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Con la caída de la tarde llega el sofoco y la hora de la boda. León no podría no darse cuenta: cuando Harry vuelve del baño para buscar algo de ropa nueva escucha a la fastidiosa Lady María echarlo de su propia habitación con chillidos agudos sobre que un novio no puede ver a la novia con el vestido antes de la ceremonia y luego escucha los pasos pesados de Harry escaleras abajo. Después la omega cacarea incesantemente con sus guardias reales sobre cómo quiere que sea la boda y sobre lo bella que se ve. Su voz es fina, pero afilada, como un alfiler que logra pasar a través de las paredes y clavársele en el cerebro a León. Jura que esa voz lo martillea, cuanto más la oye, más jaqueca tiene.
León decide que deberá pedirse una habitación más alejada de la del príncipe para no torturarse tanto, especialmente para la noche de bodas. Lo piensa y el corazón se le parte en dos, no quiere alejarse, pero si escucha la voz de su alfa, llena de placer, marcando a la omega, llamándola suya con ese hermoso tono que tiene cuando está excitado... Y ella seguro que gritará alto, que lanzará el nombre de Harry a través de las paredes como un dardo envenenado para el corazón de omega. León se golpea la cabeza con la mano abierta, deja de pensar en cosas que le humedecen los ojos y no se esmera en vestirse bonito para acudir a la boda.
Baja de la cama de un salto, luego baja las escaleras, cruza el salón principal y recorre el jardín buscando la parte trasera. Los guardias de palacio lo miran durante el camino y aunque las miradas burlonas o compasivas de algunos lobos pelinegros lo irritan las que más lo molestan son las de los lobos de Kez. Lo ven casi babeando, con sonrisas escalofriantes y comentarios que no deberían ser dichos en voz alta. Y sus feromonas delatan un interés por el peliblanco que no es inocente en absoluto.
Cada paso que da es un suplicio, le duelen partes del cuerpo que no sabía que existían, el alma entera se le retuerce y su lobo le pide salir huyendo y llorando para meterse entre cobijas y lamentarse hasta que muera de dolor. Su lobo también le pide buscar el calor que Harry le ha quitado en los brazos de otro alfa, el que sea; cuando abrazó a Nath su omega le instó a revelar el cuello y suplicar por una marca, pero él no lo hizo. Él no necesita ser de nadie, aunque definitivamente quiere ser de Harry.
Pasa por la zona donde solía ver entrenar a su príncipe y donde entraba él con Kajat; ya no podrá asomarse al balcón y ver a los grandes lobos pelear, tampoco seguirá su adiestramiento, del que tan orgulloso estaba, y presupone que toda su rutina cambiará para ser solo un criado como los demás. Se bañará, como hace un rato, en la sala común, sin poder objetar nada sobre que la desnudez y cercanía de otros alfas le hace temblar de temor, comerá en la cocina con sus amigos de siempre y eso le sienta bien, pero echará de menos los desayunos con Harry. No despertará con una flor nueva al lado de la cama, no podrá emocionarse tomando la espada de la madre de Harry y buscando impresionar a Kajat con su progreso, no volverá a acudir a una reunión y lo que antes Harry le decía sin preocupaciones será ahora un secreto real, tampoco se ganará el privilegio de comer junto a los nobles y el rey y seguramente prohíban a Chenli y los niños pasar tiempo de más con él.
No le desagradan los criados, ellos son dulces y fantásticos y tienen un estilo de vida envidiable viviendo en palacio, trabajando dura, pero justamente, y recibiendo dinero suficiente como para pagarse caprichos que otros no podrían ni soñar. León está definitivamente feliz de tener ese tipo de vida y no volver a ser un mendigo como en Kez, pero renunciaría a todo ello solo por poder tener a Harry. Jamás le importó su enorme riqueza, su poder, su capacidad de llevarlo al trono. Harry es Harry, no el peligroso lobo negro, ni el futuro rey, ni nadie más. Y él se enamoró precisamente cuando el príncipe se permitía ser él mismo. Se enamoró de él en su habitación, no en la sala de reuniones o los pasillos, o en cualquier otro lugar donde anda con paso marcial, viste joyas y suena rudo, sino en el lecho, donde duerme, llora y se permite ser un bobo. Y ahora siente que le hecha de su intimidad, que es solo un extraño. Harry es solo el rey para León y aunque suene como algo magnificente, es poco comparado con ser su alfa.
León suspira, debe dejar de pensar todo el rato en él, aunque le hace gracia la ironía de estar diciéndose eso mientras va como todo un masoquista hacia su boda. Una parte de él le dice que eso será como una terapia agresiva, fuego para cauterizar la herida expuesta, otra solo quiere sufrir más, ver más a Harry, echarlo más de menos, porque el dolor es la única forma de amor que puede permitirse ahora y no quiere que se extinga. El muchacho se encuentra dividido en tantísimos sentidos que bien podría ser solo un muñeco de porcelana hecho añicos.
Mientras pasea por el bosque que los Seth tienen por jardín logra evadirse un poco, una hoja cobriza le cae sobre la cabeza y se le aparta, pero luego la toma pellizcando el pecíolo y la hace girar en su dedo mientras la mira. Se entretiene un poco con ella, no le importa en demasía llegar tarde y una de sus partes desea no llegar nunca, la misma parte que le hace arrastrar los pies como si pesasen. La hoja tiene forma de corazón y su color rojizo no hace más que aumentar el parecido, los nervios son oscuros, se ven a contraluz, dándole un aspecto sensible, dolido y frágil. León la deja caer de nuevo, pensando que quizá es natural ese marchitarse por el que está pasando. Quizá, como un árbol, solo debe esperar a que su corazón se pudra y caiga, a que en primavera le nazca uno nuevo, verde y hermoso, como las hojas.
<<O como sus ojos>>
León niega, fastidiado porque su mente parezca hallar diversión en eso de meter el dedo en la llaga. Quizá no es solo su cabeza, sino también los dioses, viendo su vida como una especie de tragicomedia entretenida. Eso explicaría la planta que León atisba con el rabillo del ojo. Una blanca, redonda y pomposa, esa que Harry le ha regalado diciéndole que era su preferida, que le recuerda a él. Esa que Lady María tiene ahora en su habitación. Seguramente se pudra pronto porque ella olvide cambiarles el agua a las plantas, la tirará como si nada y León sabe que ni en un millón de años podría explicarle a ella lo importantes que son esas florecitas para él. Quizá es mejor así, que las tire y nadie piense más en ese cortejo malogrado. Es curioso, esas flores blancas y esféricas que dejan ir pequeñas pelusas si las soplas le recuerdan enormemente a unas que solo ha visto en su bosque. Rocío de la noche es exactamente igual a esa flor que Harry le ha regalado, solo que negra como el pelaje del lobo. Ahora, cuando quiere traer a flote su memoria sobre su pueblo está manchada por la influencia de Harry y lo maldice por ello. No puede siquiera pensar en sus flores favoritas sin que ese lobo le perturbe el pensamiento.
Al final, entre pasos cortos y un ensimismamiento que parece durar siglos, León halla el lugar: toda la familia real y algún que otro siervo están sentados en el suelo con las piernas cruzadas, en contacto con la naturaleza bajo ellos, en un campo lleno de flores. Algunos guardias los rodean estando de pie, de entre los cuales León puede oler a algunos Kez que le erizan la piel. Algunos miembros de la familia real se voltean al escuchar sus pasitos y lo miran con una incredulidad que en pocos segundos se convierte en desinterés. Los siervos, sin embargo, le sonríen y palmean la tierra a su lado, instándolo a sentarse con ellos y los guardias permanecen estoicos, observando el terreno con ojos que barren hasta la más pequeña mota de polvo del lugar.
Al fondo Harry aguarda acompañado de Gandel, quien debe unirlo con Lady María a los ojos de los dioses. El alfa está despampanante: tobilleras y muñequeras de oro, cadenas colgándole sobre el pecho, cayendo en cascada desde las clavículas hasta el abdomen, con pequeñas gemas preciosas al final; un cinturón también de oro, del que salen los pantalones más blancos que León ha visto nunca: holgados, transparentes, parecen brisa. Lo mismo en sus brazos, con una prenda que le abraza solo la parte superior de la espalda y el cuello.
Jamás lo ha visto con ropas tan bonitas, tampoco con una cara tan triste. Cruzan miradas mientras León se sienta al final de todo y Harry es incapaz de sostener sus ojos con los del pequeño omega al principio, pero luego se queda mirándolo fijamente y susurra algo bajo su aliento, algo que nadie oye y a lo que nadie presta atención. Pero León lee las palabras en sus labios:
<<Te amo>>
El corazón se le encoge y cuando cree que ya no puede soportar más dolor, los guardias de Kez se ponen a vitorear la llegada de la novia. Harry la mira con desinterés, después con sorpresa, a uno de los laterales de esa parte del jardín. Todos se mueven en el público, buscando ver la entrada triunfal de la loba y cuando parece asomarse un poco se oye alguna exclamación y murmullos no demasiado felices. Algunas personas, tanto siervos como nobles, se voltean para ver a León con preocupación. El omega no entiende bien qué sucede, pero se siente curioso; alza un poco su cabeza entre la multitud, poniéndose de rodillas en vez de sentado y entonces la ve. Lady María desfila vistiendo ropas que son totalmente cantosas en comparación a los atuendos típicos de los Seth, pero no es solo esto. Lleva altos zapatos color rojo, del mismo color descollante que sus labios y coloretes, un sombrero de ala gigantesca que la protege del sol y un vestido blanco y ceñido cubierto por un abrigo del mismo color. Un abrigo que solo puede tener la nobleza de Kez. Un abrigo de piel de lobo.
<<Piel de lobo blanco>>
León siente arcadas, su corazón se acelera y de pronto el sol que le brindaba un agradable calor lo sofoca. No ha sido una buena idea venir a la boda, así que se levanta, dispuesto a irse, pero siente que todo gira y lo próximo que sabe es que tiene tierra en la boca y le duele la cabeza. Unas manos los sostienen, una dulce voz femenina le pregunta que qué le pasa y él solo dice que quiere irse. Ve borroso, no por las lágrimas, sino por una extraña luz que lo ciega.
La piel de lobo podría ser de su padre, de su hermano... y definitivamente es de un alfa al que alguna vez conoció y amo como a su familia, de un alfa brutalmente asesinado ante los ojos de sus seres queridos, de un alfa despellejado vivo. Un alfa con una vida, una familia, unos amigos, sueños e ilusiones, un alfa con hobbies, con temores, con secretos, sentimientos evidentes y rencores, un alfa con un tono de risa concreto, con toda una vida por delante llena de posibilidades, un alfa reducido a un simple complemento para una noble.
León grita, vuelve al boque, a tres años atrás. Solo piensa en una cosa:
<<Huir>>
Y lo consigue, porque todo se pone negro y sea donde sea que está, ya no está en ese terrible lugar.
Fin del cap ¿Os ha gustado?
Depositen sus lágrimas aquí uwu
Y sus puñales para Lady María... En su C O R A Z Ó N heheh
¿Esperábais que sucediese esto u algo así?
¿Os gusta cómo está avanzando la trama? ¿Os parece interesante?
¿Qué creéis que le ha pasado a León?
¿Y qué pensáis que hará Harry al respecto?
Gracias por leer owo
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