35

 Alzo la cabeza alertado ¿No dormiré con él? Mis ojos de cachorro intentan convencerlo, pero frunce el ceño, molesto por el ardid.

Me da un bofetón. Me ha dado otros antes, otros increíblemente dolorosos, de esos que me hacían sentir mareado y al borde de la inconsciencia. Esta vez el bofetón solo me arde en la mejilla y me sorprende mucho, pero es flojo. No está golpeándome en serio, es una advertencia.

—No arruines todo el progreso y nos hagas volver atrás. —replica con dureza.

Tiene razón, resistirme ahora no logrará nada. No puedo razonar con él y convencerle de que me deje fuera, no aún al menos, así que por ahora debo jugar con mi mejor carta: la obediencia.

Al fin y al cabo, no es tan malo dejarme cuidar, mandar y besar y si lo hago al final se sentirá feliz y las personas felices tienen la guardia baja. Solo debo ser perfecto y esperar a que él se relaje y cometa un error. Entonces seré yo quien esté alerta.

Me asusta un poco tener que volver a bajar a ese lugar horrible, pero no hay más opción. Debería haberlo esperado, me ha sacado tras semanas de cautiverio, no iba a dejarme permanentemente en el piso superior solo con un día, no sé por qué me he hecho emociones tan rápido. Simplemente me he sentido tan a gusto que he podido imaginar que pasaría la noche abrazado a él también.

Esta vez Ángel no me arrastra al piso de abajo, sino que me toma la mano y ambos bajamos las escaleras juntos. Yo aprieto cuando nos adentramos en la oscuridad y él me acaricia los nudillos con el pulgar. Me siento dócilmente en el colchón, lo veo sacarse la llave del cuello y encadenarme el tobillo. Esta vez pone el grillete en mi pierna buena. Suspiro de alivio: por primera vez en muchas noches podré dormir sin notar mi tobillo palpitando y sangrando.

Me despierto con la luz y extrañamente no me siento cansado. He dormido bien, durante toda la noche me atrevería a decir. La oscuridad y el silencio me inquietaron durante unas horas después de que Ángel me metiese aquí de nuevo, pero ha sido solo eso en comparación a las largas semanas que pasé encerrado antes: un rato de nada.

Respiro con calma y me desperezo mientras Ángel baja a por mí. Se ha vestido con pantalones grises de pijama y una camisa blanca ceñida que acentúa su cuerpo fuerte, cualquiera diría que se ha arreglado para verme.

Cuando llega a la parte baja se arrodilla frente a mi colchón y me acaricia el rostro con delicadeza. Esta vez no me aparto y no logro recordar por qué antes lo hacía: el tacto de sus manos es tan agradable. Me inclino hacia delante, cerrando los ojos, pero su aliento se halla en mi oído, no en mis labios.

—No te anticipes —me susurra y puedo sentir su sonrisa orgullosa contra mi piel. Mi cuerpo entero tiembla por su tono ronco, no es exactamente amenazante, pero me hace sentir diminuto —, sé un buen chico, Ty. Quédate quieto.

Asiento en silencio mientras toda mi valentía se desploma. Todos mis pensamientos de ayer sobre esperar a que tomase confianza para aprovecharme y escapar me parecen tan lejanos; su voz me escruta, como en busca de pecados, y me recuerda que las terribles consecuencias de intentar huir y fallar.

Pero intento no dejarme intimidar por su voz gruesa y los recuerdos de las cosas que ha hecho. Puede ser muy grande y fuerte, pero ahora mismo está arrodillado a mis pies, desencadenándome. No es invulnerable: yo soy su debilidad.

—Vamos, hoy podrás pasar todo el día fuera —sonrío inevitablemente al oírlo y me levanto, subiendo las escaleras poco después. Hoy estoy muy animado.

Si lleva desde que yo tenía ¿Qué serán? ¿Diecisiete años como mucho? Si lleva mínimo ocho años esperando para secuestrarme debe estar tan lleno de anticipación que apresurará las cosas, me dará demasiada libertad de golpe y yo...

—Ten cuidado —me dice al oído, abrazándome por detrás. Me rodea con facilidad y apoya su barbilla en mi hombro, sonriendo como si fuésemos una pareja acaramelada —, pareces distraído, podrías caerte por las escaleras. —me dice un poco más serio, en tono de regañina.

Yo asiento y subo con el apoyo de sus brazos a mi alrededor y sus suspiros en mi cuello. Todavía me duele horrores andar, pero apenas lo aparento. Creo que me he acostumbrado a que duela.

Eso me hace preguntarme si las migrañas simplemente han desaparecido o si me he acostumbrado a ellas.

Una vez piso la cocina Ángel me desenvuelve de su protector abrazo, dejándome tan a mis anchas que parece un sueño. Él se arrodilla detrás de mí, cerrando la trampilla con llave. Si no fuese tan peligroso lo empujaría de una patada y lo encerraría ahí abajo con la misma llave que sostiene. La idea hace que me ponga nervioso ¿Y si esta es mi oportunidad? Pero demasiadas cosas pueden salir mal.

No te anticipes, Tyler.

Cuando termina de cerrar la trampilla me toma de la cintura y me voltea hacia él con rapidez. Sonríe, viéndome desde arriba.

—Tenía tantas ganas de verte.

Trago saliva, no sé que responder. Por suerte, no debo responder nada: él me besa. Se abalanza hacia mis labios con un ímpetu que me hace tambalear. Me apoyo en la mesa de la cocina y mientras él sigue devorándome. Sus labios grandes atrapan los míos y yo trato de hacer lo mismo con los suyos, los toques son rápidos y bruscos, pero hay cierta gentileza en la forma en que contiene la respiración y tensa las manos para no volverse loco y clavarme sus dientes y uñas.

Se separa de mí, sus besos bajan de mi boca a mi mentón y del mentón al cuello. Me quejo sintiéndolo rozar una zona sensible, luego noto un largo lametón y ardor. Debe ser la parte del cuello donde me cortó con la cuchilla el otro día.

—¿Te duele mucho? Está inflamado. —dice, alejándose con la cara seria de preocupación.

—Me duele todo en general —respondo con una pequeña risa sarcástica.

Él tuerce la boca.

—Te daré algo para el dolor, lo mereces. Ven —me toma de la mano, ayudándome a bajar de la mesa donde he subido sin poner presión en mi pierna mala y dirigiéndome hacia la silla que tengo en frente —, solo espera sentado. Cuando vuelva —mi corazón late rápido ¿Volver? ¿Irse? —haré el desayuno, un poco de zumo y tostadas francesas ¿Te gustaría?

¿Va a dejarme aquí? ¿Solo? ¿Esperando? ¿Por cuánto rato? Miro de reojo la entrada, al lado de la cual hay una mesita y un pequeño bol con las llaves de casa y del coche.

—Tyler ¿Te gustaría o no?

—¿Qué? Oh, sí, sería genial. Gracias, Ángel —digo con dulzura, entrecerrando los ojos y estirándome un poco hacia él.

No busco un beso suyo, le ofrezco uno mío. Él sonríe complacido, pone su mano en mi mejilla y se inclina para depositar un nimio beso en mis labios, como una probada de mí. Estoy seguro de que desea saborearme más después. Pero no habrá un después.

Lo veo dirigirse hacia el pasillo, todavía estando a mi vista y yo a la de él, así que pienso rápido. Si va a por medicación para mi dolor debe estar en el baño y sé como de lejos está. El pasillo es largo, el baño está tras una puerta y las cabinas donde guardaba las cuchillas estaban algo desordenadas.

Ángel desaparece de mi campo de visión y yo me levanto silenciosamente. Entre ir y volver puede tardar dos minutos. Tres siendo optimistas.

Miro la puerta. Las llaves están en el cuenco, a unos metros de mí. Miro al pasillo. No hay nada, no se oye nada. ¿Cuánto tardaré en coger las llaves del coche? Un minuto, menos de un minuto ¡Vamos, no puedo perder el tiempo!

Siento como si manos visibles me empujasen contra un fuerte vendaval. Avanzo unos pasos, con las piernas temblorosas, y pienso en la libertad. Cuando salga de aquí renunciaré a mi vida aburrida, buscaré a mi madre, intentaré hacer amigos, conocer a gente. Cuando salga de aquí me enamoraré.

Cuando salga. Cuando...

Escucho un ruido detrás de mí. En la distancia. Me quedo paralizado en medio de la cocina hasta que reconozco el chirrido de las bisagras de la puerta del baño. Ya ha llegado allí ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Qué debería hacer? Quizá... quizá es mejor que vuelva, si no lo consigo a tiempo... pero ¿Y si esta es mi única oportunidad? Tengo que seguir.

Él aún tiene que buscar las medicinas, abrir el tarro, coger una sola pastilla, quizá partirla si la dosis es muy grande, cerrar el envase, guardarlo de nuevo y volver aquí. Tengo tiempo. Puedo seguir.

Doy un paso al frente. Dos. Tres. Me apoyo en la encimera para avanzar. El recibidor está a apenas cinco metros de mí y la puerta del garaje está justo al lado, en el umbral que distingue la entrada de la cocina. Escucho la puerta chirriar de nuevo y mi corazón da un vuelco ¿Ya vuelve? ¿Tan pronto? Tengo que darme más prisa.

Piso rápido, incluso si mi tobillo lanza latigazos de dolor a todo mi cuerpo y hace que tenga que sostenerme en el mármol para andar.

Aún lo veo y él aún me ve, pero cuando lo vea aparecer por el pasillo y él atisbe el asiento vacío ¿Cuánto tiempo tendré? Joder, yo quería una oportunidad para escapar, pero no así, no ahora. No tengo nada planeado y, y...

Oigo un tarareo en el pasillo, la música se acerca. Me volteo. La mesa está muy lejos como para que pueda volver y el tobillo me duele demasiado como para andar ese trecho sin apoyos.

Respiro hondo. No puedo echarme atrás ahora. Tengo tiempo, quizá algo justo, pero tengo tiempo.

Cruje un tablón de madera en el pasillo, él deja de cantar.

¡Mierda! Ahora no sé dónde está, me volteo con horror, el pasillo está oscuro y vacío. Tengo tiempo, tengo tiempo, pero duele tanto. Solo tengo que reposar dos segundos. Uno, un solo segundo, por dios. Me apoyo en el mármol, permitiéndome alzar el pie malo. Gotas de sudor me escurren por la frente y caen en la pica.

—¿Buscas algo, mi amor? —su voz, tan fría, me golpea el cuello. Su aliento me recorre como una corriente de aire gélido y mi piel se eriza. Sus manos se arrastran por mi cuerpo, atrapándome la cintura.

Noto la sangre abandonar mi rostro y mis manos, el sudor frío me empapa las palmas y las sienes. Quiero responder, pero si abro la boca vomitaré.

Logro mover mi mano, señalando con el índice el grifo que afortunadamente tengo en frente. Él no dice nada, yo me aclaro la garganta, trago el nudo en ella y digo:

—Te-tenía la boca seca. —de nuevo, no hay respuesta. Apoya su barbilla en mi hombro, se acerca a mí y siendo su enorme cuerpo envolver al mío. No estamos acaramelados: estoy siendo cazado. Intentando salvarme añado: —¿Puedo beber agua?

—Cariño, la próxima vez solo pídeme un vaso y yo lo traigo, no hace falta que andes si te duele ¿De acuerdo? —asiento en silencio, todavía mareado y notando como el corazón me retumba tantísimo en el pecho que no puedo centrar mi visión.

Ángel me besa la mejilla y me dice algo como que puedo ayudarle a hacer el desayuno o algo así. No le escucho bien, así que solo asiento y me quedo quieto, tratando de calmarme mientras él me tiende un vaso. Lo lleno de agua con las manos temblorosas y doy un buchito antes de dejarlo a un lado medio lleno. Si bebo más vomitaré.

Ángel se inclina y me besa la mejilla. Es tan dulce a veces ¿Por qué tiene que serlo? Si solo fuese un monstruo me sentiría lleno de odio y miedo, pero ahora... ahora no hay odio, solo culpa. Él tan siquiera sospecha nada, está siendo tan dulce conmigo que incluso parece inocente y yo... yo estoy traicionándole.

Sé que tengo motivos para huir ¡Tengo derecho a mi libertad! Pero me lo imagino volviendo del baño con las pastillas que ha ido a buscar para mi dolor y quedándose totalmente confundido al ver la casa vacía. Me lo imagino llorando al oír el rugido del motor del coche y saber que lo he abandonado a su suerte en medio de la nada. Él realmente quiere un futuro conmigo y destripar eso le rompería el corazón. Con solo pensarlo el mío se estruja.

—Ty ¿Vienes a ayudarme? —pregunta frente a los fogones. Me salgo de mis pensamientos rápido y percibo fácilmente el aroma del aceite caliente. —Necesito que vigiles que no se me queman las tostadas.

Fin del cap ¿Qué os ha parecido?

¿Querías que Ty escapase? ¿Pensábais que lo iba a conseguir? ¿Os ha sorprendido que lo intente?

¿Qué os parece el comportamiento de Ángel?

¿Creéis que se ha dado cuenta de lo que Ty intentaba hacer? Si es así... ¿Cómo reaccionará ahora?

Gracias por leer, os amo hehe <3


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