Él bufa, se agacha, me agarra por debajo de las axilas y aúpa mi cuerpo con facilidad. Una vez de pie me rodea la cintura con un brazo, ayudándome a no darme de bruces contra el suelo en mi primer paso. Mientras nos dirigimos hacia la mesa me siento mucho más tranquilo, no parece enfadado. No le he decepcionado de nuevo.
Retira la silla de la mesa por mí y luego me ayuda amablemente a sentarme, todo sin mediar palabra alguna. Una vez ahí vuelve a mover la silla para atraparme entre esta y el borde de la mesa y lo miro con curiosidad. Actúa tan frío y callado que me escama la piel.
Él se dirige de nuevo a los fogones, al fin y al cabo, no ha tenido tiempo de preparar el desayuno, pero cuando enciende el fuego de nuevo el estómago se me cierra. Pone el aceite a calentar y aunque es un día fresco todo mi cuerpo se perla de sudor al instante. De nuevo, mi cabeza me bombardea con un sinfín de <<Y si...>>.
Centro mi mirada en la mesa blanca, pensando en cosas buenas y bonitas. Escruto mi memoria ¿Qué cosas así tengo en ella? En mi infancia no puedo hallar nada, de mi adolescencia los pocos recuerdos que he recuperado me inquietan y de mi adultez solo tengo una homogénea, insulsa masa de días grises.
Los únicos recuerdos que tengo que me aceleran el corazón y me arrancan una sonrisa o un violento enrojecimiento, que me perturban el cuerpo con una bandada de mariposas recorriéndome los adentros o un escalofrío azotándome la columna, son los recuerdos de Ángel siendo bueno conmigo. Y yo he arruinado eso...
Un plato aparece ante mis ojos: tostadas francesas con moras y arándanos a los lados, todo cubierto por algunos hilillos de miel. Él se sienta enfrente mío, sirviéndose lo mismo y luego me tiende un vaso de zumo.
—Hoy no tendrás tus pastillas para el dolor —dice tranquilamente.
Yo asiento, sé que no las merezco y él piensa lo mismo. Dios, me mira con esos ojos tan fríos que tan siquiera parece enfadado, solo decepcionado. Ya no me sonríe, ni me acaricia, ni parece loco por mí, solo parece tan cansado, tan harto de que le traicione cuando me da la espalda. No puedo soportarlo, quiero que su lado tierno vuelva, no quiero sentirme solo y asustado más veces.
—Lo siento... —murmuro intentando contener las lágrimas, pero tan pronto lo digo el llanto me desborda. No puedo parar de sollozar y Ángel no me consuela.
—No, no sientes ni un poco lo que has hecho. No es la primera vez que intentas escapar, solo sientes no haberlo conseguido. —escupe con rabia, haciendo un amago de tomar un poco de su desayuno, pero retirando el plato intacto después. Se cruza de brazos sobre la mesa y me mira directo a los ojos —Si realmente lo sintieses podrías demostrarlo, podrías demostrarme que después de todo lo que doy por ti tú sabes hacer algo más que tomar y largarte, como cuando fuiste mi niñero ¿O sigues siendo el mismo? Porque, Tyler, te aseguro que yo ya no soy el niñito bobo que va a darte todo lo que quieras sin pedir nada cambio. Si necesito tomar algo lo haré, aunque sea a la fuerza.
Trago saliva. Él tiene razón, no tiene sentido que me llore y le implore mi perdón, no mientras él me saca de ese horrible lugar, me prepara un delicioso desayuno y va a conseguirme algo para el dolor y yo mientras intento abandonarlo. E incluso después de eso aquí sigo: frente a la mesa con comida delante de mí en vez de siendo lanzado al sótano. Ángel sigue dando más de sí y yo sigo probando el límite de su paciencia.
Necesito darle algo a cambio. ¿Un beso quizá? No, los besos son algo que compartimos, algo bello, algo agradable. No merezco ser recompensado cuando se supone que estoy haciendo un sacrificio. Tengo que sufrir, merezco sufrir.
Poco a poco dejo los cubiertos en la mesa y retiro un poco mi silla de la mesa. Tiemblo entero, pensando en lo que haré. Lo recuerdo en la ducha tocándome de ese modo, muerto de impaciencia por obtener unas gotas de placer después de haber esperado tantos años por mí. Si mi cuerpo es lo único que me queda, no puedo ofrecerle nada más. Y por suerte sé que él lo desea.
Además, él de todos modos iba a querer tomar esto de mí, si se lo doy voluntariamente me ahorraré mucho sufrimiento en el futuro.
Bajo de la silla de golpe, cayendo sobre mis rodillas. Gateo bajo la mesa, dirigiéndome a Ángel. Él no dice ni hace nada aún, solo se aclara un poco la garganta y lo noto apoyándose con los codos en la mesa, relajando su postura. Me apoyo en sus muslos, llevo mis manos temblorosas a su entrepierna y bajo la bragueta. Despacio.
Fin del cap ¿Qué os ha parecido?
Supongo que el culpable club de simps de Ángel estará contento por lo que se viene jeje
¿Esperábais está reacción de Ty?
¿Creéis que realmente lo hará?
¿Qué pensáis que pasará después de eso? ¿Cómo cambiada su dinámica?
Nos vemos en una semana ¡Y feliz navidad! <3
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