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—Estoy tan nervioso, oh, mi rey, estoy realmente nervioso... —murmura León entre susurros. En la enfermería del piso bajo sería raro que alguien los oyese, pero aun así el omega musita sus palabras, condensándolas entre su boca y la de Harry, formando ese ambiente de secretismo que hace que su acto clandestino parezca más prohibido aún.

—¿A dónde ha ido toda la picaría del otro día, lobito blanco? ¿Te ha comido la lengua el príncipe? —se burla Harry, poniéndose en pie para besar a León más profundamente, desde arriba, y luego subir a la amplia camilla con él. Las sábanas se arrugan cuando León las aprieta entre sus puños.

—Además de marcarme, me harás tuyo ¿Verdad? —pregunta León con una leve sonrisa, pero sus labios y palabras tiemblan con un tinte de miedo. Harry le acaricia la cara y dice:

—¿Lo deseas, mi omega? ¿Me deseas? —pregunta Harry dejando que sus bocas húmedas se rocen, León abre la suya, bordea los belfos con la lengua, dirigiéndose a un beso que Harry le quita retirándose un poco. —Dilo —le sonríe, con esos arrogantes hoyuelos y ese cabello rizado hermoso que lo hace lucir como un dios que ama ver a sus adoradores arrodillarse, pedir.

—Te deseo, Harry, mi príncipe, mi alfa. Deseo que me folles aquí y ahora, en una jodida enfermería donde la mitad del palacio cree que me estoy muriendo, quiero que me folles mientras Lady María duerme tranquila pensando que te vas a casar mañana con ella. Quiero que me folles y me muerdas tan jodidamente profundo que todos los que están en contra de nuestra unión se despierten cuando huelan la sangre de mi cuello en tu boca. Quiero hacer esto, hacer algo malo, profano, quiero ser un pequeño lobo egoísta que hace unos meses era un vagabundo y ahora se está follando al futuro rey para robárselo a una marquesa. ¿Es eso suficiente o quiere que siga, su majestad?

A Harry se le borra la sonrisa para formar una tierna mueca de perplejidad que pronto retorna a la sonrisa de antes. León se lame los labios antes de que su amante le bese de nuevo y en medio del tierno beso Harry le tira del pelo hacia atrás, con fuerza. León gime en su boca, el príncipe le muerde la lengua, besa su cuello y expuesto y susurra en su oído:

—Veamos, León, veamos si eres todo palabras sucias o si tu cuerpo realmente es capaz de soportar que te deje con las piernas temblando por días. —el omega gime de nuevo, sin necesidad de ser tocado, y Harry ya puede oler el lubricante. Saber que ha mojado al chico con solo palabras le hace sentir orgulloso. —¿Quieres ponerte de rodillas delante de tu príncipe, lobito blanco? ¿Quieres servirme bien?

León, ansioso como si se ahogase, asiente y baja de la cama con sus miembros temblando. Harry ríe y lo ayuda a tenerse en pie y luego bajar, viendo que tropezará por ir con tremendas prisas. León es un novato, pero uno apasionado sin duda alguna. El omega se pone de rodillas, tira su larga melena hacia su espalda y su amante se apoya una poco en la camilla, abriendo levemente sus piernas para que el chico se ponga entre ellas. Antes de poder bajar sus pantalones, se halla con que León ha desanudado el cordel de su cintura prestamente y está empezando a desnudarlo. Le baja toda la ropa hasta los tobillos, dejando que su enorme polla bote fuera de los pantalones y se alce, dura y larga, hasta rozar el ombligo de Harry. Este se sostiene su propio eje, dejándolo alineado con la rosada boca de su amante. León no hesita ni un momento, manotea los dedos de Harry para ser él quien sostenga la venosa base y acto seguido mete cuanto puede en su boca. Saliva muchísimo, haciendo que su cavidad se sienta cálida, humecta y agradable, lo cual deja al príncipe con la duda de cómo se deberá sentir su estrecha virginidad cuando esté dentro de ella. Solo con recordar cuando metió sus dedos y el cuerpo del chico los apretó hasta ponerlos blancos su polla se estremece y le hormiguea el cuerpo hasta las puntas de los pies.

León succiona, ahuecando sus mejillas, dejando que Harry se empuje más profundo en su boca hasta que llega al final de su lengua. Toma una larga respiración y cierra los ojos, empujándose más a fondo. Nota una arcada, la suprime con lagrimillas perlándole las pestañas, y cuando su nariz se hunde en el vello almizclado de Harry y nota el gran bulto expandirle la garganta se siente profundamente orgulloso. Harry tira la cabeza hacia atrás y sostiene la de León donde está con una de sus manos. Con la otra se peina los rulos fuera del rostro, brillante de sudor.

León gime, Harry es tan atractivo desde abajo: con su mandíbula marcada, su pecho voluminoso y los abdominales que descienden hasta un camino de vellos que conduce a su excitante erección. León se empuja lejos de ella para tomar aire, pero a medio camino, cuando logra inhalar, Harry le agarra por el pelo y lo clava en el lugar mientas mueve suavemente las caderas hacia él. Lo mira a los ojos buscando sus reacciones y no se decepciona. León frota su miembro por encima de la ropa, excitado a más no poder por la sensación de Harry moliéndose, follándole la boca con el cuidado necesario para dejarle tomar un poquito de aire y luego ahogarlo con su gran erección, haciendo que con cada embate sienta su garganta invadida. Es como si Harry estuviese dándole una emocionante probada de lo que será tener sexo con él de veras. León tiembla ante la idea y se aprieta el pene, tratando de no correrse.

El muchacho se empuja al mismo ritmo que el otro hombre, activamente chupando y bombeando con su boca sobre el eje de Harry, gimiendo cuando toca su campanilla y haciendo ruidos obscenos al ahogarse. Harry se separa de él, dejando un hilillo brilloso entre los labios del muchacho y la punta rojiza de su excitación y el pequeño lo mira con ojillos tiernos desde abajo, esperando a sus órdenes, ansioso de seguirlo complaciendo. Harry hace un gesto con la mano y eso basta para que el albino se levante de inmediato. El alfa lo toma de la cintura, lo besa vorazmente, empujándolo sobre la mesa de trabajo de Aura. Hay algunos utensilios en ella, pero solo los hecha a un lado empujándolos con la mano, haciendo sitio para subir a León a la plataforma de madera mientras empieza a desvestirlo.

El alfa, impaciente y gruñendo, besa el cuello de León mientras le rompe la camisa de seda desde el medio, desgarrándola con sus manos. La jalonea, rasgando los últimos hilillos contra la dermis sensible del omega, que jadea cuando su piel se pone roja por la violencia. Harry tira los jirones de ropa al suelo y empuja a León hasta que cae bocarriba en la mesa. El chico grita, sorprendido. Él siempre ha sabido que los alfas son muy apasionados en la cama y Harry, aunque es dulce y cuidadoso sutilmente, lo sorprende también por su brutalidad. De un solo tirón le arranca los pantalones y la ropa interior, tirándolos lejos también. León murmura algo, la lengua se le enreda cuando el alfa le muerde un muslo y luego chupa ávidamente, dejando una marca violácea que duele y pulsa.

Es como esas marcas que los alfas de Kez dejaron, solo que ahora, pese a que pequeños recuerdos aturdan a León suficiente como para que deba recordarse dónde está, la marca no le causa asco, solo un electrizante dolor que cuando Harry pasa la lengua por encima se convierte en algo muy similar al placer. León se muerde los labios y Harry hace lo mismo en el cuello del chico ahora que ha dejado sus piernas en paz. Le aprieta duramente la cintura, dejando ahí su huella, sabiendo que durará varios días. León siempre pensó que odiaría manos rudas sobre él, que solo soportaría el tacto gentil de un omega, que solo se sentirían limpios los dedos de beta, pero Harry... Harry le muerde, le aprieta, pellizca, araña la piel y se siente como el jodido cielo. Es como si supiese perfectamente que botones tocar.

El alfa le lame un pezón encerrando sus labios sobre la aureola, pasando la lengua sobre la erecta frutilla roja, eventualmente los dientes, haciendo al joven tensarse, arquear su espalda y sentir un escalofrío azotándole desde la nuca hasta las lumbares. Al mismo tiempo Harry se pone entre sus piernas, se las abre y pasa dos de sus dedos sobre la lubricada entrada del chico.

—Estás tan mojado para mí, León ¿Crees que podrás conmigo?

—Sí... —murmura, colmado de placer, ansioso por más. Harry tortura el otro pezón y cuando se retuerce de sensibilidad mete un dedo de lleno en su trasero. La falange se desliza sin ninguna resistencia, como si fuese succionada, el interior de León se siente genial, el rosado anillo aprieta el nudillo de Harry y el resto del dedo acaricia las suaves y húmedas paredes del chico, buscando la próstata. —Sí, Harry, por favor, mi príncipe, se lo ruego... —murmura con lágrimas en los ojos.

—¿Cómo lo haré? Solo un dedo y ya estás llorando, mi bonito omega ¿Crees que puedes conmigo de veras? —pregunta juguetón, pero antes de dejar responder al chico saca un poco su dedo y lo introduce de nuevo, ahora junto al dedo corazón, ampliando la estrecha virginidad del omega.

El chico aúlla de dolor, respira agitado y se tapa el rostro unos segundos. Harry le quita las manos de la cara, lo toma del cuello con firmeza, pero sin apretar, y lo clava dominantemente contra la mesa mientras se miran a los ojos. Los bonitos ojos azules de León están llenos de lágrimas y los verdes de Harry de fuego.

—Dime León, te he preguntado si crees que podrás conmigo. —insiste, apretando su mandíbula, luciendo demandante. El chico trata de decir que sí, pero el alfa abre y cierra sus dedos en tijera, ensanchando la entrada del chico, notando la pulsante tensión y viendo como se le abre la boca mientras no tiene fuerzas ni para gritar. —¿Esto es todo lo que puedes tomar? ¿Eh? —pregunta con prisas, exigiendo una respuesta.

León no halla su voz, pero al hacerlo la afirmación se queda cortada: Harry lo embiste con ambos dedos arrancándole altos gemidos, agudos y placenteros. El chico, lloroso, lleva sus manos a la que le sostiene el cuello y entonces el alfa empieza a apretar.

—Vas a tener que aguantar más que eso, omega, cuando te esté follando vas a quedarte todavía más sin aire. —advierte lamiendo su cuello y mordiendo su lóbulo después.

Cuando arranca sus dedos de dentro del omega este está goteando, desesperado por tener a Harry dentro suyo y dolorido por la sensación de tensión en su recto y a la par por el repentino vacío. Todo su cuerpo está tan sensible que todo duele y el dolor le hace estar más y más excitado.

—Harry, por favor, te quiero dentro —implora el chico. El alfa sostiene su propio eje, lo alinea con la húmeda y pulsante entrada del chico y cuando parece que lo embestirá, solo se refriega, llenándose de lubricante, pasando por el rosado anillo de músculos de forma agradable, suave, quedando después erguido al lado de la erección de León, mostrando la caricaturesca diferencia de tamaños. —. Mi príncipe ¿Por qué no me folla de una vez? —pregunta sin titubeos ahora.

Harry le da medio sonrisa, ama cuando su omega habla sucio y se comporta confianzudo y obsceno. Pero ama hacerlo sufrir también. León baja sus manos a la propia entrepierna, encerrando entre sus dedos su virilidad y la del omega, moliéndolas juntas en un ritmo lento, tortuoso. El omega ronronea, Harry suelta un gemido ronco que suena como un rugido y el otro, todavía más mojado, lo mira con ojillos de cachorro. El alfa lo agarra por el cuello, lo alza para besarlo mientras los masturba a ambos y cuando el aire escasea y ambos tienen los labios rojos de mordidas, Harry empuja de nuevo a León contra la mesa.

El alfa aparta bruscamente las manos de su amante de su virilidad y especialmente de la del más joven.

—No vas a tocarte —le advierte, sosteniéndole las muñecas con una fuerza intimidante cuando el chico hace un amago de alcanzar su entrepierna de nuevo —, quiero que corras sin tocar tu pene ¿Has entendido? Solo por el placer de ser follado por tu alfa.

León siente un escalofrío que deja su piel sensible y ardiente tras de sí; está devastado, todo su cuerpo hecho piezas: un cosquilleo compone sus labios, un pulso caliente la entrepierna entera, la tensión hace a cachitos sus brazos y sus piernas ¿Su cabeza? Una nube flotante, densa, cegadora, niebla dulzona, como las feromonas entre ambos, asfixiantes, pesadas, como el aire entre beso y beso, incluso si sus bocas se separan, y el resto del cuerpo un manto de piel sensible por todos lados, como si Harry tuviese mil manos y le acariciase y apretase con todas a la par.

Delirante, León hecha su cabeza hacia atrás mientras Harry moldea su cuerpo para obtener la posición que desea. Él siempre ama ser fuerte, pero hay algo atrayente y prohibido en lo mucho que disfruta de ser dominado por su alfa. Le pone las piernas apoyadas en sus anchos hombros, para tener mayor acceso a su agujero y lo toma de los hombros con sus enormes manos; en la izquierda sigue teniendo anillos y el pinchazo del frío lo hace gemir. Ama esa sensación. Es como si el metal y el cuerpo de Harry estuviesen diseñados para ir juntos: uno tan gélido, el otro tan caliente.

León nota la presión de la cabeza del miembro sobre su entrada; tiene la certeza de que no entrará los primeros segundos, lo nota tan grande y duro y se ve a él tan nervioso y pequeño por culpa de su raza, que cree que será tarea imposible, pero entonces Harry empuja su cadera levemente y lo mantiene firme, abriéndose paso lentamente.

León grita deleitosamente mientras nota la punta adentrarse en su interior, abriéndolo, jodiéndolo como nunca. Todo su cuerpo se siente dividido por la mitad, nota como su hoyo se ensancha violentamente, como el espacio angosto pulsa y se abraza a la excitación de Harry, como su cuerpo sufre, pero se esmera por aceptar al gran príncipe como si rechazarlo no fuese una opción. Lo desea tantísimo.

—¿Duele, mi amor? —pregunta el alfa, inclinándose un poco sobre él y lamiéndole las lágrimas de las mejillas. León no puede responder de inmediato, apenas puede respirar. Mientras espera, Harry le quita los cabellos pegados con sudor a la frente y observa la forma hermosa en que su rostro se contorsiona en expresiones de dolor, placer y una pizca de miedo, al ser invadido por primera vez.

—Harry —León apenas tiene aliento suficiente para hablar, aun así besa al lobo, que sonríe por su tierno gesto, y luego lo mira a los ojos, el verde y el azul desapareciendo, hundiéndose en la negrura profunda, animal, de unas pupilas que parecen querer devorarlo todo y añade: —, quiero que me rompas.

El alfa tiene que morderse el labio para contenerse y una pequeña gota de sangre brota de él; está tan excitado que no siente el dolor, pero sí la lengua suave del muchacho lamiéndole la herida, dejando los rosados labios levemente rojos, como si tuviese carmín corrido. Harry le sonríe, pone una de sus manos al lado del cuerpo del chico, cerca, mostrando como es casi tan grande como el vientre del muchacho, con la otra le acaricia dulcemente el costado, delineándolo con la yema del índice y al llegar a la cadera lo agarra fuertemente haciendo que el muchacho se sobresalte y empujando un poco sus caderas. Unos centímetro de él penetran a León rápidamente, haciéndolo gritar y llorar.

—Tus deseos... —murmura el alfa en su oído, lame su cuello, muerde el lóbulo al subir y le respira en el oído despacio. Da otro brusco embate, entrando hasta la mitad. Todo el cuerpo del omega se estremece, le araña los brazos dejando largas líneas rojas en su camino, se le curvan los dedos de los pies y ladea la cabeza, exponiendo su cuello con alguna que otra peca y dejando que sus lágrimas caigan en la madera. Harry se espera a que los jadeos del más pequeño no sean tan altos, para decir. —son órdenes.

Se empuja de nuevo, entra un poco más y León esta vez trata de detenerlo poniendo sus manos en el pecho de Harry, suplicando ahogadamente por un respiro.

—¡Espera! ¡Espera! —dice casi ininteligiblemente. Tiene la cara totalmente roja, su entrada se aprieta deliciosamente sobre Harry, tomando su miembro con una estrechez que parece irreal. Y su interior es tan caliente, húmedo y suave que a Harry le cuesta parar, pero lo hace, esperando que la virginidad del más joven se amplíe despacio para acogerlo sin dolor.

—Pensaba que querías que te rompiese —se burla el alfa, a lo que León le manda una de sus miradas asesinas típicas de cuando está molesto.

Harry lo besa para relajarlo, deja que León sea el primero en usar su lengua y lo deja tomar el control del ósculo. A la vez le acaricia el cabello con una mano y con la otra, la que le sostiene la cintura con fuerza, le hace cariños con el pulgar. Cuando lo nota destensarse un poco sigue empujando, solo que más despacio; nota al muchacho temblar bajo su enorme cuerpo, tomar de él su virilidad en lentas, pequeñas dosis y aun así retorcerse y lloriquear, totalmente agotado. Hay algo en la delicadeza de León que le enciende demasiado, algo en que le cueste tomarlo entero lo prende muchísimo y el hecho de que aun así León desee seguir, ser poseído, impregnado, marcado por él... eso lo lleva demasiado cerca del límite. León rompe el beso, gimiendo y respirando agitadamente, sorbiendo, ahogándose incluso, en esos momentos Harry se detiene unos segundos, dándole tregua al cansado cuerpo del omega, luego sigue lentamente, pero sin piedad. Las piernas de León se cierran involuntariamente, pero Harry para para abrírselas poniendo sus manos en los muslos del chico y empujando muy levemente.

—¿Estás bien, mi lobito blanco? —pregunta el alfa, deteniéndose casi cuando ha terminado de penetrar al muchacho.

El pecho de León sube y baja sorprendentemente y se lleva una mano a la frente, como si fuese a desmayarse, pero aun así asiente.

—Eres tan grande... —dice entre el quejido y el asombro, sus ojos brillantes contemplan a Harry como si fuese alguna especie de dios y luego bajan directos a la entrepierna. Al poner sus piernas en los hombros del alfa su cuerpo queda algo doblado, con el trasero en alto, de modo que León, al estirar un poco la cabeza, puede ver él mismo como su rojiza entrada se abre para abarcar al alfa y lo poco que queda para que logre tomarlo entero. —Oh, joder —jadea por la erótica visión, llevándose las manos al rostro. Se frota los ojos y dice: —, quiero que sigas alfa, despacio, por favor.

Harry sonríe enternecido por la demanda del chico, él sabe que ambos se mueren por algo de sexo rudo, pero sería injusto toma a León de esa forma; su cuerpo tan siquiera está preparado para recibir la virilidad de un alfa de su raza, así que debe ser paciente. Se inclina para besarlo de nuevo, pero ahora León expone el cuello y lleva sus manos a los cabellos de Harry. El alfa chupa con fuerza su piel, encerrando su bonita peca, decidiendo que dejará un chupón para marcar dónde morderá al omega después. Quiere que León tenga ese moratón como un anticipo, quiere que la piel del cuello le palpite y le duela un poco, como recordándole que el alfa va a enterrar sus dientes ahí en pocos minutos.

El alfa pulsa más fuerte contra el chico, llegando al fondo. Se aprieta contra León y este le clava las uñas en la espalda. Empuja, haciendo que León sienta los tensos testículos y el pubis velludo del alfa contra su trasero, haciendo que note que tan profundo está. León aprieta los dientes, una sensación cosquilleante y dolorosa lo recorre entero, haciéndolo sentir completamente sumiso, como bajo las órdenes de una voz de mando. Las feromonas de Harry lo ahogan, su cuerpo pequeño se siente encerrado por los abultados músculos del príncipe y las piernas le duelen y se le acalambran cuando Harry se inclina hacia él, haciendo que el muchacho deba ser flexible para resistir la posición.

Es doloroso, pero León no puede imaginar un dolor más bueno. Siente esa clase de picazón que te hace quejarte, pero querer seguir y eso es exactamente lo que sucede: Harry sigue. Retira unas cuantas pulgadas de su miembro del interior del chico, que suelta aire, como liberado, y luego vuelve a embestir despacio hasta llegar al fondo. Lo hace muy despacio, de forma rítmica y dando a León tiempo para respirar y acostumbrarse en todo momento. Cuatro embates ocupan casi cinco minutos enteros y a León le cuesta muchísimo recomponerse y soportar, pero toma aire, cierra fuerte los ojos cuando siente que el alfa lo parte por la mitad y la sexta, lenta embestida el dolor placentero se vuelve más un placer doloroso. Harry muele sus caderas buscando presionar su punto especial y al rozarlo todo el cuerpo de León se tensa y siente una terribles ganas de moverse, de pedirle a Harry que lo folle duro y rápido y le haga daño, que le demuestre cuantísimo poder tiene. Se contiene, prendido por imaginar el escenario, y se deja en manos de su amante, sabiendo que Harry hará lo mejor para él y solo acelerará cuando lo sienta necesario.

—Mi precioso omega, cuando esté follándote tan fuerte que no pares de gritar voy a morderte, quiero que tu cuerpo esté sensible como nunca para que sientas como mis dientes desgarran tu piel, como me clavo profundo y como formo un vínculo que nadie nunca podrá romper.

El chico gimotea y llora por tales palabras, dejando que su omega emocionado tome el control y el alfa siente que él perderá el suyo. Empieza a embestirlo más rápido y fuerte, el cuerpo de León se mueve unos centímetros con el poder de cada embate y Harry pone una mano tras su cabeza, para que no se dé contra la pared; los gritos que suelta cada vez que lo penetra son espectaculares. El castillo debe estar ya medio despierto y apuesta a que todos los guardias reales lo están oyendo. Le gusta saber eso, le gusta saber que nadie osará interrumpirlo mientras él goza de su omega y lo reclama como suyo.

—Harry, Harry, Harry, mi príncipe... —chilla León con cada fuerte embestida en que la que el alfa sale de él repentinamente para volver a enterrarse, haciéndolo cerrar las piernas y morderse el labio.

—¿Duele? —pregunta en tono áspero, la pregunta enciende a León, quien asiente y al ver los ojos se Harry relampaguear con deseo le dice:

—Por favor, por favor, hazlo más rudo.

El alfa siente que sus instintos se descontrolan y la petición del omega lo desata entero. Lo toma por las caderas con fuerza y lo folla rápido, haciendo que con cada embate la mesa entera se mueva, los utensilios médicos de Aura tiemblen sobre la madera y caigan al suelo y la mesa se agriete por tanto azotarse contra la pared. Harry para de golpe, sale de dentro del chico, haciéndolo jadear por la sensación de vacío, y lo toma en sus brazos. León, mareado, se deja llevar y lo siguiente que sabe que es que está en la camilla de nuevo. Harry lo toma por las caderas y maneja su ligero peso como si se tratase de un juguete. Harry le obliga a hincar sus rodillas y León, con los brazos débiles y temblorosos, logra ponerse en cuatro, pero el castaño lo toma por el cabello y empuja su cabeza hacia abajo. León desliza sus brazos en la cama, quedando con el trasero totalmente alzado y su cara contra la camilla. Harry hace una bola con las sábanas que estorban en el camino y se le lanza a León, que la toma y hunde el rostro en ella, mordiéndola cuando Harry se empuja nuevamente en su interior.

En esta nueva posición Harry entra muchísimo más profundo y cada embate se siente como si le tocase las entrañas. León no lo ve, pero casi puede sentir un bulto formarse en su bajo vientre cada vez que Harry lo monta tan jodidamente duro que sus testículos hacen un sonido obsceno al chocar con su culo. Nota la tensión, la fuerza y el enorme tamaño, nota la polla de Harry creciendo más en su interior, caliente, pulsante, demandante. Es como si quisiera destrozarle todos los adentros, pero a la vez se siente maravilloso. Las violentas embestidas vienen con una corriente que lo atraviesa cual escalofrío, pero deja tras de sí un rastro de placer y piel erizada. León no tiene siquiera aire para pedir más y Harry se lo da de todos modos, agarrándolo de las caderas y moviéndolo al ritmo de sus fuertes embates, haciéndolo empalarse contra su virilidad.

Harry sale de él, tiene la cara rubicunda y su excitación se acerca peligrosamente al límite.

—Ponte encima León ¿Crees que puedes hacerlo? —pregunta el alfa entre jadeos colmados de placer; su voz ronca, susurrante y excitada es suficiente como para que León diga que sí, aunque ahora no está siguiera seguro de ser capaz de moverse.

León se hecha a un lado y el alfa se tumba en la camilla, separando un poco sus piernas para dejar que su erección se alce y los pesados testículos cuelguen cómodamente. León lo observa relamiéndose; Harry es un ser enorme, con solo pensar en que acaba de perder su virginidad con él tiembla entero y se pregunta cómo. Su cuerpo musculoso, lleno de cicatrices y hecho a la escala de un titán luce demasiado para él, pero le importa bien poco. Gatea sobre Harry, algo torpe, teniendo que ser ayudado por su amante, que lo conduce fácilmente hacia él. León se sienta en el pubis del hombre, notando la dura excitación frotarse contra su entrada y suelta un jadeo, cayendo sobre el pecho de Harry, rendido. Está caliente, escucha su corazón y además se gana unas hermosas caricias en la espalda: León siente que tumbado sobre Harry podría creerse que está en el cielo. Su entrada se cierra difícilmente y esta enrojecida y afectada, el alfa lo nota al pasar los dedos por el trasero del menor y sentirlo aún dilatado; León da un salto por el contacto, cerrando un ojo y chupando aire por el escozor.

—¿Crees que puedes aguantar un poco más, bonito? Si los prefieres puedo hacer que te corras solo con un par de dedos o uno, si te duele demasiado...

León niega, casi ofendido, y besa a al alfa para interrumpirlo. Le muerde el labio con fiereza, justo donde estaba la herida y lame la sangre de su propia boca en un gesto sensual. Aunque le pese el cansancio en los párpados, en los brazos temblorosos, en el fino hilillo de su voz y en cada respiración entrecortada, León se planta y dice:

—Quiero terminar sintiéndote dentro, quiero que termines dentro de mí, que me marques mientras me follas. Por favor, puedo soportar, Harry, puedo tomarte.

El alfa le acaricia una mejilla, le sonríe con malicia y lleva su mano a la base de su pene, alineándolo con la entrada del muchacho que está a horcajadas sobre él. El omega arquea sus caderas hacia atrás y deja caer un poco de su peso, notando como su agujero se expande de nuevo, goteando lubricante. Su interior ya está más acostumbrado y Harry entra sin problemas; León se deja caer, quedándose rígido cuando siente toda la longitud del alfa en él. Se toma unos segundos para respirar y entonces empieza a moverse botando sobre el regazo del alfa, haciendo que su pene salga un poco y luego cayendo para volverse a penetrar con él. Harry se lleva las manos a la cabeza, la sensación es tan buena que nota la tensión en la ingle y el hormigueo de su vientre, pronosticando que se correrá dentro de poco. León se apoya con las manos en su pecho, buscando el ángulo que lo enloquece y cuando lo halla empieza a gritar, temblar y moverse más deprisa, como si su cuerpo no fuese a resentirse al día siguiente por todo ese dolor. Se pasa la mano por el chupetón del cuello, nota el ardor con el contacto y al imaginar a Harry mordiéndolo nota que el clímax se acerca.

—Ven aquí, omega, te haré mío —le susurra seductoramente el alfa.

León acude a su llamada inclinándose sobre él, recogiéndose el cabello para ofrecer su cuello. Ahora, tumbado, ya no puede seguir moliéndose contra la polla del alfa, así que este hace todo el trabajo moviendo sus caderas desde abajo para seguir follándolo; los embates son muy duros y hacen que León deba agarrarse a las sábanas, pero ahora Harry es más lento, queriendo retardar el orgasmo de ambos para que sea el momento preciso.

—¿Estas nervioso, mi dulce omega? —León asiente, lo mira con ojos de cachorro y los cierra cuando el alfa se desliza profundamente en él. Harry sonríe con lascivia y sus atractivos hoyuelos y dice: —Puedo oler en tus feromonas lo asustado y ansioso que estás, lo mucho que deseas que te marque, pero lo nervioso que estás por ello, mi omega. No te haces una idea de cual adorable eres ahora mismo; voy a marcarte, bebé, y me correré dentro de ti.

—Oh, alfa... —susurra el chico lleno de pasión, llorando por su sensibilidad exacerbada y el nerviosismo.

Harry augmenta el ritmo, él se deshace en gemidos y su pene se sacude soltando la ansiada semilla blanca, terminando antes que el alfa. El orgasmo le recorre el cuerpo entero, es caliente, vibrante, tan intenso que cree que va a perder el conocimiento, pero tan delicioso que no desea que termine. Se siente atravesado por un rayo, incapaz de respirar, de moverse, totalmente en las garras del alfa. Se estremece, gime y se corre otra vez con solo un par de segundos de distancia de la primera, su cuerpo agotado sigue siendo recorrido por un inmenso placer y mientras el segundo orgasmo consecutivo lo golpea el nudo de Harry se amplía en la base de su pene y empuja duro y fuerte, abriéndolo tanto que realmente cree que se romperá. León llora, se corre de nuevo, y araña al alfa y ese solo lo mira con ojos de depredador y lo muerde.

León se siente desbordado: el nudo del alfa agrandándose en su interior, su cuerpo sensible, derretido de placer por los múltiples orgasmos y los afilados colmillos del alfa rompiéndole la piel. Nota el calor de su sangre caerle por el cuello y manchar el cuerpo del alfa. Se siente débil y diminuto, se dejar caer en los brazos de Harry, que lo acaricia con extrema cautela pasando sus dedos por la espalda y a la vez aprieta sus mandíbulas como si quisiera arrancarle el cuello. León lloriquea, respira pesadamente y nota al alfa pasando una y otra vez la lengua por donde sus dientes están, impidiendo que León sangre demasiado. El alfa se separa de su cuello con la boca roja y la lengua, del mismo color, repasando los afilados dientes y luego lamiendo las heridas del débil omega.

León siente que no necesita apoyarse en Harry para oír sus latidos y eso lo hace sonreír de alegría. Harry nota el lazo oprimiéndole el corazón de inmediato, mostrándole el dolor y el cansancio por el que León está pasando para que esa unión pueda darse. El alfa es cuidadoso y apoya la cabeza de León en su hombro, teniendo así acceso a la herida para curarla con su saliva. Puede ver las hermosas hileras de dientes marcadas en color carmesí en su piel, rodeando su lunar favorito del cuerpo de León.

—León, el nudo seguirá unos minutos, mientras me corro dentro de ti ¿Duele demasiado? —pregunta el alfa con la voz entrecortada. Su orgasmo ya ha pasado, pero los restos que aún quedan de él lo hacen titubear. Aun así, como todos los alfas, eyacula durante varios minutos hasta que el nudo se desinflama, asegurándose de impregnar a su pareja.

—No pasa nada, me siento... como si flotase —explica el omega, que sonríe y le da un tierno beso en la nariz. —. Te quiero mucho, alfa.

—Y yo, lobito blanco. —le responde el otro, acariciándole la mejilla. —Y a partir de ahora ni siquiera será necesario que te lo diga con palabras, incluso si estamos lejos, haré que puedas sentir por el lazo lo mucho que te amo.

Ambos cierran sus ojos por el cansando, suspiran, aprovechando el momento de calma, y una pequeño hilo que une sus corazones los llena de una calidez hermosa. Ambos pueden sentir lo feliz que el otro es a su lado.


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