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—León ¿Puedo? —pregunta una voz familiar y suave. El muchacho dice que sí con desánimo y la puerta se abre, mostrando una pomposa melena roja y una mujer de proporciones grandes y redondeadas que León siente que son de diosa. Ver a Paola lo anima un poco, aunque sigue sin apetito, arrastrando de aquí para allá el tenedor en su plato de desayuno.
Él le prometió a Harry que cuidaría de sí en su ausencia y se siente culpable por no haberlo estado haciendo, pero apenas puede adaptarse a su falta y cada vez se siente peor. León pensó que cuando Harry se fuese la angustia sería como un pinchazo: rápida y horrible, pero cuyo dolor se desvanece con el tiempo. Sin embargo, la herida que ha dejado el alfa al irse no se cura, sino que parece abrirse, como si cada centímetro más que el alfa corre lejos de ahí le desgarrase un poco el corazón, abriendo más y más un gigantesco corte que siente que lo matará.
Cuando Harry se fue León primero sintió un vació inexplicable, como si le arrancasen el aire de los pulmones y se quedase petrificado, un segundo después el lazo lo oprimió entero, haciéndole gritar de dolor. Kajat corrió en su auxilio, lo llevó a su habitación en brazos y llamó a Aura, que no pudo hacer nada por él. León se retorcía en la cama, sintiendo que la distancia se convertía en un horrible peso sobre su pecho que le impedía respirar, mientras el médico le contaba al coronel que no había cura alguna para los dolores que provoca en un omega marcado la primera marcha de su alfa. Esa noche León no pudo probar bocado y Kajat tuvo que terminar comiéndose su cena ya que el peliblanco insistió, pues no quería que se tirase su comida. Vomitó varias veces y el pelinegro le sostuvo el cabello mientras él seguía echándolo todo. Después le pidió quedarse solo y ahí rompió a llorar.
Pensó que sus lágrimas se acabarían en algún momento, pero cuanto más lloraba, más energía tenía para seguir llorando. Solo se pudo calmar hacia la medianoche: una brisa gélida entró por la ventana, chocando contra sus sudores haciéndole sentir un escalofrío. León se preguntó si Harry habría podido sentir eso y entonces él se fijo en algo, en que podía sentir más que dolor. Cerró sus ojos, inspiró, expiró y trato de percibir más allá de su añoranza por Harry, de esos sentimientos exacerbados de posesividad que el mordisco le causaba, sintió entonces aire cortante contra su cara, caliente arena contra sus patas e incluso pudo sentir su cola alzándose contra el viento. León pudo sentir por unos instantes cómo Harry, transformado en lobo, corría hacia la batalla. Le reconfortó hallar esos leves detalles, aunque desgraciadamente su angustia no desapareció, solo aprendió a sobrellevarla sin chillar y llorar a cada rato.
Incluso ahora la ausencia de Harry se siente más bien como una presencia. La presencia de una enorme masa de agua donde León se ahoga, la presencia de unas manos que lo abordan por detrás y le rodean el cuello, pero desaparecen cuando se gira, la presencia del cuchillo de su madre, cortándole las muñecas. León parpadea, sabe que está extremadamente sensible por la marca, que los dolores que siente no son de heridas reales y que a veces su cabeza viaja demasiado lejos, a lugares que no son seguros, así que busca confort pasando los dedos por la mordida. Cuando se acaricia ahí, aunque aún le escuece, se siente mucho mejor. Sus pequeños dedos repasando las hendiduras de los dientes de Harry son como un lengüetazo en su fuente de olor y le recuerdan que el alfa no se ha ido del todo.
—Esta noche no podía dormir —dice Paola sacándolo de su ensimismamiento —, estaba preocupada por mi familia, allá en Vento, pensé que quizá tú estabas preocupado por Harry ¿Has pasado mala noche también?
León bufa y asiente, bajando sus hombros todavía más. Mira a Paola con compasión y luego palmea la cama a su derecha. Ella le sonríe con cansancio y se acerca para sentarse con él; cuanto más se acerca, más nota León que las ojeras violáceas de la mujer se asemejan muchísimo a las suyas.
—Harry es suficientemente fuerte como para salvar a tu familia tres veces seguidas, si eso te tranquiliza. —dice el muchacho, dándose por vencido en su comida y soltando el tenedor.
Paola ríe y asiente.
—Gracias... —murmura, siguiendo con la vista a León.
El omega deja el plato sobre el baúl que tiene al otro lado de la cama para no derramar la comida sobre esta y se detiene al hacerlo, quedándose embrujado por su bonito tarro de flores. Harry se ha asegurado de que le cambien el agua cada día, pero aun así la rosa se ha marchitado, aunque su favorita, el pequeño pompón blanco, sigue en perfecto estado. Sonríe, sacándolo del agua para sostenerlo por su fino tallo y hacerlo rodar entre sus dedos. Vuelve con Paola al otro lado de la cama, observando la flor, que le da una increíble calma.
—¿El lazo te dice algo? —pregunta la omega.
—Siento el cansancio de Harry, ha corrido toda la noche, su corazón bombea rápido y lo siento latir en la marca. Todavía no ha llegado a Vento, pero se acerca, porque me tiemblan las manos cuando él está un poco nervioso y cada vez lo hacen más, aunque quizá es solo porque yo estoy nervioso... pero, como sea, nada malo ha sucedido.
Paola acaricia la muñeca de León y la agarra con cuidado, como si pudiese deshacerse al tacto. La mueve, poniéndola frente a sus ojos para hacer a León sostener la flor justo delante de ella. Paola mira con intriga la pequeña esfera nívea.
—¿Harry tiene flores en un tarro? Que inusual.
—En realidad las tiene por mí —explica el chico orgulloso, enrojeciendo por lo pueril que suena—me las regaló él.
—¿Harry te regaló flores? —dice la chica soltando su muñeca y mirándolo con una expresión transparente de perplejidad. Parpadea un par de veces y luego se lleva la mano a la boca, para tapar una risilla —Si no estaba claro antes, lo está ahora ¡Te ama! Cuando vuelva de la guerra voy a molestarle por ñoño con lo de las flores.
—Realmente no fue idea suya —la corrige León con tono melancólico —, me las regaló porque yo le conté sobre el cortejo de los lobos blancos, nosotros no regalamos flores, entre otras cosas. Me emocioné tanto, Harry es adorable.
—Oh, ya veo ¿Y cómo sabes qué flores regalar? ¿Hay un color específico o...
El omega se pone más recto y atento por sus preguntas, recordar y explicar sus tradiciones siempre lo hace sentirse feliz y además ahora eso logra distraerle de su angustia.
—Los alfas simplemente regalan las que creen que al omega le agradarán. A mí me gustan todas las flores, sé que Harry se esmeró mucho en escogerlas, pero cualquier ramo me habría encantado, aunque debo admitir que no sé si fue casualidad o los dioses, pero acertó muchísima con la última. Esta misma. —dice alzando la mano con la florecilla blanca.
—¿El diente de lobo? —pregunta Paola con tono inocente. León alza las cejas.
—No sabía que se llamaban así. —dice sonriendo y mirando la flor de nuevo, pensando en su bonito nombre —Mi aldea estaba llena de unas similares, no las he visto aquí, pero se parecen mucho. Eran como un diente de lobo, pero totalmente negras. Las llamábamos rocío de la noche. Eran mis favoritas, igual que el diente de lobo es la favorita de Harry, a veces me hace pensar que son cosas del destino... —dice el muchacho suspirando con melancolía mientras mira la flor, imaginándose a Harry recolectándola por él, para él.
—¿Qué?
—Rocío de la noche— explica el muchacho con suavidad, sonriendo más amplio al recordar su bosque moteado de negro. —, porque era como si hubiese llovido la oscuridad del cielo noct-
—No. —lo interrumpe Paola con el ceño fruncido y la respiración contenida. El omega la mira achatado, temeroso de haber dicho algo malo —León ¿Has dicho que eran iguales a estas... pero de color negro?
—¿Qué pasa? —pregunta con un hilillo de voz, después de asentir.
—Tú sabes sobre la existencia del bosque virgen ¿Verdad?
—Es un territorio de tu manada y nadie puede entrar porque es sagrado ¿No es así? —dice torpemente, esforzándose por recordar algo que ya no sabe ni se lo contó Harry o Lendra. No entiende a que viene esa pregunta y está demasiado cansado como para intentar aclarar su mente de toda esta confusión.
—Y hay una flor que solo se encuentra ahí, que-
—Que se dice que son lágrimas de dioses. —León dice, totalmente serio, conectando los puntos en su mente, notando que se le hunde el estómago de la impresión. Traga saliva, un nudo la detiene en medio de su garganta y siente ganas de gritar, pero halla voluntad para contenerse y explicarse: —Oh, por... ¿No me digas que los rocíos de la noche son las lágrimas de los dioses? Entonces mi aldea estaba en el bosque virgen ¡Y los lobos pardos de Kez se infiltraron hace meses en el territorio de Vento por ahí! ¡Oh, por los dioses! ¡Ellos debieron ser los lobos que atacaron al rey mientras se diría a Vento! Por eso no pudieron encontrarlos luego. Pero... ¿Cómo sabían que él iría en esos carruajes y que tomaría esa trayectoria que pasa por al lado del bosque virgen?
—Un traidor. —dice Paola llevándose las manos a la boca. Luego susurra entre sus dedos: —Hay un traidor en palacio.
—¡Kajat! —chilla León, obteniendo una respuesta inmediata del alfa, que abre la puerta con el arma desenfundada y en posición de ataque. — Avisa a todos, quiero convocar una reunión del consejo urgente, pero antes escúchame, tengo una orden que darte.
Chan Chan chaaaaaaan ¡Fin del cap
! ¿Os ha gustado?
¿Qué creéis que pasará ahora que León sospecha de la presencia de un traidor?
¿Qué os ha parecido su deducción a través del tema de las flores?
¿Quién creéis que es el traidor y por qué razones?
¿Pensáis que Harry estará bien en batalla? ¿Y estará bien León, viviendo con un traidor?
Nos vemos en el siguiente cap hehe
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