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Él me besa la nuca y pega su pecho a mi espalda, cubriéndola de sobras. Jadea en mi oído cuando simula otra embestida; su duro pene presiona un poco contra mi entrada y solo de pensar en él invadiéndome de una cruel estocada me mareo. Él es tan grande y tan fuerte... Me deshago en sollozos entre sus manos y entonces una de ellas se cuela entre mi pecho y el colchón. Me acaricia, sube despacio y firmes dedos envuelven mi cuello. Tomo aire de golpe, por la sorpresa, pero entonces noto que no aprieta: él simplemente está sosteniendo mi garganta con delicadeza, manteniendo mi nuca disponible para sus besos y mi pulso bajos sus dedos. Respiro entrecortado, apenas pudiendo resistir entre sus arremetidas suaves, pero firmes, y la manera en que sus labios y lengua me rozan la nuca.
—Ángel... —murmuro una vez más, desesperado sin saber bien por qué.
Él da un leve mordisco en mi nuca, pinza la piel con los dientes un segundo fugaz, pero el dolor arde ahí un poco después.
—Hm ¿Qué sucede, mi Tyler? —tiemblo por la forma en que me ha llamado, por el énfasis en el mí, tan ronco como un ronroneo que me cosquillea en toda la piel.
—Y-yo, lo siento, siento hab-
—Shh —sisea largamente en mi oído, haciéndome jadear de nuevo. Sus caderas empujan duro, sobresaltándome. Doy un hipido y luego noto como su dura erección no se retira, sino que su cuerpo mantiene la posición, presionando contra mi virginidad. Dejo caer mi cabeza hacia delante y su mano me sostiene por el cuello, empezando a acariciar con el pulgar. —, tienes mucho tiempo de disculparte y compensarlo ¿No es así? Desde el día de hoy... —la presión se aleja cuando deja morir las palabras en su boca. Yo doy un respiro, por fin tranquilo, pero entonces embiste tan fuerte que de no ser por la mano en mi cuello habría salido proyectado hacia delante. —hasta el jodido día en que te mueras —yo asiento, lloriqueando y haciendo ruidos como un pobre gatito. Ángel se inclina, me lame las lágrimas del rostro y dice: —¿Sabes por qué? Dime el por qué.
—Porque soy tuyo —exhalo sin fuerzas, sintiendo todo mi cuerpo tenso, sensible, a punto de resquebrajarse.
Ángel se aleja un poco de mí y noto el frío arañarme la piel, pero también la calma. Logro respirar un poco mientras que lo único que siento con sus piernas entre las mías. Luego sus manos me agarran los costados y bajan despacio hasta que se topan con el elástico de mi ropa interior.
—Así es —apremia roncamente. —, eres mío, cada trocito de ti, cada pequeño sonido, cada uno de tus deditos, de tus pestañas, cada cosa en ti es mía. —Sus manos se aprietan, masajeando un poco la tierna carne de mis caderas y torturando el hueso también. Luego sus manos se saltan la zona cubierta por la tela y agarran mis piernas.
Los dedos de cada una de sus manos son suficientemente grandes para rodear por completo mis femorales y apretarlos. La tierna carne se hunde ante la presión de su agarre. Sus manos se relajan y suben, sus pulgares deslizándose hacia la cara interna de mis muslos y luego a mis ingles, colándose furtivamente bajo la ropa interior.
Noto como tiene sus fuertes dedos bajo el pliegue de mis glúteos, apretando un poco, masajeando después y luego solo reposando. Yo no respiro en todo el rato, no soy capaz de nada más que sentir su toque y el calor que se extiende por todo mi cuerpo como un incendio.
Sus pulgares entonces se mueven, separando levemente los cachetes de mi culo para revelar mi intimidad, estirando la rosada y sensible piel del lugar. La tela está ya solo de adorno, sé que sus manos han apartado suficiente el slip para que pueda ver toda mi vergüenza expuesta a través de uno de los agujeros para las piernas.
Trago grueso sintiendo esos dedos estirar la piel alrededor del anillo muscular, como probándolo antes de usarlo. Tengo los ojos cerrados con fuerza y las manos agarrotadas, tomo mi cuerpo tenso como cuerdas de guitarra y siento que se parte cuando una humedad caliente se derrama sobre mi entrada. Mi espalda se arquea y gimo largamente, mis manos, aunque débiles, logran romper las sábanas.
Cuando me volteo por la impresión se me para el corazón. Ángel inclinado sobre mi trasero, sus manos abriéndolo, su lengua larga y roja dejando caer un hilo de saliva viscosa sobre mi intimidad. Entonces me mira a los ojos con los suyos oscuros y brillantes de deseo y masajea con su pulgar lubricado mi entrada.
Gimo y vuelvo a enterrarme en el colchón, notando el ardor en mis mejillas, en mi corazón, en mi tripa, en mis caderas... me quemo entero.
—Eres mío —susurra de nuevo. Lentamente. Al igual que mueve lentamente el dedo ensalivado sobre mi entrada, rodeándola, presionando un poco como si amenazase con entrar. —, mío para tomarte cuando yo lo desee. Mío... para romperte si me da la jodida gana.
Yo gimo lastimeramente, pero él azota mi culo, sorprendiéndome, haciéndome llorar en silencio. Noto la palmada latirme en una nalga, el golpe ha sido seco, pero increíblemente fuerte. Luego acaricia sobre la zona que posiblemente mañana esté amoratada, como adorando la forma en que mi cuerpo recibe sus golpes.
—Por favor... —suplico incluso cuando sé que no tengo derecho a hacerlo — por favor, no quiero que me rompas...
Él se inclina sobre mí, su mano diestra todavía jugando con mi agujero y su polla dura contra uno de mis muslos. Respira sobre mi rostro, como si pudiese oler mi miedo y se deleitase con él, y luego lame mis lágrimas y me besa las mejillas.
—Tranquilo —murmura con un tono ronco. —, ahora que te tengo, lo último que quiero es romperte. Seré cuidadoso —asegura, prácticamente dulce. Luego sonríe y un poco y se muerde el labio —pero... —y mis ojos se abren con terror cuando noto su pulgar apretar más y más, forzando mi agujero a dilatarse. —Si vuelves a joderme... —la presión se vuelve insoportable y noto la punta del dedo entrar, abriéndome. Separo mis labios, pero ningún sonido sale de ellos; la impresión de ser penetrado por primera vez me paraliza en el lugar y noto como mi hoyo se cierra estrechamente contra el dedo que apenas está dentro. Mi anillo muscular duele, como si estuviese siendo cruelmente roto. —si vuelves a escapar de mí, —y da un levísimo embate, introduciendo el dedo hasta el primer nudillo y haciendo que me maree. Dios, me siento tan lleno, tan vulnerable. Ángel me tiene literalmente alrededor su dedo y es capaz de romperme y volverme un mar de lágrimas con solo moverse brusco y penetrarme con él violentamente, pero no lo hace, no aún. —a traicionarme... — y el dedo tira un poco hacia un lado, abriendo más mi virginidad, como si estuviese haciendo hueco para que entrase algo más grande. Entro en pánico por un momento, pensando que me va a follar ahora mismo, pero cuando me volteo veo que él sigue llevando su ropa interior, ya húmeda de deseo, y me soy el lujo de volver a derrumbar mi cabeza contra el colchón. —¿Sabes lo que sucederá entonces, dulce Ty? —Yo asiento, bamboleando mi cabeza, mareado por sus palabras y su dedo experto que me acaricia el suave interior y me hace sentir abierto para él. —Dime, dime qué sucederá.
—Me harás daño... —lloriqueo, incapaz de componer una mejor frase.
Ángel asiente y me recompensa con un beso en la mejilla.
—Mucho, mucho daño —afirma, haciendo que me dé un escalofrío. Suena enfadado, un poco al menos, y no sé si es por lo que he hecho o por lo que se imagina que podría hacer, pero yo tiemblo, porque quizá está muy enfadado y quizá me va a hacer mucho daño ahora. —¿Y sabes de qué formas te lo haría? —niego, asustado. —¿Quieres saber? —de nuevo su dedo tira hacia un lado, dividiendo mi pobre entrada, forzándola a estirarse a su voluntad. Niego otra vez. —No, claro que no. Y tampoco necesitas saberlo, porque nunca deberás descubrirlo ¿Verdad? Porque siempre vas a ser bueno para mí, Tyler ¿Lo serás? Como ahora, tan jodidamente obediente, dejando que prepare ese bonito culo que me pertenece antes de follármelo.
Quiero gritar que sí, incluso si no sé cuál es la jodida pregunta, pero solo sale un sonido lastimero y desesperado de mi garganta, uno que a Ángel parece encantarle. Me besa de nuevo la mejilla y se retira, quitando también su dedo de mi interior. La sensación de vacío es afilada y dolorosa, noto mi interior latir por la falta del dedo y la sensación es tan extraña que me cuesta mover mi propio cuerpo.
—Date la vuelta. —ordena con voz demandante.
Yo intento moverme, sintiendo mi cuerpo pesado y mis brazos y piernas inestables como gelatina. Finalmente logro rodar en la cama, quedando bocarriba con un pecho que sube y baja rápidamente y la ropa interior empapada por mi excitación. Miro con sorpresa lo último, enrojeciendo. Jamás me he sentido tan malditamente excitado, pulsando contra mi ropa interior y con mi pene viscoso por tal cantidad de presemen.
Ángel se abalanza sobre mí de nuevo, su boca busca mi cuello y yo grito cuando clava sus dientes. No puedo pedir más suavidad de él, además... hay algo duce en este dolor, algo en el hecho de que mi cuello palpite por su mordida y que no sepa si el calor que siento es su lengua o mi sangre, que hace que mi pene pulse más aún, necesitado.
El hombre empuja sus caderas contra las mías, aplastando mi erección bajo su enorme eje, rozándolas con movimientos erráticos de cadera. Gimo sin poder contenerme, clavando mis uñas en su espalda y arrastrándolas cuando una descarga de placer me recorre. Y luego otra. Y otras. Y otra.
—Ángel... Ángel... no puedo mucho más —le advierto, pero él se empuja contra mi entrepierna igual y cuando me suelta el cuello creo que hablará, pero solo tortura más abajo: mis clavículas.
Empieza lamiéndolas y luego las muerde con dureza y aprieta el hueso entre sus mandíbulas cuando hace una estocada lenta y placentera. Nuestros cuerpos tiemblan juntos, cerca del clímax.
Y se aleja, dejando que el dulce cosquilleo que empezaba a originarse en mi entrepierna se desvanezca. Jadea, cerrando los ojos con fuerza y frunciendo el ceño, puedo ver la impaciencia en su cara, la frustración... y aun así quiere demorar más el momento, disfrutar de estos salvajes instantes antes.
Yo también, sobre todo cuando baja su cara a la mía y empieza a besarme, necesitado. Pareciera que arranca los besos de mi boca con desespero, cierra la suya en torno a la mía, aprieta sus labios, chupa los míos, me ata la lengua con la suya, luego la muerde, la chupa la lame... su boca me enloquece. Y entonces el beso es más voraz y Ángel destripa la espera al igual que destripa mi ropa interior.
Grito, alertado por el dolor de la tela rasgándose contra mis genitales sensibles e hinchados, pero él traga mis lamentos, pasando su lengua sobre la mía cuando trato de pronunciar un aterrado ''Espera''. Así es siempre con Ángel: su parte dulce y su parte salvaje brotan sin que uno pueda anticiparlo. El duce novio y el sádico captor están ambos a ras de piel, esperando para saltar sobre mí, y cuando tengo sus manos, sus labios sobre mi cuerpo, no puedo saber de cual de los dos se trata hasta que mi piel es besada o desgarrarla.
Mi desnudez pulsa contra su ropa interior, que se siente repentinamente áspera y desagradable y solo quiero que esté fuera de mi camino; mientras, su boca baja de la clavícula, succionando sobre mi raso pecho haciendo que la zona pulse y arda y todo en mí se retuerza cuando pasa la lengua sobre ella. Me siento tan pequeño en este espacio entre su magno cuerpo y la cama y, a la vez, tan extenso, porque no me creo que quepan en un cuerpo diminuto como el mío tantas sensaciones, tanto placer, tanto dolor, tanto anhelo y nerviosismo. Quizá no tengo ya huesos ni venas ni cartílagos ni esa clase de cosas inútiles que no sienten, soy solo piel erizada, soy carne que se hunde bajo sus dedos y nada más. Soy solo cuando él me toca, me aplasta con su cuerpo, me chupa con su dulce boca.
Rodeo su cintura con mis piernas, apretando, anudándome fuerte a él en busca de más y más contacto. Su pelvis no me decepciona, con un delicioso vaivén que hace que mis bolas se aprieten y el dulce flechazo de placer vaya directo a mi entrepierna. Estoy seguro de que voy a correrme, hasta que él muerde uno de mis pezones. No sé si es casualidad o una advertencia, pero tiemblo por ello y tiro mi cabeza hacia atrás, dejándome hacer.
Lo único que mi cuerpo logra hacer ahora es, con una mano, anclarme en su cabello suave y claro y con la otra buscar su ropa interior, queriendo apartarla con la misma ferocidad con la que él ha apartado la mía.
—Impaciente... —dice retadoramente, rugiendo sobre mi pecho, deja una pausa para deleitarse enroscando su lengua alrededor de mi pezón, liberando sensaciones que me hacen suspirar —¿Quieres ser mío ya, dulce chico?
Yo asiento, gimoteando por la vergüenza. Una parte de mí grita y araña, pide salir de mi cuerpo. La parte de mí que me recuerda que ese hombre me dislocó el bazo y el tobillo, me pudo cadenas y un cuchillo en el cuello, me amenazó con quemarme y mutilarme hasta que no pudiese vivir sin él. Esta parte que me recuerda que Ángel no ha soltado la cuchilla todavía.
Trago saliva.
Y luego pienso ¿Y qué otra opción tengo? Incluso si no desease entregarme, incluso si mi cuerpo no hubiese recibido su macabro entrenamiento que ahora me hace abrirme y ofrecerme como un animal en celo ¿No sería mejor dejarse hacer? ¿No ardería el infierno un poco menos, no dejarían sus manos de quemarme para ser simplemente cálidas? Después del terrible frío del sótano ¿Puedo culparme por buscar este calor acogedor?
No existe salvación ya para mí, pero en este infierno he encontrado un hueco agradable al que pueda llamar mi cielo.
Hundo mi rostro en la curvatura de su cuello, aspirando el viril olor. Una pizca de aroma metalizado me llega, desde su brazo malherido y vendado a duras penas, y siento la culpa pesada en mi estómago. Luego más deseo aún, deseos de ser tomado y perdonado, pero también de disfrutar, de poder por fi disfrutar en este horrible lugar.
—Quiero ser suyo, oh, Ángel, q-quiero... —pero las palabras no me salen, no si él chupa mi cuello así, no si me agarra fuerte de las cadenas y me clava a la cama, alejándose poco a poco, pero aún entre mis piernas.
Lo miro desde el colchón, deshecho en jadeos y cabellos azabache desordenados. Mis ojos buscan los suyos, descifrarlos, y mi lengua rosa relame mis labios doloridos. Él sigue el pequeño movimiento como hipnotizado, luego sonríe y ladea su mano derecha, donde tiene la cuchilla capturada entre el índice y el corazón. La cuchilla brilla bajo la luz de la habitación, él la hace destellear a propósito para mostrarla, y yo tiemblo por lo que eso quiera decir.
—Quieres ser mío... —susurra, poniendo sus manos en mis revoltosas caderas que sube y se relajan, demandando atención para mi pene cada vez más rojo y húmedo. Lo mira, relamiéndose un poco, y afirma sus manos con tal de mantenerme quieto. El índice y el corazón de su mano derecha son los únicos dedos que no me tocan, un poco alzados, sosteniendo la cuchilla entre ellos como si fuese un cigarro —y, sin embargo, se te olvida tantísimas veces de quién eres...
Su susurro se pierde cuando, bajando poco a poco, hunde su boca en mi piel. Me besa el abdomen bajo, ese lugar mágico donde se arremolinan sensaciones sucias, pero que todavía no es una zona prohibida. Besa la piel del lugar, la delinea con un lametón que hace que me derrita y luego hunde su nariz en los pequeños bellos oscuros de abajo. Sus labios rozando un poco mi virilidad, su nariz inhalando el aroma a champú y suavizante, deleitándose despacio. Sube un poco, mirando de cerca mi desatendido pene y sonriendo con diversión. Cuando veo su lengua roja asomar entre los labios siento que me desmayaré y cuando la extiende, llana y larga, sobre mis testículos y traza del camino hacia la punta de mi polla mis ojos ruedas hacia atrás en mis cuencas.
Mi cuerpo es siente como un enjambre, espuma de mar deshaciéndose cuando las olas chocan, como un huracán, me siento ingrávido y pesado, tan intenso y efímero, me siento...
—¡Ah! —grito, entre el placer y el dolor cuando noto otra cosa deslizarse sobre mi carne.
Alzo la cabeza, queriendo identificar el pinchazo que he sentido en la cadera, y me topo con Ángel lamiendo mi excitación de forma desvergonzada mientras me corta la piel con la cuchilla.
—Ángel, por favor... —suplico entre lágrimas, sintiendo la afilada hoja lamer mi carne, deslizándose hacia abajo después de hacerlo hacia arriba. Está tan peligrosamente cerca de mi intimidad. La idea de un corte ahí me hace hipear y sollozar.
—No temas —me dice con voz ronca, pero muy tranquila, pausando solo un segundo para después hacer rodar su lengua sobre la sensible punta de mi pene. A la vez hace otro corte, este pequeño, horizontal, atravesando el triángulo incompleto que ha rajado antes sobre mi piel. Me estremezco por el ardor y chupo aire, dejando caer más lágrimas y tensándome. Ángel pone la cuchilla un centímetro por encima de la punta del triángulo y aprieta hasta que sale una gota de sangre. Tiemblo aterrado, queriendo suplicar, pero él interrumpe —. Túmbate de nuevo, Tyler, te prometo que no voy a cortar nada preciado en ti. Mi mano —y eso lo dice haciendo un diminuto, pero profundo corte diagonal que me hace chillar —y mi lengua —suspira sobre mi pene, dando un leve beso en la punta —tienen intenciones muy distintas. No voy a confundirlas.
—Por favor, Ángel... —le digo en un intento desesperado, sabiendo que no puedo confiar en sus palabras, que quizá en cualquier momento él decide abrir mi pobre virilidad o perforar mi arteria femoral y dejar que un río de sangre brote entre mis muslos hasta matarme. —, por favor, espera, no me...
—¿Qué sucede? —su tono es más demandante ahora, prácticamente molesto, y se alza un poco para encararme. Noto las gotas de sangre caliente derramándose por el costado de mi cuerpo, mojando el colchón. —¿De qué tienes miedo? ¿No te he dicho ya que no voy a romperte?
—P-pero... —me da un muy rápido beso en los labios, callándome con una sonrisa enternecida.
—¿Crees que voy a mutilarte? ¿A desangrarte lentamente tal vez? —musita en mi oído, recorriendo despacio las palabras con la lengua y, a la par, rodeando mi pene con la mano que sostiene la cuchilla y moliéndolo despacio.
Doy un grito de terror y miro hacia mi entrepierna, la cuchilla peligrosamente cerca de mi piel, pero sus dedos, con precisión milimétrica, masturbándome de una forma enloquecedora. Tengo tanto miedo, pero estoy tan excitado.
—P-por favor, no...
Ángel deja ir una suave risa en mi oído cuando gimo de placer, interrumpiendo mis patéticas súplicas. Sostiene mi pene por la base con el dedo meñique y el contiguo, con el corazón y el índice aguanta la cuchilla, demasiado cerca, pero afortunadamente lejos, y con el pulgar juguetea sobre mi punta húmeda, presionando la hendidura, rodeando la cabeza de mi pene y lubricándola más.
Luego deja ir mi pene y la cuchilla vuelve a lamer mi piel. Tres veces seguidas. Una hacia abajo, otra diagonal y una hacia arriba.
—Ty, no llores —pide, lamiendo mis lágrimas como si fuesen el más dulce néctar. La sensación de su lengua me hace recordar a cuando la puso sobre mi erección y me estremezco —, no voy a hacer nada malo. Solo estoy... marcando lo que es mío. Yo no tengo problemas para recordar que me perteneces, pero tú si —gimoteo de dolor cuando su muñeca traza un semicírculo, la cuchilla ladeándose en mi piel, cortando ancho y doloroso. Me arde demasiado y encima lo remata con un corte horizontal —por eso hago esto: para que no te olvides de a quién perteneces.
Él se aleja de mí, volviendo a su tarea de corta mi piel y atender mi confundida erección. Yo mantengo mi torso alzado, vigilante de sus movimientos y realmente aterrado y confundido por lo que sucederá. Entonces ángel pasa su lengua por la carne recién cortada, limpiando la sangre acumulada y dejándome ver las claras líneas de las cortadas.
Mi corazón da un tumbo.
Á
Su lengua revela, tragando después mi sangre, mientras le cae por las comisuras alguna que otra gota.
N
Otro lengüetazo, otra letra. Mi piel arde, pero mi pecho se siente extrañamente cálido.
G
Y ahí acaba el texto de mi piel, pero su mano sostiene la cuchilla cual pluma, dispuesto a terminar su obra maestra, su bonita firma sobre mí.
Me está marcando con su nombre. Y odio la idea de corte mi piel, odio el dolor, la sangre, el ardor cuando la cuchilla lentamente secciona mi carne, pero... pero es su nombre y es hermoso, y su lengua roja, sus labios rojos... oh, tan hermosos y deliciosos como cerezas.
Me siento enfermo, repugnado de la extraña ilusión que me hace esto.
—¿Te gusta? —me pregunta Ángel, pequeños hilos rojos escurriendo por su boca. No estoy sangrando mucho, pero el color es jodidamente intenso. Yo asiento como puedo, gimoteando —¿Te gusta que deje mi bonito nombre en tu bonito cuerpo?
Me deshago por sus palabras, tapándome la cara. Los halagos y el tono dulce son demasiado para mí, así que solo vuelvo a tumbarme de nuevo, dejándome a su merced, y él desliza la cuchilla y la lengua, una en mi cadera, la otra en mi erección. El dolor y el placer entremezclándose, convirtiéndose en un tenso nudo que mantiene mi cuerpo rígido y mis dedos rizándose, mis ojos cerrándose, la boca abierta, gimiendo sin control. Estoy tan confundido que cuando noto la humedad cálida en mi piel me pregunto si es mi sangre corriendo o si es que me he corrido ya, vencido por este placer tortuoso.
—Sé bueno para mí, sigue siendo bueno —murmura, su aliento caliente y condensado lamiendo mis más sensibles partes. Luego su lengua, sus labios, sus mejillas. Oh, cierra su boca alrededor de mi pene, devorándolo entero, acogiéndolo húmeda, estrechamente. Se siente tanto como el cielo que cuando hace tres pequeños cortecitos ya no me quejo, solo gimo por cada uno, cada vez más fuerte, y me empujo contra su boca. Él libera mi pene, que se siente frío y desatendido y dice —Mhm, Tyler, sigue siendo jodidamente obediente mientas te marco. Mira —se inclina, lamiendo limpia mi última letra, una E escrita con caligrafía ruda, pero no por ello menos elegante. —ya solo queda una letra para tenerte todo marcado. Tan mío, Tyler, eres tan mío...
Y yo no sé ni qué dice, solo abro la boca y sonidos indecentes salen de ella cuando llega su lengua roja y caliente y goteante... oh, dios, su lengua... cuando lleva su lengua a mi pene y cierra sus labios alrededor de él y lo hace desaparecer en ese delicioso, reconfortante lugar que se siente como si hubiese sido hecho para mí. Succionar fuerte y sus mejillas se ahuecan para adaptarse a mi tamaño, la carne blanda apretándose, acariciándose a mi alrededor, y uno dedo suyo bajando, presionado de nuevo mi agujero virgen.
Ángel corta el largo, vertical tronco de la última letra de su nombre y mientras la cuchilla me abre la piel, su índice me abre también, entrando despacio, pero sin pausa, dilatándome de esa manera que arde, pero se siente deliciosa. Y en este momento podría jurar que mi cuerpo es un manojo de sensaciones a las que ninguna lengua del mundo ha logrado dar nombre, porque verdaderamente me quedo sin palabras.
Fin del cap owo ¿Os ha gustado?
¿Esperábais que Ángel se pusiera... ''creativo'' con la cuchilla? ¿Qué os ha parecido eso?
¿Creéis que continuarán hasta el final o que sucederá algo? ¿El qué?
¿Pensáis que tras esto la relación de Ángel y Tyler será menos violenta?
¿Creéis que todavía queda algo en el pasado de ambos que es importante y que aún no se ha revelado? ¿El qué?
Gracias por leerme <3 Si te ha gustado el capítulo, no olvides darle una estrellita y mucho amor :D
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