Sin previo aviso me agarra de nuevo de los cabellos, solo que esta vez me arroja dentro de la trampilla. Bajo a trompicones, golpeándome la espalda, la cabeza y la nuca dolorosamente con cada escalón; el camino parece más largo que nunca, hasta que finalmente llego abajo me doy el lujo de quedarme tirado en el suelo, intentando respirar. Escucho los pasos lentos de Ángel y su respiración fuerte y profunda.
Me rodea el tobillo herido hundiendo sus uñas en la piel y tira de mí hasta el fondo de la sala oscura. No me resisto en lo más mínimo: ni puedo, ni debo. Simplemente lloro en silencio, tratando de aceptar lo que viene ahora, tratando de aceptar que posiblemente me viole en el sucio colchón y encuentre la cuchilla. Me pregunto si me matará antes o después de tomar mi cuerpo. Quizá lo hace durante y así sufro hasta el último jodido segundo de mi maldita existencia.
La desesperación empieza a calar en mí de un modo aterrador. No tengo esperanzas, solo quiero, por favor, que todo pase rápido. Quiero cerrar los ojos y estar escondido en una pompa de jabón que flota lejos.
Lejos del baño.
Escucho un chasquido metálico y luego me percato de que la presión en mi tobillo ya no es blanda y cálida. Me abrazo a mí mismo, sabiendo que no puedo demorar más el momento, listo para lo que quiera que sea que Ángel hará conmigo.
Y entonces oigo sus pasos alejándose. La trampilla cerrándose.
Espero un segundo. Dos.
Nada, solo oscuridad y un muy leve eco de sus pasos rebotando y muriendo entre estas cuatro solitarias paredes. El aire retenido escapa de mis pulmones, no con alivio, sino con cansancio. Me siento... decepcionado. No deseaba que Ángel me hiciese nada horrible, pero no esperaba que fuese a abandonarme aquí de nuevo.
Río por lo estúpido que soy al empezar a echarlo de menos de nuevo, como todas esas veces que me pregunté si me moriría de hambre y sed aquí abajo. Solo que esta vez no siento pánico, solo una lenta, lúgubre y perezosa tristeza. Esa clase de desesperanza que no te hace sentir lleno de adrenalina y con mil pensamientos corriendo por la cabeza, sino que te arropa como una manta pesada y te deja tirado en la cama con tu cerebro balbuceando medias frases.
Quiero... quiero dormir. Estoy tan cansando, quiero dormir. Quiero hacerlo ya. Dormir un sueño largo, profundo, no despertar.
Espero escuchar un sollozo en la oscuridad, como siempre que pasa cuando me pongo a llorar e hipear sin darme cuenta, pero esta vez no se oye nada. Me llevo una mano a la cara, bajo las mejillas, y no encuentro una sola lágrima. Suspiro rodando sobre mí mismo, acabando por subir al colchón y me tumbo sobre mi espalda, buscando no poner demasiada presión en mi tobillo malo ahora que tiene un grillete en él.
Meto mi mano bajo el pantalón y la llevo a mi cadera derecha. Presiono, notando el rectángulo frío y firme en mi piel; debería guardarlo, aunque...
Lo saco de mi slip y lo sostengo con cuidado entre mi pulgar y mi índice; una cosa tan fina como una hoja de papel podría haberme costado la vida hoy. No, no podría, me la ha costado, porque dudo que Ángel vuelva. Si es así, no tiene caso que la esconda en el colchón.
Que triste, haber robado esta cuchilla y haber pasado todos estos nervios, esta culpa y esta angustia para luego... desaprovecharla. Aunque me alegro de que me haya llevado a defenderme, si Ángel me hubiese viol... no puedo, no quiero pensarlo. Mi cerebro bloquea esa idea, empujándola a un baúl herméticamente cerrado al fondo de mi consciencia.
Pero ¿Y si Ángel vuelve? Si esa ínfima posibilidad se hace realidad entonces debería esconderla y pensar qué hacer con ella. Lo primero que se me viene a la cabeza es demasiado obvio: suicidarme. No tengo nada, ni a nadie así que la idea no se me hace tan alocada, sería un poco doloroso, pero valdría la pena por un poco de paz, aunque me asusta que el más allá sea otra habitación oscura y silenciosa.
Además, está Ángel. Me lo imagino encontrando mi cuerpo sin vida, levándolo del suelo, ligero como un espíritu, y llevándome desesperadamente al baño para tratar de recuperarme porque después de todo ha luchado mucho por mí, incluso si ha sido contra mí. Me imagino su rostro horrorizado, las lágrimas, su cara pálida y quieta cuando por fin comprendiese que estoy muerto.
Y luego la horrible soledad. Soy lo único que tiene, si me siento mal por intentar escapar ¿No es esto más de lo mismo? No puedo dejarlo, pero tampoco quiero quedarme en este infierno ¿Qué clase de juego enfermizo es este, eh? ¿Qué clase de loco tiene a la misma persona como motivo para quitarse la vida y como motivo para quedarse? Lo has conseguido, Ángel, me has jodido la cabeza, no soy ni siquiera dueño de mi vida: si me suicido será para huir de ti, si me quedo será para acompañarte.
Suspiro de nuevo, mi respiración cada vez más lenta y los dedos sobre la cuchilla empezando a suavizarse.
La única otra opción es matarlo. Una carcajada resuena en mi garganta y las paredes me la devuelven. Si soy tan estúpido de pensar que podría tener el coraje de intentarlo, al menos no estoy tan ciego como para ver que un hombre de su tamaño podría matarme incluso estando yo armado hasta los dientes.
No tiene caso. Al final, regrese o no, parece que he robado la cuchilla por nada.
Soy verdaderamente un idiota, debí haber sido bueno y obediente. Ángel tiene razón, me habría ido mucho mejor, pero debería saber ya que las cosas nunca me van bien. Alzo el rostro, mirando a donde supongo que está el techo y que para mí no es más que un pedazo más de esta monocroma existencia, y dejo el rato pasar.
Giro en el colchón varias veces, inquieto e incapaz de caer dormido pese al horrible cansancio, y sigo haciendo girar la cuchilla entre mis dedos. Me entretiene más que contar eslabones al menos, aunque ya he contado cien giros tantas veces que he perdido la cuenta. Por lo menos cien veces ¿O me lo he imaginado?
Cuando no puedes ver ni oír nada el mundo toma un extraño tinte de irrealidad. Las sombras parecen moverse y la reminiscencia extraña de colores que no están ahí aparece por el rabillo del ojo. De pronto el silencio ya no es silencioso: suena a un pitido distante que, si te enfocas en él, desaparece, o al retorcerte de tus tripas, el latir de tu corazón, el sonido extraño y oxidado que hace tu cuello cuando lo giras casi imperceptiblemente. Y el tiempo, oh, el tiempo es lo peor.
Ya lo experimenté antes y lo estoy experimentando ahora: perder la noción del tiempo. Es tan sencillo como unos segundos de oscuridad que te hagan confundir el sueño con la vigilia. Cuando uno se va a dormir y pasa por ese rarísimo estado en el que se duerme y se despierta y se duerme y se despierta y así durante horas, pareciendo que hubiesen transcurrido solo unos parpadeos o, al contrario, cuando uno se pasa la noche despierto solo para desbloquear el teléfono y ver que han pasado cinco minutos desde que se acostó, se interna en un mundo extraño donde el sol, el reloj de muñeca, el timbre de clase y los descansos del trabajo ya no van marcando el tiempo. Un mundo extraño del que uno sale subiendo la persiana o del que es arrancado cuando el sol le da en la cara o el despertador le golpea con una horrible melodía predeterminada.
Yo no tengo nada de eso. O, al menos, no lo he tenido hasta ahora, porque en ese mismo instante un retumbar extraño me hace volver al mundo.
Es un sonido torpe, pero apresurado, que se acerca desde arriba, pero también desde lejos. Algo así como lo que imagino que las ratas bajo los tablones de mi suelo debían oír cuando papá llegaba a casa borracho. Pero esta vez es Ángel ¿Quién sino?
Ángel acercándose a toda prisa, tropezando con el mobiliario de su casa. Oigo una silla arrastrarse y una maldición, luego la cerradura de la trampilla se estremece con un ruido metálico ¿Va a sacarme de aquí? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Ya es de día?
Algo en esta situación se siente extraño, más de lo usual, y cuando Ángel abre la trampilla mis sospechas se confirman. La casa está totalmente oscura y Ángel baja las escaleras en lo que parece ser un pijama. Se frota los ojos mientras masculla maldiciones, el pecho le sube y le baja rápido y una película de sudor reluce en su frente cuando un poco de la débil luz de luna entra por la trampilla hasta mi habitación.
—¿Á-Ángel? —pregunto con un hilillo de voz, totalmente desconcertado.
¿Os ha gustado el cap?
¿Qué creéis que hará Ángel ahora? ¿Qué ha estado haciendo todo este rato?
¿Qué hará Ty con la cuchilla?
Se viene una... Revelación dentro de poco ¿Adivináis cuál?
Gracias por leer <3 Siento no ser más constante, mis dos trabajos me tienen echa mierda y estudiar para presentarme a oposiciones tampoco es la mejor idea cuando a una le escasea el tiempo libre oof En un tiempo espero poder tener mi vida más en orden y poder escribir más <3
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