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León está tan nervioso que mientras camina hacia la boda Kajat le sujeta un brazo y Nath otro, haciéndolo casi flotar debido a sus torponas piernas. Han pasado el día entero en el cuartel, así que León ha comido con ambos e incluso le ha sobrado tiempo para pasearse por las instalaciones y saludar a Aura, que le ha dicho que su ropaje para la boda es impresionante. Ahora, a juzgar por las reacciones de la gente, León corrobora que Aura tenía razón: su aspecto impresiona y hace volverse todas las cabezas, desata una ventisca de murmullos e incluso un séquito de curiosos que apuntan por el dedo y lo siguen por las calles.

El corazón se le atraganta en la garganta y cuando Kajat le ha contado, hace apenas unos minutos, que su boda no será secreta, como la de Lady María, al muchacho casi le da algo. No ha recorrido demasiadas veces el imperio de su alfa, pero el camino que ahora sigue le es conocido, se dirige hacia la plaza de arena donde él y Harry bailaron por primera vez. Un espacio, le explicó el alfa una vez, reservado para las grandes celebraciones del reino. Ahora él es el protagonista de una de ellas y cuanto más lo piensa menos sentido le halla, pero está feliz. Harry, como él, se siente nervioso y contento a la vez, lo sabe por los tironcitos que nota en el corazón, el lazo que los amarra le envía una confusa mezcla de ronroneos y escalofríos, vibraciones que relajar y alertan a su cuerpo intermitentemente, hablando de las contradictorias emociones de ambos.

El omega se pregunta cómo estará vestido Harry y si le gustará la forma en que él se ha preparado. La espera se le hace una eterna tortura y quiere averiguarlo ya, pero por otro lado está tan nervioso que desearía detener el tiempo y respirar un poco.

—Estás hermoso. —le dice Kajat, notando en el aire el leve aroma a temor. León sabe que el alfa podría calmarlo con sus feromonas, pero en lugar de ello elige usar sus palabras y el omega lo agradece; él no necesita que manipulen sus emociones para domarlas, solo que le den un pequeño empujoncito.

—A Harry le va a encantar, ya verás. —lo anima Nath también.

—Gracias... —murmura León mirando hacia el suelo y sonriendo sin poder evitarlo.

Con esos comentarios encuentra fuerzas para seguir caminando sin que las piernas le flaqueen y se pronto su porte se siente mucho más fuerte y decidido. Los dos guardias ya no tienen que tomarle de los brazos para evitar que se caiga y su cuerpo, aunque lo siente pesado, sudoroso y lleno de cosquilleos, es por fin suyo para moverlo a voluntad. Los pueblerinos que lo siguen, dirigiéndose a la boda, comentan cosas sobre él que le hacen a veces sentirse ofendido y otras contento o avergonzado. Hablan de su aspecto, de lo inusual que les parece, pero a la par hermoso. Hablan de su cabello y su piel blancas, de su raza, de cómo está predestinado a reinar. Muchos dicen que es un enviado de los dioses con la misión de honrar a la reina muerta y mostrar al pueblo de los lobos negros que los pelajes llenos de luz también saben mancharse de sangre, que los lobos blancos también tienen garras. Luego escucha a gente hablar de la marca en su cuello, algunos teorizan sobre que León tenía un alfa que fue asesinado por los Kez, otros atinan, diciendo que Harry debe haberlo marcado antes por alguna razón incierta.

León no se molesta en dirigirse a ellos para aclarar las cosas, algunas de las historias fantásticas que los ciudadanos se inventan le parecen graciosas y no querría destruirlas y otras, menos amables para él, simplemente le dan igual. Lleva años oyendo cosas que le erizan los vellos del cuerpo como para que ahora un par de rumores desagradables le afecten.

Mientras anda hacia la enorme plaza ve a lo lejos la multitud, reunida en un amplio círculo alrededor de un centro vacío, donde deben estar Gandel y Harry. León observa desde la distancia, sin ser capaz de distinguir los ropajes de su amado, y piensa que esa gran reunión luce como un bosque con un claro en medio, como aquel que había en sus antiguas tierras. Últimamente piensa mucho en el pasado, pero los recuerdo ya no le torturan, ni le persiguen, lo acogen con una dulce melancolía. Ahora no recuerda a su pueblo por cómo murió, sino por cómo vivió y piensa en lo orgullosos que estarían sus padres y su hermano de verlo ahora casarse con alguien como Harry. Puede imaginarlos entre la multitud, gritando festivamente. Su madre cantaría con esa profunda y poderosa voz que tiene seguro y su padre y hermano danzarían en júbilo. No están ahí, pero León sonríe cálidamente, pensando que sea como sea, él lleva a todos sus seres queridos dentro de él.

Al acercarse la multitud le parece todavía más inmensa, un mar de gentes altísimas que le tapan la vista y esconden bajo el telón de sus cuerpos a Harry. El público lo mira impresionado cuando el chico se acerca al gran círculo y antes de nada los asistentes de la periferia, que son ciudadanos comunes, le hacen una larga reverencia. Tras eso se apartan, abriendo un camino que lo conduce al núcleo de esa formación. León camina por el pasadizo humano, mirando arriba para ver los rostros de esa enorme gente mirarlo con curiosidad y alabanza a la vez y, al llegar a las últimas capaz de gente, León reconoce muchas caras amigas y otras solo conocidas. Saluda con un gesto inocente a los nobles de palacio y de entre las faldas de alguno de ellos aparecen dos cabecitas, una rubia y una pelinegra. Sanha y Shin le barran el paso a León un instante, parándose para lanzarle pétalos de flores que el chico recoge con las manos, huele y besa. Después de eso se aparta, correteando como siempre hacen por los pasillos del castillo, y León ve a las últimas personas abrirse, mostrándole a Gandel en el centro del enorme círculo.

A su lado está Harry. El corazón se le para. Cuando asistió a la malograda boda de su amado y la princesa Kez León pensó que Harry estaba elegante y hermoso, ahora ve lo equivocado que estaba. Harry solo estaba arreglado entonces, pero ahora... ahora sí que está verdaderamente hermoso. El omega se queda paralizado, reteniendo el aliento y cuando Harry siente que su lazo tira de él con fuerza hacia el muchacho vuelve su cabeza hacia él; sus ojos brillan cuando ve al omega, la manzana de Adán le tiembla e incluso sus labios parecen débiles por León, incapaces siquiera de pronunciar su nombre.

Se acercan despacio el uno al otro, como criaturas asustadizas que se encuentran por primera vez. Se miran como si tuviesen delante un milagro y alzan sus manos, inseguros de si podrán tocar a ese ángel que cada uno tiene delante, pero sus dedos se entrelazan, mostrando que el amor está hecho no solo de ilusiones, sino de carne y hueso.

León no puede parar de mirar el enorme cuerpo de Harry, cubierto de un ropaje que jamás cabría esperar de él. Harry, el gran lobo, el temido guerrero, el poderoso rey... vestido a partir de flores y hojas, como si fuese una dulce criatura del bosque. Su hermoso cabello chocolate está lleno de flores de colores chillones: rosadas, amarillas, blancas, algunas violáceas y es la primera vez que León ve plantas con pétalos naranjas. Los bonitos adornos le pueblan la melena como si brotasen de ella, naturales como los rulos castaños que las recogen y aguantan. El hombre también ha pintado su rostro, decorándolo de forma hermosa: lleva polvo de oro cerca de los lagrimales de los ojos y tiene los labios levemente sonrojados, su boca florece como una rosa llena de vida. También la punta nariz y los mofletes tiene un sano color rubicundo y al mirar más atentamente León distingue que hay más lugares con un sutil toque dorado: los párpados, el puente de la nariz y el arco de cupido.

Más abajo, en el cuello, Harry tiene una enredadera rodeándolo que desciende por su torso, tallos dúctiles cuelgan sobre su pecho, espalda y hombros, dejando brotar pequeñas hojas de color verde intenso, con los nervios amarillentos, como si fuesen de oro. Sus grandes músculos se revelan bajo ese follaje amable, haciéndolo lucir como un gran dios protector, lleno de fuerza no para destruir, sino para cuidar. Luego, amarrado a la cintura lleva un levísimo cordel blanco que sujeta la tela con la que tapa su intimidad y que le llega hasta las rodillas: una tela vaporosa, que parece de gasa, y está atravesada por hojas caídas, de color verde y tacto tierno sobre la cintura y de los tonos del ocaso y la textura de las hojas viejas hacia el final de la prenda. Su extraña falda parece un manto sacado directamente de los pies de un árbol en primavera, lleno de hojas nuevas y hojas secas, de minúsculas florecillas y motas de polen por todos lados. Como es obvio, Harry está descalzo, con sus pies manchados de tierra, como si fuese a echar raíces y convertirse en una enorme flor.

—Estas hermoso, pareces una criatura de leyenda, Harry... todas estas flores... Oh, mi amor, eres tan bonito —susurra el omega, poniéndose de puntillas para besar a su alfa.

—Esta ropa es mi forma de decir que contigo mi debilidad se hace fuerte, que contigo florezco y aprendo de los errores marchitos, que contigo puedo permitirme estar en contacto con las partes más sensibles de mí ser, abrirte mi corazón aun con el riesgo de que lo destroces, te lo entrego, León, como una flor que puedes decidir conservar o deshojar. —El pequeño muerde sus labios, emocionado por las palabras del príncipe que se arrodilla a sus pies, le toma de la mano y besa los nudillos. —Tú, mi amor, estás deslumbrante, no tengo palabras... Y no sé siquiera cómo vas a hallar tú palabras para explicarme qué significan estas ropas tan maravillosas y estremecedoras.

León se sonroja, observándose a sí mismo en los ojos de Harry. Al verlo sus pupilas se abren, oscuras, profundas... como el atuendo del otro. El omega está cubierto de ancho cuero negro, que brilla bajo el sol y le da un aspecto fiero. El tejido duro y oscuro contrasta con su piel de forma que el muchacho parece una contradicción andante, una de la que Harry no puede separar sus ojos. Su pelo, recogido en una larga trenza pálida, cuelga desde su hombro derecho hasta su cintura y es sostenido por una liga hecha de oro. Sus ropas son increíblemente amenazantes a la par que seductoras, igual que ese cabello largo trenzado tal y como los soldados se lo trenzan antes de las batallas. Tiene hombreras negras, rematadas por filos de metal que hacen que León parezca de mayor envergadura y luego el pecho, aunque al descubierto, es atravesado por cadenas de plata que unen las hombreras con los pantalones de León: más cuero negro, como sus tobilleras. León parece el hijo bastardo de la noche y el día, un ser hermoso y que invita a ser acariciado metido en ropas que ordenan distancia, que pinchan si tocas. Las cadenas plateadas rozan vientre y pecho, cubriéndolo como una cortina fría que eriza su piel y el cuero negro que abraza sus hombros, muñecas, piernas y tobillos luce como una segunda piel. Su rostro parece también una extraña mixión de nieve y cuero: el rostro pálido como la cal, pero los ojos maquillados de un color azabache que resalta el azul de la pupila: una perla brillando en medio de un oscuro abismo.

—Me he vestido como un guerrero porque me haces sentir fuerte, Harry, porque me has demostrado que incluso siendo un omega puedo tener garras, que incluso siendo un lobo blanco puedo portar el color negro, orgullo de la nación de Seth, y ser bienvenido en esta manada. Visto como si fuese a pelear porque pelearé por ti y por el reino de los lobos negros, porque me has enseñado a no rendirme y a no ser ni solo blancura e inocencia, ni solo negrura y violencia. Me has enseñado que significa el equilibro, que significa aceptar mis raíces, pero construir mi futuro. Me has enseñado a quererme, a aceptarme, sin dejar que lo que soy me ate a un destino desgraciado. Me has recordado que soy un lobo blanco y me has enseñado a ser un lobo negro.

Harry le sonríe de forma radiante, lleno de orgullo por ese hermoso lobo que llegó a su brazos apenas como un cachorro temeroso y lleno de culpa y otros lastres que hoy ya no lo frenan. Se inclina, besándolo castamente y logrando desatar el revuelo del público. A León le hormiguea el vientre al oír las voces hablar de él, de ellos. Harry lo toma de la mano, dirigiéndolo hacia Gandel y todos guardan y silencio y se sientan en el suelo, cayendo de golpe.

Fin del cap ¿Qué os ha parecido? 

¿Los atuendos de ambos son lo que esparábais? ¿Os han sorprendido? ¿Para bien o para mal? 

¿Qué pensáis del discurso de cada uno?

¿Os hace feliz que se vayan a casar? ¿Qué pensáis que pasará después?

Muchas gracias por leer <3 Nos vemos en la próxima actualización :)


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