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 Ángel asiente un poco, cabellos castaños cayendo perezosa, desordenadamente sobre su frente cuando hace ese gesto tan feliz y lleno de energía. Luego me alza un poco más y me da un sonoroso beso en la mejilla.

—Oh, tan dulce, estás tan emocionado —dice con voz enternecida, estrujándome más contra él. Supongo que ha notado la forma en que me he puesto a temblar o cómo mis párpados caídos se han abierto de repente. Solo que no es emoción lo que siento, es pánico. —¿Estás contento? —me pregunta en voz baja, inclinándose para dejarme suavemente sobre la cama.

Yo asiento, apartando la mirada. Quiero estar contento, pero la culpa y el miedo me roen hasta los huesos y no puede sentir nada más que eso. Ángel está confiando en mí, avanzando despacio y dejándome dormir con él en su propia cama, si supiese que yo le he mentido, he estado manteniendo un acto toda esta noche, con una sonrisa en el rostro y un arma para traicionarlo bajo la ropa, él simplemente se rompería. No volvería a confiar nunca más en mí. Y es extraño, porque la idea no solo me preocupa, sino que también me entristece, no quiero decepcionarle, no quiero mentirle ni engañarle, pero ¡Joder! ¿Qué otra opción me quedaba?

Pone sus manos en mi cintura y me tira un poco hacia atrás, haciéndose un hueco entre mis piernas para gatear sobre la cama; yo me reclino hacia atrás, cayendo sobre el colchón con mi largo cabello negro desparramado y los pensamientos a punto de derramarse también ¿Y si confieso? ¿Y si le digo ahora que lo que llevo en la cadera derecha? Quizá él me perdonaría y confiaría en mí de nuevo, al fin y al cabo, él aprecia mi sinceridad. Pero... no. No puedo. Dormiré con él quieto y tranquilo, una mano sobre la cuchilla y la boca cerrada. Mañana, cuando me deje en el sótano para salir a comprar o para lo que sea, aprovecharé mi oportunidad y la esconderé.

—¿Dónde tienes la cabeza, Ty? —su aliento dulce y caliente me golpea, luego lo hacen sus labios.

Yo le beso sin decir nada. Lento, quizá demasiado lento. La lengua en mi cabeza no deja de parlotear y discutir, hablar de lo mala idea que es confesar y de lo mala idea que es no hacerlo, de cómo estoy jodido y de por qué no debería haber hecho la tontería de coger la cuchilla si de todos modos tan siquiera sé para qué coño la quiero.

—¡Ah!

Un afilado dolor me recorre la boca, trayéndome de vuelta al mundo fuera de mi cabeza. Ángel me mira sonriente, lamiendo una gota de sangre de sus labios.

—Te he hecho una pregunta, Ty —insiste y acto seguido da un lametón a mi boca. Noto ardor y luego veo su lengua roja, me ha hecho otra herida.

—Perdón —respondo con voz apocada, pero sé que una disculpa no es suficiente. —, estaba pensativo. —digo estúpidamente, sabiendo que no es la respuesta que él espera.

—Puedo ver eso —suspira, la sonrisa desvaneciéndose de sus labios. Se recuesta más cómodamente encima de mí, apoyándose un poco en mí. Noto su cuerpo duro y pesado sobre mi abdomen y mi pecho y no es hasta ahora que me hago consciente de que lo tengo totalmente encima. Ángel suspira y pasa un dedo por mis labios, llevándose otra gota roja directa a los labios. —. Dime ¿En qué piensas tanto que logra distraerte de mis besos?

—En nada, no es nada... —susurro, apartando mis ojos con temor.

Él alza una ceja y vuelve sobre mi boca. Me siento aliviado de que sigamos con los besos, no quiero hablar más, no quiero mentir más. Después de esto no volveré a engañar a Ángel con nada. Dioses ¿Quién iba a decir que se sentía tan jodidamente mal?

Me besa un poco y luego vuelve a morder, esta vez sobre la herida. Chupo aire sonoramente, aturdido por el dolor que me pulsa en el labio, y me llevo las manos a la boca. Ángel se separa del beso, no demasiado molesto.

—Si algo tan insignificante como nada puede distraerte de mis besos, entonces tendré que asegurarme de que los sientes a cada momento ¿No? —pregunta burlón. Su labio está teñido de escarlata de nuevo y hacer rodar la lengua sobre él despacio; desaparece en su comisura mientras hace un ruido ronco de placer, como si realmente mi sangre supiese tan deliciosa. —Dime ¿Está ahora tu boquita más sensible y receptiva para mis besos?

Yo asiento, los ojos me lagrimean y temo que su boca me dé otro doloroso aguijonazo en la herida.

—N-no necesitas morderme más —digo, lanzándome yo a por el siguiente beso, demostrándole que puedo estar atento sin necesidad de dolor.

Él se queda sorprendido los primeros segundos, su boca inmóvil contra mis besos torpes, pero cuando intento llevar mi lengua a la suya él pone su mano plana en mi pecho y empuja fuerte contra el colchón, separándonos. Me mira desde arriba, los ojos oscuros y brillantes, el bosque nocturno en ellos escondiendo a una bestia peligrosa. Luego es él quien me besa a mí. Despacio al inicio, probándome, luego aumenta el ritmo. Me lame la boca con su lengua llana y ancha, dejándome los labios húmedos y rosados por tanto contacto, luego vuelve a conectarlos con los suyos y la punta de su lengua me acaricia el cielo de la boca, la parte interna de las encías, causándome unas extrañas cosquillas, y la longitud de mi lengua que intenta corresponder. Sus manos calientes salen de encima de mi pecho y las noto hundirse en el colchón a mi lado; su cuerpo se acerca más, el pecho amplio de Ángel pegado al mío, su pelvis entre mis piernas, empujando la dura presión de sus pantalones contra mi suave pijama. Noto su excitación en mi entrepierna, empujándose con suaves embates que la hacen deslizarse primero contra mi culo, luego contra el miembro que empieza a despertar en mi tensa ropa interior. En los slips donde tengo la cuchilla guardada.

Trago saliva, asustado, y Ángel maniobra maravillosamente en mi boca. Su lengua tiene el increíble talento de dejarme la mente en blanco y llevarme a un estado animal, ya sea con palabras aterradora que me reducen a una alimaña asustada o con movimientos candentes que me dejan hecho un manojo de temblores y piel erizada. La forma húmeda en que se mueve, separándose y uniéndose de mí con sonidos chiclosos y suspiros llenos de fuego entre beso y beso, me recuerda a esta mañana. Y me recuerda a mí recordando esta mañana en la ducha.

Me recuerda a su pene grande y venoso deslizándose sobre mi lengua y hasta el final de mi garganta. Me recuerda a mi mano apretada contra mi virilidad y mis ojos cerrados con fuerza, tratando de traer a la ducha esa candente escena que me ha hecho correrme.

Joder, es enfermizo lo duro que me estoy poniendo solo de recordar la humillante vergüenza de ser usado por él, de tener que pensar en ser usado con él para aliviarme incluso cuando estoy solo. Jadeo en su boca y él se separa de mí, un hilillo de saliva brillante y clara nos une todavía y Ángel deja deslizarse el fluido de su boca hasta la mía lentamente, haciéndome tragar su empalagoso sabor.

—Eso está mucho mejor —halaga, acariciándome un poco la barbilla con un pellizco suave —, dime ¿En qué pensabas antes como para distraerte de mí? —su tono no es curioso, es demandante. Está celoso de lo que había en mi cabeza. Oh, si solo supiese lo que hay realmente en ella, lo que hay en mi cadera derecha, entre el apretado slip blanco y mi piel de punta. Aparto la mirada, profundamente culpable y avergonzado. —No me gustan los secretos, Ty.

Su tono de advertencia es bajo, como la vibración de un ronroneo, pero me recorre el cuerpo entero con intensos temblores, empujándome a abrir la boca y responder sin pensar.

—Estaba pensando en esta mañana.

Toda molestia desaparece del rostro de Ángel con mis palabras, pintando primero una gran sorpresa y luego una malicia divertida. El hombre no dice nada más, dándose por satisfecho con mi respuesta que no es del todo mentira, y aprieta más sus caderas conta mí. Gimo en contra de mi voluntad, sintiendo su excitación empujarse más y más contra la mía, el movimiento es un suave, pero firme vaivén que me vuelve loco, arrancando notas extrañas de mi garganta.

Mis ojos lagrimean de nuevo, me siento martirizado por este placer lento y tortuoso y por lo muy peligrosa que se está volviendo la situación. Necesito convencer a Ángel de irnos a dormir ya, sin embargo, él se muestra cada vez más enérgico y mi excusa de estar cansado es contradicha constantemente con mi palpable excitación.

Vuelve a besarme, feroz, pero sin romper mi pobre piel, y una mano se cuela bajo la camiseta de mi pijama, pasando llana y ardiente por mi tripa y atrapando uno de mis pezones. Ángel traga el sonido de sorpresa que sale de mi boca cuando lo aprieta un poco y lo retuerce, mandando señales electrizantes por todo mi cuerpo. El contacto piel con piel me alerta al instante: si él intenta burlar más de mis barreras de telas, estaré en problemas.

¿Qué habría sucedido si su mano, en vez de buscar mi pecho, buscase mi erección? ¿Qué habría sucedido si Ángel, caliente y deseoso de mí, plenamente convencido de que soy un chico obediente y bueno, hubiese intentado bajar mi ropa interior, hallando en ella la cuchilla que oculto? Solo de pensarlo me pongo enfermo.

Eso es: enfermo.

—Ángel... —le digo con un hilillo de voz, girándole la cara a sus besos. Él me busca igualmente, besando mi mejilla y trazando un camino hasta el cuello. Con su boca dejándome chupones y sus dedos jugando con mi sensible pezón las palabras me salen débiles y temblorosas. —Ángel... necesito parar, me siento mal, creo que estoy enfermo. Quizá ha sido la comida, no sé...

Ángel suelta mi cuello bruscamente, la sensación del vacío de su boca contra mi garganta se libera, dejando la zona húmeda, fría y dolorida. Posiblemente ya tengo un moratón oscuro.

—No pareces... —y antes de seguir, da un fuerte embate contra mis bajos con su poderosa excitación. Gimo sin querer, agradando su sonrisa —muy enfermo.

—No, de verdad —digo desesperadamente. Otra mano entra despreocupada bajo mi camiseta del pijama, cortándome la voz cuando sostiene mi otro pezón y lo aprieta cruelmente. Ángel me sube la camiseta por completo, revelando mi pecho lechoso y os dos botones ya enrojecidos en él. Mientras juguete con ellos su polla sigue rozándose contra la mía, haciendo que mi ropa interior se sienta infernamente opresiva y la cuchilla fría me apriete más contra el costado. —De verdad —insisto, de nuevo sin sonar creíble, pero al borde del llanto. —, me duele mucho el estómago y la cabeza y ¡A-ah!

Su boca caliente sobre mi pecho me nubla el juicio. La lengua húmeda y hábil enroscándose en mi pezón, los dedos de la zurda pinzándome el otro hasta llevarme a esa sensación entre el placer y el dolor y su durísimo pene pulsando contra el mío con pequeñas embestidas que me hacen mojar la ropa interior. Su mano derecha reposa en mi estómago un segundo, trazando leves círculos con la punta de los dedos. Luego baja poco a poco, acaricia mi vientre bajo, esa zona llena de mariposas bajo el elástico del pantalón y luego roza el pubis.

—Entonces te haré sentir muy bien... ¿Qué tal si vamos más lejos que esta mañana?

Yo me revuelvo aterrado, notando sus dedos agarrar la fina tela del slip.

—Ángel, no... —murmuro lleno de inseguridad y miedo. Su otra mano me suelta el pezón y su boca se curva en una afilada sonrisa, como si mi sufrimiento fuese un bonito espectáculo.

Lo observo aterrado, paralizado por ello. El miedo de ser descubierto con la cuchilla rivaliza ahora con el miedo de ser tomado contra mi voluntad, haciéndome sentir indefenso e insignificante.

Y mi estúpido cuerpo, que parece más suyo que mío, se emociona por la idea. Porque Ángel me ha entrado para ser receptivo y disfrutar incluso si odio lo que sucede. Porque no soy dueño de mis sensaciones, igual que tampoco de mi vida o de mi libertad.

Con un rápido movimiento me voltea sobre el colchón, atrapándome entre sus piernas y empujando mi pecho contra la cama cuando apoya el suyo en mi espalda. Apoya sus brazos frente a mi rostro, reteniéndome más aún y empuja su dura erección contra mi trasero.

—¿No? —pregunta burlón en mi oído antes de morderlo, quizá demasiado fuerte. Me quejo bajito, con un sonido patético que solo causa que embista más fuerte contra mi culo, dejándome saber cuan deseoso está de hacerlo sin ropa de por medio. —¿Acaso no estás jodidamente duro por pensar en mi polla dentro de tu boca? Será fantástico cuando la ponga en otro lugar ¿No crees?

Mi cuerpo se atenaza por completo, frío como el hielo, y de pronto sus manos se sienten como una pesadilla. Hay algo extraño en sus palabras dulces y crueles, un tono familiar en este quedarme congelado cuando me baja el pantalón de golpe y solo quiero hundir mi cara en las sábanas y esconderme en ellas hasta que todo haya pasado.

—No... —murmuro patéticamente, mi excitación doliendo como el demonio y mi corazón pulsando fuerte.

No quiero esto, realmente no lo quiero.

Ángel ríe en mi oído, mezquino, soberbio. Y oigo el sonido de su cremallera. Lo siguiente que sé es que la tela del slip es demasiado fina y me deja notar con demasiado detalle como se siente su pene apretándose contra mi entrada. Gimoteo con temor al notar la erección venosa y caliente empujándose, dándome una probada de lo que vendrá después.

—No seas un niñato egoísta, Ty —dice en mi oído, su tono entre la diversión y la maldad. Se aprieta más contra mí, haciéndome temblar, y una de sus poderosas manos juguetea con los rizos de mi cabello. —¿Tienes la poca vergüenza de ponerte así de cachondo por tenerme en tu boca y de además decírmelo y esperas que yo me contenga? Oh, llevo esperando mucho por ti. Demasiado como para aguantar más las ganas de joderte.

Se separa de mí rápidamente, dejando de aplastarme contra el colchón, pero entonces entiendo por qué lo ha hecho: lleva sus manos hacia los bordes de mis slips. No es hasta que sus dedos están a punto de rozar la firme zona donde la cuchilla está sujeta que reacciono.

—¡No! —chillo, empujando y pateando con todas mis fuerzas. El hombre es grande y fuerte, pero lo he tomado desprevenido, logrando quitármelo de encima. —Ángel, no quiero, no quiero, por favor, hoy no... —susurro lleno de nerviosismo, arrastrándome fuera de su figura y haciéndome un ovillo en una esquina de la cama.

Subo desesperadamente mis pantalones del pijama, agradeciendo que Ángel solo me lo haga bajado hasta los muslos. Cuando logro tener dos capaz de ropa sobre la cuchilla me siento mucho más seguro y tranquilo.

O al menos eso es así hasta que Ángel me toma del tobillo y tira de mí hacia él. Tiene la cara de un demonio y las venas de su rostro y cuello resaltan, llenas de ira.

Entonces caigo en la estupidez que he hecho: le he empujado, pegado, gritado. Él no ha descubierto la cuchilla, pero ¿A qué precio?

—Ángel, lo s-

Un sólido aturdimiento me interrumpe. Su mano colisiona sobre mi mejilla y el sonido el golpe es tan alto que juraría que el resto del mundo está en silencio; el dolor se extiende por mi rostro como un monstruo de largos tentáculos y no puedo hablar, solo quedarme quieto.

—¡Eres un desagradecido! —grita con voz ronca, destrozada por la ira.

La frase me atraviesa de forma extraña, removiendo demasiado algo en mi interior. Luego mis entrañas se remueven enteras cuando él me golpea el estómago. El aire saliendo de mis pulmones a chorro, la fuerza dejando mi cuerpo y el terrible dolor extendiéndose por todo mi ser. Me encojo en la cama, abrazándome a mí mismo para tratar de protegerme de sus golpes, y sollozo sin poder evitarlo, pero Ángel me agarra del pelo con suficiente fuerza como para arrancármelo a puñados y me tira de la cama al suelo.

Yo intento parar la caída, pero mi brazo malo y mi tobillo herido me hacen flaquear y golpearme la mandíbula.

—¡Te dejo salir! —chilla, pateándome el estómago cuando intento subir la vista hacia su rostro, suplicante. La punta de su pie se siente como una barra de acero destrozándome a mazazos. —¡Usar ropa! —otra patada, esta vez me cubro el estómago, pero cuando la espalda recibe el daño pienso que es aún peor: noto el dolor hasta en los riñones. —¡Te cocino —gruñe, agarrándome de los extremos del pijama para deshacer mi posición defensivo. Yo intento resistirme, pero no soy capas de defenderme. Esto me ha pasado por defenderme y seguir solo lo empeoraría —y te dejo comer junto a mí! —me agarra del pelo de nuevo, haciéndome arrodillarme y mirarlo. Me da un horrible bofetón, pero cuando trato de esconder la cara por el dolor él me obliga a mirarlo de nuevo. Alza su mano, despacio, buscando el terror en mis ojos. Vuelve a golpearme, esta vez más fuerte. —¡Te dejo dormir en mi cama! —sisea, tiene el rostro rojo de ira, la mano venosa con la que me está mareando a tortazos también encendida en ese temible color —¡Te perdono que te intestes escapar solo por haberme dado una patética mamada! ¡Y aun así sigues siendo un jodido egoísta! ¡Solo piensas en lo que  quieres, en lo que a ti te apetece! ¿Acaso no he sido bueno al esperar por ti, al hacer las cosas suavemente, como me has pedido antes? Podría haberte quitado la ropa y haberte jodido directamente hace mucho tiempo y sin embargo estoy aquí, haciendo el idiota con tanto besuqueo y tanto roce y tanto preliminar inútil para que te creas con el derecho a decir que no ¡A gritarlo! ¡A golpearme! —chilla, entre el horror y la ofensa.

Deja un pequeño espacio sin gritos ni golpes, pero sin calma: su mirada me escruta y me atraviesa, clavada en mis labios, esperando de ellos una maldita buena disculpa. Y no soy capaz de dársela. Balbuceo y sollozo, lo poco que sale de mi boca son palabras a medias y las sorbo constantemente, sin saber siquiera qué decir.

Me siento tan horrible, tan egoísta. Siento que tiene razón, incluso si es una locura ¡Solo quiero ser libre! Quiero poder salir de aquí, quiero no ser tomado a la fuerza, quiero... quiero ser una persona de nuevo. Y aun así me siento tan asqueroso cuando Ángel relata todo lo que ha hecho por mí y yo sé que tengo una cuchilla bajo la ropa, que soy un traidor, un malagradecido, un egoísta.

Siento que merezco la forma en que me aprieta el agarre del pelo, en que me arrastra por el pasillo con brusquedad y en que me lanza al suelo de la cocina.

—Si vas a comportarte como un jodido animal salvaje —me dice entre dientes, agachándose para abrir la trampilla mientras yo intento recuperarme un poco; me vuelve a rizar en una bolita, tratando de proteger mis blandos órganos de cualquier golpe. —, serás tratado como uno.

Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Crees que Ángel va a encontrar la cuchilla de Tyler o que estará demasiado ocupado tratándolo feo como para fijarse?

¿Qué creéis que va a suceder ahora?

¿Pensáis que quizá Tyler debería haber hecho otra cosa en vez de defenderse de ese modo?

¿Qué os parece Ángel como personaje?

Gracias por leerme <3 No olvidéis votar :3

Comentad un corazoncito si os está gustando la historia ❤️


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