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Las puertas del palacio se abren, creando un gran revuelo. León no lo ve porque sigue en su habitación, pero desde ahí puede oírlo, olerlo. Las feromonas refinadas, casi artificiales de Lady María, que huelen como cuando las ancianas se echan tantísimo perfume que te da ganas de toser y luego están las feromonas de los guardias reales que la acompañan y custodian. Lobos pardos, con el mismo asqueroso aroma de los asesinos de su pueblo, de los proxenetas de la ciudad que abusaban de omegas pobres y de los asquerosos que lo tocaron y mancharon en el carruaje. El aroma de todos esos seres es el mismo, así que le resulta familiar, y a León le hierbe la sangre al pensar que cualquiera de esos guardias podría haber sido quien mató a su madre o a su padre o a su hermano, quien violó y traficó a los omegas pubescentes de la aldea o quien se atrevió a ponerle las manos encima cuando lo llevaron durante ese largo viaje. Harry le dijo una vez que desearía matar a esos alfas que le hicieron daño, ahora los invita a su palacio, a su boda con... uno de ellos. León está ahora en la otra punta del mundo respecto a donde él vivió y perdió su vida y, aun así, los Kez le siguen como si estuviesen dispuestos de llegar al fin del mundo para atormentarlo.

Incluso si Harry va a casarse con alguien, León no puede parar de preguntarse por qué tienen que ser ellos, por qué no cualquier otra casa o...

<<¿Por qué no yo? ¿Tan poco valgo?>>

Furibundo, León se levanta de la cama por primera vez en tres días y golpea la pared con todas sus fuerzas una y otra y otra vez. A la pared de piedra no le pasa nada, pero llena la pintura de rojo. No le importa ensuciarla de sangre, ni estar sangrando él, porque al menos el dolor de sus nudillos lo distrae un poquito de toda la mierda que está sucediendo. Golpea duro, más que nunca, sintiendo que el impacto le hace temblar el brazo entero desde los huesos de la mano hasta el hombro. La piel se raspa y rompe, como cuando se tropezó en el bosque huyendo de los Kez y sentía las rodillas ardiendo y picando y, al mirar, vio chorretones de sangre que le llegaban hasta los tobillos. Ahora, como entonces, el dolor no se siente bien, pero se siente mejor que el resto de la realidad que lo rodea. Una herida sangrante siempre duele menos que un corazón roto y siempre alivia más.

Alguien llama a la puerta y León se queda paralizado, mirándola con la mente en blanco. Huele el aire, es un alfa, pero no ese alfa. Cuando lo reconoce, suspira y dice:

—Pasa.

Nath entra cuando León se vuelve a lanzar a la cama y el alfa no le dice nada hasta que se sienta con él en el lecho, viendo de reojo la pared.

—¿Llamo a Aura? —pregunta señalando las manchas de sangre. León hace un gesto de manos para restarle importancia.

—Déjalo descansar. —el muchacho mira al techo y siente unas ganas incontrolables de llorar. Después de saber que Nath lo acompañó durante el inicio del cortejo le parece humillante que lo vea ahora tan solo y despreciado, mientras la esposa de su alfa llega y habla con todos con su irritante voz aguda. —¿Para qué has venido?

—La boda se celebrará esta tarde —explica el castaño con pesar. —en los jardines de la parte trasera de palacio, quieren que sea privada, total, es un matrimonio arreglado. Me han mandado a patrullar por los alrededores de palacio, quería preguntarte si quieres venir conmigo, como si fuese un paseo, para evadirte.

León hace un puchero que no puede contener y abraza a Nath de golpe. El alfa, asustado por el repentino movimiento, pone las manos en alto, pero después se ríe por su estúpida reacción y da unas palmadas en la espalda del omega, seguidas de una caricia.

—Muchas gracias —dice el más joven separándose de él. —, pero ¿Sabes qué? Creo que... que iré a la boda. —Nath abre sus ojos y boca y frunce el ceño, mirando de cerca a León en busca de signos de que eso sea una broma. —Es... es porque necesito superar a Harry y ya sabes, las cosas que impactan tanto se supone que ayudan ¿No? Como un golpe de realidad.

Nath traga saliva y asiente, no está seguro de que sea una buena idea, pero tampoco quiere ser paternalista.

—Como quieras... ¿Deseas que te deje tranquilo? Para pensar un poco o... —el omega asiente, silencioso y presto, pero con una amable sonrisilla en sus labios que se desvanece cuando Nath se levanta y le da la espalda.

Se despide de León con una dulce sonrisa y tan pronto sale de la habitación da un repullo al ver a Harry mirarlo con ojos exorbitados y las venas del cuello y el brazo marcadas. Nath traga saliva, está seguro de que va a morir ahora mismo por llevar encima el olor del omega de otro, pero entonces una omega castaña de largo cabello y uñas extrañamente largas se cuelga del brazo de Harry. Lejos de calmarlo, el contacto parece poner a Harry un paso más cerca de perder la cordura.

—Enséñame nuestra habitación, cariño. —dice la omega con una voz que a Nath se le antoja caricaturesca.

Nath siente un escalofrío al ver a Lady María y Harry la separa de él de un brusco movimiento. El guardia se va de ese pasillo demasiado cargado de tensión, preguntándose qué será de la casa real de Seth ahora que no solo ha muerto el rey, sino también sus valores. Sabe que Harry no tiene más opción que un matrimonio arreglado, pero sigue sin entender por qué.

Harry toma el brazo de Lady María con fuerza y la atrae hacia él de un tirón. La cercanía, lejos de ser íntima o candente, hace que la mujer baje la vista, intimidada, mientras el rizado se inclina sobre su oído

—No me llames cariño, omega. —ruge el alfa con desprecio. —Quiero que tengas claro que estás aquí solo porque no hay más opción. Yo no te amo, tú no me amas. Nos casaremos en algunas horas y en la noche de bodas te preñaré, tú tendrás mis hijos y los criarás, pero no te confundas. No creas que puedes hablarme dulcemente o acariciarme como una amante, no hay nada entre nosotros más que obligación.

Harry esperaría que su tono severo y sus palabras hiciesen llorar a la mujer, él tiene claro que cualquier omega de Seth rompería en llanto de ser condenado a un destino así, incluso él siente que los ojos le pican con solo pensar en el futuro que le espera. Sin embargo, Lady María parece hecha de otra pasta: alza su mirada mezquina y almendrada, ríe con falsa inocencia y le susurra a Harry de vuelta.

—La obligación es el pegamento más fuerte que hay para un matrimonio, cariño.

Harry siente que se le revuelve el estómago y ella, sin respeto alguno, se separa de él para entrar en su habitación y empezar a curiosear todo. Harry se queda en el marco de la puerta con los puños cerrados tan fuerte que se le quedan los nudillos blancos. Esa horrible omega toma la ropita de León y la aparta como si fuesen harapos, se tumba en la cama, se revuelca, como queriendo eliminar todo rastro de León de las sábanas y hasta se atreve a tocar sus bonitas flores, oliéndolas como si fuesen para ella. Harry no lo soporta, sabe que si pasa del umbral no podrá resistir las arcadas y sabe que después de vomitar tomará el cuello empolvado de la castaña y la estrangulará en su propia cama. Le cosquillean las manos cuando piensa en asfixiarla, incluso esboza media sonrisa imaginándola quedarse sin vida en sus manos. Ella no sabe por qué Harry hace ese gesto, pero le sonríe de vuelta, con lascivia.

Eso es más de lo que Harry puede tomar. El alfa da un portazo, separándose de esa habitación que no se siente suya, y decide bajar al baño común para despejarse un rato. La gran piscina de agua humeante está cristalina, como siempre, y tal cual Harry entra a la sala el calor lo golpea en el rostro, forzándolo a respirar despacio y a consciencia. Lo agradece, pues le ayuda a relajarse.

En su estado de calma, deja los ojos cerrados y comienza a desvestirse. Como cualquier alfa de lobo negro criado en la realeza, su cuerpo no le avergüenza ni una pizca. Él no conoce el pudor cuando se desnuda, solo el orgullo y quizá envidia y el deseo, emociones que reconoce en los ojos de los otros. Sin embargo, todos los omegas y los betas que ocupan el gran baño se alarman al ver al nuevo rey quitándose la ropa frente a ellos y se tapan los ojos mientras aclaran sus cuerpos apresuradamente.

Los baños están abiertos para que los use cualquier residente u empleado de la casa real, sin restricciones, pero es una norma no escrita la que insta a los siervos a sentirse demasiado amenazados por la presencia del príncipe como para no estar tranquilos mientras toman un baño. Con otros miembros de la casa real, como los coroneles o algunos nobles, reservar una distancia amplia es suficiente para mostrar respeto, pero Harry carga una clase de poder distinto que exige una clase de honores distintos.

El alfa lo nota, no le molesta, tampoco le halaga. Está acostumbrado, desde que empezó a hacerse mayor, a que los siervos correteen como ratones asustados cuando se prepara para relajarse. Es extraño y esa es una de las razones por las que tiene un baño para él solo, pero sabiendo que Lady María se aseará ahí Harry prefiere bajar al baño común a partir de ahora. Para cuando mete el primer pie en el agua la enorme laguna está vacía a excepción de un omega que se enjabona en el fondo. Tiene prisas, como los que acaban de irse, pero por razones diferentes.

Harry se muerde el labio viendo su pálida espalda desnuda, lo mucho que se le oscurece el largo cabello, hasta hacerlo parecer gris, con el agua y lo diminuta que luce su figura en el basto charco de agua. Siente a León demasiado lejano, incluso si se acerca nadando a él hasta quedar a apenas unos centímetros de su piel. De un modo u otro, la distancia mínima entre sus manos y ese cuerpo pequeño es infinita. Cuando se pone de pie nota como su enorme sombra devora la figura de León y se proyecta hacia delante, encerrándolo en un contorno oscuro. León trata saliva y se estremece al ver la gigantesca sombra del lobo negro indicarle dónde está. El aroma de las feromonas le da la misma información, ahora complementada con la dulzura del deseo del alfa, pero él sigue enjabonándose y dándole la espalda, como si no hubiese advertido su presencia.

—Saldré pronto del baño, mi señor. —advierte León con voz mecánica, flotando suavemente lejos del alfa. La sombra de Harry le sigue.

—¿Puedo enjabonarte? —pregunta este y se muerde la lengua un segundo después porque se da cuenta de lo desesperado que acaba de sonar.

León se paraliza un segundo con sus hombros subidos, el ambiente se endulza por la preocupación del omega, pero este solo espeta:

—Un príncipe no enjabona a un siervo. Estoy aquí para servirte Harry, no olvides cómo van a ser las cosas ahora.

El omega aprieta sus dientes y se encoge más. Tiene ganas de llorar, pero Harry, a su espalda, no puede serle el rostro destrozado por el dolor, por las ganas de decir que sí, que lo toque, abrace, que lo bese. Se siente ridículo, un objeto al que Harry recurrirá para desfogarse hasta que Lady María lo mande a matar un día. Y León sabe que caerá; Harry podría obligarlo de todas maneras, el adulterio es un crimen, pero no obedecer a un rey es el peor de todos e incluso si el alfa no le amenaza, porque León sabe que Harry jamás haría eso, sabe que no podrá siempre negarse y que en las noches solitarias lo buscará. Se dirá que es solo una vez, la última, pero incluso si todavía no ha sucedido León sabe que se mentirá a sí mismo con esas palabras.

Le duele el alama como cuando le dolía el estómago de hambre en Kez. Incluso si se está bañando en un palacio, siendo abordado por un príncipe que lo desea, siente que las cosas no han cambiado. Tanto en Kez como en Seth tiene que ocultarse. Allí se afeitaba la cabeza y se frotaba la piel con piedras de río, aquí tendrá que amar solo algunas noches, en extremo silencio, y cubrirse arañazos y mordiscos al día siguiente. Allí mendigaba, aquí bajará la cabeza cuando la mujer de su alfa acaricie orgullosamente la marca de Harry y León sienta su cuello desnudo. Allí se conformaba con migajas de pan y aquí con noches de pasión que no pueden ser nunca nada más que un encuentro prohibido doloroso.

<<Me tendría que haber muerto con los demás de mi raza. No existe un lugar en este mundo para mí, ya no, y fui estúpido al pensar que junto a Harry podría encontrar uno>>

—Si estás aquí para servirme entonces sé tú quien enjabona mi cuerpo —demanda Harry con voz dura.

León siente un horrible escalofrío escalar por su espalda y llegar hasta su cuello. No es la voz de mando lo que ha oído, pero juraría que es peor: la orden fría y cruel de un amo. Harry no le grita a sus siervos, no les desprecia o golpea, como otros nobles de casas menos educadas, pero les habla con indiferencia y el pobre corazón de León no puede soportarlo.

Se voltea con los ojos rojos, el ceño fruncido y la boca casi sangrando de tanto mordérsela. Harry lo mira desde arriba, es enorme y la línea seria de su boca lo hace lucir como si no fuese humano, como si su corazón no sintiese. Por un segundo, León cree que podría odiarlo. Al siguiente solo siente que quiere morir de lo mucho que le ama y de lo poco que puede permitirse. Harry lo volverá loco.

Alza su mano, la lleva hasta su pecho y no acaricia, solo frota de un lado a otro, limpiando su piel con el mínimo afecto.

—Como desee, su alteza. —dice el muchacho, tratando de no caer en la tentación de tocarlo como sus manos acostumbran: trazando círculos en el pecho, buscando el cuello para aferrarse y buscar un beso. —Dime, ¿lo haces para torturarme? Porque nunca le creí cruel, mi señor.

Harry tuerce la boca. Cuando León le hablaba con respecto antes se sentía adorable, era un signo de timidez que lo volvía loco y le hacía desear mordisquear esa lengua torpona que titubeaba al hablarle, ahora esos nombres suenan fríos y afilados como una cuchilla.

—Lo hago porque no puedo soportar separarme de ti, León. —murmura el alfa tomándole las muñecas a su criado y acercándolo a él. León no es capaz de resistirse, pero tampoco de aceptarlo, así que simplemente sube la mirada con escepticismo hacia los ojos verdes de Harry y espera que lo deje marchar. —Y es por eso que no sé cómo lo haré, pero lograré estar contigo. No sé como solucionaré todo esto, León, pero lo haré. Lo prometo.

León alza una ceja y aprieta la mandíbula. Es extraño, su voz suena igual de convencida que hace unas noches, cuando le prometió que no lo perdería, pero su efecto en León es nulo. Al fin y al cabo, piensa el muchacho, la lección que aprendió en Kez sobre no confiar en nada sí que se ha quedado grabada a fuego en él y ha sido gracias a Harry.

León deja ir una pequeña risa irónica.

—¿Qué? —pregunta Harry a la defensiva.

—Sí que tienes la cabeza llena de pájaros —murmura el omega, negando con una sonrisa agridulce en el rostro. —. Si me disculpa, su alteza, querría irme. Usted también debería darse prisa, se casa en solo unas horas. Felicidades.



Fin del cap owo ¿Os ha gustado?

Despositen sus lágrimas aquí. Sus mimos a León aquí. Y sus escupitajos en LADY MARÍA Ò_Ó

¿Qué os parece la situación actual? ¿La veíais venir? ¿Algúna crítica constructiva/consejo al respecto? ^^

¿Creéis que Harry logrará cumplir su promesa?

¿Cómo imagináis la boda?

Gracias por leer, nos vemos en el proximo cap bebes <3 Disculpad la irregularidad, estoy acabando el master (estoy en las segundas prácticas, haciendo el TFM, los examenes de las asignaturas teóricas) y con mil mierdas en mi vida, así que a veces me olvido del día que es uwu 


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