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Me muerdo el labio y mamá me mira como lo hace siempre antes de decirme que no: brazos cruzados, párpados caídos y una ceja levemente alzada. Yo intento contener las lágrimas porque papá siempre dice que lloro demasiado y al hacerlo mamá siempre suspira larguísimamente, inflando sus mofletes y parece tan, tan cansada de mí.
No quiero que mamá esté agotada por mi culpa, llega tarde a casa, con sueño y hambre siempre, y los pocos momentos que hablamos me hacen muy feliz y yo jamás querría que ella se arrepintiese de regalarme esos minutos que atesoro con tanto amor, pero a veces simplemente no puedo evitar ser una molestia.
—Mamá... —suplico con un hilillo de voz, ella voltea un poco la cabeza, sin dejar de mirarme, de examinarme, e hincha el pecho. No quiero hacerte suspirar, no quiero molestarte. Lo siento tanto, mamá. Papá tiene razón, soy solo un niño que no puede contenerse cuando se trata de pedir caprichos, incluso si ya estoy mayor para eso.
—La vecina tiene un niño de diez años, B. Diez. Cuando ella y su marido van al trabajo se queda solo en casa y lo hace desde los ocho años y nunca le he oído tener una pataleta sobre eso.
Me tiemblan los labios, de verdad que no quiero llorar. Quiero ser como el niño de la vecina, que con tres años menos que yo no teme quedarse solo en casa, que no hace berrinches ni tiene llantos tan fuertes que los vecinos lo oyen y aporrean la pared porque molesta. Quiero ser una persona diferente, pero no puedo y no sé qué hacer al respecto.
Dos crujidos metálicos zumban tras mis oídos, el crujido de las bisagras y el sonido contundente de la puerta de entrada cerrándose vienen después. No me quiero voltear porque, aunque quiero a papá y amo verlo él me hace llorar cuando me grita por poner caras tristes y pedir demasiado.
—Juan, tu hijo sigue con la tontería de que le da miedo quedarse solo en casa.
Es papá quien suspira. El aire que exhala es como plomo lloviéndome en los hombros, bajo la cabeza, con el cuello dolorido, y solo puedo ver como mus puños cerrados se emborronan por las lágrimas que intento retener. No quiero que papá se enfade, él no grita ni es malo como los padres de otros chicos de clase, pero a veces preferiría que me gritase a la forma fría en que me mira cuando se enfada, como si hubiese decidido que mi existencia no le importa. Lo veo apenas dos horas al día y a veces paso a mi lado como si fuésemos transeúntes desconocidos en la calle y no una familia en su hogar, aunque otras veces, cuando hago cosas buenas, me revuelve el pelo.
Quiero que papá me revuelva el pelo.
—¿Y qué quieres que haga? —pregunta, pero usa ese tono característico de cuando no quiere una respuesta. —¿Que le castigue? —añade con un golpe de voz, me encojo, controlo un hipido. No quiero llorar, cuando lloro papá y mamá se van y no quiero que se vayan más. —No se le quita la tontería, pensé que a los doce... pero míralo. A ver ¿Qué hago?
—Y-yo no quiero que os enfadéis solo...
—Cállate y déjanos hablar —espeta mamá con sus dedos en las sienes y los ojos cerrados. Ella es bonita, pero ahora su cara está arrugada: su frente, sus párpados, los lados de la boca, el mentón... es como si se derritiese. —No se me ocurre nada que no sea una niñera, pero... —sus ojos felinos bajan hacia mí, examinándome, analizándome. Ella siempre me mira como si buscase desperfectos. —Joder, es que ya está crecidito como para una niñera.
—De todos modos, ni soñarlo ¿Sabes cuánto cobran las niñeras? Si tiene que venir de lunes a viernes y quedarse toda la tarde... ¡Y la noche cuando no dormimos aquí! Podría cobrarnos hasta cincuenta euros por día, es una locura, no pienso gastar ese dinero es una estupidez.
—Quizá si encontrase una barata, aunque ni por diez euros al día valdría la pena ¿No? —el tono interrogativo me da un poco de esperanzas.
Yo quería que papá y mamá se quedasen conmigo en casa, aunque debo admitir que eso es ser demasiado soñador, sería imposible que dejasen sus trabajos, aunque eso de la niñera no suena mal. Papá ha dicho que no, pero si mamá logra encontrar una muy barata... quizá puedo usar mis ahorros si ellos no quieren pagarla, no tengo demasiado, pero prefiero gastarlo a quedarme solo en casa más veces. Cuando llego tras los extraescolares es como si el aire fuese denso y el silencio ensordecedor, no es miedo exactamente lo que siento, es tristeza, pero me aterra tener que sentirla más. Me aterra pensar que todos los días de mi vida llegaré a casa y no podré evitar llorar, sentir este extraño vacío que parece perforar más y más en mi pecho, esta certeza de que estoy solo en el mundo.
—Marie, déjate de especulaciones estúpidas, no hay niñera y punto.
De nuevo, soy incapaz de hacer nada bien y me pongo a llorar, incluso si no quiero, incluso si sé que papá y mamá tienen que tomarse pastillas porque les duele la cabeza de tanto escucharme.
Fin del cap 0w0 ¿Os ha gustado?
Ahora que ya sabemos un poquito del pasado de Ángel ¿Qué pistas os da esto?
¿Qué os parece Ángel chikito?
¿Qué pensáis de su familia?
¿Tenéis alguna teoría loca a partir de esto?
Gracias por leer <3
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