
Separa un poco mi silla de la mesa, instándome a tomar asiento, y así lo hago. Me quedo pensando en sus palabras, por primera vez coincido con él. Me hace sentir bien saber que alguien me escucha y me comprende, aunque sea un poco. Oír a Ángel hablar con tanta repugnancia de mi padre me hace sentir que no tengo que cargar con el peso de este odio yo solo.
Ángel acerca mi silla a la mesa, dejándome poco espacio para moverme. Luego pone sus manos sobre mis hombros y su boca en mi oído. Me roza con los labios y tengo un escalofrío cuando dice:
—Si tuviese a tu padre delante le destriparía aquí mismo.
Como si nada, él va hacia su asiento y empieza a cortar la carne. Yo me quedo temblando en mi sitio, incapaz de procesar la crudeza de sus palabras. Sonaban aterradoramente sinceras. Ángel parece entender el efecto que tiene en mí pues come y me va mirando cada poco, como esperándose a que vuelva a la normalidad sin presionarme.
Finalmente me sosiego un poco y digo:
—Él se largó de casa, dudo que pueda encontrarlo nunca o que él me encuentre a mí, una pena —lo último sale de mi boca sin que siquiera haya pasado por mi cabeza. Quizá es porque ya lo he pensado más que suficientes veces —, quizá no me molestaría que lo matases.
Ángel suelta una pequeña risa, sorprendido por mis palabras
—¿Y qué decorase la casa con sus tripas como guirnaldas? ¡Podríamos hacer una celebración!
—¡Ew! —respondo al instante, imaginando la grotesca escena. Él golpea el puño con la mesa mientras intenta contener su risa y yo me relajo al ver que está de coña —No digas eso cuando vamos a cenar. —le reprocho, sintiendo que su risa se me contagia un poco.
—¡Oh, cierto! Podría poner su carne para cenar después de matarlo —dice mientras sigue riendo. Yo tomo un sorbo de agua para ayudar a tragar mi comida y él añade: —¿Te gusta la carne de cerdo?
No esperaba esa puya contra mi padre, así que prácticamente escupo el agua como un aspersor sobre la mesa, pero me contengo y logro derramarla solo un poco en el vaso. Luego intento no reír demasiado.
—¡No me gusta la carne humana! Ugh... me duele la tripa. —digo dramáticamente, haciendo un gesto de vomitar ante la idea de comerme a mi padre.
—Después le daré besitos para que se cure —replica Ángel con coquetería, poniendo morritos de pez.
—Limítate a no decir cochinadas. —digo divertido mientras niego.
Él deja de reírse poco a poco y ambos nos miramos unos segundos. Esta conversación podría estar siendo tan bonita, el fragmento de una cita entre dos muchachos, sin embargo...
No, no quiero pensar en ello. Quiero pensar solo en el aquí, en el ahora, en el eco de mi risa y en lo bueno que está el filete.
—¿Realmente lo harías? —digo de pronto, rompiendo el silencio.
—No —dice él casi ofendido, como si fuese obvio —hay formas mucho menos engorrosas y menos peligrosas para salud de deshacerse de un cadáver que comiéndoselo.
—Me refiero a matar a mi padre. —trago saliva ¿Qué mierda estoy diciendo?
—Sí, claro —se encoge de hombros —¿Por qué no? —y tras decir eso se lleva un trozo de carne a la boca.
Yo tengo un terrible escalofrío y dejo los cubiertos en la mesa unos segundos, incapaz de seguir comiendo. Mil ideas distintas pasan por mi mente.
—Has... ¿Tú has matado a alguien antes? ¿Te gusta tanto matar? —titubeo un poco y mis ojos bajan al suelo mientras su mirada glauca me ve con normalidad — A-A mí... quieres...
—No disfruto matando y mucho menos disfrutaría matándote a ti —me corrige de repente con todo duro —Mataría a tu padre, pero no por gusto, tontito, sino porque te ha hecho daño.
—Tú también me has hecho daño —digo en un susurro, riendo por la ironía.
—Pero ya no eres un niñito inocente, Tyler... —dice negando y sonriente, usando un tono dulzón que me pone los pelo de punta —solo te estoy diciendo que es mi turno de jugar y yo juego duro. Además, tu padre te hirió porque era un ser odioso y cruel, y yo porque te amo. —bajo la cabeza sin ganas de hablar más, no puedo razonar con él, no cuando se trata sobre mí. Entonces él sigue, apuntándome con el mismo cuchillo que usa para comer —Mira bien, Tyler, porque cada una de tus heridas es una carta de amor si sabes leerla. Y a diferencia de los besos y las caricias, las cicatrices no te abandonan nunca.
—Pero está mal ¿Quién dañaría a alguien que ama? Si me amas, Ángel ¿Por qué me hieres, por qué me quitas mi libertad? Si de v-
—No seas hipócrita —interrumpe con tono busco, apretando fuerte sus cubiertos hasta que se le ponen los nudillos blancos. Su voz ronca me calla al instante. —¿Acaso no decimos que amamos a los animales para luego enjaularlos y secuestrarlos, ponerles una correa bien amarrada para que no escapen y hacerlos dóciles hasta asegurarnos de que sin nosotros morirían? ¿Acaso no decimos que amamos las flores y las arrancamos para ver como mueren lentamente? Amar duele. Amar es algo horrible y bonito; es una forma de esclavitud, yo solo estoy asegurándome de ser el amo. Y si existe otra forma de amor, una forma bonita, un amor tenue y débil que no te haría capaz de morir o matar por él, de secuestrar, torturar y domesticar a alguien para que no pueda vivir si no es a tu lado, un amor inocente, como el de los niños, entonces ni lo quiero ni estamos hechos para él. Ya no somos niñitos, Tyler. O al menos esto es todo lo que tú me has enseñado.
—Lo siento. —digo mordiéndome el labio para no llorar.
—¿El qué? —pregunta con normalidad, como si no acabase de escupir las palabras más venenosas que he oído nunca. Palabras que me infectan con una sensación de culpa que no sé de dónde viene.
—Si yo te he enseñado cosas tan horribles, lo siento, de veras. —digo con un hilillo de voz. Siento un gran nudo en mi garganta y no puedo comer más ¿Cuándo hemos pasado de reinos a... esto?
—Anda, calla y sigue comiendo, ni siquiera acabas de entender por qué te disculpas. —dice un poco molesto, pero tratando de sonar casual. Yo asiento, pero se me empiezan a caer las lágrimas y cuando tomo el tenedor me tiembla la mano. —Oye —me llama la atención. Su mano cruza la mesa y agarra la mía, acariciándola con el pulgar —ahora que te portas mucho mejor ambos podemos relajarnos. Yo no necesito tener tanta mano dura y tú —se levanta, poniéndose detrás de mi silla sin soltarme la mano en ningún momento. Se deshace de ella y toma él los cubiertos, corta un pedazo de carne y me lo ofrece —no necesitas tener tanto miedo. —termina, besándome la mejilla.
Me resigno a tomar el bocado y él luce orgulloso. Me da otro beso en la mejilla. Me sienta bien.
Ángel vuelve a su sitio y seguimos con la cena. Se oyen solo los cuchillos y tenedores contra el plato y me recuerda un poco a las cenas incómodas y silenciosas que tenía con papá y mamá, a esa inquietante calma que venía antes de la tormenta. Me gustaría regresar a la conversación.
—¿Y tú recuerdas algún verano? —digo, retomando la pregunta que ha iniciado todo esto.
—Recuerdo todos mis veranos, pero ninguno fue bueno. Recuerdo aburrirme y sentirme tan solo, aunque eran ligeramente mejores que el resto del año, menos por uno, claro... —suspira lleno de pesar, puedo ver sus ojos humectarse un poco y querría preguntar, pero él cambia rápido de tema y de expresión fácil—¿Cómo crees que eran tus veranos? Si no te acuerdas, al menos tendrás alguna teoría al respecto ¿No?
—Eran veranos sin mi padre, así que debían ser felices. —digo sin darle muchas vueltas, tomando un pedazo de comida. Luego pienso en lo que ha dicho y me doy cuenta de que jamás he tenido hipótesis sobre las memorias que me faltan, con los dolores de cabeza jamás me había permitido pensar en ello, siempre intentaba mantenerme distraído. Si lo pienso bien... —Me imagino pasándomelo bien, disfrutando del tiempo libre, quizá hasta montando fiestas en mi casa con mis amigos de clase, si es que tenía. Me imagino viviendo una adolescencia normal, supongo.
Ángel ríe suavemente, negando.
—Si hubieses montado fiestas se habría oído por todo el bloque, creo que tú eras más tranquilito que eso.
—¿El bloque? —digo de pronto —¿Éramos vecinos?
Ángel se pone un poco rojo y tiene el impulso de taparse la boca, pero luego simplemente relaja su expresión y asiente.
—Por eso fuiste mi niñero, aunque no te pienso dar más pistas. —advierte, apuntándome con su tenedor —El resto de la historia vas a tener que averiguarlo solito.
Fin del cap hehe ¿Os ha gustado?
¿Qué os parece la "lógica" de Ángel?
¿Qué os ha parecido la forma en que él y Ty han interaccionando hoy? ¿Creéis que es buena o mala señal?
¿Qué teorías locas tenéis de la historia?
Gracias por leer <3
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